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Avance “Historia alternativa”. Volúmen I

Advance Dreamers


Grupo AJEC nos envía un adelanto de su antología de relatos enclavados en el género de la ucronía.

imagen de Avance “Historia alternativa”. Volúmen I

¿Cómo se hubiera desarrollado la historia de la humanidad si el Mar Mediterráneo nunca se hubiera llenado de agua?
¿O si el antiguo Imperio Chino hubiera llegado a controlar el mundo?
¿O si la imprenta hubiera sido inventada hace cinco mil años?

La Historia Alternativa (o Ucronía) es un género literario que pretende responder mediante la ficción a todas esas preguntas y muchas más que se plantean en un mundo tan cambiante e inestable como el nuestro.
Mediante algunos de los maestros de la fantasía y ciencia-ficción actual, en este primer Volumen de Historia Alternativa, contamos con cinco apasionantes relatos acerca de un mundo que no pudo ser, todo ello complementado con cinco estudios históricos y literarios que rematan este absorbente libro.

Se incluyen los siguientes relatos:
“En las Tierras del Fondo”. Harry Turtledove (Premio Hugo de Novela Corta 1994)
“Año Drácula 1981: El otro lado de la Medianoche”. Kim Newman
“0 Uno”. Chris Roberson. (Premio Sidewise 2003)
“Los Misteriosos Iowans”. Paul di Filippo
“El Efecto Ashbazu”. John McDaid.


FICHA TÉCNICA:

Título: HISTORIA ALTERNATIVA. vOLUMEN i
Autor: HARRY TURTLEDOVE; KIM NEWMAN; PAUL DI FILIPPO; CHRIS ROBERSON; JOHN MACDAID.
Traductor: CLAUDIA DE BELLA; MIRIAM HUERTAS; RAMÓN GONZÁLEZ.
DiseÑo de Portada: ESTUDIO AJEC.
Precio: 14,95 euros
Tamaño: 23x16 cm
Páginas: 256
ISBN: 978-84-96013-46-9



EN LAS TIERRAS DEL FONDO. HARRY TURTLEDOVE.
Premio Hugo 1994.


(ANTICIPO EDITORIAL HISTORIA ALTERNATIVA VOL. I). EDITORIAL AJEC.





—Era un pájaro koprit —respondió Radnal—. Veloz, ¿verdad? Es de la familia de las aves carnívoras, pero adaptado principalmente a la vida sobre el suelo. Puede volar, pero normalmente corre. Como los pájaros excretan urea en forma más o menos sólida, no en la orina como los mamíferos, les ha ido muy bien en las Tierras del Fondo. —Señaló a la hostería, que estaba a sólo unos cientos de codos más adelante—. ¿Veis? Hay otro koprit sobre el tejado, mirando a todos lados para ver qué puede atrapar.Añadir Anotación
De la hostería salieron un par de empleados del Parque. Saludaron a Radnal con la mano y se hicieron cargo de los turistas, ayudándolos a llevar los asnos al establo.
—Descargad únicamente lo que necesitaréis esta noche en la hostería —dijo uno de ellos, Fer gez Canthal—. Dejad el resto en las alforjas para el viaje de mañana. Cuanto menos tengáis que cargar y descargar, mejor.
Algunos turistas, viajeros veteranos, asintieron al oír el buen consejo. Evillia y Lofosa lanzaron exclamaciones, como si nunca hubiesen escuchado cosa semejante. Arrugando el entrecejo ante su ignorancia, Radnal quiso apartar la vista de las jóvenes, pero eran demasiado bellas.
El hijo de Moblay Sopsirk también opinaba lo mismo. Cuando el grupo salía del establo rumbo a la hostería, se acercó a Evillia por detrás y le rodeó la cintura con un brazo. Al mismo tiempo debió de haber resbalado, porque lanzó un atónito grito que hizo que Radnal se diera vuelta rápidamente para mirarlos.Añadir Anotación
Moblay estaba tendido en el piso de tierra del establo. Evillia trastabilló, agitó los brazos violentamente y cayó a plomo encima de él. El hombre volvió a gritar, profiriendo un alarido que le hizo perder todo el aliento, cuando ella, apoyándose para volver a ponerse de pie, le golpeó la boca del estómago con el codo.Añadir Anotación
Evillia lo miró. Era la viva imagen de la preocupación.
—Lo lamento mucho —le dijo—. Me asustó.
Moblay necesitó un buen rato para lograr sentarse, y ni hablar del que necesitó para ponerse de pie. Finalmente, resolló:
—Si vuelvo a tocarla, tenga más cuidado. —Su tono implicaba que la joven llevaría las de perder.
Evillia levantó la nariz. Radnal dijo:
—Debemos recordar que provenimos de diferentes países y que tenemos diferentes costumbres. Si somos lentos y cuidadosos no nos ofenderemos mutuamente.
—¿Qué, ciudadano, acaso te ofendiste anoche? —preguntó Lofosa. En vez de responderle, Radnal comenzó a toser. Lofosa y Evillia rieron. A pesar de lo que había dicho Fer gez Canthal, las dos estaban llevando a la hostería las alforjas completas. Tal vez no tenían mucho cerebro. Pero sus cuerpos, esos cuerpos tersos y ¡ay! tan desnudos, eran otra cosa.Añadir Anotación
La hostería no era lujosa, pero tenía un tejido de alambre que no dejaba entrar a los insectos del Fondo, luz eléctrica y ventiladores que removían el aire del desierto para uniformarlo, ya que no lo refrescaban. También había un refrigerador.
—No habrá paquetes de raciones esta noche —dijo Radnal. Los turistas vitorearon.
El fogón estaba al aire libre; la hostería ya era bastante calurosa sin que hubiera una fogata para cocinar en su interior. Fer gez Canthal y el otro empleado, Zosel gez Glesir, lo llenaron con carbón, lo salpicaron con aceite ligero y encendieron el fuego. Luego pusieron un cordero troceado sobre una parrilla que después colgaron sobre la fogata. De tanto en tanto, alguno de los dos bañaba la carne con una salsa repleta de pimienta y ajo. La salsa y la grasa derretida chorreaban sobre los carbones, que chisporroteaban y siseaban, despidiendo pequeñas nubes de humo aromático. A Radnal se le hizo agua la boca.Añadir Anotación
El refrigerador también guardaba hidromiel, vino de dátiles, vino de uvas y cerveza. Algunos de los turistas bebían tumultuosamente. Dokhnor de Kellef sorprendió a Radnal al beber únicamente agua helada.
—Hice votos a la Diosa —explicó Dokhnor.
—No es asunto mío —respondió Radnal, pero su desconfianza dormida volvió a despertar. La Diosa era la deidad a la que comúnmente era devota la aristocracia militar de Morgaf. Era posible que un dibujante viajero pudiera contarse entre sus adoradores, pero Radnal no lo consideraba verosímil.
No tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre el problema que representaba Dokhnor. Zosel gez Glesir lo llamó para hacerle los honores al cordero. El empleado usó un par de palillos grandes para levantar cada trozo de carne y transferirlo a un plato de papel.
Los Martois comieron como gatos de las cavernas famélicos. Radnal se sintió culpable; tal vez las raciones normales no eran suficientes para ellos. Después vio cómo se estiraba la tela de sus ropas por la presión de sus abundantes carnes. El sentimiento de culpa se evaporó. No estaban famélicos.
Evillia y Lofosa se habían servido varios jarros de vino de dátiles, lo que pronto causó dificultades. Los krepalganos usualmente comían con cuchillo y brochetas; les resultaba difícil manipular los palillos de madera descartables. Después de cortar la carne en pedacitos, Lofosa se puso a perseguirlos por todo el plato sin poder levantarlos. Evillia podía hacerlo, pero se le caían antes de llegar a la boca.Añadir Anotación
Ambas parecían estar bajo los efectos de una borrachera alegre y se reían de sus torpezas. Hasta el rígido Dokhnor se dignó a tratar de enseñarles a usar los palillos. La lección no sirvió de mucho, aunque ambas Cabezas Altas se acercaron a él lo bastante como para poner celoso a Radnal. Evillia le dijo:Añadir Anotación
—Es usted muy hábil. Los morgafanos debéis usar estos palillos todos los días.
Con la cabeza, Dokhnor hizo el gesto negativo típico de su pueblo.
—Nuestro utensilio habitual sirve de tenedor, cuchara y borde afilado, todo al mismo tiempo. Los tarteshanos dicen que debemos ser gente tranquila, porque corremos el riesgo de cortarnos la lengua cada vez que abrimos la boca. Pero he viajado por Tartesh y aprendí a manejar los palillos.
—Déjeme intentarlo de nuevo —dijo Evillia. Esta vez se le cayó un trozo de cordero sobre el muslo de Dokhnor. Lo levantó con los dedos. Después de que su mano se demorara sobre la pierna del morgafano el tiempo suficiente para que Radnal sintiera otra punzada de celos, Evillia se echó el trozo de comida a la boca.Añadir Anotación
El hijo de Moblay Sopsirk comenzó a cantar en su idioma. Radnal no comprendía la mayoría de las palabras, pero la melodía era pegadiza, ligera y fácil de seguir. Muy pronto, todo el grupo se puso a batir palmas. Luego siguieron más canciones. Fer gez Canthal tenía una sonora voz de barítono. Todos los integrantes del grupo hablaban tarteshano, pero no todos conocían las canciones de Tartesh tan bien como para cantarlas con él. Igual que con Moblay, los que no sabían cantar hicieron palmas.Añadir Anotación
Cuando cayó la noche aparecieron unas irritantes nubes de mosquitos. Radnal y el grupo se retiraron al interior de la hostería, donde el tejido de alambre mantenía fuera a los agresores.
—Ahora sé por qué usas tanta ropa —dijo Moblay—. Es una armadura contra los insectos. —El Cabeza Alta de piel marrón oscura daba la impresión de no saber por dónde empezar a rascarse.
—Por supuesto —dijo Radnal, sorprendido de que Moblay hubiese tardado tanto en darse cuenta de lo obvio—. Si puede aguantar un par de segundos, tenemos un aerosol que hará desaparecer la picazón.
Moblay suspiró mientras Radnal le aplicaba el analgésico.
—¿Alguien quiere oír otra canción? —dijo.
Esta vez obtuvo poca respuesta. Algunas personas se inhibían al estar bajo techo. Pero esa pregunta les recordó a muchos el largo día que habían tenido; Toglo zeg Pamdal no fue la única que se dirigió al cubículo dormitorio. Dokhnor de Kellef y el viejo Benter gez Maprab habían descubierto un tablero de guerra y estaban enfrascados en una partida. Moblay se les acercó para mirar. También lo hizo Radnal, que se consideraba un buen jugador de guerra.Añadir Anotación
Dokhnor, que tenía las piezas azules, hizo avanzar a un soldado de infantería sobre la banda central vacía que separaba su lado del tablero del de su oponente.
—Cruzó el río —dijo Moblay.
—¿Así llaman los lissoneses a la línea divisoria? —dijo Radnal—. Nosotros le decimos el Foso.
—Y en Morgaf se llama la Manga, como el canal que separa nuestras islas de Tartesh —dijo Dokhnor—. No importa cómo la llamemos, sin embargo; el juego es el mismo en todo el mundo.
—Y es un juego que exige reflexión y tranquilidad —dijo Benter, mordaz. Después de pensarlo un poco, movió a un consejero (así se llamaba la pieza que se encontraba en la mitad roja del tablero; su equivalente azul era un elefante) dos cuadrados, en diagonal.
Las pausas concentradas del anciano tarteshano se hicieron cada vez más frecuentes a medida que avanzaba el juego. El ataque de Dokhnor obligaba al gobernador rojo a escabullirse a lo largo de las líneas verticales y horizontales de su fortaleza, mientras sus guardias lo hacían por las diagonales, para evadir o bloquear el paso de las piezas azules. Finalmente, Dokhnor alineó uno de sus cañones detrás de otro y dijo:Añadir Anotación
—Se terminó.
Benter asintió de mala gana. Era difícil jugar bien con el cañón azul (la pieza roja de valor idéntico se llamaba catapulta), porque se movía vertical y horizontalmente, pero para hacerlo debía saltar por encima de otras piezas. Por lo tanto, era el cañón que estaba detrás, no el de adelante, el que amenazaba al gobernador rojo. Pero si Benter interponía un guardia o alguno de sus carruajes, era el cañón de delante el que se transformaba en una amenaza.Añadir Anotación
—Muy bien jugado —dijo Benter. Se levantó de la mesa donde estaba el juego de guerra y se dirigió a uno de los cubículos.
—¿Alguno de vosotros queréis jugar? —preguntó Dokhnor a los espectadores.
El hijo de Moblay Sopsirk sacudió la cabeza. Radnal dijo:
—Yo quería hacerlo hasta que lo vi jugar a usted. No me molesta enfrentar a alguien mejor que yo cuando tengo la oportunidad. Aunque pierda, aprendo algo. Pero usted me daría una paliza y eso ya es demasiado.
—Como prefiera. —Dokhnor plegó el tablero y echó las piezas con forma de disco al interior de la bolsa. Volvió a colocar la bolsa y el tablero en un estante—. Me voy a la cama, entonces. —Se encaminó hacia el cubículo que había elegido.
Radnal y Moblay se miraron y luego miraron al juego de guerra. Con mudo consentimiento, parecieron decidir que si ninguno había aceptado jugar con Dokhnor de Kellef, era una descortesía ponerse a jugar entre ellos.
—Alguna otra noche —dijo Radnal.
—Me parece justo. —Moblay bostezó, mostrando unos dientes que refulgieron con una blancura suprema en contraste con su piel marrón—. Estoy bastante agotado... no, en tarteshano se dice "exhausto", ¿verdad? En todo caso, te veo mañana, Radnal.
Nuevamente, el guía turístico contuvo su fastidio al oír que Moblay, al nombrarlo, no empleaba la partícula de cortesía, "gez". Al principio, cuando los extranjeros se olvidaban de esa treta de la gramática tarteshana, se había imaginado que lo insultaban deliberadamente. Ahora tenía más experiencia, aunque aún le molestaba la omisión.Añadir Anotación
Se encendió una lucecita en el cubículo de Dokhnor: una lámpara de lectura a batería. El morgafano, sin embargo, no estaba leyendo. Estaba sentado en la estera de dormir, con la espalda apoyada contra la pared. Sobre sus rodillas dobladas se apoyaba el cuaderno de bocetos. Radnal escuchó el tenue chic-chic de la carbonilla contra el papel.Añadir Anotación
—¿Qué hace? —susurró Fer gez Canthal. Un período de paz de una generación no había sido suficiente para que la mayoría de los tarteshanos aprendiera a confiar en sus vecinos isleños.
—Está dibujando —respondió Radnal, con voz igualmente baja. Ninguno de los dos quería atraer la atención de Dokhnor. La respuesta podía haber sonado inocente. Pero no lo era. Radnal continuó—: Sus documentos de viaje dicen que es dibujante. —Otra vez, su tono insinuó mucho más que eso.
Zosel gez Glesir dijo:
—Si realmente fuese un espía, Radnal gez, traería una cámara, no un cuaderno de bocetos. Todos traen cámara al Parque Foso... ni siquiera lo habríamos notado.
—Cierto —dijo Radnal—. Pero no se comporta como un dibujante. Se comporta como un miembro de la casta militar de Morgaf. Ya lo oyeron... hizo votos a la Diosa.
Fer gez Canthal dijo algo soez sobre la Diosa de Morgaf. Pero antes de hacerlo bajó la voz todavía más. Un oficial de Morgaf que lo oyera proferir una ofensa contra su deidad lo desafiaría formalmente a duelo. Ahora bien, como en Tartesh batirse a duelo era ilegal, el oficial podría decidirse, sencillamente, por cometer un asesinato. Lo único cierto era que no ignoraría el insulto.Añadir Anotación
—No podemos hacerle nada, ni hacer nada al respecto, a menos que descubramos que realmente está espiando —dijo Zosel gez Glesir.
—Sí —dijo Radnal—. Lo último que desea Tartesh es tener un incidente con Morgaf. —Pensó en lo que le sucedería al que cometiera un error tan desmedido. Nada bueno, eso seguro. Entonces se le ocurrió otra cosa—. Hablando del Tirano, ¿sabéis quién está en este grupo? La ciudadana Toglo zeg Pamdal, nada menos.Añadir Anotación
Zosel y Fer lanzaron suaves silbidos.
—Qué bueno que nos avisaste —dijo Zosel—. La envolveremos como si fuésemos algodón y ella un vidrio cortante.
—No creo que le importen esas cosas —dijo Radnal—. Tratadla bien, eso sí, pero no seáis aduladores.
Zosel asintió. Fer seguía pensando en Dokhnor de Kellef.
—Si de veras es un espía, ¿qué está haciendo en el Parque Foso, en vez de estar en algún lugar importante?
—Yo también lo pensé —dijo Radnal—. Está encubierto, tal vez. ¿Y quién sabe adónde irá después de que se marche de aquí?
—Yo sí sé adónde voy a ir —dijo Zosel, bostezando—. A la cama. Si queréis quedaros levantados toda la noche hablando de espías es cosa vuestra.
—No, gracias —respondió Fer—. Un espía tendría que estar loco o de vacaciones para venir al Parque Foso. Si está loco no tenemos que preocuparnos por él y si está de vacaciones tampoco tenemos que preocuparnos por él. Así que yo también me voy a la cama.
—Si creéis que voy a quedarme aquí hablando solo, los locos sois vosotros —dijo Radnal.
Los tres tarteshanos se levantaron. Dokhnor de Kellef apagó la lámpara de lectura, sumergiendo el cubículo en la oscuridad. Radnal bajó las luces de la sala común.
Se dejó caer sobre la estera de dormir con un largo suspiro. Daba lo mismo que estar afuera, en el campo, enroscado en la bolsa de dormir bajo el mosquitero. Este era el precio que pagaba por hacer lo que quería durante la mayor parte de su tiempo. Sabía que sus ronquidos pronto se unirían a los de los turistas.Añadir Anotación
Entonces aparecieron dos formas femeninas en la entrada de su cubículo. Por los dioses, otra vez no, pensó mientras sus ojos se abrían como platos, lo que indicaba lo cansado que estaba. Dijo:
—¿No creéis en las bondades del sueño?
Evillia rió suavemente, o tal vez fue Lofosa.
—No cuando hay mejores cosas que hacer —dijo Lofosa—. Además, tenemos algunas ideas nuevas. Pero siempre nos queda la opción de ir a ver quién más está despierto.
Radnal casi le dijo que lo hiciera y que se llevara a Evillia con ella. Pero en lugar de eso, se oyó decir "No". La noche anterior había sido más instructiva de lo que jamás había soñado, la clase de experiencia que la gente se imaginaba cuando hablaba sobre los beneficios adicionales de ser un guía turístico. Hasta la noche anterior, había considerado que esos cuentos eran imaginarios; en esos dos años como guía, nunca antes había se había acostado con una turista. Ahora... Sonrió, mientras sentía que comenzaba a ponerse enhiesto en honor a la ocasión.Añadir Anotación
Las Cabezas Altas entraron. Como le habían prometido, el trío intentó algunas cosas nuevas. Se preguntó cuánto duraría la inventiva de las chicas y si él podría durar lo mismo. Estaba seguro de que gozaría mucho con el intento.
Su vigor y la creatividad de las jóvenes fueron mermando a la par. Radnal recordaba que ellas se habían levantado de la estera. Creía que recordaba haberlas visto salir hacia la sala común. Estaba seguro de que no recordaba nada más. Durmió como un tronco de un bosque petrificado.
Cuando un alarido lo despertó de una sacudida, su confuso primer pensamiento fue que habían transcurrido sólo unos segundos. Pero con un vistazo a su reloj de bolsillo, mientras se cerraba la túnica, descubrió que se acercaba el amanecer. Se precipitó hacia la sala común.
Ya había varios turistas allí, algunos vestidos, algunos no. A cada momento aparecían más, junto con los otros dos empleados del Parque Foso. Todos repetían una y otra vez "¿Qué sucede?".
Aunque nadie respondía esa pregunta directamente, no hacía falta contestarla. Igual de desnuda que cuando retozara con Radnal, Evillia estaba de pie junto a la mesa donde Benter gez Maprab y Dokhnor de Kellef habían jugado a la guerra. Dokhnor también estaba allí, pero no de pie. Estaba tendido en el suelo, con la cabeza torcida en un ángulo antinatural.Añadir Anotación
Evillia se había metido un puño en la boca para ahogar otro alarido. Retiró el puño y dijo con voz trémula:
—¿Está... está muerto?
Radnal se acercó a Dokhnor, lo tomó de la muñeca, buscó el pulso. No lo encontró; el morgafano tampoco respiraba.
—Está bien muerto —dijo Radnal sombríamente.
Evillia lanzó un gemido. Le flaquearon las rodillas. Se desplomó sobre la espalda inclinada de Radnal. Cuando Evillia se desmayó, Lofosa gritó y se lanzó corriendo hacia ella para tratar de ayudar. Nocso zeg Martois también gritó, más fuerte todavía. El hijo de Moblay Sopsirk corrió hacia Radnal y Evillia. También lo hicieron Fer gez Canthal y Zosel gez Glesir. También Toglo zeg Pamdal. También otro turista, un Cabeza Alta que había hablado muy poco durante el descenso hacia la hostería.Añadir Anotación
Todos entorpecían a todos. Entonces, el Cabeza Alta silencioso dejó de estar en silencio y gritó:
—¡Soy médico, que los seis millones de dioses os maldigan! ¡Dejadme pasar!
—Dejad pasar al médico —dijo Radnal como un eco, quitándose a Evillia de encima y deslizándola hasta el suelo lo más suavemente que podía—. Primero revísela a ella, ciudadano Golobol —agregó, complacido de recordar el nombre del doctor—. Me temo que ya es muy tarde para asistir a Dokhnor.
Golobol era casi tan oscuro como Moblay, pero hablaba tarteshano con acento distinto. Al mirar a Evillia, ésta gimió y se revolvió.
—Mejorará, oh sí, estoy seguro —dijo el médico—. Pero este pobre hombre... —Igual que lo había hecho Radnal, buscó el pulso de Dokhnor. Igual que le había ocurrido a Radnal, no lo encontró—. Tiene usted razón, señor. Este hombre está muerto. Está muerto desde hace tiempo.
—¿Cómo lo sabe? —le preguntó Radnal.
—Usted lo tocó, ¿verdad? —dijo el médico—. Seguramente advirtió que su cuerpo ha comenzado a enfriarse.
—Sí, ah sí. —Ahora que lo recordaba, Radnal sí lo había notado, pero no le había prestado al hecho ninguna atención especial. Siempre se enorgullecía de lo bien que le había ido en el entrenamiento de primeros auxilios. Pero no era médico y no tenía en cuenta todos los factores automáticamente, como lo hacía un médico. Su ataque de desazón se vio interrumpido cuando Evillia dejó escapar un chillido digno de un gato de las cavernas en plan de cacería.Añadir Anotación
Lofosa se agachó a su lado, le habló en su idioma. El chillido se interrumpió. Radnal comenzó a pensar en qué debía hacer a continuación.
Golobol le dijo:
—Señor, mire aquí, si es tan amable.
Señalaba un punto en la nuca de Dokhnor, justo por encima del lugar donde se doblaba de un modo horripilante. Radnal tuvo que responderle:
—No veo nada.
—Ustedes los Cejas Fuertes son gente peluda, esa es la razón —dijo Golobol—. Sin embargo, vea aquí, esta... eh... decoloración... ¿así se dice en su idioma? ¿Sí? Bien. Sí. Esta decoloración es la clase de marca que se presume es el resultado de un golpe con el canto de la mano, un golpe mortal.
A pesar del calor de las Tierras del Fondo, a Radnal se le heló la boca del estómago.
—Me está diciendo que fue un asesinato.
Como un escalpelo, la palabra cortó el parloteo que invadía la sala común. En un segundo era el caos y al segundo siguiente era el silencio. En ese silencio abrupto, intenso, Golobol dijo:
—Sí.
—Ay, por los dioses... qué lío —dijo Fer gez Canthal.
Imaginarse qué hacer a continuación se volvió mucho más urgente para Radnal. ¿Por qué los dioses (aunque él no creía que hubiera seis millones) permitían que una persona de su grupo turístico fuera asesinada? ¿Y por qué, en nombre de todos los dioses en los que sí creía, tenía que ser un morgafano? Morgaf manifestaba sus sospechas —y por qué no su hostilidad— si cualquiera de sus ciudadanos era víctima de un abuso mientras se encontraba en Tartesh. Y si Dokhnor de Kellef era realmente un espía, los de Morgaf sentirían algo más que sospechas. Los de Morgaf se pondrían furiosos.Añadir Anotación
Radnal se acercó al radiófono.
—¿A quién vas a llamar? —le preguntó Fer.
—Primero, a la milicia del Parque. Tienen que ser notificados de cualquier eventualidad. Y después... —Radnal inspiró profundamente—. Después creo que será mejor que llame a los Ojos y Oídos del Tirano Hereditario, en Tarteshem. El asesinato de un morgafano que hizo votos a la Diosa es un asunto mucho más serio que los que puede manejar la milicia. Además, prefiero que sea un Ojos y Oídos, y no yo, el que se lo comunique al plenipotenciario de Morgaf.Añadir Anotación
—Sí, me doy cuenta —dijo Fer—. No querría que los barcos artilleros morgafanos cruzaran la Manga para atacar nuestras costas porque tú les dijiste algo equivocado. O bien... —El encargado de la hostería meneó la cabeza—. No, ni siquiera el rey de la isla estaría tan loco como para comenzar a arrojar astrobombas sobre un lugar tan pequeño como este. —La voz de Fer se llenó de angustia—. ¿O sí?Añadir Anotación
—No lo creo. —Pero la voz de Radnal también sonó nerviosa. La política no había sido la misma desde la aparición de las astrobombas, hacía cincuenta años. Ni Tartesh ni Morgaf las habían utilizado, ni siquiera cuando estaban en guerra uno contra otro, pero ambos países las construían sin cesar. Al igual que otras ocho o diez naciones desparramadas por el globo. Si comenzaba otra gran guerra, fácilmente podría convertirse en la Gran Guerra, la que todos temían.Añadir Anotación
Radnal apretó unos botones del radiófono. Después de un par de estallidos de estática, respondió una voz:
—Milicia del Parque Foso, habla el Sublíder gez Steries.
—Que los dioses te bendigan, Liem gez —dijo Radnal; era un hombre que conocía y que le agradaba—. Habla gez Krobir, desde la hostería turística. Lamento decirte que hemos tenido un fallecimiento. Mucho más lamento tener que decirte que aparentemente fue un asesinato. —Radnal le explicó lo que le había ocurrido a Dokhnor de Kellef.Añadir Anotación
Liem gez Steries dijo:
—¿Por qué no pudo ser cualquier otro, en vez del morgafano? Ahora tendrás que llamar a los Ojos y Oídos y sólo los dioses saben lo que pasará cuando esto haga erupción.
—La siguiente llamada que iba a hacer era a Tarteshem —concordó Radnal.
—Probablemente debió ser el primero, pero no importa —dijo Liem gez Steries—. Estaré allí con un asesor apenas pueda poner un heli en el aire. Adiós.
—Adiós. —La siguiente llamada de Radnal tuvo que atravesar una serie de relés humanos. Después de unos doscientos segundos, se encontró hablando con un Ojos y Oídos llamado Peggol gez Menk. A diferencia de los milicianos del Parque, Peggol no cesaba de interrumpirlo con preguntas, de modo que la conversación tardó dos veces más que la anterior.Añadir Anotación
Cuando Radnal terminó, el Ojos y Oídos dijo:
—Hizo bien en notificarnos, ciudadano gez Krobir. Nos encargaremos de los aspectos diplomáticos y enviaremos un equipo para que ayude en la investigación. No permita que nadie deje la... ¿hostería, dijo usted? Adiós.
En la consola del radiófono había un altavoz tipo diafragma, no el más común -y más privado- receptor para hablar y escuchar. Todos oyeron lo que había dicho Peggol gez Menk. A nadie le había gustado. Evillia dijo:
—¿Quiso decir que vamos a tener que permanecer enjaulados aquí... con un asesino? —Comenzó a temblar. Lofosa la rodeó con un brazo.
Benter gez Maprab tenía una objeción distinta:
—Mire, ciudadano, pagué mucho dinero por una excursión al Parque Foso y tengo intenciones de hacer esa excursión. Si no es así, tomaré medidas legales.
Radnal ahogó un gruñido. La ley tarteshana, que estaba fuertemente basada en el principio de la confianza, dejaba caer todo su peso sobre aquellos que violaran contratos en cualquier nivel. Si el viejo Cejas Fuertes recurría a los tribunales era muy posible que perjudicara enormemente al Parque Foso... y a Radnal, que iba a ser el individuo culpable de no brindar el servicio contratado.Añadir Anotación
Para peor, los Martois se unieron al reclamo. Como hombre razonablemente honrado y recto, Radnal nunca en su vida había tenido de contratar un abogado defensor. Se preguntó si tendría suficiente dinero para pagarse uno bueno. Después se preguntó si alguna vez volvería a tener dinero, después de que los turistas, los tribunales y el abogado defensor hubiesen acabado con él.Añadir Anotación
Toglo zeg Pamdal habló por sobre el alboroto:
—Esperemos unos segundos. Hay un hombre muerto. Eso es más importante que todo lo demás. Si el comienzo de la excursión se retrasa, es posible que el Parque Foso se comporte con equidad y también aplace su finalización, para concedernos el período de excursión completo por el que hemos pagado.
—Es una excelente sugerencia, ciudadana zeg Pamdal —dijo Radnal, agradecido. Fer y Zosel asintieron.
Un distante trueno que se oía en el cielo se convirtió en un rugido. El heli de la milicia levantó una pequeña tormenta de polvo al aterrizar entre los establos y la hostería. Los guijarros voladores golpetearon las paredes y las ventanas. Se apagó el motor. A medida que las paletas se fueron deteniendo, el polvo comenzó a asentarse.Añadir Anotación
Radnal se sintió como si un dios bondadoso hubiese ahuyentado a un demonio nocturno instalado sobre sus hombros.
—Creo que no necesitaremos extender la estadía aquí por más de un día —dijo con felicidad.
—¿Cómo se las ingeniará para lograrlo si estamos confinados aquí, en este desierto olvidado por los dioses? —refunfuñó Eltsac gez Martois.
—Así es —dijo Radnal—. Estamos en un desierto. Suponga que salimos a conocer los paisajes que hay para ver en el Parque Foso. ¿A dónde va a huir el criminal, montado en un burro? Si trata de escapar, sabremos quién es porque será el único que no estará en el grupo; entonces lo rastrearemos con el heli. —El guía les echó una mirada intensa. Los turistas se la devolvieron, incluido, recordó Radnal, el asesino que se encontraba entre ellos.Añadir Anotación
Liem gez Steries y otros dos miembros de la milicia del Parque entraron en la hostería. Usaban versiones soldadescas de la vestimenta de Radnal: sus túnicas, en lugar de blancas, eran estampadas, con manchas en diferentes tonos de marrón y verde claro, igual que sus gorras de larga visera. Los distintivos que indicaban su rango eran opacos; hasta el metal de las hebillas de sus sandalias estaba pintado, para evitar el reflejo.Añadir Anotación
Liem colocó un grabador sobre la mesa que Dokhnor y Benter gez Maprab habían utilizado para el juego de guerra la noche anterior. El asesor comenzó a tomar fotos con la desidia propia de un turista. Preguntó:
—¿Habéis movido el cuerpo?
—Lo imprescindible para asegurarnos de que el hombre estaba muerto —respondió Radnal.Añadir Anotación

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DCFan, 20 de Septiembre de 2008
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