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Con meses de antelación, millones de espectadores en todo el mundo consiguieron, mayoritariamente a través de Internet, una localidad para el estreno mundial simultáneo de la esperada, y segunda en un mismo año, última entrega de Matrix, de la cual a estas alturas ya se puede hablar como mucho más que una espectacular trilogía cinematográfica.
El empeño de sus autores y productores de que la película se viera en todo el mundo al mismo tiempo en su estreno ha provocado situaciones tales como que en Los Ángeles la hora de comienzo haya sido este pasado miércoles 5 de noviembre a las 6 de la mañana. Los matrixmaniacos neoyorkinos tuvieron algo más de suerte por aquello de los cambios horarios y pudieron contemplarla a las 9 de la mañana. En España no hubo que madrugar, 3 de la tarde, pero destrozó muchas siestas y digestiones tranquilas. Y es que los hermanos Wachowski, perpetradores de la progresivamente trivial saga, despliegan en esta última entrega una absoluta y desproporcionada batería audiovisual a base de efectos especiales apabullantes, como ya hicieron en la segunda parte Matrix Reloaded (estrenada en la primavera de este mismo año) pero, eso sí, como esta vez se trata del desenlace se permiten algunos momentos más de respiro intentando ofrecer una especie de explicación para la cual provocan que sus personajes "reflexionen" en voz alta con discursos pseudofilosóficos y pretendidamente intelectuales y trascendentes, que sin embargo están más cerca del ridículo que del sentido argumental que sí poseía la primera parte, la cual al fin y al cabo es la única que pasará a la historia del cine fantástico, al menos con cierto prestigio.
Pero más allá de sus cualidades cinematográficas, o la ausencia de ellas, es justo reconocer el enorme impacto que la trilogía ha causado socialmente. Casi toda la publicidad, e incluso la moda en muchos aspectos, es Matrix a partir del año 1999, fecha de estreno del film original, The Matrix, que en su versión española perdió el artículo, como ya le sucediera hace unos años a The Full Monty por obra y gracia de los distribuidores.
La estética "Matrix" ha marcado la moda de los últimos años, aunque si realmente esto fuera así literalmente, el resultado habría sido el enorme aumento de vocaciones sacerdotales, teniendo en cuenta el "clerical" atuendo (sólo falta el alzacuellos, pues la sotana ya la lleva) del personaje Neo, interpretado por el hawaiano Keanu Reeves.
También es difícil no encontrar en las tendencias publicitarias actuales ninguna influencia, homenaje, plagio, o incluso parodia referente al universo "matrixiano". En este último sentido, el paródico, habría que destacar dos ejemplos cinematográficos; aquel en La comunidad, en el que Alex de la Iglesia hace saltar (volar) en una azotea a una maruja en bata (espléndida Terele Pávez) al igual que lo hiciera Keanu Reeves en la primera parte. Y el segundo sería en la obra maestra del cine animado Shrek, donde uno de los personajes principales, la princesa Fiona, reduce a un grupo de contrincantes suspendida durante segundos en el aire, panorámica circular incluída.
En cualquier caso, y a pesar de haber concluido la trilogía, una peligrosa sensación de posible continuación queda al salir del cine, contaminados del olor palomitero que acompaña tan característicamente a este tipo de películas, pues se resuelve de manera un tanto ambigua, y algún diálogo hace pensar que los hermanos Wachowski no están dispuestos a descartar totalmente posteriores entregas; al fin y al cabo es completamente razonable; ¿quién en estos tiempos de falta de ideas y creatividad en Hollywood se permite el lujo de seguir inventando, y asesina a la gallina de los huevos de oro?.
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