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La Saga de los Héroes

Artículos de Dreamers


Esta es una historia de Fantasía Épica, basado en personajes del foro de Anime a Gritos que participaron el las guerras contra Elmecha, y los que viven la paz después de su exilió.
Espero la disfruten.
Capítulo 04 al 08.

Capítulo 05: El Renacer de las Leyendas.
Keiso corre en busca de Tsubame, mientras Ascot lleva el cuerpo al interior de la capilla, que aún se mantiene en pie después del ataque. Lo deposita sobre el altar. Su pupilo todavía respira, pero cada vez más trabajosamente. La sacerdotisa entra acompañada por Keiso, quien se detiene en la puerta para hacer guardia, por si acaso. Al acercarse Tsubame, constata que las heridas y quemaduras sufridas por Dariem son de gravedad. Sin perder tiempo, hace una plegaria para que la Diosa de la Curación, Mishakal, sane al malogrado guerrero. Una tibia luz emana de sus manos, que extendidas al cielo, comienzan a descender sobre Dariem hasta alcanzar su pecho, cosa que Ascot y Keiso no pueden dejar de mirar, expectantes. El ritmo de la respiración del guerrero comienza a regularse. Los músculos y los huesos se unieron, las heridas cerraron y la piel se reconstruyó donde había sido quemada y chamuscada. Las facciones se suavizaron, entrando en una calma solo alcanzable en el tranquilo sueño.Añadir Anotación
Después de unos minutos, Dariem estaba completamente recompuesto.
Terminada su obra, Tsubame retrocede levemente, pero la fatiga producida por tamaño esfuerzo al invocar a una diosa, hace que tambalee. Ascot se apresura a sujetarla, y la recuesta en una de las bancas para que descanse. –Gracias por curarlo, Tsubame. –
-No me lo agradezcas a mí... agradécelo a Mishakal. –Es el comentario de la joven, antes de caer en el sueño.
Sin nada más que hacer que esperar el despertar de ambos, Ascot decide explorar los restos del pueblo, en busca de pistas que logren esclarecer lo ocurrido y, tal vez, algo sobre los atacantes.
-Keiso... voy a recorrer la plaza. Cuida a ambos. –El aprendiz lo mira y trata de replicar, pero es interrumpido. –Debo ver si hay más sobrevivientes... e investigar sobre el ataque. No los dejes solos, ya que por ahora están indefensos... –Ascot mira a los ojos a Keiso. –Cuento contigo. –Dicho esto, sale a la plaza, perdiéndose en el humo existente.Añadir Anotación

Tsubame despertó en el momento en que el sol comenzaba a descender. Largas sombras se dibujan en el exterior, hasta cubrir completamente al mundo. La luz en la habitación esta alimentada por una hoguera hecha en mitad del cuarto. Mira a su alrededor en busca de Dariem, que ya no se encuentra en el altar. Keiso se acerca a ella con una copa de agua en sus manos. –Bebe, te hará bien... Tsubame la sostiene, y preocupada interroga Keiso. –A Dariem... ¿lo... salvé?. –Keiso mira hacia la puerta, Tsubame sigue su mirada. En el pórtico se encuentra un alto caballero, vestido con una armadura ennegrecida por las cenizas, que observa la destrucción reinante. La sacerdotisa, que había estado conteniendo su respiración, suspiró aliviada, para luego beber de la copa. En ese momento, otra figura hace aparición a través del portón del templo. Es Ascot, que se acerca a Dariem. –Es un gusto volver a verte, amigo mío. –Se abrazan como hermanos. –Creí que no volvería a verte después del ataque... –dice Dariem, que ahora se dirige a Tsubame. –Haz despertado... Debo agradecerle, bella dama, por salvarme la vida. –Toma las manos de la joven entre las suyas y las besa. Tsubame se sonroja y no logra pronunciar palabra alguna. –Hay cosas que nunca cambian. –Ascot suspira a sus espaldas mientras sacude la cabeza, para luego recobrar la seriedad. –Dejemos de lado las formalidades y cuéntanos que paso acá...Añadir Anotación
El rostro de Dariem se ensombrece, mientras camina al pórtico. –Nos dirigíamos a proteger el Sur, como ya sabes. En el trayecto, fuimos interceptados por Sagara y Langley. Nos informaron que algo grande estaba pasando en el Este, y que debíamos ir en auxilio de las fuerzas allí apostadas. Lamentablemente, no llegamos a tiempo y nos vimos obligados a parapetarnos en este poblado. Las fuerzas enemigas nos atacaron, pero resistimos... incluso logramos hacerlos retroceder. Pero... –La cara de Dariem a perdido su color, suda profusamente y sus ojos miran al vacío, sin rumbo fijo, recordando el pasado como si aún lo estuviera viviendo. –Al quinto día, durante el amanecer... en el cielo aparecieron “ellos”... –Resalto estas palabras antes de detenerse para recobrar la compostura. Keiso, Tsubame y Ascot se miran entre sí, preocupados. –Continua, por favor... –Alienta la sacerdotisa. Realizando un gran esfuerzo, el caballero continúa con el relato. –Aparecieron junto con el amanecer... no creímos lo que veíamos. Las leyendas sobre su poder... eran ciertas. Eran seis en total, y cada uno iba montado por un jinete. Primero atacaron, desde el aire, el lado del pueblo en que se concentraba el grueso de las tropas... en minutos no quedo nada... –Dariem traga saliva antes de seguir. -...luego siguieron con la plaza y sus alrededores. Al eliminar la principal resistencia, descendieron cerca del centro... para jugar con nosotros... nuestras armas no lograron penetrar sus duras escamas... solo rasguños... y todos... todos... –Dariem se interrumpe, mientras gruesas lagrimas llenas de impotencia caen por su rostro. Ascot se acerca y deposita la mano en su hombro.Añadir Anotación
El grupo esta visiblemente consternado. Todo indica que aquellos seres han vuelto, aquellos seres que solo se osa nombrar las leyendas y los mitos. Y temen decir aquella palabra que puede sentenciar cualquier esperanza de victoria.
De improviso, una voz desde la puerta de la capilla, pilla al grupo fuera de guardia, haciendo que la sacerdotisa y el aprendiz se sobresalten. A Dariem y Ascot les produjo escalofríos. –Dragones... –una figura misteriosa aparece en el portal. -...esa es la palabra que resume todo, ¿no?.Añadir Anotación
<Continuará>

Capítulo 06: El Inicio de la Búsqueda.
La repentina aparición de este personaje sobresalto a todos. Tal vez no fue solo su esto, sino la palabra pronunciada.
Mientras el pequeño grupo se ponía en guardia, la figura entró en la derruida edificación, mostrándose lentamente ante ellos, gracias a la luz proveniente de la fogata. Su roja túnica, el bastón característico de los de su casta y una delicada faz, hicieron que Tsubame y Dariem, bajaran su guardia.
-Langley… -logró balbucear el caballero del Escudo, pillando por sorpresa al resto.
-Usted es una hechicera neutral, ¿no? –pregunta, tímida, la joven sacerdotisa. –Así es pequeña. –responde Langley con un suave movimiento de cabeza.
-No solo eso. Es quién lidera a los magos neutrales. –Interviene así Dariem a favor de la hechicera. Dicho esto, Ascot y Keiso deciden envainar sus espadas. Langley camina hacia la fogata que está en medio de la espaciosa habitación, encima de la cual hay una olla que emana un delicioso aroma, y calienta sus manos sobre ella. –Discúlpenme si los sorprendí de alguna manera, pero tenía que decir esas palabras por ustedes. –Mira lo que hay en la olla. –Jamás lo hubieran hecho. Después de todo, son… leyendas.Añadir Anotación
-No… no lo son… -Interviene Dariem, mientras mira al vacío, recordando.
-Tienes razón. –comenta Langley. –Dejaron de serlo para ustedes… pero… -Mira por una de las ventanas al exterior. –… para el resto sigue siendo un mito. Nadie más sabe de su regreso al mundo físico. –Dicho esto, destapa su cabeza antes cubierta por la capucha, dejando así caer su bello cabello y mostrando sus rasgos elfos. Keiso y Ascot la miran sorprendidos, lo cual no pasa desapercibido para Langley. -¿Qué ocurre?-les pregunta a ambos con una sonrisa.Añadir Anotación
Viendose sorprendidos in fraganti, no les permite contestar de inmediato, provocando un tartamudeo.
-Bue-bueno… este… -logra decir Ascot. -… es que nunca había visto a un elfo de cerca.
Keiso no logra contestar, se resigna a callar y se sonroja. Esto produce una risa contenida en la elfa.
-No importa… -interrumpe Dariem. –Ahora hay cosas más importantes que atender.
Langley gira para enfrentar al caballero. –Si… -es la secante respuesta de la elfa, que se ha recuperado repentinamente de la risa, como por arte de magia. –Debo darles dos misiones de suma importancia. Estás deben llevarse a cabo a la brevedad. –Se torna seria y se dirige hacia Ascot. –Supongo que tú eres el líder de esta expedición. –Ascot se cuadra y asiente. –Bueno, debes enviar a un emisario a Plate Lagoon para que informe sobre la situación… y para alertar de un posible ataque a gran escala del enemigo.Añadir Anotación
Al escuchar esto, el trío de caballeros miran horrorizados a la hechicera roja. –Un… ataque… -logra balbucear, temeroso, Ascot. Mira al exterior y logra imaginar el alcance del desastre que un ataque de esta magnitud causaría, no tan solo en la ciudad, sino en el reino.
Plate Lagoon, ubicada en el Norte de Girys, sobre una meseta a orillas del lago Tanis, es la segunda ciudad capital del reino, en donde se concentra el grueso del ejercito y es cuna de la Orden de Caballeros. Creada antes del Gran Cataclismo, ha sobrevivido a numerosos ataques gracias a la disciplina de sus soldados y a sus infranqueables murallas. Pero ante un ataque de dragones…Añadir Anotación
-Señor Ascot… -interrumpe Tsubame las cavilaciones del caballero. –Me ofrezco como voluntaria. Ascot la mira fijamente, y luego mira al aprendiz, Keiso, que se cuadra al instante. –Yo también me ofrezco para esta misión, Capitán Ascot. El capitán mira a ambos y suspira. –No hay tiempo que perder. Vayan directamente a Plate Lagoon y hablen con el Comandante Zero. Relátenle todo lo aquí visto y oído. –Luego se cuadra y hace el saludo de caballero, poniéndose la mano derecha sobre el corazón.Añadir Anotación
–Suerte. –Keiso hace su tanto y devuelve el saludo, mientras Tsubame eleva una plegaria para un viaje seguro.
Montan en sus caballos y parten a toda prisa, fundiéndose rápidamente con la oscuridad de la noche. Langley, Ascot y Dariem observan, desde el pórtico, las lóbregas ruinas de la ciudadela. Ascot rompe el silencio reinante. -¿Cuándo les dirás que salgan?. –Langley le mira sorprendida, para luego sonreír y realizar una pequeña seña hacia un costado del templo. Un leve movimiento en la oscuridad, denota la existencia de seres vivientes caminando hacia su ubicación. Son tres, y al irse acercando, una sensación de familiaridad inunda al caballero. Dariem y Ascot miran tranquilamente mientras las siluetas comienzan a tomar forma al entrar en el radio de acción de la fogata. Ascot no pudo reprimir su sorpresa.Añadir Anotación
-¿Cómo nos descubriste? –pregunta una joven voz femenina. –Queríamos darles una sorpresa (y tal vez un susto)… que desilusión.
-Vamos, vamos. No es tan grave. –Comenta un joven remotamente familiar. –A lo menos sabemos que estaremos bajo las ordenes de alguien despierto. Así tendremos más tiempo para relajarnos.
-Un gusto encontrarnos de nuevo, caballero. –Saluda con una reverencia la oscura figura.
-Ellos serán sus nuevos compañeros de viajes. –Informa Langley a ambos caballeros.
Ascot mira incrédulo a la hechicera y al trío recién llegado.
-¿Los mercenarios?... ¿Jarwen, Otacon y Neoflare?. –se expresa Ascot.
-Si. Te dije que nos volveríamos a ver. –Responde Jarwen con una sonrisa. –Que puedo decir. La señorita paga bien. –Dice guiñando el ojo izquierdo.
–Ya se conocen. Mejor así, será más rápido. –interrumpe la elfa. -La misión que tienen ustedes caballeros, es hablar con el gran sabio Eme A y buscar la forma de detener a los dragones.
Dariem y Ascot se miran entre sí, estupefactos, sin creer las palabras que acaban de escuchar.
<Continuará>

Capítulo 7: Dos Mercenarios y un Mago.
La luz del alba tiñe el cielo de tonos amarillos y rojos, bañando a las nubes del horizonte en un multicolor cuadro. Las aves entonaron sus cánticos territoriales, junto con sus cortos vuelos en busca de comida. Los ciervos beben en un riachuelo cercano, dirigiéndose luego a los claros del bosque para alimentarse del suave pasto, que bebe gustoso del rocío que dejo la noche.Añadir Anotación
Después de unas agotadoras e interminables jornadas de viaje en busca del sabio Emea, misión encargada por la gran hechicera elfa Langley en el destruido pueblo, el caballero Dariem, su superior Ascot, y los mercenarios Jarwen, Otacon y Neoflare decidieron acampar el día anterior en este pacífico lugar. Los caballeros duermen placenteramente, cobijados bajo sus mantas del frío matinal y sueñan con hazañas, dragones y princesas.Añadir Anotación
En esto se encontraba el tranquilo bosque durante la mañana, hasta que una melodiosa voz interrumpió esta paz. - ¡AAAAaaaaaahhhh...! – gritó, con toda la fuerza que le permitían los pulmones a la joven mercenaria, seguido de un sonido hueco y algo pesado cayendo al suelo. Los caballeros se despertaron inmediatamente e intentaron levantarse, pero el ser sacados tan abruptamente de sus sueños, no les permitió reaccionar apropiadamente, por lo que uno termino de bruces en el suelo y el otro chocando de lleno con un árbol que "se cruzó en su camino".Añadir Anotación
Al sentir el dolor en su rostro, y el sabor de la deliciosa tierra de hojas en su boca, Ascot se pone de pie y recobra la compostura. Toma su espada y observa los alrededores, para ver que es lo que ocurre y de donde provino aquel descomunal grito femenino. Lo primero que nota es a Dariem reponiéndose de la embestida acometida contra el enorme pino. Sigue observando y escuchando, tratando de detectar el origen del peligro, pero lo único que logra descubrir es a un adormilado Neoflare, que se encuentra recostado entre las raíces de un árbol, refunfuñando por haber sido interrumpido en su sueño.Añadir Anotación
– Por que molestan tan temprano... – rezonga el mago. – Tengo suficiente con cuidar a ambos chicos, y ahora tengo que cuidar a un par de caballeros... ¿cómo pude aceptar tan poco dinero por esto?...-
Ascot y Dariem se miran interrogantes, y antes de que logren formular una pregunta para saber que ocurre, el mago apunta con el dedo hacia el riachuelo, mientras desaparece bajo las mantas y vuelve al vasto Reino de Morfeo. Los caballeros, empujados por la curiosidad, se dirigen al lugar señalado por Neoflare.Añadir Anotación
El riachuelo serpentea por el interior del bosque desde hace bastantes años, pasando en ocasiones por pequeñas lagunas creadas debido a antiguos deslizamientos de tierra que bloquearon su paso e hizo que las aguas se acumularan.
Es hacia una de estas lagunas a la que ambos caballeros se dirigieron. Según la indicación del adormilado mago, sus compañeros de viaje deberían estar cerca de aquel lugar. Al acercarse al promontorio que se anteponía al lago, Dariem logró divisar un cuerpo tendido en el suelo, cerca de un gran pino. Cuando se acercó lo suficiente, cayó en la cuenta de que se trataba de Otacon y que tenía una notoria contusión en la frente. Ascot se tensó y aprestó su arma para el combate. Corrió, junto a su compañero, hacia la orilla del promontorio para obtener una mejor visión de la laguna, pero lo que vieron no era nada de lo que esperaban. Jarwen estaba en la orilla de la laguna, cubierta con una toalla, después de haber tomado un baño, y miraba furiosa hacia donde se encontraban el par de amigos. Ascot, sonrojado, aparto la vista rápidamente, pero Dariem la mantuvo durante un tiempo más. Solo aparto la mirada cuando una enorme piedra, del tamaño de su puño, rozó su cabeza. Los dos caballeros decidieron hacer una retirada estratégica ante tal ataque de proyectiles e improperios, y evacuaron a Otacon para darle primeros auxilios.Añadir Anotación
Cuando las cosas se calmaron varias horas más tarde, y después de que Otacon recuperó la conciencia, decidieron almorzar. Un conejo y una papa para cada uno. Jarwen obtuvo doble ración para aplacar su ira.
- Solo te vi por accidente – replico Otacon – Buscaba algo de comer y cuando miré hacia el lago... estabas ahí...
- ¡Y no pudiste apartar la vista, no!- le impugnó Jarwen
- Vamos... ¿por qué querría verte desnuda?... he visto mejores cuerp...- Otacon no alcanzó a terminar la oración ya que un cuchillo, lanzado por Jarwen, se clavó en su bota. En el momento en que Jarwen se abalanzaba sobre el cuello del mercenario, Neoflare se levantó y les pegó a ambos en la cabeza con su báculo.Añadir Anotación
- Deténganse. No quiero tener que arrastrarlos como la última vez.- La rápida acción del mago, dejó a todos paralizados, excepto a la chica, que se sobaba la cabeza por el dolor.
Los tres mercenarios se miraron entre sí, mantuvieron silencio durante unos segundos y luego estallaron en sonoras carcajadas, que espantaron a ambos caballeros, especialmente la tétrica risa que emanaba del mago. Pasados unos minutos, lograron calmarse y seguir comiendo.
Terminado el almuerzo, decidieron preparar las cosas para la partida.
Mientras hacían esto, Dariem se acercó a la joven Jarwen.
- Disculpa Jarwen... – La llamó tímido.
– Dime – fue la respuesta de la joven.
– Bueno... es que Ascot y yo nos preguntábamos desde cuando trabajan ustedes juntos, por que se tienen mucha confianza entre sí.
Jarwen miró extrañada a ambos, y luego dirigió la vista hacia Neoflare. Este último, que la observaba hace un rato, le dio una señal afirmativa con la cabeza. El rostro de la chica se oscureció. Volviéndose nuevamente hacia Dariem, comentó a relatar la historia.
- Estamos juntos desde que éramos niños. Vivíamos en el mismo pueblo y solíamos jugar juntos a menudo. Fueron buenos tiempos... pero el pueblo se encontraba cerca de la frontera y... – Jarwen se detuvo. Su mirada fue hacia el suelo y sus ojos se llenaron de lagrimas. El llanto no dejo continuar a Jarwen.Añadir Anotación
Otacon, que escuchaba el relato, aparto la vista y continuo por la joven.
– Y un día... llegó una banda de forajidos. Atacaron el pueblo al anochecer. Los muros no resistieron mucho. Entraron en tropel, matando a diestra y siniestra. Hombres, niños, mujeres, ancianos... a todos por igual. Saquearon y mataron hasta hartarse. Nosotros tres logramos escapar junto a nuestros padres... pero nos alcanzaron rápidamente... – Otacon no pudo continuar. Las lagrimas corrían por sus mejillas, mientras apretaba sus puños hasta el punto de sangrarle. Fue el turno de Neoflare de continuar el relato. Cerró sus ojos, tratando de visualizar en sus recuerdos aquellas terribles imágenes.Añadir Anotación
– Nos alcanzaron. El primero en caer fue mi padre y luego mi madre. Me hirieron gravemente y quede tendido en el suelo, viendo como mataban a los demás. Jarwen quedó bajo el cuerpo de su madre. Eso la salvó. Otacon sobrevivió a la primera embestida y logró levantar una espada en contra de ellos. Mató a uno de ellos, pero los demás se abalanzaron sobre él y lo golpearon hasta dejarlo inconsciente.- Neoflare hizo una pequeña pausa, para beber agua, antes de continuar. – Estuvimos tirados allí hasta que una tropa de reconocimiento de Girys nos encontró. Nos llevaron a un orfanato y cuidaron de nuestras heridas. Mientras nos recuperábamos, cada uno pensó en la forma de vengarse, y decidimos tomar caminos separados para entrenarnos. Yo seguí el camino de la hechicería. Al cumplir la edad necesaria, decidí dar la prueba y... aquí estoy. Otacon decidió unirse al ejercito, pero al poco tiempo renunció. Y Jarwen... bueno, ella aprendió a pelear durante nuestras aventuras.- Al acabar el relato, los tres amigos siguieron con sus cosas, como si nada hubiera pasado.Añadir Anotación
Ascot y Dariem no pudieron evitar mirarse y recordar su pasado.
Después apagar la fogata y de ensillar a los caballos, el grupo prosiguió el viaje.
Nadie notó la figura que los vigilaba desde la copa de los arboles, aquella figura que los había seguido desde hace días.
Aquella figura que pronto entraría en escena...
<Continuará>

Capítulo 08: Habitantes del Bosque.
Los altos arboles protegían a la gentil tierra de los rayos del sol, en lo que debía ser un esplendoroso día, pero no había forma de tener certeza a causa de lo frondoso del bosque. Helechos y musgos crecían por doquier en la esponjosa tierra de hojas que cubría el suelo, y que dificultaba el paso a los guerreros. Habían tenido que desmontar, ya que las ramas bajas y el suave terreno representaban un peligro, tanto para ellos como para sus corceles. La humedad y el frío calaban los huesos, pero aún así debían proseguir. Quedarse allí al anochecer podía ser muy peligroso, ya que nadie sabe que seres o peligros pueden acechar en la oscuridad. Habían viajado toda la mañana y parte de la tarde, sin haber logrado encontrar indicio alguno de que el bosque se abriera.Añadir Anotación
-¿Estás seguro que no estamos perdidos? –Pregunto la joven degolladora, mientras acaricia nerviosa a su caballo ante el lúgubre escenario. Su acompañante mira a ambos caballeros, repitiendo la pregunta de su compañera con la mirada. El que posee la insignia del Escudo en su armadura tan solo mira atrás por unos instantes, antes de sumirse en sus cavilaciones, otra vez. Su superior, que posee la insignia de la Espada no se ha molestado en mirar y continua su andar, notablemente tenso y aparentemente no ha bajado su guardia desde el ingreso a la foresta. -Neoflare... ¿no puedes hacer algo con tu magia?... –El mago solo se encoge de hombros y deniega con la cabeza. –Qué frustante. –es la queja de la joven.Añadir Anotación
El ambiente se ha vuelto insoportable. Todos están tensos, alertas ante cualquier señal de peligro... o comida.
-Las raciones se han reducido a menos de un quinto. Carne y frutas secas. –Comenta el joven mercenario, Otacon, mientras manosea los últimos comestibles. –Debimos comprar más. No esperaba que Jarwen comiera tanto. –Al terminar de decir esto, se da cuenta a tiempo del error que ha cometido, logrando esquivar con un salto la patada que le propinaba la aludida, pero no pudo calcular perfectamente su fuerza, golpeándose en la cabeza con una rama baja. El sonido hueco del golpe, produjo que los dos caballeros, el mago Neoflare, y hasta Jarwen, expresarán el dolor en sus rostros. Otacon solo puede sujetarse la cabeza, mientras rueda chillando en el piso, mientras el mago sostiene las riendas de su caballo. –AAAAAHhh... me pegue en la herida por la pedrada de Jarwen... dolor, ¡DOLORRR!Añadir Anotación
-Te lo tienes bien merecido. – dice la mercenaria, satisfecha. Pero su pequeño intercambio de palabras es interrumpida por un sonido proveniente de la copa de los arboles. El grupo se detiene en seco y escucha con atención por unos minutos, con la mano en la empuñadura de sus armas. El sonido no se repitió, por lo que decidieron proseguir, sin bajar la guardia.Añadir Anotación
La noche empezó a caer. El ya lúgubre bosque se transformó en el infierno mismo. La oscuridad era tal, que incluso con antorchas no lograban divisar más allá de diez metros, una distancia peligrosa para ser sorprendidos. La decisión no era agradable, pero no tenían más opción. Quedarse a acampar, o seguir y encontrarse con algo desconocido.Añadir Anotación
Formaron una pequeña fogata, alrededor de la cual se sentaron a comer sus últimas raciones de alimento. Los caballos, amarrados a unos arboles no muy lejos, descansaban apaciblemente. El fuego atraía la mirada de los viajeros, y despertaba recuerdos de épocas mejores y de niñez.
-No estamos perdidos. –Fueron las palabras que rompieron el silencio y los pensamientos, tomando a todos por sorpresa. Provenían de Ascot, que seguía sin apartar la vista de las llamas.
-¿Porqué estas tan seguro?. –Pregunta Otacon. –Porque... aquí tuve mi primer entrenamiento... y mi primer enfrentamiento... –es la replica del caballero. El mercenario y su compañera lo miran interesados, y sonríen, ante la perspectiva de una historia. Neoflare y Dariem también se ven interesados, ya que en los días que llevan de viaje, el caballero Ascot no ha contado nada de si mismo, y apenas a abierto la boca.Añadir Anotación

Los arboles quedaban atrás rápidamente mientras él corría, aterrado. No sabía cuanto tiempo había estado huyendo. Tal vez eran unos minutos, pero para el chico se hicieron horas. Cada paso que daba, cada metro que avanzaba, cada contracción de sus pulmones causaba una punzada de dolor en su pecho. No era su corazón, tampoco sus pulmones, a pesar de que sentía que con la próxima aspiración iban a reventar. Sus ojos miraban adelante. Caer o tropezarse significaban una muerte segura. No rápida como se desea en esa situación, sino una lenta y dolorosa. La cota de mallas le pesaba. La espada, a pesar de ser pequeña, también. Sus trancadas comenzaron a disminuir, al contrario de sus palpitaciones. El niño, comprendiendo finalmente que escapar era inútil, dio media vuelta y desenvaino dificultosamente la espada corta. Podía escuchar los pasos que se acercaban a un ritmo mayor que el de sus latidos. Y entonces, por entre los arbustos lo vio.Añadir Anotación

Los recuerdos abrumaban al caballero, y no había vuelto a hablar después de asegurar su conocimiento del lugar, lo que decepcionó a todos, ya que esperaban una historia y no un momento de silencio como aquel. Jarwen suspiró resignada a irse a dormir sin historia y sin cena, así que pesadamente se dirigió a su mochila para sacar una manta e irse a dormir, pero lo que había en la bolsa la espantó. El grito de sorpresa, y la caída de traste de la joven, provocó que los compañeros se acercaran apresuradamente. La Bella Degolladora solo apuntaba a su equipaje con los ojos bien abiertos. Lo que vieron los lleno de asombro. Un ser de pequeñas proporciones, con forma muy parecida a la humana, pero con alas en su espalda, yacía plácidamente tendido sobre los objetos personales de Jarwen.Añadir Anotación
-¿Qué?... ¿tengo algo en la cara? –preguntó la pequeña criatura mientras comía un trozo de pan. No hubo respuesta de parte del grupo, que solo se acercó. –Vaya... y pense que solo el caballero era poco comunicativo... –dijo esto apuntando con su diminuto índice a Ascot, mientras tragaba el último bocado. Jarwen, viendo al pequeño ser comer, se le vino una idea a la mente que hizo cambiar su rostro y su actitud. En un movimiento que sorprendió a todos, agarró al ser, lo lanzó lejos, para luego vaciar el bolso. Sintiéndose ofendido, el antes lanzado, se puso en guardia, sosteniendo en sus manos, a modo de espada, una extraña flor. –Así que quieres luchar arpía. –dijo esto mientras meneaba la flor. -No podía esperar menos de ti, pero debo advertirte que no podrás derrotarme. Soy el ser vivo más fuerte de este bosque. –dicho esto, rió con soberbia.Añadir Anotación
Pero la cara que vio, no era lo que esperaba y lo descolocó. Jarwen sostenía una pequeña miga de pan, mientras lagrimas corrían por sus mejillas. –Mi... mi pan... –articuló la joven. -... El pan que guarde... con tanto cariño... para una ocasión especial... –Otacon y Neoflare retrocedieron con los ojos bien abiertos, sabiendo de antemano lo que iba a acontecer. La joven dio media vuelta, mostró la cara más llena de odio que hubieran visto Dariem y Ascot desde que viajaban juntos. Su ira era tan grande que parecía emanar en forma de aura.Añadir Anotación
Al ver esto, el pequeño ser alado avanzo con mirada seria unos pasos hacia la guerrera, puso la flor en el piso solemnemente, luego se puso en cuclillas pidiendo perdón y promesa de servirle fielmente a cambio de dejarlo vivir. Un momento de silencio se sumió sobre el grupo, algunos incrédulos de lo que veían y otros desconcertados ante una situación tan extraña.Añadir Anotación
Cuando se calmaron los ánimos, y Jarwen se vio consolada con la carne seca que la regalo Dariem a cambio de su tranquilidad, el joven y diminuto ser se presentó.
-Lamento mi impertinencia y no haberme presentado antes. –se puso de pie e hizo una reverencia. –Soy Anime, me apellido Boy, sirviente y guardián de la foresta. Sean bienvenidos a mis dominios. –Cuando levanto la vista, las miradas de los humanos que lo observaban causaron su disgusto. Eran miradas de incredulidad. –No deberían desconfiar de mí. –manifestó molesto, mientras les daba la espalda y comenzaba a flotar.Añadir Anotación
Otacon, maravillado ante esta habilidad, acerco su rostro al ser. –Un hada. –La declaración del mago causo que Otacon y Anime-boy mirarán hacia él. –Eres un hada, ¿verdad? –cuestionó Neoflare. –Si, lo soy... pero prefiero que me digan elfo pequeño, después de todo somos parientes de razas. –Aclaró alegre y soberbio Anime-boy.Añadir Anotación
Su rostro cambio abruptamente y se elevó rápidamente, mirando en todas las direcciones, para luego descender y agarrar al mago de sus cabellos. –Rápido, cojan sus cosas y váyanse. Se acercan, los siento. –anunció temeroso el hada.
Tal declaración atrajo la atención de todos. Y antes de que lograran preguntar que era lo que ocurría, un grito lejanamente similar a un humano quebró el silencio de la noche. Un bramido estremecedor que hizo eco en el bosque y recibió respuestas inmediatas del mismo tipo. Estaban cerca, y provenían de todos lados. Los caballos comenzaron a relinchar y a patear el piso, impacientes. El grupo se pertrechó con sus armas, listos para el combate, alrededor de la fogata. El pequeño elfo, apunto en una dirección en la oscuridad. Todos miraban expectantes que, fuera lo que fuera que merodeaba por los alrededores, se mostrara. Y entonces el grupo de viajeros escuchó el ruido que causaba la criatura al acercarse. Las miradas se posaron en un solo lugar, el punto en que la luz les reveló lo que se ocultaba en la oscuridad, el punto, en el que en los ojos del caballero Ascot, se mezclaron una amalgama de pánico e ira.Añadir Anotación
<Continuará>Añadir Anotación


Hecho por la mente de Ascot

Artículo enviado por Ascot el 27 de Noviembre de 2003
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