|
| |
Tras darse a conocer el fallo (nunca mejor dicho) del jurado internacional de esta 48 Seminci, da la sensación de que por un año hubiera querido imitar la tradición de su hermano mayor donostiarra y conceder la Espiga de oro a la peor película vista en competición, Sangre y oro, del iraní Jafar Panahi; eso sí, compartida con otra película de oriente medio, la afgana Osama, buena y dura película que merecía a todas luces estar en el palmarés, pero no usurparle el máximo galardón a Las invasiones bárbaras, Lost in translation o incluso Goodbye, Lenin.
El jurado compuesto entre otros por los actores Eduardo Blanco, Roberto Enriquez y la escritora zaragozana Soledad Puertolas anunció su decisión al mediodía del sábado entre el silencio y algunos murmullos, y es que es del todo injustificable ignorar una de las grandes películas que ha pasado por esta Seminci, como es Las invasiones bárbaras, del canadiense Denys Arcand, que sin embargo ha ganado el premio del público, demostrando éste mayor criterio que el jurado.
Los premios de interpretación han correspondido a la inquietante Helen Buday por la tortura psicológica a la que somete a su marido en la interesante Alexandrás project, y que consigue acojonar al público con un concepto de la venganza merecedora de psiquiátrico. Es, pues, un premio aceptable, pero premiando a la actriz australiana, el jurado olvida grandes papeles femeninos en esta edición, como el de la gran Norma Aleandro en Cleopatra o Adriana Ozores en La suerte dormida. La sorpresa llegó con la decisión de premiar como mejor actor al danés Jaime Sives por su tan sólo correcto papel en Wilmur se quiere suicidar. Primera metedura de pata, pues a ese galardón optaban más merecidamente el norteamericano (¿habrá pesado esto, en estos tiempos de antiamericanismo barato?) Bill Murray, por Lost in translation o Remy Girard por el genial y excéntrico enfermo agonizante de Las invasiones bárbaras.
El premio a la mejor fotografía y la Espiga de plata han ido a parar a la misma película, la curiosa película noruega Kitchen stories, sobre una empresa sueca que estudia los hábitos de cocina de los solteros noruegos para recopilar información comercial y mejorar sus productos. Es una divertida y amable película, con muchos toques de ironía, pero nadie la colocaba a priori en el segundo lugar del palmarés.
Finalmente, el premio Pilar Miró al mejor nuevo director que se concede al autor de una primera o segunda película, fue para Sofia Coppola y su Lost in translation, que suena a premio de consolación teniendo en cuenta que es uno de los mejores trabajos presentados.
|