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| Drizzt y Gwenwivar asustando a unos goblins | |
Autoexiliado de Menzoberranzan, Drizzt lucha por sobrevivir en la Antípoda Oscura. Han pasado 10 largos años desde que abandonara su hogar. Su única compañía en este largo exilio ha sido su fiel compañera, la pantera mágica, Gwenwivar.
Mientras Drizzt continua su vagabundeo por las cavernas, en Menzoberranzan la casa Do’Urden prosigue su guerra “secreta” con la casa Hun’et. Aburrida de una situación que se ha prolongado demasiado, la matrona Baenre, madre matrona de la primera casa, exige a la casa Hun’et que ponga fin a la cuestión.
La casa Hun’et se lanza en un ataque suicida contra la novena casa y es derrotada gracias a la intervención de Bregan Da’erthe. Jarlaxle, líder de la banda mercenaria, se pasa al bando de los Do’Urden en el último momento dando la vuelta al resultado.
Como motivo de su fracaso al destruir a la casa novena, la casa cuarta es destruida y todos sus miembros son eliminados, o eso pensaba la matrona Malicia. Convocada a una audiencia privada con la matrona Baenre, Malicia descubre que la matrona de la casa cuarta sigue con vida, y no solo no va a ser ejecutada, si no que encima, va a pasar a formar parte de su propia casa.
Malicia agradece en privado a la matrona Baenre la oportunidad que se le ha ofrecido para vengarse de su enemiga, en ese momento, Baenre le espeta que no ha entendido nada, que ella en persona se ha visto obligada por Lloth a hacer que la casa cuarta comenzará el ataque para poner fin al conflicto. Le ordena que encuentre al rengado Drizzt y que lo sacrifique de inmediato; ya que al haber caído la casa cuarta, la casa novena (Do’Urden) pasa a ser la casa octava, y sin contar con el favor de Lloth, no sobrevivirá mucho tiempo en ese codiciado puesto.
Enfurecida por la situación, Malicia organiza un gran ritual en el que sacrifica a su antigua rival, a cambio de esa ceremonia, Lloth otorga a Malicia un regalo; un zin-carla. Un zombi asesino totalmente bajo el control de la matrona, y que conserva todas las habilidades que en vida tuvo el difunto. Malicia escoge el cuerpo de Zaknafein como zin-carla.
Mientras esto ocurre en la ciudad, Drizzt llega al límite de su resistencia en su exilio. Incapaz de soportar seguir un día más en soledad, se presenta a las puertas de Blingstone, la ciudad de los sirvneblis.
Sorprendidos, estos le hacen prisionero y se reúnen para decidir que hacer con él. Justo cuando iban a decidir ejecutarlo, Belwar (el enano al que Drizzt salvo en La Morada) reconoce a Drizzt por el brillo púrpura de sus ojos (el resto de los drows tiene los ojoso rojos). Drizzt queda bajo la tutela de Belwar, a quién su pueblo ha implantado unas manos de Mithril (un pico y un martillo).
Juntos comienzan a conocerse, y mientras Drizzt lucha contra sus demonios interiores (en la Antípoda Oscura desarrollo un instinto de cazador que le impulsa a atacar a todo cuanto le rodea), descubre que el enano tiene los suyos propios, se culpa a sí mismo de la tragedia que ocurrió hace más de diez años, en la que perdió las manos, y todo su grupo murió.
Poco a poco ambos consiguen trabar una profunda amistad y superar sus demonios interiores, pero cuando todo parecía ir bien, el fantasma del pasado regreso persiguiendo a Drizzt.
Al aumentar la actividad drow cerca de la ciudad enana, estos deciden echar a Drizzt, ya que es a él a quién buscan.
Belwar se une a Drizzt y juntos recorren las cavernas tratando de alejarse lo máximo de la ciudad enana, para distraer la atención de los drows de la zona. En su peregrinaje son atacados y capturados por una comunidad de desolladores. Y es ahí, en la comunidad donde les alcanza el zin-carla enviado por la matrona Malicia. Inmune a los ataques mentales, el zin-carla se abre paso a golpe de espada por la fortaleza illita; en el caos desatado, Drizzt u sus dos acompañantes consiguen escapar.
Drizzt se desespera al ver lo que la matrona Malicia le ha hecho a Zaknafein, enfurecido se enfrenta al monstruo y consigue derrotarlo al inmolarse este en un pozo de ácido. Al fracasar la misión del zin-carla, la casas Do’Urden es condenada y la propia casa Baenre se encarga de realizar la eliminación.
Drizzt se despide de Belwar, que regresa a su ciudad para cuidar de los suyos, y Drizzt gracias a un mapa entregado por los sirvneblis, se encamina a la superficie, donde espera poder librase de los fantasmas del pasado que se empeñan en perseguirle.
El libro culmina con un final digno de película. La forma en que se crea la amistad entre los protagonistas y la facilidad con que se sienten como propios los sentimientos de Drizzt, dan fe de la habilidad de Salvatore a la hora de escribir.
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