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La Bella Durmiente recordando mejores tiempos... | |
Sin duda alguna todos hemos ido a ver alguna vez una película de animación al cine, ya sea por interés propio o por acompañar al sobrinito o al hermanito pequeño. Sin embargo hoy en día, y cada vez con más frecuencia, cuesta apreciar el trabajo, la dedicación y la profesionalidad que requiere el realizar una película de dibujos por el método tradicional, el de los acetatos y dibujos a mano, en parte porque desde siempre al cine de este género se le ha señalado como de carácter infantil. Obviamente, con la entrada del manga y de la animación japonesa, además de otros muchos ejemplos que no son necesariamente nipones, este pensamiento poco a poco se va desmintiendo, incluso la factoría Disney, caracterizada por sus películas dirigidas a los más pequeños, se ha dedicado a producciones con más acción y menos elementos infantiles, como Atlantis, en donde hace mucho más hincapié en las peleas y luchas con navecitas de lo que nos tenía acostumbrados. Así pues, parece ser que el mercado occidental se ha dado cuenta de que el dibujo animado vende de todas las formas y maneras, y ahí tenemos películas como Titán A.E. y la mencionada Atlantis, en donde la base de la trama es la lucha y la acción. Pero este hecho solo provoca una mayor aceptación, no ayuda a apreciar la delicadeza y el esfuerzo de una película de animación, tan solo la convierte en un objeto comercial, vacío y sin gracia. Este camino de la “animación comercial”, por llamarla de alguna manera, ha conducido a la sustitución del dibujo tradicional al digital, que parecen llegar a una mayor variedad de público. Desde luego no pretendo poner en duda la calidad de producciones como Toy Story, Bichos, Shreck o la fabulosa Buscando a Nemo, pero todo este éxito comercial, este despliegue de medios y el abandono casi absoluto de la animación tradicional tras la venta de los estudios Disney en Orlando, nos ha costado un precio muy caro que tan solo los verdaderos seguidores de la animación han podido apreciar: hemos perdido la magia. Las películas de princesitas o de héroes en busca de tesoros ya no venden, ahora solo se admiten superhéroes o heroínas con motos espaciales y pistolas láser. No pongo en duda que Blancanieves es una película bastante cursi y muy poco llamativa para mucha gente, pero eso no quita que no sea una verdadera obra de arte de la animación, con unos movimientos sorprendentes, suaves y trabajados al mínimo detalle, con música de orquesta que llega al alma y selección de personajes cuidada y detalla, definida al mínimo detalle. Blancanieves constituye una película única, sin igual, en donde el perfeccionismo en el movimiento de los personajes es total, sin embargo hoy en día una persona que se sienta a verla no ve todo este trabajo, el esfuerzo, la ilusión y la magia que desprende la película. Solo ve una película de dibujitos para niñitas. Jamás en toda la historia del cine de animación se podrán superar las verdaderas producciones maestras, aquellas que no solo tienen un gran apartado técnico, como es el caso de muchas otras, sino que también poseen el don de emocionar, de hacer que llores cuando quieren que llores, de hacer que rías cuando quieres que rías, de hacer que se te ponga la carne de gallina con tan solo escuchar las bellas bandas sonoras. Películas con historias tan clásicas y sencillas como La Cenicienta, La Sirenita o Aladdín, con un desarrollo perfecto, con cada elemento en su justo tiempo y a su justo momento, con bandas sonoras preciosas que llegan al corazón y personajes tan carismáticos y memorables que hacen que perduren en el tiempo pese a su antigüedad. Superproducciones como La Bella Durmiente, que llevó siete años enteros darle el visto bueno cuando lo normal son dos años, o la Bella y la Bestia, de una belleza gráfica y argumental sin precedentes. O bien producciones como Alicia en el País de las Maravillas o Pinocho, en donde la imaginación sobresale por delante de todo.
Tal vez puedan llamarme nostálgica, melodramática o extremista, pero las películas actuales no me llegan al corazón como lo hicieron en su día (y de hecho siguen haciendo) Fievel y el Nuevo Mundo o la maravillosa En Busca del Valle Encantado. La simple razón radica en que el fin de las películas de antaño era emocionar, demostrar lo que una persona es capaz de hacer con un lápiz y un montón de ideas, mientras que las de ahora su único objetivo es vender. Producciones modernas como Hermano Oso o Lilo y Stich son buenas películas, entretenidas y bien elaboradas, pero por más que se empeñen, sus protagonistas no perdurarán en el tiempo como han hecho Bella, Fievel, Ariel, el Genio, Piesito o Blancanieves, la más veterana de todas, que aun sigue repartiendo emociones para aquellos que quieran recibirla.
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