|
Recuerdo que cuando ocurrieron los atentados del World Trade Center, yo estaba sentado delante del televisor haciendo zapping durante el intermedio de Friends mientras comía spaghettis. De repente me encontré con Matías Prats sin chaqueta y todos sabemos como acabo aquello. Unos días después, en medio del fervor patriotero yanky, me acordé de una gran reseña que alguien de Forum colocó en los números del Capitán América de Waid y Garney, los primeros de Marvelution y un pedazo de cómic. En esa reseña se narraba la evolución del personaje desde su creación, como su pérdida de actualidad tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial llevó a los guionistas a convertirle en un azote del comunismo y como los cerebros de Marvel lo devolvieron a la coherencia tras su enfrentamiento con su doble enloquecido de la época McCarthy.
Durante treinta años, el Capitán América se convirtió en un fiel reflejo de la sociedad americana, con sagas magistrales como la del Imperio Secreto que semejaba la desilusión reinante entre el pueblo americano tras el asunto Watergate, o la crítica al intervencionismo Reagan con la saga del Nómada. Pasó épocas creativas buenas y malas (y lo de Liefeld, que no sé ni como llamarlo), pero siempre se mantuvo fiel a la idea de un hombre comprometido con los ideales con los que cualquier lector de coómics le identifica: libertad, igualdad, fé en el espíritu humano.
Y de repente, ZAS, giro creativo. Hace pocos meses, tras un corto paréntesis de edición mensual por caída de las ventas, salió la nueva colección del Capitán América. Devoto lector como soy, compré el primer número, bastante ilusionado con el nuevo anunciado giro hacia un planteamiento más adulto y sombrío de la colección, y me encontré un discurso de Bush con viñetas. Y eso que el número emepzaba bien: el Capi entre los escombros de las torres levantando cascotes para encontrar cadáveres, intentando contra toda esperanza no perder la esperanza, comentando con otros voluntarios donde estaba y que hacía cuando todo pasó, dándole una patada en el culo a Nick Fury cuando éste le venía con el rollo de tu país te necesita para matar a un terrorista en la quinta palmera, versión árabe del quinto pino,...
Para tres viñetas más tarde empezar con el rollo de que "estamos en guerra", saltar en paracaídas sobre no se qué sitio con pinta de Irak para cazar al psicópata árabe de turno. Vuelta a los orígenes: el soldado perfecto como vehículo de propaganda para los soldados del frente y lo buenos que somos y como liberamos a los iraquíes del pirado éste (para cambiarlo por otro pirado, éste igual de fanático pero con mejor prensa).
Y yo con un palmo de narices. Y es que al menos en la época de Liefeld el Capi tenía ideales, se oponía al gobierno y todo eso, pero ahora se ha bajado los calzones azules y todo es "estamos en guerra".
En fin, supongo que sólo queda esperar hasta que todo esto pase y algún guionista inteligente nos cuente que no era el Capi de verdad, si no un doble enloquecido y el Capi de veras, el nuestro, le dé pal pelo como hizo con el de los cincuenta.
Crucemos los dedos.
|
