Quiero empezar diciendo que la segunda entrega de El señor de los anillos no es una película, sino un cantar de gesta, tal como definió Alberto Fijo en una conversación que tuvimos el día antes del estreno, pues nos hallamos ante una historia que nos hace vibrar durante todo el metraje, haciéndonos partícipes de lo que en la Tierra Media sucede, siendo testigos de primera fila de las dudas de Frodo, portador del Anillo Único, de las luchas internas de Gollum al intentar recuperar su "tesssorooooo", todo ello cargado con unas batallas grandiosas, llenas de lirismo y literatura, perfectamente planificadas, ausentes de música de fondo, salvo por los gritos de aquellos que combaten. ¿Las licencias que el director se ha tomado? Perfectas. Mucho más acordes que las de La comunidad del anillo. Peter Jackson ha sabido rectificar a tiempo. Leí hace unos días que éste se quería forrar a costa de El señor de los anillos, con tanta edición especial, merchandising y otras historias. Y me parece perfecto, pues se lo ha currado, no como el hijo de J.R.R. Tolkien, Christopher, que pensó en su padre como la gallina de los huevos de oro, y explotó todo aquello que tenía que ver con el universo mágico del autor de El hobbit, entre otras...
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