LO INNOMBRABLE

Traducción de Francisco Torres Oliver. Notas de Henry Armitage. Publicado en el Nº 1 de la Revista Electrónica de la Nueva Logia del Tentáculo, La Estela de Luveh-Kerapt

***

Estábamos sentados en una ruinosa tumba del siglo XVII [01], a avanzada hora de la tarde de un día de otoño, en el viejo cementerio de Arkham [02], y divagábamos sobre lo innombrable. Mirando hacia el sauce gigantesco del cementerio, cuyo tronco casi había hundido la antigua y casi ilegible losa, y había hecho un comentario fantástico sobre el alimento espectral e incalificable que sus colosales raíces succionaban sin duda de aquella tierra vetusta y macabra; mi amigo me amonestó por decir esas tonterías, y añadió que puesto que no se habían efectuado enterramientos desde hacía más de un siglo, probablemente el árbol no recibía otro alimento que el ordinario. Añadió además que mi constante alusión a lo «innombrable» y lo «incalificable» eran un recurso pueril, muy en consonancia con mi escasa categoría como escritor [03]. Yo era muy aficionado a terminar mis relatos con suspiros o ruidos que paralizaban las facultades de mis héroes y les dejaban sin valor, sin palabras y sin recuerdos para decir qué habían experimentado. Conocemos las cosas, decía él, sólo a través de nuestros cinco sentidos o nuestras intuiciones religiosas; por tanto, es completamente imposible hacer referencia a ningún objeto o visión que no pueda describirse claramente mediante las sólidas definiciones empíricas [04] o las correctas doctrinas teológicas, preferentemente congregacionalistas [05], con las modificaciones que la tradición o sir Arthur Conan Doyle [06] puedan aportar.

Con este amigo, Joel Manton [07], discutía a menudo lánguidamente. Era director de la East High School, nacido y criado en Boston, y participaba de esa sordera autocomplaciente de Nueva Inglaterra para las delicadas insinuaciones de la vida. [08] Su opinión era que sólo nuestras experiencias normales y objetivas poseen importancia estética, y que lo que incumbe al artista es no tanto suscitar una fuerte emoción mediante la acción, el éxtasis y el asombro, como mantener un plácido interés y apreciación con detalladas y precisas transcripciones de lo cotidiano. En particular, era contrario a mi preocupación por lo místico y lo inexplicable; porque aunque creía en lo sobrenatural mucho más que yo, no admitía que fuera tema suficientemente común para abordarlo en literatura. Para un intelecto claro, práctico y lógico, era increíble que una mente pudiese encontrar su mayor placer en la evasión respecto de la rutina diaria, y en las combinaciones originales y dramáticas de imágenes normalmente reservadas por el hábito y el cansancio a las trilladas formas de la existencia real. Según él, todas las cosas y sentimientos tenían dimensiones, propiedades, causas y efectos fijos; y aunque sabía vagamente que el entendimiento tiene a veces visiones y sensaciones de naturaleza bastante menos geométrica, clasificable y manejable, se creía justificado para trazar una línea arbitraria, y desestimar todo aquello que no puede ser experimentado y comprendido por el ciudadano ordinario. Además, estaba casi seguro de que no puede existir nada que sea «innombrable». [09] No era razonable, según él.

Aunque me daba cuenta de que era inútil aducir argumentos imaginativos y metafísicos frente a la autosatisfacción de un ortodoxo de la vida diurna [10], había algo en el escenario de este coloquio vespertino que me incitaba a discutir más que de costumbre. Las gastadas losas de pizarra, los árboles patriarcales, los centenarios tejados holandeses de la vieja ciudad embrujada que se extendía alrededor[11].; todo contribuía a enardecerme el espíritu en defensa de mi obra; y no tardé en llevar mis ataques al terreno mismo de mi enemigo. En efecto, no me fue difícil iniciar el contraataque, ya que sabía que Joel Manton seguía medio aferrado a muchas de las supersticiones de que las gentes cultivadas habían abandonado ya; creencias en apariciones de personas a punto de morir en lugares distantes, o impresiones dejadas por antiguos rostros en las ventanas, a las que se habían asomado en vida. Dar crédito a estas consejas de vieja campesina, insistía yo, presuponía una fe en la existencia de sustancias espectrales en la tierra, separadas de sus duplicados materiales y consiguientes a ellos. Implicaba, además, una capacidad para creer en fenómenos que estaban más allá de todas las nociones normales; pues si un muerto puede transmitir su imagen visible o tangible a la distancia de medio mundo o desplazarse a lo largo de siglos, ¿por qué iba a ser absurdo suponer que las casas deshabitadas están llenas de extrañas entidades sensibles, o que los viejos cementerios rebosan de terribles e incorpóreas generaciones de inteligencias? Y dado que el espíritu, para efectuar las manifestaciones que se le atribuyen, no puede sufrir limitación alguna de las leyes de la materia, ¿por qué es una extravagancia imaginar que los seres muertos perviven psíquicamente -en formas —o ausencias de formas— que para el observador humano resultan absoluta y espantosamente «innombrables»? El «sentido común», al reflexionar sobre estos temas, le aseguré a mi amigo con calor, no es sino uña estúpida falta de imaginación y de flexibilidad mental.

Había empezado a oscurecer, pero a ninguno de los dos nos apetecía dejar la conversación. Manton no parecía impresionado por mis argumentos, y estaba deseoso de refutarlos. Con esa confianza en sus propias opiniones que tanto éxito le daba como profesor, mientras que yo me sentía demasiado seguro en mi terreno para temer una derrota. Cayó la noche, y las luces brillaron débilmente en algunas de las ventanas distantes; pero no nos movimos. Nuestro asiento —un sepulcro— era bastante cómodo, y yo sabía que a mi prosaico amigo no le inquietaba la cavernosa grieta que se abría en la antigua obra de ladrillos, maltratada por las raíces, justo detrás de nosotros, ni la total negrura del lugar que proyectaba la ruinosa y deshabitada casa del siglo XVII [12] que se interponía entre nosotros y la calle iluminada. Allí, sentados en la oscuridad, junto a la hendida tumba próxima a la casa deshabitada, conversábamos sobre lo «innombrable»; y cuando mi amigo dejó de burlarse, le hablé de la espantosa prueba que había detrás del relato mío del que más se había burlado él.

El relato se titulaba La ventana del ático
[13] y había aparecido en el número de Whispers [14] correspondiente a enero de 1922. En muchos lugares, especialmente en el sur y en la costa del Pacífico, retiraron la revista de los kioscos a causa de las quejas de los estúpidos pusilánimes; pero en Nueva Inglaterra no causó ninguna emoción, y las gentes se encogieron de hombros ante mis extravagancias. Era impensable, dijeron, que nadie se sobresaltase con aquel ser biológicamente imposible; no era sino una conseja más, una habladuría que Cotton Mather [15] había hecho lo bastante creíble como para incluirla en su caótica Magnalia Christi Americana [16], y se hallaba tan pobremente autentificada que ni siquiera se había atrevido a citar el nombre de la localidad donde había tenido lugar el horror. Y en cuanto a la ampliación que yo hacía de la breve nota del viejo místico... ¡era completamente imposible, y típica de un plumífero frívolo y fantasioso! Mather había dicho efectivamente que había nacido semejante ser; pero nadie, salvo un sensacionalista barato, podría pensar que se hubiese desarrollado, se fuese asomando a las ventanas de las gentes por las noches, y se ocultara en el ático de una casa, en cuerpo y alma, hasta que alguien lo descubrió siglos después en la ventana, aunque no pudo describir qué fue lo que le volvió grises los cabellos. Todo esto no era más que descarada mediocridad, cosa en la que no paraba de insistir mi amigo Manton. Entonces le hablé de lo que había descubierto en un viejo diario redactado entre 1706 y 1723, desenterrado de entre los papeles de la familia, a menos de una milla de donde estábamos sentados; de eso, y de la verdad irrefutable de las cicatrices que mi antepasado tenía en el pecho y la espalda, que el diario describía. Le hablé también de los temores que abrigaban otras gentes de esa región, y de lo que se murmuró durante generaciones, y de cómo se demostró que no era fingida la locura que le sobrevino al niño que entró en 1793 en una casa abandonada para examinar determinadas huellas que se decía que había.

Fue sin duda un ser horrible... no es de extrañar que los estudiosos se estremezcan al abordar la época puritana de Massachussets [17] . Se conoce muy poca cosa de lo que ocurrió bajo la superficie, aunque a veces supura horriblemente con un burbujeo putrescente. El terror a la brujería es un destello de luz de lo que bullía en los estrujados cerebros de los hombres; pero incluso eso es una pequeñez. No había belleza, no había libertad... como puede comprobarse en los restos arquitectónicos y domésticos, y los sermones envenenados de los rigurosos teólogos. Y dentro de esa herrumbrosa camisa de fuerza, se ocultaban farfullantes la atrocidad, la perversión y el satanismo. Esta era, verdaderamente, la apoteosis de lo innombrable.

Cotton Mather, en ese demoníaco sexto libro que nadie debe leer de noche, no se anda con rodeos al lanzar sus anatemas. Severo como un profeta judío, y lacónicamente imperturbable como nadie hasta entonces, habla de la bestia que dio a luz un ser superior a las bestias, aunque inferior al hombre, el ser del ojo manchado, y del desdichado y vociferante borracho al que ahorcaron por tener un ojo así. De todo esto se atreve a hablar, aunque no cuenta lo que ocurrió después. Quizá no llegó a saberlo; o quizá sí, y no se decidió a contarlo. Hay quien sí que se enteró, aunque no llegó a decir nada... Tampoco se dio explicación pública de por qué se hablaba con temor de la cerradura de la puerta que había al pie de la escalera de cierto ático donde vivía un viejo solitario, amargado y decrépito, el cual se había atrevido a levantar la losa de determinada sepultura anónima, sobre la cual, sin embargo, existen numerosas leyendas capaces de helarle la sangre a cualquiera.

Todo está en ese diario ancestral que encontré: las secretas alusiones e historias susurradas sobre seres con un ojo manchado que andaban asomándose a las ventanas por la noche o eran vistos por los prados desiertos, cerca de los bosques. Mi antepasado vio a un ser así en una carretera sombría que corría por un valle, el cual le dejó señales de cuernos en el pecho y de garras en la espalda; y cuando buscaron sus pisadas en el polvo, encontraron huellas mezcladas de pezuñas hendidas y zarpas vagamente antropoides. En una ocasión, un jinete del servicio de correo contó que había visto a la luz de la luna, unas horas antes del amanecer, a un viejo corriendo y llamando a una criatura espantosa que andaba a zancadas por Meadow Hill, y muchos le creyeron. Desde luego, corrió una extraña historia una noche de 1710, cuando el viejo solitario y decrépito fue enterrado en una cripta que había detrás de su propia casa, cerca de la losa de pizarra sin inscripción. Nadie abrió la puerta que daba acceso a la escalera del ático, sino que dejaron la casa como estaba, pavorosa y desierta. Cuando se oían ruidos en ella, la gente murmuraba y se estremecía, confiando en que fuese bastante sólido el cerrojo de la puerta del ático. Más tarde, esta confianza se vio frustrada cuando el horror se presentó en la casa parroquial y no dejó una sola alma viva o entera. Con el paso de los años, las leyendas adoptan un carácter espectral... pero supongo que aquel ser debió de morir, si era una criatura viva. Su recuerdo sigue siendo espantoso... tanto más espantoso cuanto que ha sido secreto.

Durante esta narración, mi amigo Manton se había ido quedando en silencio, y observé que mis palabras le habían impresionado. No se rió al callarme yo, sino que me preguntó muy serio sobre el niño que enloqueció en 1793, y qué parecía ser el héroe de mi historia. Le dije que el chico había ido a aquella casa encantada y desierta, seguramente movido por la curiosidad, ya que creía que las ventanas conservan latente la imagen de quienes habían estado sentados junto a ellas. El chico fue a examinar las ventanas de aquel horrible ático a causa de las historias sobre los seres que se habían visto detrás de ellas, y regresó gritando frenéticamente.

Cuando acabé de hablar, Manton se quedó pensativo; pero poco a poco volvió a su actitud analítica. Concedió que quizá había existido realmente un monstruo espantoso; pero me recordó que ni siquiera la más morbosa aberración de la naturaleza tiene por qué ser innombrable ni científicamente indescriptible. Admiré su claridad y persistencia; pero añadí nuevas revelaciones que había recogido entre la gente de edad. Leyendas espectrales, aclaré, relacionadas con apariciones monstruosas más horribles que cuantas entidades orgánicas podían existir; apariciones de formas bestiales y -gigantescas, visibles a veces, y a veces - sólo tangibles, que flotaban en las noches sin luna y rondaban por la vieja casa; la cripta que había detrás, y el sepulcro junto a cuya losa ilegible había brotado un árbol. Tanto si tales apariciones habían matado o no personas a cornadas o sofocándolas, como se decía en algunas tradiciones no comprobadas, habían causado una tremenda impresión; y aún eran secretamente temidas por los más viejos de la región, aunque las nuevas generaciones casi las habían olvidado... Quizá desaparecieran, si se dejaba de pensar en ellas. Es más, en lo que se refería a la estética, si las emanaciones psíquicas de las criaturas humanas consistían en distorsiones grotescas, ¿qué representación coherente podría expresar o reflejar una nebulosidad gibosa e infame como aquel espectro de maligna y caótica perversión, aquella blasfemia morbosa de la naturaleza? Modelado por el cerebro de una pesadilla híbrida, ¿no constituirá semejante horror vaporoso, con todo su nauseabunda verdad, lo intensa, escalofriantemente innombrable?

Sin duda se había hecho muy tarde. Un murciélago singularmente silencioso me rozó al pasar, y creo que a Manton también, porque aunque no podía verle, noté que levantaba el brazo. Luego dijo:
—Pero, ¿sigue en pie y deshabitada esa casa de la ventana del ático?
—Si —contesté -. Yo la he visto.
—¿Y encontraste algo... en el ático o en algún otro lugar?
—Unos cuantos huesos bajo el alero. Quizá fue eso lo que vio el niño; si era muy sensible, no necesitó ver nada en el cristal de la ventana para perder la razón. Si pertenecían al mismo ser, debió de tratarse de una monstruosidad histérica y delirante. Habría sido blasfemo dejar tales huesos en el mundo; así que los metí en un saco y los llevé a la tumba que hay detrás de la casa. Había una abertura por donde los pude arrojar al interior. No pienses que fue una tontería por mi parte... Quisiera que hubieses visto el cráneo. Tenía unos cuernos de unas cuatro pulgadas; en cambio, la cara y la mandíbula eran igual que la tuya o la mía.
Al fin pude notar que Manton, ahora muy cerca de mí, experimentaba un auténtico escalofrío. Pero su curiosidad no se dejó intimidar.
— ¿Y los cristales de las ventanas?
— Habían desaparecido todos. Una de las ventanas había perdido completamente el marcó; en las demás, no había rastro de cristales en las pequeñas aberturas romboidales. Eran de esa clase de ventanas de celosía que cayeron en desuso antes de 1700. Supongo que llevaban un siglo o más sin cristales... quizá los rompiera el niño, si es que llegó hasta allí; la leyenda no lo dice.
Manton se quedó pensativo otra vez.
— Me gustaría ver la casa, Carter. ¿Dónde está? Tanto si tiene cristales como si no, quisiera echarle una ojeada. Y también a la tumba donde pusiste aquellos huesos, y la otra sepultura sin inscripción... todo eso debe de ser un poco terrible.
— La has estado viendo... hasta que se ha hecho de noche.
Mi amigo se puso más nervioso de lo que yo me esperaba; porque ante este golpe de inocente teatralidad, se apartó de mí neuróticamente y dejó escapar un grito, con una especie de atragantamiento que liberó su tensión contenida. Fue un grito singular, y tanto más terrible cuanto que fue contestado. Pues aún resonaba, cuando oí un crujido en la tenebrosa negrura, y comprendí que se abría una ventana de celosía en aquella casa vieja y maldita que teníamos allí cerca. Y dado que todos los demás marcos de ventana hacía tiempo que habían desaparecido, comprendí que se trataba del marco espantoso de aquella ventana demoníaca del ático.
Luego nos llegó una ráfaga de aire fétido y glacial procedente de la misma espantosa dirección, seguida de un alarido penetrante que brotó junto a mí, de aquella tumba agrietada de hombre y monstruo. Un instante después, fui derribado del horrible banco donde estaba sentado por el impulso infernal de una entidad invisible de tamaño gigantesco, aunque de naturaleza indeterminada. Caí cuan largo era en el moho trenzado de raíces de ese horrendo cementerio, mientras de la tumba salía un rugido jadeante y un aleteo, y mi fantasía se valía de ellos para poblar la oscuridad con legiones de seres semejantes a los deformes condenados de Milton
[18]. Se formó un vórtice de viento helado y devastador, y luego hubo un tableteo de ladrillos y cascotes sueltos; pero, misericordiosamente, me desvanecí-antes de comprender lo que ocurría.
Manton, aunque más bajo que yo, es más resistente; porque abrimos los ojos casi al mismo tiempo, a pesar de que sus heridas eran más graves. Nuestras camas estaban juntas, y en pocos segundos nos enteramos de que estábamos en el hospital de St. Mary. Las enfermeras se habían congregado a nuestro alrededor, en tensa curiosidad, ansiosas por ayudar a nuestra memoria, contándonos cómo habíamos llegado allí; y no tardamos en saber que un granjero nos había encontrado a mediodía en un campo solitario al otro lado de Meadow Hill, a una milla del viejo cementerio, en un lugar donde se dice que hubo en otro tiempo un matadero. Manton tenía dos serias heridas en el pecho, así como algunos cortes o arañazos menos graves en la espalda. Yo no estaba malherido; pero tenía el cuerpo cubierto de morados y contusiones de lo más desconcertantes, y hasta una huella de pezuña hendida. Era evidente que Manton sabía más que yo, pero no dijo nada a los perplejos e interesados médicos, hasta que le explicaron cual era la naturaleza de nuestras heridas. Entonces dijo que habíamos sido víctimas de un toro resabiado... aunque resultó difícil explicar e identificar al animal.
Cuando las enfermeras y los médicos nos dejaron, le susurré una pregunta sobrecogida:
— ¡Dios mío, Manton, ¿qué ha pasado? Esas señales... ¿ha sido eso?
Pero yo estaba demasiado perplejo para alegrarme, cuando me contestó en voz baja algo que yo medio me esperaba:
— No... no ha sido eso ni mucho menos. Estaba en todas partes... era una gelatina... un limo.., sin embargo, tenía formas, mil formas espantosas imposibles de recordar. Tenía ojos... uno de ellos manchado. Era el abismo, el maelstrom
[19], la abominación final. Carter, ¡era lo innombrable! [20]


NOTAS

[01] seventeenth-century tomb (HPL) – tumba del siglo XVII. Algunas transcripciones de la traducción repiten la errata de siglo XVI

[02] Arkham – Nombre de ciudad inventado por Lovecraft y que aparece en El grabado de la casa, Herbert West: reanimador, El horror de Dunwich y Los sueños en la casa de la bruja. Arkham está situada junto al río Miskatonic, en el Condado de Essex, Massachussets. Fundada a finales del siglo XVII por librepensadores que consideraban demasiado estrictas las comunidades religiosas de la zona. Se vio afectada por los sucesos ocurridos en Salem y una de las brujas locales más conocidas fue Keziah Mason (Los sueños en la casa de la bruja). En el siglo XVIII se convirtió en un próspero puerto de mar, pero el comercio fue decayendo poco a poco. En 1861 el Instituto de Artes Liberarles de Miskatonic pasó a ser la Universidad Miskatonic, que desde entonces se convirtió en la seña de identidad más famosa de la ciudad y la comarca.

[03] El escritor-narrador podría identificarse fácilmente con Lovecraft, de hecho Randolph Carter suele ser designado como el alter-ego de Lovecraft. Más que una autocrítica a su creación literaria, el autor teoriza sobre este tema. El contrapunto del amigo del narrador parece ser simplemente eso: un desdoblamiento literario de Lovecraft para establecer un diálogo en que plantea cuestiones que él mismo argumentará.

[04] El narrador-escritor (Lovecraft) perfila de manera muy definida su ideario consistente en una perspectiva materialista, empírica y científica. La propia religión es entendida no como una sucesión de artículos de fe, sino como un campo filosófico, donde se cultiva la dialéctica teológica

[05] Iglesia Congregacionista: Fue fundada en Inglaterra por Robert Brown en el siglo XVI y tiene su origen en la Reforma Protestante llevada a cabo en Europa

[06] Arthur Conan Doyle. Creador de Sherlock Holmes. Nació en Edimburgo, la capital escocesa, el 22 de mayo de 1859 y murió en Sussex, condado de Inglaterra, el 7 de julio de 1930.

[07] Manton y Carter discuten sobre la estética del terror. Así, mientras Carter (Lovecraft) mantiene que hay otras maneras para convencer a los escépticos de la existencia de lo innombrable, Manton niega que pueda existir nada que la ciencia no pueda nombrar.Randolph Carter fue uno de los alter-egos de Lovecraft y realmente representa cómo le hubiera gustado al propio Lovecraft describirse a sí mismo. Mientras Joel Manton solamente aparece en este relato, Carter está presente en varias historias: En busca de la ciudad del sol poniente, La declaración de Randolph Carter, La llave de plata y A través de las puertas de la llave de plata.

[08] Aquí comienza el discurso que intenta desarrollar la teoría literaria de H.P. Lovecraft, que tendría como punto de partida la pregunta de si “lo místico, lo inexplicable, lo sobrenatural deberían servir de tema para la creación literaria, si se podrían considerar como objetos estéticos.”

[09] Todo queda resumido en esta frase lapidaria: “no puede existir nada que sea «innombrable”.

[10] De esta manera y como anítesis de Joel Manto, Carter-Lovecraft acaba de definirse como “heterodoxo de la vida nocturna”, recogiendo así su propensión al mundo de los sueños, a las ensoñaciones oníricas.

[11] the centuried gambrel roofs of the witch-haunted old town that stretched around – La traducción tejados holandeses remite a una descripción que es característica de Lovecraft: Tejados con mucha pendiente y acabados en punta, típicos de las áreas rurales de Nueva Inglaterra.

[12] En un país del Nuevo Mundo, donde no existe un pasado medieval y, por lo tanto, carente de castillos, palacios y monasterios que sirven de marco, en las historias góticas de Europa, tiene que recurrir a un nuevo elemento: la casa embrujada con tejados a la holandesa, siniestros desvanes y oscuros sótanos.

[13] Título de una obra inexistente que recuerda a muchos títulos de los autores del “Círculo de Lovecraft”

[14] Whispers, Revista semiprofesional publicada entre Julio de1973 y la primavera de 1997, por lo tanto, después de escrito este relato. Whisper se publicó entre los años 46 y 53. Whispered Legends, un solo número en 1984. The Whisperer, entre 1936 y 1942, que es lo más cercano a Lovecraft. Todo esto demuestra que Lovecraft utiliza el nombre de este pulp, tan ficticio como el relato citado arriba.

[15] Cotton Mather (1663 –1728) fue un pastor protestante puritano de gran influencia social y política. Prolífero autor que escribió gran cantidad de panfletos. Muy recordado por su implacable persecución de las brujas

[16] Magnalia Christi Americana es un libro escrito en 1702 por Cotton Mather. Este título en latín suele traducirse por La Historia Eclesiástica de Nueva Inglaterra.

[17] El Estado fue refugio de las Sectas Puritanas expulsadas de Europa e incluso de algunos Estados de Nueva Inglaterra más intolerantes.

[18] John Milton (1608-1674) Poeta y ensayista inglés, autor de Paradise Lost (El paraíso perdido) en la que narra la historia de la caída de Adán en un contexto de drama cósmico y profundas especulaciones.

[19] maelstrom La palabra se suele utilizar como sinónimo de torbellino gigante. También se emplea metafóricamente para referirse al caos como algo. La palabra procede del neerlandés y significa “corriente – stroom – trituradora – malen -, aunque se refiere a un gran torbellino que se halla en las costas meridionales del archipiélago noruego de las Lofoten. El término fue utilizado por Edgar Allan Poe y Julio Verne en su acepción real, mientras que H.P. Lovecraft lo emplea como metáfora de “Lo Innombrable”

[20] Cronología y Descripción de Lo Innombrable:

1706 – 1723 En su Diario, un antepasado de Randolph Carter describe seres con un ojo manchado que se asoman a las ventanas por la noche. Pueden verse por prados y bosques desiertos. En una carretera sombría, éste ve a un ser que corre por el valle y le ataca dejándole señales de cuernos en el pecho y de garras en la espalda. Cuando buscan sus pisadas en el polvo, encuentran huellas mezcladas de pezuñas hendidas y zarpas vagamente antropoides.

1710 Muere un anciano solitario y decrépito y lo entierran en una cripta detrás de su casa. El viejo mantenía encerrado en el ático a un ser monstruoso, que logra escapar y siembra la destrucción por donde pasa. Con el paso de los años aquel ser muere, si es que se tratase de una criatura viva.

1793 Movido por la curiosidad un chico entra en aquella casa, pues cree que las ventanas conservan latente la imagen de quienes habían estado sentados junto a ellas. El chico examina las ventanas de aquel horrible ático a causa de las historias sobre los seres que se habían visto detrás de ellas. Allí ve unos cuantos huesos, que pertenecen a ese ser: una monstruosidad histérica y delirante. No necesitó ver nada en el cristal de la ventana para perder la razón.

1922 En relato apócrifo de Randolph Carter, La ventana del ático (Whispers, Enero, 1922) aparece aquel ser biológicamente imposible

1923 Randolph Carter encuentra unos huesos: un cráneo con unos cuernos de unas cuatro pulgadas, con cara y mandíbula humanas. Los mete en un saco y los lleva a la tumba que hay detrás de la casa.Siente una ráfaga de aire fétido y glacial, seguido de un alarido penetrante de aquella tumba agrietada, donde yacen los restos del anciano y el monstruo. Entonces siente el impulso infernal de una entidad invisible de tamaño gigantesco, aunque de naturaleza indeterminada. De la tumba sale un rugido jadeante y un aleteo, un vórtice de viento helado y devastador.Carter y su amigo Manton acaban malheridos: heridas en el pecho, cortes o arañazos en la espalda, el cuerpo cubierto de morados y contusiones de lo más desconcertantes, y hasta una huella de pezuña hendida. Según sus palabras: El Ser estaba en todas partes: Era una gelatina, un limo. Tenía formas, mil formas espantosas imposibles de recordar. Tenía ojos, uno de ellos manchado. Era el abismo, el maelstrom, la abominación final.¡Era lo innombrable!Una nebulosidad gibosa e infame, un espectro de maligna y caótica perversión, una blasfemia morbosa de la naturaleza, una pesadilla híbrida, un horror vaporoso, con todo su nauseabunda verdad, lo intensa, escalofriantemente innombrable.


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