Lee Cliff aterrizó sobre ambos pies. El público se levantó para aplaudir. El jefe de pista anunció su nombre a través de los potentes altavoces, alzándose en medio del rugido de mil palmas. El acróbata sonrió con un gesto triunfal, hizo un salto mortal hacia atrás para su público y se retiró. Tan pronto como salió de los focos, envuelto en las sombras de la carpa, reconoció el brillo en los ojos de su buen amigo. -¡El viejo Sam!- saludó con una carcajada de felicidad. El ladrón salió de su escondite y le estrechó la mano emocionado, felicitándole por la actuación. -Nunca dejarás de sorprenderme, Lee. -No me jodas, ¡si yo casi he aprendido de ti! Salieron de la carpa. La noche arrastraba un viento helado y húmedo. Lee recogió un abrigo de encima de una caja y se lo puso. -Esto estimula la sangre- murmuró el ladrón. -Lo que tú digas, pero yo tengo que actuar mañana, y se nos han acabado los carteles de “función suspendida por gripe”. El ladrón se rió de buena gana. Lee siempre había sido un buen compañero de juergas. -Oye, estoy en un hotel de los buenos- comentó el ladrón-. Vente esta noche, y no tienes que dormir en la caravana… -Gracias, Sammy, pero yo también estoy en un hotel de los caros- respondió Lee con una sonrisa-. En cuanto se enteró de que venía a la ciudad, Bruce Wayne en persona se empeñó en reservarme una suite en el Gotham Plaza. El gesto de contrariedad en el rostro del ladrón le resultaba extraño a Lee. -¿Te pasa algo? -Nada, hombre, que no me lo esperaba. -Que tu plan era bueno también, tío, que te agradezco que me ofrecieras la habitación y tal, pero es que ya tengo una, y no le puedo hacer el feo a Bruce Wayne… -Claro, tío, tranquilo, si te entiendo. Por cierto- añadió, con un leve destello en la mirada-, te he traído un detallito, lo tengo en la furgo. -¡Una stripper!- exclamó con una sonrisa de ilusión. -Va a ser que no. ¿Te vienes y te lo doy? -Venga. Caminaron los dos hacia la caravana. El ladrón abrió las puertas traseras y rebuscó en el interior de una caja. -¿Qué es? ¿Qué es?- preguntaba Lee. -Ya lo tengo. Échale un vistazo. Lee Cliff, la estrella del circo, el mejor escalador reconocido del mundo, se acercó con curiosidad a la furgoneta. Y eso es lo último que jamás podrá recordar que le ocurriese esa misma noche. El ladrón cerró la espita del gas somnífero, recogió la manguera, y mientras se disculpaba a un amigo que no le estaba escuchando, cogió a Lee Cliff en peso y lo metió en la furgoneta.
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