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Sendero de Sangre

Relatos Dreamers

I: ESPEJISMOS
     
Desierto del Sahara, año 1126 D.C.
     
     Faltaba menos de una hora para que el Sol asomara sobre las dunas. Un hombre joven, de unos veinte años de edad, se arrastraba trabajosamente sobre la arena. Su cabello castaño, largo hasta los hombros y ligeramente rizado, estaba visiblemente chamuscado. Graves quemaduras se vislumbraban en su anormalmente pálida piel, además su cuerpo sufría una grave deshidratación, aunque no a causa de la falta de agua.Añadir Anotación
     El joven dejó de arrastrarse, trató de reunir fuerzas y comenzó a cavar, a pesar de que era plenamente consciente de que su esfuerzo era completamente inútil. No le daría tiempo, no podría protegerse del Sol. Ni siquiera le quedaban energías para mover la arena.
     Había caminado durante cinco noches, escondiéndose al amanecer en las profundidades de las dunas, enterrándose por completo; pero ahora estaba demasiado cansado para poder volver a hacerlo. Durante todos esos días no había encontrado un solo ser vivo que le pudiera servir de sustento. Decidió darse por vencido, jamás lograría salir con vida de ese condenado desierto.Añadir Anotación
     Se tumbó boca arriba, harto ya de luchar contra lo que parecía inevitable. En poco más de media hora todo habría acabado, el Sol le quemaría hasta que sus cenizas se mezclaran con la arena del desierto.
     Esperaba que la muerte fuera rápida. Lamentaba no llegar a tener la oportunidad de vengarse del hechicero que le había puesto en aquella situación. Pero lo que más sentía era no poder volver a ver a su madre, le hubiera gustado pedirle perdón. Se había comportado como un idiota y ahora la comprendía. La sed era terrible, él mismo mataría a cualquier ser que viera en ese maldito desierto, absorbiendo hasta la última gota de su fluido vital. Ahora comprendía por qué ella había matado a sus verdaderos padres; simplemente no tuvo otra opción, no fue dueña de sus actos.Añadir Anotación
     -Perdóname, Andrea... Ha llegado mi hora. Adiós, madre --dijo el joven vampiro mientras las últimas gotas de sangre que aun conservaba su cuerpo surgían de sus ojos y comenzaban a recorrer su reseco rostro.
     El cielo empezaba a clarear, faltaba poco tiempo para que el Sol hiciera acto de aparición. Cerró los párpados y se relajó. Con el último resquicio de sus fuerzas sujetó el colgante que siempre llevaba consigo, un colgante cuya forma recordaba la de un ave Fénix con las alas extendidas. Pensó en su añorado amor, Misha Litmun. Ojalá al morir pudiera reunirse con ella. Pero el vampiro no se hizo ilusiones, había cometido actos terribles, su alma estaba condenada para toda la eternidad. Jamás volvería a estar con ella, ni siquiera más allá de la vida. Suspiró con resignación y se preparó para morir.Añadir Anotación
     -Aún no ha llegado tu hora, Stern Battler.
     El vampiro se sobresaltó y volvió a abrir los ojos. ¿Había escuchado a alguien mencionar su nombre? Giró su cabeza hacia la izquierda, lo que vio no podía creerlo.
     Un hombre se encontraba arrodillado a su lado. Stern no sabía de donde demonios había salido. Debido a la inhumana sed que tenía, el vampiro debería haber podido oler la sangre de ese extraño a cientos de metros, incluso tendría que haber escuchado los latidos de su corazón a kilómetros de distancia; sin embargo no había sentido ni oído nada. Era como si aquel hombre hubiera aparecido de repente. Quizás era una alucinación, en la última noche Stern había tenido muchas.Añadir Anotación
     El vampiro observó al extraño hombre surgido de la nada. Parecía un mortal, ya que su corazón latía rítmicamente. Si Stern no estuviera tan débil se habría arrojado a su garganta sin dudarlo. Tenía unos sesenta años, de complexión musculosa y cabello cano –más bien plateado- que le sobrepasaba ligeramente la altura de los hombros. En su vestimenta destacaba una capa y una sencilla cota de malla. No parecía un hombre del desierto.Añadir Anotación
     Stern se dio cuenta de que al hombre le faltaba el brazo izquierdo, además una gran
cicatriz atravesaba su rostro en el mismo lado. La cicatriz le recorría el párpado, que el
hombre llevaba cerrado. El vampiro supuso que no tenia visión en aquel ojo.
     -¿Qu... ¿Quién eres? --preguntó Stern. Un gran calor empezaba a recorrer su cuerpo. El Sol comenzaba a asomar por el horizonte.
     -Eso no importa ahora... Toma, bebe de mi sangre.
     El extraño sujetó una daga con sus dientes, acto seguido hendió su muñeca derecha y la acercó a los labios de Stern. El vampiro abrió la boca y tragó trabajosamente el fluido vital que se escurría por su garganta. Inmediatamente después sintió un ardor insoportable recorrer todo su cuerpo, el dolor fue tan agudo que acabó desmayándose. Su último pensamiento consciente, mientras tenía la certeza de que estaba empezando a arder y jamás volvería a despertarse, se centró en Misha. A Stern no le daba miedo morir, después de todo era lo que se merecía. Solo deseaba volver a ver su rostro de nuevo, aunque fuera sólo por un segundo...Añadir Anotación


By Quino-Wan

Quino-Wan, 19 de Octubre de 2004
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