|
"¡Gizzo Fyital!"
Loby había cobrado un montón de pasta por adelantado para acabar con Dracula, y ahora se le había vuelto a escapar, en forma de espesa niebla. Aún recordaba cuando se metió en todo esto. Loby antes era tan sólo una adolescente cualquiera, sin más preocupaciones que las normales en su edad (beber, fumar, follar y rajar). Bien, de hecho no era una chica, pero se tuvo que empezar a disfrazar con estos apretados modelitos (que por cierto le marcaban paquete) cuando descubrió que podría hacerse pasar por La Cazadora y tener para él solito todos los trabajos de exterminación de vampiros en varios kilómetros a la redonda, y en todo el continente o el rajado planeta entero si se esforzaba. Tras exterminar violentamente unas 50 Cazadoras y amenazar a los miembros del Consejo con obligarles a tragar sus corbatas hasta sacarselas por el culo y hacerles el doble nudo, a estos no les había quedado más remedio que permitirle trabajar como Cazadora, previo cambio de "look" para engañar a las criaturas del mal. De todas formas, nadie podría ser más efectivo, y a pesar del salario se ahorraban dinero en otros gastos gracias a Loby. Bien, su primer día de trabajo había sido bastante gracioso. Su patrón, un tipo de gafas al que sacaba cuatro cabezas, le había dicho que para matar a los vampiros debía clavarles una estaca en el corazón o decapitarles. Loby lo tuvo en cuenta y cuando entró en aquel bar y empezó a rajar y rajar con su garfio sin parar procuró no seccionar el cuello a la mayoría, para así observar su aguante y además divertirse. Masas de pulpa coronadas con cabezas pegadas a medios torsos maldecían al bastardo que con un puro y un modelito de chica 5 tallas menor se reía sonoramente mientras descuartizaba vampiros a diestro y siniestro. Bien, esto le hizo ganar rápidamente una temida reputación, y las fuerzas del mal temblaban al oír el nombre de: ¡Loby, la Rajavampiros!
Loby despejó su cabeza, tenía que encontrar otra vez a Dracula. En cuanto acabara con ese bastardo muerdecuellos podría ir tranquilamente a emborracharse al pub del pueblo. ¡El pub, claro! Dracula había perdido fuerzas y necesitaría sangre para recuperarse. Loby se montó en su moto y con Slayer sonando a todo trapo se dirigió hacia aquel antro a través de las calles. A pesar de que Sunnydale ya era un pozo de muerte y destrucción antes de que Loby llegara, ahora era mucho peor. Los "daños colaterales" producidos por las masacres indiscriminadas que tanto disfrutaba nuestra viril heroína se equiparaban a las bajas producidas por las fuerzas del mal antes de su llegada, y las calles parecían las de un mundo post-apocalíptico, con destrozos por doquier y cadáveres descuartizados que se renovaban cada noche por todas partes. Algunos cadáveres monstruosos eran empalados por nuestra defensora de la paz favorita en alguna farola o señal de tráfico, o cuidadosamente claveteados en algún muro mostrando grotescas muecas de terror; todo ello a modo de trofeos y de decoración post-modernista (al fin y al cabo, la Cazadora, o Rajadora, tenía un sentido de la moda muy agudizado). Mientras se regocijaba en los frutos de su trabajo, Loby oyó un ruido. Tras un callejón, Dracula, totalmente debilitado, se alimentaba de un temblequeante perro.
-¡Haw haw! ¡Sabía que no sería para tanto! Al fin y al cabo, tus poderes sólo han servido para escapar una y otra vez de "El Hom..." Huh. Lo que sea.
Dracula, aún débil y demacrado, levanto su mirada y soltó el cadáver canino, incrédulo.
-¿Por qué? No lo entiendo. Trabajas para la humanidad, pero lo único que dejas a tu paso es destrucción. ¿Esto es lo que quieres para los tuyos? ¿Es lo que quieres para los vivos?
-Hey, yo sólo trabajo para ganar dinero. Bueno, también disfruto con ello, y ha llegado la hora de disfrutar, en el bar me esperan unos 200 litros de cerveza.
A pesar de su falta de sangre, Dracula sangró mucho.
| |
