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El Capitán América
de Rob Liefeld
Anotado.
(Un melodrama en seis partes)

By: Josep Calduch & Javier Riva

 

Prepucio

En el campo del arte secuencial, pese a la crisis que lleva arrastrando los últimos ciento cincuenta años, de vez en cuando aparecen obras que combinan una temática comprometida y el trabajo de un autor excepcional, que reciben el merecido nombre de Obras Maestras. Si además la Obra Maestra cuenta con la atención masiva del público entonces estamos indudablemente ante una Obra Maestra de Liefeld. Y este es el calificativo que mejor define a su Capitán América. Hay otros calificativos, pero no están en este.

Concebida en 1996 como un trabajo de encargo, el artista californiano volcó en ella todo su saber hacer, su carácter, dejando una obra de obligada lectura y revisitación periódica. Por ser la obra emblema de una época. Por la profundidad de su mensaje político. Por la acción palpitante de sus dramáticos enfrentamientos. Por descubrir nuevas formas de dibujar las cosas. Por dibujar nuevas cosas descubriendo las formas. Por formar cosas descubriendo nuevos dibujo. Por que sí.

Rob Liefeld ha sido calificado casi desde sus inicios como un caso único. Nadie ha sido capaz de dibujar como él, pese a la multitud de clones suyos que aparecieron en su día, gente que creía poder encontrar éxito copiando dientes apretados y poses abigarradas, pero sin comprender el mensaje destilado en las imágenes copiadas. En nuestro país, el único autor con una trayectoria similar podría ser Cels Piñol, un artista que alterna la absoluta independencia con la colaboración en las empresas patrias más monolíticas para demostrarnos que lo importante para tener éxito no es ni un buen guión ni un buen dibujo, sino alguna otra cosa. Pero aun reconociendo a este simpático autor sus méritos, el trabajo de Liefeld sigue estando a centurias-luz de eso, tanto a nivel gráfico como narrativo. Y es que Liefeld es uno de los pocos artistas (por no decir el único) que consigue provocar una reacción orgánica en el lector. La indiferencia ante su obra no existe. La contemplación de una obra suya es todo un estímulo para los sentidos y para algunos órganos internos. Es por esto que es una de las lecturas preferidas por muchos para ir al aseo. Y no por lo que pueda pensarse a primera vista, sino por tener esa primera lectura fácil, rápida, sencilla, agradecida. Lástima que el lector de a pie (o de cuclillas en el caso que nos ocupa) se quede en lo aparente.

Y posiblemente los seis episodios del Capitán América sean su obra cumbre por la multitud de niveles gráfico-narrativos que encierran profundos mensajes. Además contó con el aliciente de ser difundido masivamente al publicarlo la mejor editorial del mundo, Marvel Enterntainment Group, que nunca ha ocultado su preferencia por Liefeld y suele contratarle para impulsar personajes caídos en desgracia en cortas pero intensas etapas (“lo bueno si breve dos veces bueno”, como dicen muchos a sus novias el sábado sabadete). La etiqueta de “Mejor editorial del mundo” para Marvel es innegable puesto que es la editorial que más vende, tanto en estados Unidos, como en España, Conchinchina o Madagascar. Y es que el lector no es tonto ¿verdad, lector?... ¿lector?

Sin embargo, tras las primeras críticas aparecidas a esta obra, quedaba la sensación que demasiada gente se había quedado en lo aparente (“mal guión, mal dibujo”), siendo incapaz de ir más allá. Es posible que las masas, acostumbradas a la lectura rápida e indiferente de toneladas de lectura basura, ya no sabían apreciar el verdadero arte. Y es que hoy en día, se caga demasiado rápido.

Al mismo tiempo, se estaba desarrollando un curioso fenómeno en las obras pretendidamente intelectuales, que era complementarlas con anotaciones que indican las referencias que se han copiado para elaborarlas. Esto evitaba que el lector se esforzase a pensar por su cuenta y hacía que las referencias entrasen sin dificultad, de forma que los lectores podían ver inmediatamente que listo decía ser el autor. Así, ante una obra pretenciosa, el público compraba las anotaciones, aunque sólo fuese por el que dirán, tampoco era realmente necesario leerlas. Comercialmente, tal vez el logro más sonado sea incluir las anotaciones dentro de las entregas la misma obra, de manera que se estén haciendo pagar páginas manuscritas al precio de tebeos en papel satinado. La lectura de las mismas no es obligatoria, aunque decir que se ha hecho otorga credibilidad y prestigio, y nadie va a leerlas para comprobar si se dice la verdad o no. De hecho, es muy típica la fórmula:

Cómic + Anotaciones = Obra de obligada lectura – lectura de anotaciones.

Y si obras tan vacías como Watchmen, Sandman, las Historias Jamás Contadas de Spider-Man, Astro City, Siempre Vengadores, From Hell, Planetary o The League of Extraordinary Gentlemen cuentan con sus anotaciones, sea publicadas dentro de sus páginas o perdidas por Internet ¿acaso el Capitán América de Rob Liefeld no merece el mismo tratamiento? Y es por esto que las clases intelectualmente mejor preparadas hemos elaborado estas anotaciones para ilustrar a los más ignorantes. No hace falta que nos lo agradezcáis, lo hacemos por hinchar nuestros propios egos, lo que opine la chusma nos la suda bastante. ¿Verdad chusma? ...¿lector?

Por tanto, vamos a intentar desmenuzar la iconografía subyacente de la obra pictórica de estos números y de descriptar la prosa implícita e intentar explicarlo en cristiano llano. El Capitán América tiene varios niveles de lectura, aunque no todos sean evidentes. La intención de este escrito es desgranar matiz a matiz todas las capas de esta enorme cebolla. Esperamos que nos acompañéis y lloréis con nosotros. Luego podéis comérosla (la cebolla).

Y no debe pensarse que este texto se encuentra terminado, ya que el arte de Liefeld es tal que tiene tantas interpretaciones en su lectura como personas lo leen. Así que si algún lector aventurero descubre algún detalle de esta magna obra que aquí se nos haya pasado, haría bien en comunicárnoslo. La idea es que esta sección, con el apoyo de las futuras colaboraciones vaya creciendo, cual metástasis, hasta que todo este analizado, desde el olor de la tinta hasta el grosor del papel de cada página. Si vais a colaborar y os frena la vergüenza a ver vuestro nombre publicado aquí, os avanzamos que nuestra política suele ser la de no hacer públicos vuestros nombres para evitar este tipo de problemas, y nosotros nos quedamos resignadamente con todo el mérito.

¿Oís eso? Es el ruido de la continuidad al romperse. Y Rob os espera al otro lado. Id con él. Dulces sueños, si os atrevéis.

Advertencia legal, para que no nos suceda como a otros: el Capitán América de Rob Liefeld es ©, TM, @, ®, y propiedad intelectual de Rob Liefeld. Que lo sepáis.

Pasen y lean.

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