X-Force (v.2) Nº 1 (2004) de Rob Liefeld Anotado. (The Legend Returns) :: Página 3 :: By: Javier Riva Italo Calvino en su maravilloso libro Las Ciudades Invisibles, imaginó a Marco Polo relatando al poderoso emperador Kublai Jan todas y cada una de las ciudades que conoció su fantasía y en sus viajes. Sin embargo, le faltó una: Karanada. Rob, seguramente lector de Calvino y de tantos otros, quiso homenajearle (y esta vez sí que es un homenaje) describiendo de manera genial, y en solo dos viñetas, la ciudad que le faltaba a Italo. ¿Y que tiene Karanada de especial, aparte de estar creada por Liefeld? Sus calles. Perdón, su calle. Su única calle. Bueno, su única y cambiante calle. Su única, cambiante y Adliana calle. Los edificios mutan y se mueven para arropar al visitante, que si llega en un enorme corcel por una calle abierta (con polvo en ebullición) en cuanto se acerca a uno de sus habitantes, surge un arco justo a su espalda. Sus edificios. Derruidos, con toldos de colorines, ventanas oscuras y puertas siempre abiertas. Ese atardecer violeta photoshop es recortado por dos edificios que rompen con la arquitectura de “la única calle”: el Gughenheim, y el tubo. Liefeld necesita definirnos el caos en la diferencia de estilos constructivos. La sobriedad y gran altura de “El tubo”, como todo buen símbolo fálico nos acerca a un mundo de fantasía, en donde pelirrojas con trenzas te reciben con el culo al aire (viñeta 1) para más tarde tapárselo (viñeta 2 y siguientes). Estas mujeres, bravas, y con nombres, como la propia ciudad, en los que sólo tienen cabida la primera vocal del alfabeto (D’Narda, Karanada, Nathan). ¿Por qué el Gughenheim? Porque sí. Tenemos una ciudad derruida pero con los toldos nuevecitos y sin un agujero. Chicas que son capaces de parar caballos de 4 metros de altura. Túneles de escaleras imposibles, en los que se necesitan antorchas a pesar de estar iluminados. Chimeneas alargadas. Y un viento que levanta las capas de sus turistas, a pesar de haber detenido su caballo (viñeta 3). Con todo esto, propio de la mayor de las genialidades creado por el mayor de los artistas, sólo faltaba algo al final de la calle que reflejase el caos creativo. Y Liefeld, conocedor al dedillo del Gughenheim (están negociando una exposición de toda su obra para uno de estos años), rinde tributo a una arquitectura indefinida. Liefeld es al arte lo que el Gughenheim es a Liefeld. De nuevo Rob vuelve a mostrarnos su genio. Karanada (no como las ediciones de Norma) se muestra inhóspita, extraña, discontinua, diferente… pero sobre todo única. Kublai Jan hubiese disfrutado con esta ciudad visible. Marco Polo nunca llegó a imaginarse algo así. Liefeld arquitecto de lo imposible. Liefeld genial. Por siempre. <-Volver
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