Enfermedad Cuantitativa

Ya no podía dejarlo pasar mas tiempo, debía saber queme estaba pasando y así encaminé mis pasos al consultoriodel Doctor Grandenawuar en el 49 de Calle Sanlúcar. Susánme había dicho que si existía alguien en toda Ciudad B quesupiera lo que me estaba ocurriendo era aquel estrafalario especialista,y, por todos es sabido que nunca hay que despreciar los consejos de unasiamesa. Caía la tarde y la penumbra de calle Sanlúcar asustaba.Me adentré con paso firme y decidido, pero tras los primeros cincuentapasos mi decisión se tornó en sospecha sobre todo lo quese movía y el paso firme en una carrerita de corredor de marchadeseando haber traído una linterna, un retrovisor y un machete indiano.Tras una batería de siete contenedores de basura habitados (dossin tapadera y tres sin ruedas), llegué a un portal de finales delsiglo pasado en el que un solitario nueve invertido colgaba. Una placa,comida por el verdín de la humedad del callejón y su pococuidado, rezaba en historiadas letras:
 

DOCTOR EUGENE GRANDENAWUAR
FLINSTRÓLOGO LICENCIADO
CONSULTORIO DE 6 P.M.-10 P.M.
Segunda Planta

Crucé la puerta entornada cuando eran las ocho pasadas (habíanueve buzones perfectamente alineados a la derecha del portal) y subílos treinta y seis escalones de una amplia escalera de caracol hasta elsegundo piso. Había una única puerta y golpeé el pomocon el cuerpo de una sirena. Tuve que repetir mi llamada un par de vecesmás, hasta que una anciana arrastrándose sobre un bastónde raíz retorcida me abrió la puerta. Le di las buenas tardes,pero sin mediar palabra, como si no me viese, me indicó con el bastón,sin levantarlo del suelo, una habitación con cinco sillas alrededorde una mesa cargada de revistas. Frente a la puerta de entrada habíaotra puerta cerrada de la que pude oír un murmullo y un par de golpes.Cuando la mujer marchó por el largo pasillo en direcciónopuesta a la habitación busqué una luz que me rescatase dela oscuridad que albergaba la sala de espera. Una lamparilla me dio eltenue foco necesario para poder hojear una revista cogida al azar de lamesa. Sorpresa la mía, cuando la gastada revista estaba datada enMayo del 29, era americana y en ella se veía un gran edificio enconstrucción. La hojee con detenimiento y cogí otra. Estaera del 32 y australiana. Durante todo el tiempo que pasé en lahabitación las clasifiqué por fechas y países y cuandome disponía a leerlas todas escuché abrirse una puerta ydos hombres hablando en una lengua extraña. Una de las voces eraaguda y la otra muy grave. Unos pasos y una alta dama rubia de másde cincuenta años me saludó con la voz grave. Siguiéndolaun hombre bajito, de gran cabeza calva desde la coronilla hasta las cejasme miró, soltó un hipido agudo y se dirigió con unsaludo consistente en bajar su gran trono acompañando a la espalda:

'Mi querido amigol, aquí el Dr. Grandenawar para servirleen todo lo que nadie antes pudo. Pase a mi consultorio. Le haréunas peazzos de pruebas tan chikititas que ni se va a enteral.'

Estuve a punto de soltar la carcajada más estruendosa de todami vida pero me contuve. Tras aquellas maneras de payaso de feria y sucaminar entrecortado, había algo que me había descrito Susáncuando me lo recomendó: 'Cuando estás con el parece comosi tu problema se ocultase, se escondiese por miedo ante el Dr.Grandenawar'.Y era cierto, mi problema no aparecía.

Pasamos a una estancia igual de oscura que la sala de espera y una vezsentado en una cómoda butaca de cuero frente al Doctor este comenzósu particular terapia.

-Bien amigol, en esta primera fase limítese a contestar laspreguntas que le vaya haciendo en el mínimo tiempo posible. Su velocidadde respuesta será fundamental para un primer diagnósticode su enfermedad. Vamos con la primera. ¿Qué hacen cincomonos en un Land-Rover?.- aquella pregunta me desconcertó. Nosabía a que venía pero tenía que contestarla comofuese.

-Van a recoger a otro mono para ir a una fiesta.

- ¿Un trailer?

- Seis ruedas y una de repuesto

-¿Quien estuvo en la habitación de la reina mientrasel rey dormía?

- El ocho de corazones.

- ¿Cuantas amapolas crecen en un vertedero?

- Una.

- ¿Cómo camina el ciempiés?

- Siempre cojo.

-Bien. Creo que su problema está claro, pero antes de darlemi diagnóstico tras mi última prueba, me va a decir los síntomasque lo han traído a mi consulta.- La voz de Grandenawar habíaperdido el tono jocoso y bromista y su mirada, directa a los ojos, desvelabasu particular sabiduría.

- Todo empezó durante las últimas vacaciones. Al díasiguiente de volver de un crucero por las islas griegas bajé a comprarel pan y, aunque estaba solo en la panadería, nadie me atendía.Como soy tan distraído me creí que las muchachas estabangastándome una broma y me marché un poco molesto. Pero lacosa no quedó ahí. Los vecinos de mi portal me ignorabany en el bar no me ponían copas, mejor no parecían escucharme.Un día llegué a coger un taburete y estrellarlo contra labarra. Pero nadie se inmutó y lo que es peor, los destrozos hechospor el taburete apenas si duraron unos segundos...

- Y dice usted que es un poco distraído, ¿en que consistesu distracción?

- Pero eso no es lo peor, cuando llegué a la oficina no estabani mi mesa, ni mis bolígrafos, ni aparecía en el tablónde tareas...

- No me esquive, ¿cual es su distracción?- En aquelmomento comprendí que el Dr.Grandenawar había descubiertomi juego secreto. Mi pasatiempo favorito desde la infancia, la causa demi aislamiento voluntario.

-Bueno, pues... me gusta contar. Calcular todo lo que aparece antemi. Encontrar la relación numérica que existe entre todolo que se encuentra ante mis ojos. Ya se que suena una tonteríapero es algo que me apasiona.

- No se preocupe. Y por cierto ¿desde cuando no come?

- Esa es otra cosa extraña. Si se lo digo no se lo va a creer.Susán la Siamesa no se lo cree aún. El último bocadoque probé fue hace más de dos meses y no me siento débilen absoluto, al revés estoy como más... más activo.Fui a un médico pero ya se imagina, me ignoró.

-Y dormir ¿desde cuando no duerme?

- Pues casi del mismo tiempo. No me apetece. Prefiero pasar la nochecontando anuncios de detergentes, buscando relaciones geométricasentre las estrellas o viendo la frecuencia con la que pasa un coche rojofrente a mi casa.

- Amigo mío, creo que no va a ser necesaria la últimaprueba. Sus síntomas son claros. Para serle sincero el últimocaso que tuve similar al suyo fue sobre el 1877. Acababa de abrir la consultaen esta ciudad. Eran los tiempos en que esta ciudad tenía un nombremarítimo y sus habitantes no eran muchos más que los de unpoblado de hoy. Aquel tipo tenía síntomas parecidos a lossuyos pero menos acentuados. Ahora me parece que vive en la costa Oestede USA.

-¿Pero, cómo que vive? Ese hombre debe tener másde ciento veinte años.

- No se alarme. Nooor. Realmente llegados al punto en el que ustedy muchos como usted se encuentran la edad física pierde sentido.Querido amigo usted sufre lo que se llama el Síndrome del Mal delLago en su vertiente matemática observable más pura. Su únicopropósito es contar, relacionar y promediar todo lo que se encuentraante sus ojos. Por suerte carece de los síntomas del computacionalimaginativo, que es un síndrome primo al suyo en el que todas lascábalas matemáticas se producen ante fenómenos queimagina en su cabeza. Ese síndrome suele ser demencial.

-¿ Pero qué me quiere decir con esto que me voy a pasartoda la vida contando las barras de pan de las panaderías o loscoches aparcados en una acera.?

- No se porque se pone así, usted mismo me lo ha reveladocomo su pasión oculta más deseada. Por otro lado eso no esexactamente lo que va a ser su vida. Con el tiempo se dará cuentaque hay cosas muy importantes a tener en cuenta y que sus cuentas, relacionesy probabilidades serán de gran utilidad para otros que se le presentarána su debido tiempo.

- Pero ¿y mi vida, mi sustento, mis relaciones? Lo he perdidotodo.

- Esa es una verdad a medias. Como ha podido observar uno de losefectos laterales de su síndrome es la pérdida de cualquiernecesidad fisiológica sin que su vida corra riesgos..

-¿Cualquiera?

- Bueno, hay algunas que las puede realizar pero su necesidad deaplacar esos instintos es más baja que las de cualquier hombre normal.Por otro lado, y esto puede ser lo que a primera vista parecerámás traumático, usted ha dejado de existir para un 98% dela humanidad. Mejor dicho, al adquirir el síndrome usted no ha existidonunca para ese 98% de humanidad. Existe ese otro 0,2% que, a primera vista,parece muy poco pero son unos cientos de miles que perciben su presencia,de manera más o menos nítida, y que será con los queusted mantendrá contacto. Ya conoce a una de esos seres: Susán.Ella, como siamesa que es, y al nacer su hermana muerta más aún,puede percibir a todos los que como usted caminan entre los mortales conpaso diferente. Tuertos de nacimiento, enanos de orejas puntiagudas, albinosde ojos negros o nacidos con dos penes o tres dedos en cada mano tambiénpodrán sentirlo. Además de otros que sufren el síndromedel Mal del Lago o similares. Y todo eso sin marchitar ni un ápicey manteniendo la memoria de un elefante de un circo ruso.- En las palabrasde Grandenawar se salpicaron unos tintes de su humor inicial.

-¿Y por que yo?

- Esa será una pregunta que lo acompañará duranteel resto de su vida y muchos se la intentarán responder para atraerloa su bando. Ahora querido amigo tengo otro paciente que atender. Lo acompañohasta la puerta.

- ¿Cuando podríamos tener otra cita?- preguntécon ansia como si fuera un niño perdido en el metro que se encuentracon un policía.

-¿Qué le parece dentro de un lustro?- La respuestame dejó cortado. Salimos del consultorio y miré a mi derechaen la sala de espera una niña con su madre esperaban. No estabanlos periódicos sobre la mesa, en su lugar estaba una gran pecerarepleta de peces de colores. El Dr.Grandenawar me abrió la puerta,me guiño un ojo y susurró:

- La Flinstología no es una ciencia exacta, así quepóngale dos velas a San Pablo Mármol.

Cuando comenzaba a bajar los treinta y seis escalones, escuchéun hipido y algo así como:

-' ¿Qué le pasa a este pedazo de niña tan chikitita?¿Te gustan los calamares?, a mi de siempre, en su tinta, ofcorz'.

Bajé la escalera contando el numero de barras de hierro que formabanla barandilla.
 

(*) Flinstología:Ciencia que estudia la vida y milagros de Pietro Picapietra y todosu entorno.