Había sido un díade perros y deseaba tomar mi primera cerveza cuanto antes. Baje las escalerascon premura, teniendo buen cuidado de no pisar la capa y llegar rodandohasta la barra. Abrí la puerta y desde allí saludéa Mudden como de costumbre, crucé el pasillo hasta mi taburete yantes de sentarme ya tenía una gran jarra de cerveza helada sobreuna de las toallitas con marcas de cerveza que cubrían la barra.Aquel ritual me recordaba al de aquel gordo fofo y cascarrabias, creo queera Norm, en Cheers, y yo no estaba gordo, solo un poco tripón,ni era cascarrabias, solo me gustaban las cosas a mi manera. Tras los primerossorbos a mi cerveza, levanté la cabeza de la jarra y pude ver subamboleante figura. Era una mujer algo más que madura, pero aúnconservaba el encanto de aquella muchacha que cruzaba la frontera parair al cine o a las fiestas de los gringos. Luba estaba aquella noche trasla barra, el sueldo de alcaldesa no daba para alimentar tantas bocas ensu casa y la profesión de bañadora la abandonó haceya, aunque si fuese por mi, la podía retomar en cualquier momento.De un solo trago apuré el más de medio litro de cerveza quequedaba en mi jarra, casi se caen las gafas en la jarra cuando la pusesobre la mesa. La segunda jarra ya me esperaba sudando sobre la barra.
Ahora tocaba buscar un contrincantepara jugar al billar. Con la jarra sujeta con la mano derecha y apoyadasobre la pierna izquierda, comencé a escrutar el bar buscando elsujeto adecuado para divertirme un rato sobre el tapete verde. Miréla barra en la que estaba sentado y justo dos taburetes antes del finalestaba sentado el viejo Matt. Melancólico y cabizbajo hablaba soloanimado por una colección de vasitos de whisky vacíos quese alineaban frente a él. Enemigo descartado. Aún en eseestado el Sr.Murdock era capaz de meterme una paliza con los ojos vendados.A la derecha de la puerta jugando al pinball, un joven Horacio dialogabaamenamente con Ruben Flagg con su casaca desabrochada y con cara de extrañezaante las descargas que la máquina de bolas producía cuandoNexus pulsaba un taco. Ambos eran dos formidables jugadores de pinballpero no sabían jugar al billar. Frente al televisor se encontrabanHal, Bruce y Oliver, los tres vestidos al más puro estilo setenterode Neal Adams, que apostaban su capa, anillo y arco por el ganador de unpartido de basket. Excelentes jugadores de billar pero la invitacióna uno se haría extensiva a los tres y esta noche tenía ganasde jugar uno contra uno. En el primero de los reservados se podíanescuchar gritos y silbidos, las chicas guapas de la costa oeste habíanmontado una fiesta y habían invitado a unas amigas. Voodo, Zealot,Fahrenheit, Ballistic, Rapture, Glory y Cyblade parecían colegialasel día de su graduación, pero aunque le sedujese la ideade invitarlas a una botella de champagne y buscar algo positivo, sabíapor experiencia propia que aquel intento iba a acabar como siempre: gastándosela paga en tiritas. Otro día sería porque la verdad es quela imagen de Fahrenheit se me aparece algunas noches vestida con un camisóncortito transparente y le dice algunos secretos al oído que ...sigh. En el otro reservado está Cerebus tomando una botella de vinoa la luz de una vela junto a Jaka. Su cara de resignación lo dicetodo: 'Esta noche Jaka me quiere solo para ella. Gracias pero ADIOS'. Conlas buenas juergas que nos hemos corrido juntos. Y eso sin hablar de nuestrasmemorables partidas de villar. Aún recuerdo el lío que montamoscuando aquel skrull se rió del oso-hormigero porque no llegaba ala mesa y este no tuvo otra cosa que hacerle un fondo de ojo con el tacoal skrull. Un tipo excelente, aunque es una lástima lo suyo conlas mujeres. Pero ¿quién está entrando en el bar?Mi compañera de billar favorita y viene sola. Estoy de enhorabuena.Esta noche puede ser la noche más completa para un ávidolector de comics.
'Hey Betty, Betty Braddock¿jugamos una partidita de billar?'