El Abrazo

       La calle estaba desierta, era demasiado tarde, incluso para él, acostumbrado a moverse a tan tardía hora debido a su profesión de detective privado. A esa hora es donde los fieles esposos por el día, deciden salir a divertirse, echar una canita al aire, sinceramente, todo eso le pone enfermo. Su profesión, su vida, todo le da asco, hay noches en las que desea morir.

       Los recuerdos volvieron a su mente el maldito dia en que recibió esa extraña llamada. Cientos de preguntas como leones a una carnaza de antemano preparada. Esa voz, tan familiar, con un leve acento británico, le recordaba demasiado a la de su Eloise.

       Pero no podía ser, por mucho que en su mente, su esposa siguiera con vida, la realidad era muy distinta. Prácticamente la vio morir. Sufrió su dolor, rogó al cielo reunirse con ella, pero no sucedió, sus suplicas no encontraron respuesta. Nadie acudió para librarle de sus pesares, nadie.

       Mira el reloj aprovechando la parpadeante luz de una farola. Casi se queda ciego en el intento. Aún no era la hora, aún no eran las tres de la mañana. Así que decidió sentarse en las gastadas escaleras de la iglesia a esperar ¿Qué otra cosa podía hacer?

       Busca la cajetilla de tabaco entre su gastada cazadora vaquera, y se lleva uno a los labios, encendiéndolo después con su corriente mechero. El humo llena su boca, pasando a sus pulmones, caliente, delicioso, y lo expulsa lentamente, fijándose como en la oscura noche, desaparece con asombrosa rapidez gracias al viento. Y se da cuenta del frío que hace, y de que nada más que la curiosidad le retiene allí.

       Pero casi sin poder evitarlo, su mente comienza a recordar a su ya fallecida esposa. La recuerda idealizándola, como es lógico. Recuerda su cabello rubio, tan rizado. Sus ojos verdes, jaspeados con tonos dorados, que le daban una mirada casi gatuna. Aquel andar maravilloso. Su sonrisa, tan perfecta. Esos labios carnosos que tantas veces había retenido entre los suyos. Era imposible no enamorarse de Eloise. Como tambien es imposible olvidarla.

       Mira el cigarrillo que tiene entre sus dedos, tras darle una última calada, lo tira observando como las chispas salen de el al rozar el suelo. Poco a poco la llama se va extinguiendo para luego morir, dejando sólo el reguero de humo en el aire. Todo mientras él recuerda a su Eloise.

       Comienza a tener mas frío. Abrigándose como puede, decide levantarse de las escaleras. Finamente hablando, piensa, se le está congelando el culo, así que se dirige a la puerta de la iglesia, donde por el día, los mendigos se dedican a pedir a la salida del oficio. Hey! Es su dia de suerte, se agacha y recoje una moneda de 25 centavos dejada a la mano de dios ante la puerta de la iglesia. Cuando se levanta contemplando la moneda, repara en que no esta solo. Al pie de las escaleras, una dama de apariencia angelical, le observa. Parpadea confuso, no es posible... es... es ella... su amada Eloise... esta ante él.

       Balbucea incoherentes palabras antes de poder dar un paso, y la dama sonríe; sonríe aún mirándole mientras extiende la mano para que se acerque. Sigue tan bella como antaño. Y él no puede evitar acercarse, tomar su mano entre las suyas para observar que esta helada y la besa con fervor casi religioso, como harían muchos al contemplar la estatua de la virgen. Pero para él, Eloise, es lo más preciado que existe. Y ahora que sabe que no ha muerto, todo podrá ser como antes.

       La mujer sonríe, cerrando los ojos al sentir su contacto, sus pulcras y cuidadas uñas rozan el dorso de la mano de su amado, y luego, alza su barbilla, levantando la mirada. Haciendo que por fin sus ojos se miren fijamente, pero ya no sonríe, en su cabeza, un dilema se debate: ¿seguir el consejo de su amor? ¿Dejarse llevar por lo que dicta su, ya muerto, corazon? O por el contrario... ¿Amarle en silencio...dejar que sus labios se junten, por apenas un instante en el tiempo eterno, para luego desaparecer, sin dejar rastro tras de sí?

       No sabe que hacer. Le ama, pero no quiere condenarle. Ademas, tiene demasiadas cosas que explicarle. Sabe que la naturaleza de su amado, es ya de por sí preguntona. Espera casi con impaciencia las preguntas, que efectivamente, no tardan en llegar.

       - ¿Como... como es posible...? Mi dulce Eloise... estabas muerta... ellos lo dijeron... no quedaba nada... O eres una imagen... Sí, eso ha de ser, eres una imagen producto de mi imaginación.

       En los labios de la mujer se dibuja, poco a poco, una sonrisa de travesura. Su amado ha reaccionado tal y como ella esperaba. Los años no pasan en vano. Con voz apagada, casi en un susurro, contesta a su pregunta.

       - Cuando decían, todo tiene solucion menos la muerte, se equivocaban. No es cierto...mírame a mí... yo estoy muerta, y sin embargo camino, siento, contemplo las cosas, admiro las maravillas... acumulo odio... amor, deseo...pasión... y sobre todo, pienso. Pienso en porqué me cuesta tanto venir a verte; y hallo la respuesta sin ni siquiera molestarme en buscarla. Porque te amo, y haga lo que haga, decida lo que decida, perdere a mi unico amor... a ti...

       La mano de la mujer se desliza por la mejilla de su compañero, acariciándola suavemente, rozándola con tanta ternura como le es posible. Sabe que de lo que haga esa noche, dependerá todo su futuro, tanto en la eternidad, como en la vida normal. Pero el hombre parece no entenderla. Toma su mano con fuerza y la aprieta.

       - Eloise... mi niña, mi amor... Tienes que contarme qué ha pasado. Así podre ayudarte. Sabes que te amo, que pase lo que pase siempre te amaré. Quiero estar contigo como lo estábamos antes, siempre juntos. No quiero llevar la vida que llevo ahora. Sin ti a mi lado, ya no soy nadie.

       Ella no puede reprimir un gesto doloroso, que asoma a su rostro sin casi poder evitarlo. Le ama, cierto, pero... ¿Sacrificará toda la vida del hombre que ama, por la eternidad a su lado?... Caín lo prohibió en su día, y tenía toda la razón del mundo. Pero no sabe qué hacer, se encuentra en un dilema moral... moral y ético...

       Tiene miedo de perder, por causa de la muerte, todo lo que ama, pero tambien tiene miedo de perder, por darle la vida eterna, por condenarlo a vivir en las sombras, en la oscuridad, por tiempo inimaginable.

       Y le abraza. Le abraza rodeándole con sus fríos brazos. Le quiere proteger, le quiere ayudar. Pero sigue indecisa en sus pensamientos.

       El hombre se deja abrazar. Respirando el suave perfume de su cabello... acariciandolo, para luego bajar por su espalda. El fino vestido deja traspasar la frialdad de su piel, y más en una noche tan poco calurosa como esa. La respiración del hombre forma vaho ante su rostro, sin embargo, no puede evitar percatarse de que su esposa no lo forma. Se separa para mirarla al rostro. Está pálida, hasta casi rozar lo extremo, y está demasiado fría, como un tempano, y sus labios, tan rojos, resaltan aún más esta palidez, bajo la inquietante y parpadeante luz de una farola.

       - Amor mío, no eres tú quien habla. No son tus labios los que quiero besar, ni esas manos las que quiero acariciar. ¿Qué eres? ¿En qué te has convertido? Temo por nuestro amor, que va más allá de la muerte. Temo que se desate el odio al descubrir qué eres.

       Y ella le mira fijamente. ¡Por dios cuanto le ama! No puede expresarlo con palabras. Y sin embargo, debe hacerlo, debe hacerlo para demostrárselo, para que vea lo que está dispuesta a hacer por él. Toma su mano y la acaricia, sus ojos aun fijos en los de el, sus bocas a escasos centímetros, la respiración del hombre azota su rostro, mientras que nada azota el de él... pues la mujer esta visto que no respira.

       - Mi vida... te amo, te amo mas de lo que nadie ha sabido hacerlo nunca. Pero estoy en una situación comprometida. Si deseo conservarte a mi lado para siempre, ese amor que dices sentir por mí, se perderá. Y si por el contrario, me voy sin mediar palabra, siempre me quedará en el corazon la idea de que pudo suceder. Aconséjame ahora, objetivamente aunque sea, pero dime algo. Pues te quiero, y si te pierdo, nada tengo.

       Y se quedan así, el uno mirando al otro. Sus labios parecen tener vida propia, quieren besarse, pero ninguno de los dos hace nada por acercarse. Quizá el precio que haya que pagar sea demasiado alto. Al mirar los ojos del joven, la mujer comprende que no entiende, que si quiere saber su opinión, por muy parcial que sea, deberá contárselo, y tiene miedo de hacerlo, pues despues, al dejarle marchar, será demasiado peligroso para los otros vástagos. Y la sola idea de que vayan a por él, le horroriza.

       Te amo, Eloise. Pero te fuiste de mi lado, aunque no se porque. Y ahora vuelves, y de nuevo, no se a que atenerme. Pues si vienes para quedarte, bien recibida seas, mas si vienes para irte, dejando de nuevo mi corazón desolado, mejor que borres de mi memoria este dulce encuentro, pues recordarlo sería demasiado doloroso.

       Tras un minuto de silencio, que se hace eterno a oídos del joven, la mujer parece reaccionar. Aparta la vista de los ojos de su amado y la deja vagar por el parque de la iglesia. Curiosa coincidencia, se encuentran en una iglesia... donde se conocieron... o quizá no es coincidencia, quizá fue el subconsciente el que actuó por ellos, dejándoles una señal, por pequeña que sea, por estúpida que parezca. Allí fue donde se juraron amor eterno. Donde se prometieron amarse y respetarse, en la salud y en la enfermedad... y, efectivamente, hasta que la muerte les separase... Pero, ¿Se cambiarian los votos ahora que ni la muerte pueden separarles? Y de ser asi... ¿Estarian dispuestos a aceptarlos? Todo depende de cada persona, la eternidad puede hacerse demasiado tediosa para pasarla con una sola persona.

       Cuando paso...bueno... cuando el accidente... Esto es demasiado complicado para contártelo. Y más ahora, en esta situacion, pero debes saberlo, debes conocer lo que paso y darme tu opinión. Porque yo te daré donde elegir, luego podrás venir conmigo, o irte... separarnos, pero esta vez, para siempre. Tendrás la oportunidad que yo no tuve. Tendras la oportunidad de elegir tu destino, tu futuro.

       La noche en la que me atropellaron... Bueno... no salí tan mal parada como esperaba. Alguien me recogió del lugar del accidente justo cuando sucedió... o poco despues, ahora mismo no lo recuerdo bien. Pues bien, me recogió una persona que no quería que muriese, pero que no me dio a elegir mi futuro. Dijo que lo sabia todo de mí, que llevaba tiempo observando mis movimientos. Que le interesaba la manera en la que hablaba, la manera que tenía de ayudar a las personas.

       Y dijo que lo que más le impresionaba, eran las ganas que tenía de vivir. Debes saber, cielo, que yo estaba muy mal herida, casi al borde de la muerte. Los dolores eran terribles, y la herida del pecho no paraba de sangrar. Pero a mi angel salvador no parecía importarle en absoluto. En vez de curar la herida, colocó sus labios sobre mi pecho bebiendo de mí, sorbiendo mi sangre... y luego continuaba hablando. Como si lo que estuviese haciendo fuera lo mas normal del mundo, pero no lo era, al menos, no para mí.

       Poco a poco, el tema se fue desviando. Me explicó lo que era, porqué bebía de mí, y los poderes que tenía, poder sobre el bien y el mal, sobre la vida y la muerte... sobre la razon y la ciencia. Poderes que yo siempre desee, el poder... el don de la eternidad, el don de poseer vida y juventud eterna. Sí, se por tu cara que piensas que estoy loca. Pero pronto, quizá mas pronto de lo que debieras, lo entiendas, y quizá después me odies por ello, ruego a dios que no sea así.

       Me explicó que era un vástago, un... sí, un vampiro. Me explicó también que yo sería su chiquilla, que tendría al igual que él, la vida eterna. Y que mis heridas no importarían, que eso sería lo de menos. Pero yo estaba demasiado débil para negarme, y porqué no decirlo, no se si de tener la oportunidad, lo habría hecho. La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla. Así que no me negué, pero tampoco le di mi consentimiento. Diciendo esto parece que quiero expirar mis culpas, y no es así... creeme cielo, no es así.

       Y apenas unas horas después del accidente, cuando supongo todos me dabais por muerta, volvía a nacer. El Abrazo, así se llama al acto de convertir a un humano en vástago, se llevó a cabo en la mas absoluta privacidad. Y mi aprendizaje, bastante largo porque no decirlo, ha tenido lugar estos años, durante los cuales, no se me ha permitido salir para nada en absoluto mas que para alimentarme, y para eso, iba acompañada. Por eso no he podido acercarme a ti, por mas que piense cada noche en tí, recuerde tus caricias, tus labios, tus palabras de amor susurradas a mi oído cuando el día despuntaba en nuestra ventana. Cuando tu brazo, que cada noche me abrazaba con más fuerza, acariciaba mi pecho desnudo, rozándolo cariñosamente. Recuerdo eso y siento envidia por el pasado, y cada vez te amo con más fervor si eso es posible.

       ¿Qué tienes que decir? Espero ansiosa un sí que tal vez no llegue, espero también que, como en los viejos tiempos, durmamos abrazados el uno al otro, sin temor a que la mañana no llegue, en este caso la noche, sabiendo que el otro estará ahí. Dime, mi dulce amor, que contestas.

       El hombre parece pensar, la mira tan fijamente que mas bien parece una estatua. Harto de su vida desde que ella se fue, ahora no sabe que contestar. Le da la oportunidad de volver con ella, esta vez, para siempre. Una parte de si mismo dice:¨ Tonto, pero ¿por qué dudas? Ha venido solo por ti, porque aún te ama, vas a dejarla escapar¨. Mientras que otra parte de su ser, la más cuerda de las dos le reprocha: ¨Contemplar la luz de las estrellas junto a la mujer que amas puede ser lo mas maravilloso existente. Pero debes saber que sin esa mujer, en ese mundo no serás nadie, tú verás lo que decides¨. Así que esta indeciso de nuevo, la ama, sí para que negarlo. Pero ¿lo dará todo por ella? ¿La ama hasta ese punto? No está seguro, de lo único que está seguro es de que ella ha vuelto por él. Y eso merece cualquier intento, pagar cualquier precio, por alto que sea, con tal de darse una nueva oportunidad. Pero debe pensarlo mas a fondo, él tiene esa oportunidad, ella no la tuvo. Y si no lo hace, y si se va por donde ha venido siempre pesará en su memoria lo que pudo ser, y no podrá vivir con ello, no podrá vivir pensando que pudo recuperar el amor de su amada, eternamente...

       El frío cada vez es mayor. El hombre tirita mirándola. Es tan hermosa, parece un angel. Eso es... un angel. con ese largo vestido blanco casi transparente que realza su esbelta figura. Y esos labios, de color coralino. No puede dejar de mirarla. Nunca dejará de amarla. Pero duda entre irse o quedarse para siempre en el tiempo eterno a su lado.

       - Morirá el deseo carnal. Pero no el deseo de permanecer juntos que une a nuestro corazon. Para nosotros, los cainitas, hay algo mejor que el sexo. Pero eso deberías descubrirlo por ti mismo. He estado esperando tanto tiempo. Mi angel, mi amado, Noche tras noche quería salir a buscarte. Tenerte conmigo, a mi lado, abrazada a tí, sentir tus manos en las mías. Tu sangre recorriendo mis labios. Y no te tenía. Y sufría en silencio, pues el aprendizaje es duro. Durante todo este tiempo, he tenido que ocultarte del mundo. Pues si sabían de tu existencia, si sabian que amaba a alguien, acabarian contigo.

       Una lágrima de sangre recorre la pálida mejilla de Eloise, yendo a morir a sus labios. No se molesta siquiera en lamerla. Solo mira, contempla fijamente a su amado. En espera de ese sí que tanto ansía, de que le diga, llévame contigo, pero el hombre no pronuncia palabra. En el fondo le comprende, dejar su vida por ella. Dejarlo todo para estar a su lado. Eso es demasiado pedir.

       Al cabo de unos minutos, que parecen perpetuos, el hombre comienza a hablar. - Eloise. eres mi vida, lo fuiste antaño y lo sigues siendo ahora. Me pides algo demasiado fácil, dejar la vida que llevo, vida que aborrezco, a cambio de estar con la única mujer que jamas amé. Así que mi respuesta es sí. Llévame contigo, enséñame el mundo bajo la luz de las estrellas. Enséñame a recuperar el tiempo perdido, a estar a tu lado, esta vez, sin que la muerte nos separe.

       Los ojos del hombre son ya llorosos. Pero aún así, aún empañados en lágrimas, no puede dejar de admirarla. De acariciar su mano, de besarla. La ama, da su vida por ella. Lo da todo, y sin rechistar, pues eso es amor y ambos lo saben.

       La mujer acaricia su rostro, bajando las manos por su cuello, acerca sus labios a este y lo besa suavemente, mientras habla en susurros, alentándole, murmurando palabras de consuelo, indicandole que debe aferrarse a la vida...

       - Escúchame bien, Gerard. Puede que esta sea la leccion mas importante que te enseñe nunca. Debes aferrarte a la vida, debes pensar que quieres vivir. Voy a sacarte tu sangre, para mezclarla despues con la mía. Estaremos unidos en cuerpo y alma... para siempre.

       Y muerde lentamente su cuello, extrayendo su sangre, saciándose de su vida, bebiendo su juventud... y recuerda antes de caer en el delirio, que le ama, más allá de todas las cosas, más allá del bien y el mal, más allá de lo etéreo y lo tangible. Y cierra los ojos mientras la sangre recorre su cuerpo. Siente los gemidos de su amado, siente los últimos suspiros, y escucha como el corazón, poco a poco, deja de latir. Apagándose en su vivir, y antes de que esto suceda se detiene. Acaricia su cabello con suma dulzura, húmedo ya por el sudor de su frente, y se rasga la muñeca. De su rostro escapa una mueca dolorosa, pero no le importa. Ella también lo daría todo por él.

       Acercándola a su boca, le incita a beber, a alimentarse de ella, las dos sangres en una alianza imposible de romper. Siente como la sangre escapa de su cuerpo, como el hombre bebe incesantemente, como se sacia. Quizá en venganza de su desaparecida sangre. Deja escapar un gemido de sus labios. Gerard... detente. Ahora -le dice-. Y el hombre obedece a duras penas, sintiendo como todo resquicio humano escapa de su cuerpo al mismo tiempo casi que la muñeca de sus labios. Y se abrazan, amándose a su manera, lo peor ya ha pasado. O eso piensan. Y se quedan abrazados en aquellas escaleras, donde el azar, o el subconsciente les ha llevado. El lugar donde una vez se reunieron para darse el ¨sí quiero¨ y donde ahora, tras tanto tiempo, han vuelto para decírselo de nuevo. Aunque en distinta manera.

       Y se amarán más allá de toda regla, si lo eterno lo permite, si los vastagos les aceptan, y si no, lucharán, lucharan por seguir adelante. Lcharan como ya han luchado hasta ahora.

       - Tú eres mi muerte dulce, Gerard... Y así sellaron su nombre, nombre por el que le conocerían para siempre.

By Lady Pandora Sheridan Van Hull, Baronesa de Verona.