Anton La Vey.

Diario de Su Excelentísima Majestad El Cardenal Anton La Vey.
Monasterio de San Demetrio.
Constantinopla. Año 1125 de Nuestro Señor.

       Sin duda ha sido una de las noches más agitadas que he tenido en años. Ni siquiera cuando la curia eligió a nuestro actual Pontífice fui tan solicitado.

       Todo empezó esta noche, cuando llego un tal Abdullah, o algo así (no entiendo los nombres moriscos). Sus facciones eran las de un infiel, obviamente eso produjo un cierto desasosiego por las implicancias que podrían tener las relaciones entre un Moro y un Cardenal de mi altura. Por lo mismo fue que le ofrecí inmediatamente una túnica de monje para que la usara cada vez que necesitara venir a verme.

       El infiel no era lo que esperaba... es miembro del clan Assamita, conocido por todos los Cainitas por sus habilidades homicidas y su capacidad de cumplir perfectamente los encargos de ese tipo, con el único problema de que cobran con sangre. Por otro lado tienen un sentido del honor bastante alto... esto me dio una idea inmediata. Hace años que añoro deshacerme del Papa. Estorba en forma notoria con mis planes, que obviamente están dirigidos por mi sire. No se como el destino mandó a este asesino a mis territorios, pero lo que sí se es que no desaprovecharé la oportunidad de darle todo lo que necesite, ganarme su confianza, conseguir que se sienta en deuda conmigo...entonces será el momento de hablar de negocios. La muerte del Papa. Y el advenimiento de un nuevo Cardenal como Sumo Pontífice. Justo ahora cuando el Catolicismo está comenzando una curva ascendente. Por supuesto que yo no soy dicho Pontífice...prefiero mantenerme desde las sombras del apostolado, jajajajaja. De sólo pensar en cuanto podré gobernar y controlar como brazo derecho de un Papa aislado del mundo, se me endulza la sangre en la boca. Este Morisco servirá perfectamente para mis planes.

       Ya más avanzada la noche se presentó un caballero... sin duda por su cara era un eslavo. Sin embargo, algo en sus palabras me delató su origen y al final me contó más de lo que esperaba conocer... algunas veces no necesito mover un dedo y todos llegan a mí. Este caballero es uno de los "Demonios". Un noble Tzimisce. No como nosotros. El clan Lasombra tiene una historia mucho más rica y menos degenerada que estos monstruos. Pero mientras pueda usarlo en otra parte de mis planes, no creo que haya problemas. Lo que me molesto sobremanera fue que lo hayan dejado entrar al Monasterio armado. Esto le costará caro al criado que lo permitió. Lo hice llamar a mi cuarto junto al látigo de castigo... pero ahora que lo pienso mejor, creo que prepararé algo más nocivo para su alma inepta. Estaba hablando con este caballero digo, cuando me interrumpe otro criado con la noticia de un nuevo visitante. Un extraño personaje que habló algo acerca de demonios una vez en la sala. Le otorgué ropas nuevas y algo de "beber". Me dio la firme impresión de que era un ejemplar de Malkavian. Uno de esos toscos payasos faltos de fines y objetivos. Por lo mismo decidí que era la oportunidad de rodearme de la mejor escolta de perros cuidadores que pudiera. Fue tan fácil que no dudé ni un instante. Se quedó conmigo dócilmente. Quizá pueda aprender uno que otro truco de su arsenal y luego veré como deberé tratarlo. Finalmente se fueron y acordamos una reunión más tarde en el hogar del Fiend.

       Pedí el carruaje y despaché al chofer. Llamé al criado inepto y le pedí que por favor manejara él. Por supuesto que el por favor se me salió. Hay ocasiones en que todavía recuerdo como era todo antes. Cuando era un sacerdote humano...no un engendro del demonio. Antes...hace unos años. Cuando había decidido dejar la vida sacerdotal por el amor de una mujer...la única que realmente amé con todo mi corazón...y que aún amo. ¡Maldición! ¿Por qué pienso en ella si ya no tengo nada que ver con los humanos? Recuerdo que cuando recién entendí mi estado pensé que quiza sería la recompensa de mi Señor por el trabajo abnegado. Una señal. Sin embargo estaba muy errado. ¿Qué tipo de Dios otorga un mal de este tipo? ¿Acaso no merecía la felicidad tanto tiempo anhelada? Esa felicidad eterna que estuvo tan cerca...sólo una semana más y me retiraría...luego sería de Gabrielle para siempre...Pero eso no fue...nunca será...Cuanto odio se anida en mi corazón al pensar en lo injusto que fue Dios. Pero claro, ahora no pienso en él. Mi amo es otro. Y por él debo apagar este profundo amor. Debo dejar de preocuparme por aquella muñeca de porcelana que nunca podré acariciar entre mis frías manos. Por lo menos puedo tratar de velar por ella desde la oscuridad...para siempre. He pensado en abrazarla. ¿Pero acaso no sería condenarla a mi propio destino de muerte y envilecimiento? NO. No puedo hacerlo. Si sigo aquí en mi puesto eclesiástico es justamente para desbaratar a esta Iglesia de mentira. A esta farsa gigantesca de amor eterno y justicia divina. Cuanto la detesto. Pero debo seguir como hasta ahora. La paciencia es la virtud de un Lasombra. Al final, cuando tenga todos los hilos en mi mano, entonces tiraré de los que estime convenientes y el resto será todo el resultado de años de trabajo. Toda Europa bajo nuestro control. Pero aún falta mucho. Decía que mi criado se fue manejando el carruaje. El Malkavian se fue junto a mi.

       La reunión en la Mansión del eslavo fue un poco tirante. Me sentí profundamente humillado por su negativa de besar el anillo cardenalicio. Pero no importa...el demonio y ese Principe Cappadoccio que llegó pagarán tan lentamente como sea capaz de hacerlos pagar. El Cappadoccio es tan estúpido que lo transformé en secretario de la reunión sin hacer nada muy duro. Sólo le dije que dudaba de su capacidad de escribir latín decentemente. Jajajaja, que estúpido. Le toqué su miserable orgullo. Una pena que se pierda gente en clanes tan poco elevados. Al final la reunión era para generar un grupo de control y manejo de la ciudad. Lamentablemente al demonio tzimisce no hicieron más que decirle que había algo contra los Tremere y nunca pudo dejar de hablar de ellos. Creo que lo vi temblar de miedo, pero no estoy tan seguro. No creo que ese clan tenga futuro. Los usurpadores serán exterminados.

       La noche es larga pero mi prudencia me llevó a despedirme temprano. Heme aquí llorando sangre al recordar y pidiendo consejo a mi maestro para sobrellevar este minuto de dificultad. Al final sólo quedará uno dirigiendo los hilos. Ese uno seré Yo. Jajajajajajajjajajajaja.

       Finalmente no lo puedo resistir...he aquí las palabras de despedida que escribí hace tanto para Gabrielle...quizá la última vez que las releo. Debo evitar su recuerdo...

       Querida Gabrielle:

       Dulce y bella flor...blanca como la porcelana. Tu piel es la seda que buscan mis dedos entre estos ropajes rojos. Tus manos finas como preciosas arañas con zapatitos de cristal. Cristal que te convirtió en la única flor transparente del jardín del Edén. Tus ojos buscaban más allá del fin de mi cabeza. Más profundo que la fosa de mi ser. Veían más que el sol. Bailaban en muda danza hurgando en los poros de mi alma. Como te quise. Como te quiero. Como te querré. Una eternidad pensando en tu recuerdo quizá sea el castigo merecido. Una eternidad sin vida. Oscura ala de un cuervo que se sienta en mis piernas y me desangra, y el manantial rojo corre y lo dejaría así, de no ser porque se que estás ahí. Sin saber lo triste de la desventura. Lo insulso del tiempo. Lo lento de la muerte. Lo corto de la felicidad. Tienes suerte de no verme. Dios me regaló algo antes de dejarme para siempre...nunca más un espejo sabrá de mi hermano gemelo. Ya nunca me podré hundir en sus aguas quietas y contemplar su comportamiento azaroso. Ya no tengo imagen para mi. Ni para ti. Ni vida. Ni muerte. Te amo. Por eso me voy donde el suelo contenga mi pesado espíritu de odio y dolor. Donde otra vida es la mejor muerte.

       Adios.

      

      Hoy día fue una de esas noches en que mi alma maldice con mayor fervor al Dios de los justos por haberme permitido convertir en el monstruo que soy ahora.

       Para comenzar la velada, se apareció mi maestro, sentado en el respaldo de la silla en una posición que parecía una gárgola (según lo que he sabido es esa la posición que acostumbran a tomar los ángeles, por lo que debo deducir que mi sire sigue la VIA CAELIS). Apenas me levanté lo vi ahí, mirandome con ese aire de "pobre hijo mío". Me acerqué y empezó de inmediato con el sermón. ¿Por qué no me deja tranquilo? ¿Por qué dice que hago mal? ¿Por qué se cree un ser enviado por el Dios de los bondadosos? ¿Cree que con sus explicaciones teológicas me va a convencer de que no somos enviados del demonio?

       Me habla de todo como si fuera un don. La vida eterna, el curar nuestras heridas, nuestros poderes...tonterías. ¿Por qué entonces nos rehuyen aquellos que saben nuestra condición? ¿Por qué nos persiguen los seres de la tierra y el cielo?

       Me dice que es para ponernos a prueba y templar nuestro carácter. Pero, ¿cómo Dios que hace ángeles perfectos hizo un ejército de monstruos para ser perfeccionados por el camino?

       Según el para que queden sólo aquellos destinados a gobernar a los humanos, puesto que ellos necesitan ser gobernados. ¡Mentira! ¡Mentira! Ningún humano necesita ser gobernado...para eso fueron creados libres. Sin embargo el pecado los sojuzgó.

       Como criatura de maldad debo hacer lo mismo, sojuzgarlos. Todavía recuerdo como me miraban hace unos meses cuando un grupo de cainitas de florencia descubrió que yo fui uno de los creadores de la orden de los Templarios...jajajajajaja. Mientras más enemigos tengan los vampiros y menos sean enemigos mios, mejor.

       Claro, pero él no entiende. Me quiere hacer cambiar de parecer y llevarme a "su lado de la luz". Lo siento mucho maestro...pero mientras no comprenda el por qué Dios me dio este dolor, esta angustia, la pena, las noches y noches de llorar lágrimas en vano, buscando respuesta a como algo tan puro y perfecto como el amor que sentía por mi adorada Gabrielle me fue arrebatado por un capricho "divino?" o por una orden infernal. ¿Qué saco con tener vida eterna si no puedo compartir ni un minuto con ella? Cuando ella se arropa para dormir y soñar con lo que pudo haber sido, yo me levanto a sembrar la miseria y la oscuridad en mi reino de las sombras, soñando en como arrancarla de mi corazón que aparte de estar seco, se me ha encogido de pena e inflamado de dudas.

       Por eso, mi señor está lejos de convencerme. No lo logrará ni hoy, ni mañana, ni en mucho, muchísimo tiempo, quizá nunca... incluso puede ser que yo le haga ver que ¡él está equivocado! Así todo sería más fácil...pero si no lo entiende y me sigue dando dolores y retorciendo mi pena, lo destruiré. Sí, sí, a mi sire. Quizá eso calme algo el dolor o me eleve a un estado aún más alto de maldad y perdición, en donde ya esté por sobre los sentimientos humanos.

       Luego de esa penosa entrevista en donde mi maestro se fue feliz pensando en que me había ganado una batalla, me fue a ver el apestoso Principe de Constantinopla, un Cappadoccian tan siútico como molesto...me venía a invitar a cazar, junto al señor Tzimisce y a un par de amigos. Le pregunté qué ibamos a cazar y me respondió que cualquier cosa, desde humanos a animales. Me arreglé, con una camisa ablusonada, un chaleco de cuero, pantalones de cacería y unas botas altas, mi arco largo y mi hacha. Salimos en caballo y nos dirijimos a las afueras de la ciudad. Mucha gente se asombró al verme en el monasterio con una partida de caza... eso no es para el Cardenal... pero poco me interesa su opinión. He de buscar nuevas formas de placer para relajar mi mente obnubilada.

       Llegamos al lugar acordado y nos encontramos con un par de Assamitas. A uno lo conocía. El otro nunca lo había visto, pero tenía los rasgos aún más marcados que el otro morisco. Me saludó con mucha cortesía, lo cual me hizo devolverle el favor diciendole que evitara hacer ese saludo estúpido que tienen los moros, pues lo podían incluso linchar por sospechas de magia y cosas así.

       El Cappadoccian nos conminó a descender de los caballos y dejarlos al cuidado de uno de sus criados. Maldita la hora en que le hicimos caso. Comenzamos a caminar por un campo arado para luego llegar a un bosque de la zona más alejada de la ciudad. Alguien vio una fogata en el bosque. Para ser franco yo no vi mucho. Pero el Assamita que yo conocía dijo que sí había visto una fogata. Nos acercamos. Yo, la verdad no le di mucha importancia... quién iba a andar por ahí a esas horas aparte de unos campesinos o vagos. Sólo eran carne y sangre humana. Lamentablemente no todo es tan sencillo para las criaturas del averno.

       El mismo Assamita oyó unas extrañas frases y cantos. Esto no era tan simple como imaginabamos. Decidido a hacer algo, usé uno de mis poderes y creé un sector de sombras de 9x9 mt (no son sombras como las de la luz...son sombras vivas, pegajosas, no dejan ver, ni oír, y son terribles). Obviamente, nadie veía nada. Quedamos todos encerrados en las sombras. Mi plan inicial era llegar hasta la fogata ver qué era y apagarla para tener alguna ventaja por sobre el fuego. Lamentablemente no contaba con enemigos tan formidables.

       Me hallaba inclinado ante la fogata cuando sentí un ruido tras de mi. Instintivamente me agaché lo que más pude. Sentí un golpe y vi pasar por encima mío un ser inmenso y cubierto de pelos...¿un lobo?...no peor aún, nuestros enemigos de muerte, los Hombres Lobo. Era uno, y cayó sobre la fogata, gritando. Al ver esto me percaté que estaba en situación poco ventajosa y que probablemente hubieran más. Nada más pensé esto cuando un golpe en la espalda me hizo rodar sobre la hoguera. El dolor que sentí fue algo inexpresable. Era como derretir la piel en aceite hirviendo, mil agujas traspasando cada poro. Por suerte logré dar un giro y salir de una muerte segura.

       Algo atontado, pero más repuesto, vislumbre la situación en la que me hallaba. Dos Garou (así se hacen llamar los Hombres Lobos), se estaban poniendo de pie ante mi. Usé otro de mis poderes y llamé a dos tentáculos desde la Sombra Madre. Con ellos traté de combatir a los Garou. Mas yo no contaba conque estos seres fueran, no un grupo de jóvenes perdidos cerca de la ciudad, sitio que odian, sino, un grupo de avezados monstruos al servicio de la Madre Tierra, o Gaia, como ellos le dicen. Dios me castiga nuevamente.

       Luego de una ardua lucha, más para mi que para ellos, caí al suelo incapacitado de movimientos. Apliqué los que creí mis últimos segundos de vida y quité el velo de sombras. Aún no me explico como me vieron a través de la negrura. Mis compañeros de cacería estaban hace bastante esperando a ver algo para atacar. Apenas saqué el velo, el Tzimisce y un Assamita se avalanzaron sobre los Garou. Eso me salvó la no vida. Además ocupé otro poder y modifiqué mi apariencia hasta hacerme pasar por un cadáver. Quizá así los Garou creyeran que era un simple humano. Por lo que alcancé a ver, el Tzimisce cortó en dos a uno y el otro fue abatido por el Assamita.

       El Tzimisce se avalanzó presto a succionar toda la sangre posible del hombre lobo que él había destruido. Por mi lado le pedí al Assamita que me ayudara a beber sangre del otro Garou. Pensé que no lo haría pero me ayudó. Algo ha de tramar porque no hacen nada sin querer algo a cambio. Yo ya sabía que el beber la sangre de un Garou produce un efecto secundario de irritarlo a uno a tal nivel, que controlar a la bestia es casi imposible. Aproveché eso, para huir de ahí. Corrí sin control hasta el puente que da a la entrada de la ciudad. Ahí se me pasó el efecto del frenesí y por lo mismo, caí al suelo como un bulto, con todas mis capacidades nuevamente anuladas.

       Hasta allí llegó el Cappadoccian, a quien increpé por haber desaparecido cuado lo necesitabamos. Antes obviamente ya había hecho el comentario de su extraña desaparición, sembrando la duda en el corazón de los demás cainitas de la partida de caza. Esto es beneficioso a futuro, podría significar la muerte del Cappadoccian. Él mismo me levantó, me subió a su caballo y me llevó donde le indiqué. A la casa de mi sire.

       Mi sire sólo me curó y me dijo un par de estupideces. Le pedí si podía mandar a buscar un carruaje desde el monasterio. Así lo hizo. Apenas llegamos al monasterio hice que el chofer se fuera y en vez de él llamé al Malkavian que vive conmigo. Le expliqué que quizá le interesaría acompañarme a un lugar. Se sintió atraído y lo hizo.

       Fuimos al bosque, donde la partida de caza ya se había ido. Echamos los cuerpos de los hombres lobo en la carroza y buscamos el de un tercero, pues el Cappadoccian dijo que había estado peleando con un Garou y por eso no había podido ayudarnos. Algún tiempo después pudimos corroborar su historia, al encontrar el cuerpo de un Garou en el suelo. Sin embargo, sobre él yacía un estuche con unos papiros con runas. Esto me llamó mucho la atención así que decidí llevarlo conmigo.

       Nos fuimos al carruaje y el Malkavian condujo, mientras le explicaba que lo que quería era que usara su poder de leer el aura de los objetos o de las personas y leyera dónde, cómo y por qué estaban ahí los Garou. Además, sus garras afiladas que tanto daño me habían causado servirían perfectamente para crear unas similares, o incluso usar las de ellos. Llegamos al Monasterio y ocultamos los cuerpos y el manuscrito. Planeaba traer a unos Tremere, aunque está prohibido, pero lo pensé con el fin de conseguir algún dato respecto a como utilizar mejor esos cuerpos.

       Por suerte el Malkavian me exhortó para que llamara al Tzimisce porque el poseía poder sobre la carne y quizá podría generar ritos más duraderos o herramientas más bizarras para usar contra estos Garou. No es mala idea. Sin embargo era tarde y el sol saldría dentro de un par de horas. Mi estado no era el mejor, tenía la piel desgarrada desde el cuello hasta la ingle a causa de una de las garras de lobo. Mañana seguramente amaneceré curado, pero para ello debo reposar, descansar, así que me dirijo a mis aposentos y me preparo a otro día de pesadilla.

       Leo lo de descansar y pienso para mis adentros de que nunca lo encontraré. Oh dulce y amada Gabrielle, ¿cuánto tiempo reinarás en las salas adornadas pero vacías de mi corazón. ¿Cuánto?

      

      Apenas repuesto de las heridas del día anterior, me levanté hoy. Preparado para la acostumbrada visita sin sentido de mi Sire. Sin embargo recibí la agradable sorpresa de que me envió una carta pidiendo me que me dirijiera a la casa del insufrible Prince. Por lo menos eso me serviría de excusa para salir de este Monasterio lleno de seres afiebrados con supersticiones católicas.

       Apenas llego a la casa del susodicho, me doy cuenta que no soy el único invitado. Estaban llegando en esos precisos instantes el Assamita Abdullah y su amigo, el otro morisco; y además obviamente, el Conde Lav? No lo recuerdo. El escribano Prince comenzó a dar un discurso de baja calaña. La recepción fue pésima. Nada de tomen asiento, ni le ayudo con el abrigo su señoría. Ni la capa del Tzimisce...nada. ¿Qué se cree disfrazado de Prince este mequetrefe? ¿Quién habrá escogido a semejante monigote como Prince de toda Constantinopla? Sin duda los Elders están perdiendo la razón.

       Además me da indicios de que su clase social es bastante distante de lo que aparenta. Luego de una pequeña introducción a lo que según él, es "Su grupo", iba a comenzar a nombrar las leyes. Pero por supuesto no iba a dejar pasar semejante atropello así como así. ¿Tú grupo? ¿De qué hablas? Su respuesta fue tan tonta como se podía esperar..."es sólo un tecnicismo"..."Mmm, si es así entonces yo quiero ser el director del grupo" le increpé. "No, el director soy yo" fue su insulsa respuesta. "Pero si es un tecnicismo" le dije. "No dices que da lo mismo quien sea el director del grupo. Entonces creo que soy el indicado" fue mi argumento. El Tzimisce extrañamente habló, dándome su apoyo. Me extraña de sobremanera su silencio prolongado durante los días anteriores. Me da la idea de que sabe algo más que yo no. De pronto me da la idea de que más que estar con nosotros está ahí para espiarnos. Pero eso es algo que aún debo averiguar.

       Recuerdo aún esos paseos al parque de Sancta Matter, tras el Monasterio, en el Convento. Gabrielle caminando cerca mio, y yo sintiendo su cercanía. Aún era un Obispo. Pero me iba a retirar...terminando esa semana. La miraba, la luz del sol taladraba através de los encinos y los abedules, sin lograr afectarlos, dejandose caer suavemente como si se dieran cuenta de que un ángel caminaba bajo sus copas frondosas...realzándola, su piel brillaba entre colores verdes y gotas de agua de las hojas. Su piel clara tan sedosa eran un delirio para mi vista acostumbrada a las túnicas y trajes sacerdotales. Su cara levemente ovalada, exquisita muestra de delicadeza enmarcada por esos bellos flecos de castaño claro, marca obvia de un pasado rubio en la niñez. Sus ojos claros como el cielo, pero no tanto como para perderse en él. Su azul grisáceo me hacían sentir al borde de una fuente de aguas tranquilas que más que mirarme, me escudriñaban, buscando la inflexión de cariño en mi rostro serio, que sin embargo no podía contener un suspiro al verle y darse cuenta del regalo que tenía ante sí y que Dios le miraba bien, dándole el Don más preciado...el Amor.

       Comenzó a leer las leyes diciendo para empezar que el las había creado...¿Qué? ¡Yo hice 8 de esas 9 leyes! ¿De dónde saca esa arrogancia taurina para autoproclamarse líder y además robarme la autoría de dichas leyes? Además según él mismo, nos iba a mandar copias ayer para revisar las leyes y así poder tener una visión completa de las mismas y acotar algo o generar una nueva regla.

       Al hacerle ver todo esto comenzó a caldearse el ambiente...por suerte el morisco ridículo, aquél que me habla con más reverencia que Petrus Berni, el imbécil que limpia las caballerizas. Me causa tanta gracia en su forma de hablar que debo contenerme para no mostrar la risa. En fin de cuentas, él evitó que dejara a la Bestia acabar con ese mamarracho de Prince. Dio las leyes por aprobadas el muy esperpento y no conforme con eso nos dio algunas leyes o tradiciones de antiguo. Me da asco la postura de Patter Caelestis que toma.

       Mi indignación alcanzó su grado máximo cuando nos explicó que todos teníamos derecho a un voto dentro del grupo... ¿Y los rangos? ¿y los títulos nobiliarios? ¿Acaso no soy una de las entidades más poderosas del Mundo? ¿debo tener el mismo poder dentro de una asamblea que unos pordioseros como los Assamitas? Se liberó de culpas diciendo que como cada uno representaba a un clan, cada uno tenía un voto, a excepción de los assamitas que por ser dos, tenían entre los dos un voto. ¿Qué? ¿Es eso de lo que hablaba? Aunque entre tanto alegato, conseguimos hacer con el Tzimisce que les quitaran el voto si los dos no se ponían de acuerdo, jajajaja, y los muy ciegos dijeron que les parecía justo. No se de donde sacaron la fama de astutos y asesinos. Esto me calmó un poco, aunque el Tzimisce parece que se va a convertir en uno de mis más cercanos colaboradores, pues se dio su tiempo en tratar de explicarme cosas que no quería entender.

       Estaba conversando con la Madre preceptora en el Convento de Santa Basilia, cuando veo entrar por el pasillo principal a una joven de modales graciosos. Casi se veía como una gacela saltando y dando pequeños pasitos, hasta que llegó a nuestro lado. Nosotros hablábamos de la próxima venida del entonces Cardenal de Constantinopla. Algo importante para todo mortal, pero no para ella. Nos interrumpió casi jadeando y pregunto por una tal Helenia, su hermana novicia. Yo pensé que ella era una novicia, pero al segundo me di cuenta que alguien tan feliz no podía estar en la iglesia. La Madre le dio unas indicaciones, no sin antes retarla. Yo me levanté de mi lugar y la miré, debo reconocerlo, con aire de castigo. Ella se dio media vuelta y corrió. Le pedí a la Madre que me llevara donde ella, dominado por un extraño impulso. La Madre pensó en que la castigaría atrozmente, pues mi fama de drástico ya databa de esa fecha. Sin embargo, la hermana no estaba ni cerca de lo que yo sentía en esos momentos: rubor y un incesante cosquilleo en el estómago...

       Vino el peor momento de la noche...por el voto de cada uno se tomaba como la representación de cada clan. Sin embargo faltaban clanes...Lord Tzimisce se percató del detalle y hizo una punzante observación...los que no se encuentran no son del grupo y por lo tanto se tratan como extranjeros.

       Una vez más el hombrecito este comenzo con su zalagarda de tonterías, justificando que no todos podían venir, que el Brujah estaba confirmado y que los demás ya vendrían. Secretamente decidimos con el Tzimisce minar lentamente la estructura del grupo y hacernos de la dirección y de las bases, y para ello había que rebajar al Prince Cappadoccian, algo que no sería fácil, pero se podría hacer.

       Luego de una increíble discusión, el Prince pidió que cada uno fuera con una lista de las leyes y las leyera a otros de Cain, con el fin de darles a conocer las leyes. Aquellos que se negasen se deberían atener a las consecuencias. Sin embargo, ¡Oh sorpresa!, todos se adhirieron como corderitos. Empezando con los Gangrel que fuimos a ver juntos con el Tzimisce.

       Una tropa de harapientos y malhadados monstruos que vagan en los bosques y lejos de la ciudad, sin embargo, los encontramos merodeando las cercanías de la ciudad y haciendo ritos, algo que a nosotros nos extraño muchísimo. Incluso el Tzimisce murmuró algo acerca de la forma de comportarse de los "Animales". A mi personalmente me pareció todo absolutamente extraño.

       Para empezar, les ofrecí hacer un trato, tratando obviamente de dejarlos de nuestro lado. La idea era que aceptaran las leyes superficialmente y que cuando llegara el momento...Pero en la acción más antinatura que les he visto a estos animales, simplemente optaron por seguir unas leyes que a todas luces les quita más de lo que les da. Hubo un momento en que realmente me desesperé y estuve a dos pasos de armar una batahola, por suerte, Tzimisce estaba arreglando algo para tratar de convencerlos. Ellos todavía no demostraban que eran Cainitas, sin embargo, conozco un método que muy pocos rechazan y que es exclusivo de nuestra raza, para saber si pertenecen al Kindred, el Facedown. Obviamente no pudo contrarrestar mi personalidad y le gané sin mucho problema. Lo extraño es que en vez de inclinar la cabeza y retroceder como siempre ocurre, este animal se largo a reír y me miró amenazador. Es el resultado más anómalo que he conseguido con el Facedown. Sin duda ha de ser porque es contra los animales. Además, los hice comer ajo (algo que es altamente nocivo para los vampiros rurales que son muy supersticiosos), sin embargo también los delató ello. Comían y no daban signos de picarles la lengua como le pasaría a cualquier humano. Esto dio paso a que efectuara el Facedown.

       A pesar de ello pienso que no sirvió de nada haberle ganado. Incluso temí de que una vez hecha la propuesta de dejarlos ahí sin molestarlos mientras nos ayudaran, nos delatarían al Prince pues fue lo primero que dijeron que harían. Me extraña en esta época llena de destrucción que estos animales, que nunca han sido miembros muy apropiados del kindred, se esfuercen en seguir las leyes y tradiciones de los antiguos. Simplemente me huele mal.

       Cuando hablé con ella, el universo se torno más brillante, colorido, ahora oía el nuevo mandato del Señor: amadla. El amor, ese oscuro sentimiento, tan poco investigado, tan poco reglamentado. Donde cada acto significa un nuevo tinte para el cuadro, donde una palabra, una caricia, involucran el cuerpo entero. Como una hoja temblorosa que cae desde lo alto, donde cada brisa la mueve y la hace danzar, flotar, girar, hasta que cae al piso floreado acomodada entre el pasto y las cortezas. Nunca volví a la entrevista con la Madre. En vez de eso pasé la tarde hablando con Gabrielle. La llevé a su casa y la dejé ir, sabiendo que la volvería a ver pronto. Desde ese momento creí conocer cuál sería mi futuro..., pero cuán equivocado estaba. Dios me había preparado el abandono y Satán no me dejaría nunca más.

       Volvimos a presentar nuestros resultados al Prince (¿por qué nos está usando como siervos? ¿no debería él inclinarse ante nosotros que somos más nobles?). Mi Sire es un imbécil al aliarse con él. Pero yo lo sacaré de su error, conseguiré la cabeza del grupo y destruiré a cualquier infeliz que se cruce en el camino del mismo y obviamente, en el mio propio.

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