|
Los extraños eventos de las ultimas semanas habían llevado a un grupo de cuatro jóvenes novicios, de las órdenes de los Caballeros de Cristo, hasta la Capilla de Saint Anne de Londres, construida en 1232 en conmemoración a una gran batalla.
Era una noche muy fría, los pocos espectadores habían observado como el entrenado grupo de novicios, vestidos con sus ropas de combate, se habían acercado con algo de confianza a la Capilla y habían sido rechazados, en primera instancia, por los oscuros habitantes que hacían de ella su morada.
El resultado de la primera confrontación fue algo confusa, dos de los novicios se las habían arreglado para reducir a uno de los enviados de la oscuridad en el exterior de la Capilla, (el cual, aparentemente, era algún tipo de vampiro con conocimientos mágicos). Paula había logrado alcanzar al vampiro con una de sus ráfagas dándole el tiempo justo a Richard para tomar desprevenido al vampiro y separar su cabeza con dos limpios golpes de espada. Mientras Sebastian y Tomás tenían su propia batalla a la entrada de la capilla, de algún modo sus enemigos había logrado hacer que las puertas se cerraran por sí solas, viendo que no alcanzarían a salir ambos, Sebastian empujó a Tomás fuera de la capilla, cerrándose las puertas tras él con un seco sonido metálico. Sebastian estaba solo frente a todos los oscuros habitantes de la Capilla. Respiró hondo y se concentró en su entrenamiento, si habría de morir lo haría como un caballero, aunque no lo fuera aún.
Afuera sus compañeros intentaban por todos los medios salvarle, pero nada parecía ser suficiente, las puertas se resisten a todos sus intententos. En el oscuro interior Sebastian podía escuchar el movimiento de sus enemigos en pos de él, los ojos brillantes en la oscuridad sus risas frías, los susurros de una magia oscura y repulsiva comenzaron a rodearle. A medida que las letras se colaban por sus oídos un olor a sangre comenzó a sentirse, era su propia sangre que estaba hirviendo en sus venas, Sebastian hizo acopio de fuerza y rezó a su señor por la fuerza necesaria para morir valientemente, una serena sensación se apoderó de él y aunque sentía sus venas hincharse bajo su piel el dolor había desaparecido. No podía creerlo, esta era la casa del señor, ¿Como podían estas criaturas ser más fuertes que él aquí?, de pronto las palabras de uno de sus tantos maestros vino como un sueño a su mente: "...Sigan adelante con seguridad, Caballeros, y con almas intrépidas quiten a los enemigos de la Cruz de Cristo, con la certeza de que ni en la muerte ni en la vida pueden separarlos del amor de nuestro Señor, cuando enfrenten el peligro repítanse a si mismos: Así bien muera, o así bien viva, estoy con mi Señor."
Las palabras venían de afuera, Richard hablaba en rezo, y así Sebastian se levantó, miró a los sorprendidos ojos de sus enemigos y se dijo: "Estoy en el Señor y la vida es mi opción..." les dio la espalda y caminó hacia la salida, desde fuera sus desesperados compañeros, unían sus fuerzas y su Fe para apoyar a su compañero, como un relámpago la Cruz sobre la capilla brilló como una señal del Señor, las puertas se abrieron de par en par y Sebastian estaba allí, de pie en la escalinata, su armadura negra de kevlar, sus antiparras mal tratadas por el combate, pero vivo.
Los tres compañeros le miraron y un fuego les abrazó el alma, Sebastian allí parado pensó "...con almas intrépidas quiten a los enemigos de la Cruz de Cristo..." , y no pudo seguir adelante, mirando a sus compañeros desenganchó su MPK y la ametralladora se deslizo por su brazo hasta acomodarse en su mano, apretó fuertemente la empuñadura del arma mientras sus tres compañeros, como dominados por una fuerza superior, dirigían sus manos hacia la empuñadura de sus espadas, y al unísono avanzaban en pos de la escalinata, era un espectáculo difícil de creer, pero no por eso menos impresionante, Sebastian se giró para ver a la luz a sus 5 enemigos, cuatro de los vampiros formaban un muro frente al líder, parecían divertidos viendo a los mortales avanzar con espadas, Sebastian descargó toda su arma contra el primero de ellos, una lluvia de balas cubrió aquel cuerpo y aunque no le mataría le había lanzado contra la pared a unos 3 metros más atrás y roto el hechizo que preparaba, Sebastian se apresuraba a buscar su espada.
Richard elevo la suya y esta se prendió con una luz blanquecina, sentía la fuerza del señor en él, tomaba su espada de forma peculiar, ambas manos enfrentadas, dejando toda la punta de la espada hacia su enemigo, los vampiros les esperaban, ¿Que podían temer de los sables?, pero una vez cerca, los mortales jamás saldrían vivos... Algo raro sucedía, a medida que pisaban los escalones de la Capilla un poder dormido despertaba, respondiendo a la llamada y a la necesidad de los Novicios, la santidad del lugar, sus recuerdos de rezos, esperanzas, perdones y palabras sagradas despertaban y se unían al alma de quienes querían defender la casa del Señor. Richard clavó entonces su espada de lleno en el pecho de su enemigo, y el horror absoluto se apoderó del joven Vampiro, no podía ser, su sangre se escurría de su cuerpo sin darle la fuerza de resistir este ataque, ¿Que estaba sucediendo?, fue su ultimo pensamiento, en un giro de 360 grados Richard, separó la cabeza de su enemigo del resto del cuerpo.
Como sombras luminosas, Paula y Tomás pasaron a través de sus enemigos como una tormenta bíblica, sus espadas tras ellos partían los cuerpos de sus enemigos como si el Angel Gabriel las impulsara con su fuerza infinita.
El líder de los vampiros no podía creer lo que veía, la carga de los Novicios había sido impresionante, sus cuerpos se movían siguiendo un patrón y una destreza que sólo un entrenamiento ejemplar podía conseguir, uno junto al otro habían dejado sin espacio de replica a sus enemigos, su sincronía inspirada por la visión de su Señor, su fuerza respaldada en la Fe, su valor incrementado hasta el límite por la humillación de la casa de Dios, los chiquillos del Vampiro simplemente no eran enemigos para ellos.
Como cuatro huracanes barrieron en la escalinata a sus enemigos, los cuerpos descomponiéndose en la entrada a la iglesia comenzaban a desaparecer, sus miradas se dirigían ahora al líder Vampiro, sus hipnóticos ojos parecían no tener efecto sobre los novicios, tan sumidos en su misión y creencia estaban que nada los detendría ahora, lentamente recuperaron sus posturas marciales, Sebastian sostenía ahora la espada con la que había dado el golpe final a su enemigo... "Criatura de las tinieblas, le dijo, arrepiéntete de tus pecados y deja tu alma al juicio de Dios...". El silencio absoluto se hizo en el lugar, Sebastian dio un paso hacia el Vampiro el cual sin salida ni protección se rindió a los Novicios. Recuperando así la Capilla de Saint Anne para aquellos que aún necesitan un lugar de descanso en la oscuridad del mundo.