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"La vida es una cosa divertida. ¿Se han dado cuenta de que nunca la sobrevivimos?"
Waylan J. Green Teniente, RDFN, SDF-1.
SE RECOMIENDA LEER ESCUCHANDO LA BANDA SONORA DE "THE MATRIX" TRACK 4.
Las sombras envuelven el gigantesco salón, al medio de la gran pista de danza, dos filas perfectamente ordenadas de bailarines, llevan el paso en barrocas rutinas, parejas exactamente formadas dan vueltas, cruzándose sin tocarse, una y otra vez.
La crema y nata de los vástagos observa extasiada. Los príncipes, Justicars y sires se mezclan indistintivamente con los de tempranas generaciones en democrático jubilo. Noche de sangre, noche de fiesta. Noche de cónclave.
Ulises Poirot terminó de afilar la enorme espada y la guardó ceremoniosamente en su vaina, ajustando también el resto de sus armas. Tenía el tiempo justo para llegar al sitio de reunión, sin embargo no tenía apuro, ellos seguirían allí cuando llegaran.
1, 2, 3. 1, 2, 3. Los fabulosos vestidos al viento, los perfectos trajes girando, la elegancia en el aire, una elegancia de cientos de años de gusto.
Blitz Wolt se caló mas abajo el sombrero y estrechó contra sí el frío metal de la escopeta, maldiciendo si tenía que volver a limpiarla por culpa de la lluvia. Encendiendo un cigarro, sonrió frente al panorama que le esperaba, mientras escudriñaba la calle vacía en busca de la silueta oscura de la camioneta.
1,2,3. Las hermosas mujeres sonriendo, los gentiles caballeros de serio semblante ante los pasos largamente ensayados. Los poderosos discutiendo de antiguas batallas y futuras glorias, los menores, de sangrientas y recientes cacerías.
Morgan Strauss se despidió de su perro y de su auto, como siempre. De su bolsillo sacó el descolorido pañuelo y se lo anudó a su frente, como siempre. Una vez más revisó el estado de sus pistolas, la mágnum en su costado, las Glock en su cintura, la katana en su cadera, hasta los dos bolsos en la parte de atrás de la camioneta. Todo en orden. Como siempre.
1,2,3. 1,2,3. El carmín brebaje corriendo por las fuentes en santa abundancia, como en los viejos tiempos, ante los murmullos aprobatorios de los comensales y los gritos de aquellos desde donde brotaba.
Isaías Álvarez apagó su computador con un bufido de conformidad, sería su mejor libro, siempre decía lo mismo y según algunos tenía razón, su última obra era normalmente la mejor, aunque se suponía que hacía años que había pulido su estilo.
Algo aburrido, tomó sus armas y bajó hasta el lobby, sin despedirse siquiera de su ama de llaves, solo dos segundos antes de que la "Montero" negra de Morgan se detuviera a su lado. La oscura silueta de la camioneta surcó las desiertas calles una vez más, con su carga de rostros decididos y manos crispadas en los gatillos, una carga de muerte, de venganza, de justicia.
Ninguno mencionó nada en todo el viaje, en silencio prepararon sus armas y las de los omnipresentes bolsos, recordando quizás aquellos compañeros perdidos, o las razones de tanta lucha. El rostro de Blitz en los ajados carteles de "Se busca", las cicatrices en el rostro de Ulises, la sangre de Verónica en el pañuelo de Strauss, hasta las letras escritas con sangre en los libros de Isaías. ¿Acaso alguien tendría el derecho de juzgar sus razones?.
Los demonios en Nueva York, los nazis en el futuro, el viejo pueblito en el oeste, la madre Abigail, o Tanaka, la reina Dragón, Egipto, Democritus, las poblaciones de Arica o las catacumbas de Sammy.
La puerta a las dimensiones con su ciudad perdida, o la del purgatorio con sus fantasmas, el tipo de las zapatillas, Drácula, Madeleine y Lameth, la fortaleza frente al mar, la espada de Ulises, el mustang de Morgan, la colina de la emboscada en los cerros de viña y el pozo en las cavernas incas, la batalla contra el de cuarta y las escaramuzas de patrulla. Tantos recuerdos, tantas aventuras.
La orquesta de fondo, el piano gimiendo en melancólico solo, tocando el corazón de todos, hasta de los Nosferatu, con sus apesadumbrados sones de pasadas glorias, de añejas batallas, de extintos amores. La camioneta se detiene frente a la puerta, con insolentes chirridos, qué falta de educación, qué falta de clase. ¿Brujahs quizás?. Los ghouls de la puerta no alcanzan a hacer más preguntas, unos a otros se ahorcan sin emitir ni un grito, ante una sonrisa de Blitz.
Los Ventrue brindan recordando antiguas tradiciones, los Toreador continúan su danza a los acordes del piano, hasta los Tremere se dan un momento de respiro de sus mágicas preocupaciones para disfrutar la sangre fresca. Uno de los Brujahs se desploma carbonizado en medio del pasillo, el otro trata de manotear su arma antes de sentir el frío acero entre sus costillas. Todos sonríen, con sus colmillos audazmente afuera celebran al nuevo príncipe. Un día de regocijo, de tregua entre los clanes, de calma, de conclave. De ruidoso brindis de conclave.
Los Assamitas de la puerta dan mayor pelea. Tres segundos de pelea. Sus gritos son ahogados por los cánticos y chocar de vasos al abrirse las puertas. Los cazadores no se asquean de la escena, no es la primera vez. Brindis por la inmortalidad, por la mascarada, por Caín. Todos por Caín. Todos, hasta los hermanos recién llegados. Esos con las espadas. Esos sin colmillos. Esos que nos disparan. Ya no hay danzas, más que con la muerte, la verdadera, la temida, esa en secreto largamente esperada.
Ya no hay mas brindis, solo dolor, y rabia, y temor. Una a una las armas vacías caen a los pies de los recién llegados y son reemplazadas por otras. Uno a uno caen, sin distinción de clan, sin distinción de generación, Sires y vástagos, Brujahs y Ventrues. El príncipe, un arrogante Toreador, es de los primeros, uno de los cazadores, ese el de la escopeta, le vuela la cabeza sin miramientos, como a uno cualquiera, sin dedicarle ni una sola mirada a su cuerpo echo polvo. El de la espada, el gigante de las cicatrices, los corta sin piedad, a su alrededor vuelan los miembros amputados y las cenizas de los caídos.
Mas allá, una sombra, como siniestro espectro de venganza, decapita a los Sires Ventrue, mientras sus vástagos vuelan por los aires y se estrellan contra los muros cuales marionetas con sus hilos arrancados. Los Brujahs y Tremeres estallan en llamas aún antes de recibir los disparos. El más viejo del grupo, uno de traje, se da el lujo de tomarse su tiempo antes de volarles las cabezas. A su lado uno bajito barre con los que se encuentran a los lados del salón. La ametralladora ya debe quemarle las manos, sin embargo no se inmuta y sigue destrozando sus cuerpos. Ese del sombrero, el de la escopeta, camina al medio del salón, a su paso los orgullosos Toreador se ven sus propias entrañas antes de morir.
Los Malkavian se ven más dementes aún, corren en un círculo cuyo centro es un delgado joven que sólo abre los ojos para cortar la cabeza del mas próximo. Lion de Taardi, el Tzimisze sonríe al fijar sus poderes sobre el joven, en su mente ya disfruta el dolor que le hará sufrir. Tanto lo disfruta que no ve a los tres Malkavian que se separan del círculo y lo descuartizan antes de matarse entre ellos. Ahmed Al Assan el sire Assamita se desvanece en sombra y fugaz movimiento, en medio del salón, los dos fantasmas se enfrentan en supersónica batalla, hasta que una de las sombras emerge de entre las cenizas de la otra. El cazador sonríe un momento y luego otra cabeza cae mas allá. La gigantesca espada cae sobre Tairos atravesando su pecho y subiendo, partiéndolo en dos hasta que el polvo del que fuera el respetado mentor Nosferatu se dispersa en la batalla.
Nada puede detenerlos, ni los más poderosos Sires, ni los mas dementes ghouls, no hay fuerza demoníaca capaz de hacerles frente, son la furia de la justicia, la vendetta de la humanidad. Entre el polvo y las cenizas los vengadores avanzan sin resistencia, los últimos vampiros caen, ya entregados a su suerte. Las últimas víctimas, yaciendo aún con vida colgados sobre las fuentes, reciben una bala misericordiosa. Siete sombras abandonan el salón ahora desierto, en cuyo centro la muerte, cansada de tanto trabajo, se sienta sonriente un momento en medio de su cosecha.
Morgan strauss Iquique - Carlos Paez : morganstrauss@mixmail.com