Daphne Erinn Morissey.

      Historia:Daphne Erinn Morrissey nació el 13 de Noviembre de 1775, en la por entonces pequeña ciudad de Oxford, Inglaterra. La suya era una familia muy acomodada, que llevaba una vida repleta de lujos y privilegios.

       El padre, Noah Samuel Morrissey, provenía de una familia de inmigrantes irlandeses que había hecho fortuna a través de las generaciones, llevando a sus descendientes hasta la misma Universidad de Oxford, donde Mr. Morrissey había estudiado Leyes, y en cuya cátedra se había sentado el abuelo Morrissey. La madre, Edith Morrissey, de soltera Edith Von Schöneblume, era la hija de un aristócrata alemán que desempeñaba labores diplomáticas en Inglaterra. Habiendo vivido de cerca en su juventud el movimiento literario alemán del Sturm und Drang, poseía una sólida educación y una rica formación literaria. Durante toda su vida, Edith hizo gala de un gran amor por la literatura que compartía con su marido, a pesar de que Mr. Morrissey debía continuar con su carrera de Leyes para mantener a la familia en su alto status económico. Juntos, el matrimonio Morrissey emprendieron numerosas actividades, siempre en torno a su común pasión literaria; pronto destacaron en los círculos intelectuales, y alcanzaron una excelente posición económica y social.

       Entre todo este esplendor vino al mundo la que para ellos sería su mayor bendición: su primera y única hija, Daphne Erinn. Los Morrissey habían ansiado largo tiempo la llegada de un pequeño a la familia sin ver su deseo realizado, y el nacimiento de Daphne fue un verdadero acontecimiento en la familia que, por razones que ni los mismos Morrissey deseaban averiguar, no pudo volver a repetirse. La consecuencia de ello fue que el matrimonio Morrissey volcó todo su amor y sus esfuerzos en su única hija. Daphne recibió una educación ejemplar, selectísima, más propia en aquellos tiempos para un varón que para una muchacha. Ante la dificultad de enviar a su hija a estudiar a las escuelas prestigiosas, Noah y Edith decidieron llevarse los colegios a casa. Edith le enseñó personalmente a hablar alemán, de tal modo que Daphne dominaba el idioma desde muy temprana edad. Escogidos tutores particulares le enseñaron dos idiomas muy importantes en la época: francés y latín; y también álgebra, historia, literatura... La formación de Daphne se completó con frecuentes viajes por todas las Islas Británicas (lo que le permitió aprender gaélico en sus estancias en Irlanda), así como por parte de lo que hoy es Alemania, Francia, e incluso Italia.

       En resumen, Daphne creció en un ambiente privilegiado, entre lujos, comodidades y, lo más importante para ella, el amor constante e incondicional de sus padres.

       Desde muy pronto, la pequeña de los Morrissey mostró compartir la devoción familiar por la literatura. Especialmente, heredó de su madre una ciega pasión por la poesía. Mrs. Morrissey, percatándose enseguida de la vocación de su hija, la animó e instruyó personalmente, corrigiendo las creaciones de la pequeña según el gusto del Romanticismo Alemán, con el que Edith se mantenía en pleno contacto a través de sus amigos literatos en Alemania. De su padre obtuvo, además de su completo apoyo, el respaldo financiero que la permitiría crear y divulgar su obra sin otra atadura que la de su propia imaginación.

       La joven Daphne respondió brillantemente a la entrega de sus padres. Escribiendo bajo pseudónimo masculino para evitar cualquier restricción, antes de cumplir los veinte años ya era una pequeña celebridad en los círculos intelectuales, en los que empezaba a desplazar a sus padres en atención e importancia.

       A la vez que Daphne alcanzaba su esplendor personal y profesional, el matrimonio Morrissey abandonaba paulatinamente lo que siempre había sido, y le había hecho destacar como verdaderas personalidades. Cerca ya de la cuarentena, Noah y Edith se sentían cansados, y cambiaban sus posturas subversivas y progresistas por puro conformismo burgués. Como reflejo de este cambio de convicciones, Mr. Morrissey comenzó a dar muestras de desaprobación al trabajo de su hija, ante la impasibilidad de Edith. Daphne, debatiéndose entre la incapacidad para enfrentarse a sus padres y el ardiente deseo de continuar su carrera como poetisa, optó por la solución más diplomática que encontró: poner tierra de por medio.

       En la primavera de 1794 contrajo matrimonio con uno de sus amigos de infancia, el aristócrata y también escritor Neil DeLaine. Para el verano de ese mismo año, la joven pareja ya estaba viviendo en una preciosa casita en Whitehaven, un pueblecito costero situado en el corazón del impresionante Lake District. Al otro lado del país. Sin embargo, la pequeña Whitehaven les proporcionaba toda la inspiración que necesitaban, y poco o ningún medio de difundir el producto de esa misma inspiración. La búsqueda de una mayor soltura editorial les llevó hasta la fría y gótica Durham, donde instalaron su vivienda definitivamente. O casi...

       Fue a la salida de un teatro de Durham cuando el matrimonio DeLaine- Morrissey conoció a una enigmática dama irlandesa llamada Shannon O'Brien, quien se acercó a ellos al oír a Daphne despedir a una de sus amistades con unas palabras en gaélico. Pronto Ms. O'Brien se hizo gran amiga de la pareja, especialmente de Daphne. Confesaba admirar profundamente la obra del matrimonio Morrissey, y solía referirse a Daphne como la "maravilla de los Morrissey". A su vez, Daphne disfrutaba de los amplísimos conocimientos de su amiga, y frecuentemente sostenían animadas conversaciones en gaélico.

       Tan profunda se hizo su relación, que Ms. O'Brien acompañó a los DeLaine cuando en 1800 viajaron a Londres con motivo del 25 cumpleaños de Daphne. Aquellos eran tiempos dichosos para la poetisa. La fama y difusión de sus libros comenzaba a traspasar ya las fronteras de Inglaterra; el matrimonio era totalmente feliz, y buscaba completar su felicidad con la llegada de un pequeño, que aún se hacía esperar. Lo único que le faltaba a Daphne para alcanzar la completa realización en su vida era reconciliarse con sus padres. Y para ello, celebraría su cumpleaños junto a ellos en la casa de la familia en Londres.

       Nunca pudo hacerlo. Justo en el momento en que pensaban dirigirse a la casa de los Morrissey, Shannon pidió a Daphne dar un pequeño paseo privado, según le dijo porque tenía que hablarle de un asunto de vital importancia. El "pequeño" paseo las llevó frente a la Abadía de Wentsminster, donde Daphne fue Abrazada antes de que tuviera tiempo siquiera a darse cuenta de lo que su amiga Shannon era en realidad.

       Daphne pronto comprendió perfectamente las implicaciones de aquello en lo que la habían convertido. Desde un primer momento supo que, aunque su cuerpo continuara moviéndose, realmente estaba muerta: había perdido su vida y por lo tanto todo lo que en ella tenía. No podría volver a ver a sus padres, y tampoco a su marido; no le era posible regresar a su residencia en Durham, ya que sería demasiado difícil pasar inadvertida. De estas reflexiones nació un profundo odio hacia los vampiros en general, y muy particularmente hacia quien le había hecho aquello, su sire Shannon O'Brien.

       Los peores momentos llegaron cuando se dio cuenta de que había perdido la capacidad creativa. Al intentar paliar su frustración del único modo de que disponía, las palabras no fluían, la inspiración no llegaba.

       Furiosa, desesperada, cada noche preguntaba lo mismo a su sire hasta la saciedad: "¿por qué?". Sólo obtenía divagaciones, torrentes de halagos hacia su talento y el de sus padres; la frase que más se repetía en estos monólogos era "querida, la maravilla de Daphne Erinn Morrissey debe perdurar para bien de la humanidad; el mundo no se merece perderte". Para Daphne era sólo una letanía, palabras sin significado alguno que le eran repetidas para intentar conjurar su resignación.

       Probablemente Daphne habría puesto fin a su no-vida en estos difíciles momentos, si no hubiera conocido a alguien capaz de aliviar e incluso alegrar sus torturados primeros tiempos como vampiro.

       Shannon O'Brien era un auténtico animal social; se movía con igual elegancia entre los círculos más selectos del mundo cainita y los grupitos de despistados neonatos. Poseía una interminable lista de contactos, amigos, aliados y por supuesto admiradores; si de alguien podía decirse que tenía amigos hasta en el infierno, desde luego era ella. Y a todos ellos presentaba a su chiquilla, llena de orgullo por "tener a mi lado a la bella e ilustre hija del matrimonio Morrissey". A Daphne, por supuesto, todos los importantísimos cainitas que le eran presentados le traían sin cuidado, y se limitaba a cumplir fríamente las reglas de etiqueta y buenos modales que le habían transmitido en su selecta educación. Sin embargo, una de las últimas "adquisiciones" de su sire logró atraer su atención. Su nombre era Didier Saint-Etienne, y según le contó la propia Shannon, en vida había sido un ambicioso noble que había perdido sus riquezas a manos de otro noble más ambicioso aún, quien había resultado ser su sire. Pertenecía a un misterioso clan del que Shannon apenas quiso hablarle; a pesar de que era bastante conocido en la Camarilla, proclamaba no estar atado a ninguna "organización jerárquica". Quizá fue precisamente esto lo que despertó las simpatías de Daphne; en cualquier caso, pronto se estableció entre ellos una profunda unión que no tardó en sobrepasar los límites de la amistad.

       Paulatinamente Daphne fue alejándose de los repudiados brazos de Shannon O'Brien y entregándose cada vez más a los de Didier Saint-Etienne. Juntos emprendían largos viajes por toda Inglaterra (Shannon le había "sugerido", con sutiles amenazas veladas, que no era conveniente salir de la Isla.) Cuando más alejados se encontraban del punto donde Shannon residiera en aquel momento, Didier hablaba a Daphne sobre "otras alternativas" para la no-vida; le decía que no todo se acababa en su sire y en la "aburrida y fosilizada Camarilla", sino que más allá existían infinitas posibilidades mucho más atrayentes. Como prueba de ello, le enseñó a manejar un extraño poder vampírico que permitía dar vida a las zonas de sombras e incluso moverlas según su voluntad.

       Daphne, chiquilla inexperta como era, no comprendió lo que todas estas señales evidenciaban, y tomó el aprendizaje del arcano poder como un juego que le haría más livianas las noches de su odiada existencia, y las palabras de Didier como la expresión de su propio descontento. Pero su sire sí intuyó los propósitos del amante de su chiquilla; Didier también disfrutaba de una fuerte posición social a pesar de las suspicacias que despertaba, por lo que no se atrevió a ordenar directamente a su chiquilla que se apartase de él. Así que dedicó numerosas noches a prevenirla contra los peligros del Sabbat y la necesidad de desconfiar de los Lasombra mediante largos y conmovedores sermones.

       Sin embargo, por razón de los extraños mecanismos del rencor, cuanto más explícitas se hacían las advertencias de Shannon, más las desoía Daphne. Hasta que no fue demasiado tarde no se dio cuenta de que, por una vez, las intenciones de su sire eran sinceras.

       Apenas había pasado un cuarto de siglo desde que Daphne había sido Abrazada. Todo intento por su parte de obtener noticias de su familia había sido rápidamente atajado; el propio Didier había puesto en juego todas sus influencias para romper este silencio sin conseguirlo. Hasta que por fin una noche, mientras contemplaban la luna sentados junto a la orilla de un riachuelo en Lake District, Didier le entregó a Daphne el único fruto que habían obtenido sus esfuerzos: le habían asegurado que el matrimonio Morrissey había fallecido pocos años después de que dieran a su hija desaparecida por muerta, y se encontraban enterrados en un mausoleo en Oxford. Por lo visto el acontecimiento había tenido resonancia en el país entero, pero la eficacia del secretismo de Shannon era ejemplar. Daphne enloqueció; emprendió un viaje desquiciado hacia Oxford, sorda y ciega a todo lo que no estuviera directamente relacionado con sus padres. Y por supuesto, sin decir nada a Shannon.

       Didier la acompañó, y estuvo allí para abrazarla cuando se desmoronó ante la sepultura de sus padres. Pero su verdadera naturaleza le traicionó, y ni siquiera habían salido del cementerio cuando se reveló a Daphne como lo que realmente era. Le prometió venganza y una no-vida más soportable si se unía con él al Sabbat; intentó seducirla hablándole de un rico comercio entre ella y la secta: sus capacidades cognitivas y su lealtad a cambio de canalizar su repulsión y su odio del modo más provechoso para ella. "Lo que te he enseñado es sólo una pequeñísima muestra de todo lo que podrías llegar a alcanzar", decía. Horrorizada y decepcionada, sin ni siquiera haber podido asimilar la muerte de los seres que más amaba, Daphne huyó también de Didier jurándose a sí misma que nunca volvería a sentir el más mínimo afecto por ninguno de esos "repugnantes seres".

       Perseguida por los aliados y sirvientes de su sire, quien no podía aceptar el ridículo de verse abandonada por la chiquilla de la que tanto había presumido, consiguió escapar a Alemania, la tierra de su familia materna. Buscando una compañía amiga, no pudo encontrar nada mejor que el impresionante panteón familiar de los Von Schöneblume. Era un pobre consuelo, pero le dio las fuerzas suficientes para proseguir su huida hacia Italia.

       Para entonces Daphne se encontraba al borde de la desesperación; el dinero se terminaba, estaba hambrienta y comenzaba a perder la noción del tiempo. Tras recorrer ciegamente gran parte del país, en Venecia encontró su salvación, y uno de los mayores tesoros que había conocido, tanto en su vida mortal como en su no-vida vampírica. Se llamaba Angelo, y era Toreador como ella; su belleza era tal que contemplarla era casi doloroso. Había sido Abrazado en los últimos años del Renacimiento, cuando era un prodigioso pintor Manierista perseguido por fundados rumores acerca de su homosexualidad. Estos rumores se habían convertido en una certeza sobradamente conocida al ingresar en el mundo vampírico, pero a nadie parecía importarle; Angelo utilizaba su exquisito amaneramiento como un arma de seducción que hacía caer rendido a quien le conocía ante su delicadeza. Daphne no fue una excepción. Pero, al mismo tiempo, la fragilidad e intensidad pasional de Daphne provocaron un efecto gemelo en Angelo, y nada más conocerse ya se adoraban incondicionalmente el uno al otro. La sexualidad de Angelo, lejos de ser un obstáculo, trazó nuevos caminos para sus sentimientos que se desmarcaban, y quizá superaban, los del amor convencional.

       Así, cuando la presión de los enviados de Shannon se hizo demasiado fuerte, el pintor no dudó en marcharse junto a su pequeña poetisa rumbo a la desconocida, y afortunadamente muy lejana, Norteamérica. Allí, Angelo enseñó a Daphne todo lo hermoso que la no-vida podía ofrecerle. Le propuso la idea de crear una empresa editorial para poder continuar su relación con el mundo literario, lo que además le permitiría seguir con la comodidad económica a la que estaba acostumbrada. Le enseñó a mantener un grupo de mortales del que alimentarse regularmente, para reducir la necesidad de matar (que probablemente era el aspecto de ser vampiro que causaba a Daphne mayor repulsión.) Y también escogió la preciosa mansión en Vancouver a la que se trasladaron con el cambio de siglo.

       Con el paso de los años, Daphne ha crecido por sí misma, aunque siempre con el apoyo y el amor de Angelo, como una pequeña flor regada por el pintor italiano. La empresa de la que finalmente se hicieron socios ha prosperado hasta ser una de las editoriales líderes, y en ella Daphne vuelca gran parte de sus esfuerzos y sus capacidades. El resto, por supuesto, son para Angelo, quien ha seguido labrando su propia carrera en la pintura.

       Aunque sus respectivas obligaciones frecuentemente los mantienen alejados, su particular amor aumenta y se afianza cada día. Como prueba de ello, en cierta ocasión pintaron un pequeño autorretrato cada uno; Daphne lo montó en la parte interior de un bellísimo reloj de cadena, y Angelo puso el suyo en un camafeo de plata en cuya parte posterior grabó la palabra "Daph" (nombre cariñoso con el que siempre se dirige a Daphne, quien sólo a él le permite llamarla mediante diminutivo.) Luego los intercambiaron, para tenerse siempre cerca, literalmente.

       Durante todo este tiempo Didier ha tratado de seguir manteniendo el contacto, enviando frecuentemente mensajeros que solicitan a Daphne "una reunión para recordar los viejos tiempos." Ella, por supuesto, se niega invariablemente, pero el Lasombra parece incansable y sus intermitentes tentativas nunca se han interrumpido.

       Daphne y Angelo se mantienen al margen de sectas y lealtades, aunque mantienen la Mascarada y sólo tienen trato con miembros de la Camarilla. Pero en realidad a la poetisa sólo le interesan tres cosas, por este orden: Angelo, sus recuerdos y la literatura.

      

FIN


             Apariencia física: Daphne no es muy alta (para ser anglosajona, ronda los 1,73 metros de estatura), pero su cuerpo es esbelto y bien proporcionado. Sus movimientos son siempre precisos y elegantes, suaves sin llegar a la lentitud. Sus rizos color caoba le cubren toda la espalda, casi hasta la cintura; aunque a veces le gusta hacerse coquetos recogidos, suele llevarlo suelto. Los rasgos de su rostro son muy finos y etéreos, y combinados con su palidez (que ya tenía en vida) le dan un aspecto que hace pensar en algún benévolo espíritu de la naturaleza. Sus grandes ojos son de color verde oscuro y están flanqueados por espesas pestañas de un color algo más oscuro que sus cabellos. Apenas se distingue la suave curva de sus cejas, y lo mismo ocurre con el contorno de sus labios, muy ligeramente teñidos de rosa. Sus manos, finas y cuidadas, hablan claramente de sus orígenes.

       Le gusta vestir trajes de chaqueta de telas inverosímiles, como terciopelo o ante. Siempre va pulcramente arreglada, con ropas elegantes y sencillas aunque visiblemente caras. Su aspecto general es el de una joven ejecutiva muy aficionada a la moda y el buen vestir.

Daphne : elizabettha@msn.com