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El crepúsculo, con sus infinitas gamas de rojos y rosas, se acercaba. Andrés comprobó que su espada estaba en la funda que llevaba a la espalda. Bien. Está floja y no hará ruido al desenvainarla, su presa no debería ni enterarse de qué le atacó.
Ahí está, moviéndose entre las sombras, con su gabardina y su sombrero. No hace ruido al andar, pero un observador entrenado puede descubrirle con facilidad. Y Andrés es un observador entrenado.
Su presa parece esperar a alguien, de modo que decide aguardar debido a su proverbial curiosidad. Pasan los minutos, anochece, y nadie llega. Cuando Andrés prepara una daga, se acerca una mujer muy pálida y de gran belleza, de pelo negro y rizado y ojos castaños, con unos labios sensuales. La mujer se presenta ante el vampiro como Valeria, emisaria de Ramiro, que no ha podido venir. De fondo se oyen los ruidos típicos de un fin de semana en Vetusta, y Andrés se pierde algunas palabras. Pero sabe lo suficiente. Arroja su daga contra la presa, a la vez que asesta una patada en la pierna izquierda de Valeria y desenvaina su espada. La daga se clava en el cuello del vampiro, seccionando la yugular. La mujer retrocede, sorprendida por la interrrupción. A los pocos instantes, Valeria arremete contra Andrés mientras el vampiro (cuyo nombre, recuerda ahora Andrés, es Pedro) se arranca la daga y, con un rugido, salta sobre su atacante.
Andrés envía un golpe bajo con su espada, y lanza una daga contra Valeria, convencido de que es también una Cainita. Valeria esquiva la daga sin problemas, tal y como Andrés esperaba, y se sitúa en el punto previsto, donde la recibe una estocada que logra evitar por poco, pero que le deja una herida desde la muñeca hasta el codo derecho.
Pedro intenta acercarse, pero Andrés retrocede. Lanza un golpe alto, destinado a decapitar a su rival, mientras siente que una extraña energía recorre su espada. El vampiro logra agacharse a tiempo, pero la espada corta la columna que había a sus espaldas limpiamente. Valeria decide que esto hay que comunicarlo, y que quien huye puede luchar otro día, de modo que se da la vuelta e intenta huir. Andrés le da una patada a Pedro en la cara, y luego ejecuta un golpe descendente con su espada, golpe que se le antoja harto familiar. Su acerada hoja corta al vástago por la mitad, convirtiéndolo en dos perfiles sanguinolentos que pronto empiezan a consumirse. Dándose cuenta de la huída de Valeria, y de que no podrá alcanzarla corriendo, arroja su espada, aún rebosante de energía mágica, contra la espalda de la vampira. La espada entona una canción de muerte al hundirse entre los omóplatos y emerger entre los senos de la mujer condenada, con su magnífica hoja tinta en sangre caliente. Andrés se acerca y extrae otra espada, con la que decapita a la vampiresa.
- Son sólo asesinos que no merecen más que la muerte.- Susurra, con lágrimas en los ojos al recordar lo que le hicieron a su amada.
La venganza es preferible a la desesperación, pero Andrés sabe, en lo más profundo de su ser, que nada de lo que haga devolverá la vida a Lucía. Que nada le devolverá a su amada.
Ian Cavendish : Iancavendish@yahoo.com