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Eran eso de las 23:20, cuando yo volvía tranquilamente a mi casa, como todos los días debía pasar por la zona más oscura de mi tenebrosa ciudad, a no ser que prefiriera andar 2 o 3 km. más. Como siempre me ocurría al pasar por allí, sentía que algo malo iba a suceder.
De repente una figura apareció ante mí, no me preguntes cómo, eso es algo que sabrás más adelante. Su cara era pálida, sus labios rojos muy rojos, más rojos de lo normal, era un rojo tan intenso, que me recordaba el color de la sangre que circula por mis venas. Tenía el pelo corto y de color blanco, pude deducir que no eran canas, que era el color natural de su pelo, os puedo asegurar que no tenía (o no aparentaba tener) más de 30 años. Me miró durante 3 o 4 eternos segundos, yo no sabía qué hacer, pensé en varias cosas: Salir corriendo, darle los 2$ que llevaba encima o gritar, gritar tan fuerte como para que ese extraño “humano” (pensé un par de veces esto antes de nombrarle así) huyera despavorido. Me recorrió con sus pupilas de principio a fin, deteniéndose en mirar mi cuello, en esos momentos, pensaba que el siguiente paso sería desnudarme y violarme allí mismo, pero no fue así, siguió mirándome fijamente, no soportaba esa mirada con esos ojos verdes entrecerrados.
Noté que sus labios se movían, que estaba hablando, pero esas palabras, palabras que no entendía en absoluto, pero que entendí sin problemas. Algo raro ocurría en mi mente, se me nubló la vista, se me entrecortaba la respiración. Era algo que nunca había sentido antes, cuando recobré la visión, el extraño había desaparecido, pero no tuve miedo alguno, es más, nunca me había sentido tan segura al caminar por esa zona. Sentía que algo me perseguía, pero a la vez me protegía.
Llegué a mi casa, metí la llave en la cerradura, y abrí. En mi sillón se encontraba sentado el hombre que había visto en calle anteriormente, en cualquier otra situación, estoy segura, hubiera gritado o salido corriendo, pero no, esta vez fui yo quien recorrió con la mirada a ese extraño “hombre”. Habló, me dijo: “bonito refugio, aunque está muy descubierto a la luz del demonio”. Me quedé meditando esa frase, inmediatamente después, él cogió mi mano y me dijo con la voz más atractiva que he oído en mi vida: “No tengas miedo querida, la oscuridad acabará con tú dios, y en ese momento nosotros seremos la oscuridad”.
Yo me asusté, pero a la vez sentí intriga, nunca había oído palabras tales como esas. Me enseñó los colmillos más blancos y grandes que había visto en mi vida, después de los de mi perro claro, por cierto, ¿y mi perro?, debería estar ladrando como un desquiciado, miré a la derecha, hacia la cocina, y allí estaba sentado en la alfombra mirando al hombre. Yo que soy amante de las películas de terror, pensé que sería una criatura de la noche, de esas que tanto le gustaban a Alfred.
"Exacto", me susurró al oído eso soy yo, y tú también lo serás cuando estés preparada. Yo asentí con la cabeza, por algún motivo del que aún no me acuerdo, asentí como una estúpida. En ese instante dijo: “Schhhhh, ahora entenderás qué soy, y por qué lo soy. Sus colmillos se dirigieron a mi cuello, yo quedé inmóvil, no pude moverme, pero tampoco era algo que deseará hacer, porque en el fondo quería que sus colmillos penetraran en mi cuello, era algo que había visto en películas. El placer llenó a mi cuerpo era algo mejor que la realidad, era un sueño, era dulce, era amargo, era suave, y muy, muy áspero. Oh! Esa sensación... lástima que sólo durara lo que un rayo de luz en alcanzar la Tierra, en ese momento perdí por completo el conocimiento, tardé un par de horas en recuperarme.
El hombre estaba junto a mí, y me dijo; “Hola chiquilla”, ¿chiquilla?, que forma tan rara de nombrar a una treintañera, pensé yo. Tenía una sensación de vacío en mi cuerpo, pero no era hambre, estoy segura, tenía sed, pero no quería agua, “Sé bien lo que buscas chiquilla mía” y extendió su brazo, yo sin pensarlo, y sin saber lo que hacía clave mis dientes en su muñeca, y comencé a chupar, chupe como nunca lo había hecho y disfrute tanto o incluso más que cuando él hizo lo propio conmigo. Cuando terminé reflexioné en lo que había hecho, y mi lengua fue a tocar mis colmillos, mis enormes colmillos, que ya no tenían nada que envidiar a los de mi perro.
Ahora lo entendí todo, todo encajaba, “Así es querida, ahora todo está claro, ¿verdad?, aún te queda mucho por aprender mi joven vampiresa, cuando cumplas los 203, podrás hacer lo que yo he hecho contigo. Me sentía más fuerte que nunca, decidí hacer una prueba, y agarré un vaso de cristal, apreté con un mínimo de fuerza, y ¡CRASH! Se volvió en mil pedazos, comprendí aquello de "mi joven vampiresa", mi fuerza era sobrehumana, y yo ya no pertenecía a esa débil raza, la humana, que han pasado de ser mis hermanos, a ser mi alimento.
En otra ocasión os contaré, como fue mi primera noche de caza, pero eso algo que debe esperar, pronto serás uno de los míos, y no quisiera estropearte tu función....
Joaquín Ocón Ojeda.