Indómito

      “Lo último que quiero es perderte, pero si no puedo hacer que te des cuenta de cuanto me amas en realidad solo puedo hacer esto” fue lo que dijo Joan antes de ver como el pecho de Gabrielle era atravesado por una gran estaca de madera, y para peor, era él quien empuñaba la estaca.

       Joan comenzó a recordar su vida antes de conocer a Gabrielle, era burda, sencilla y carecía de importancia. Por supuesto, había cosas de valor para él, su familia, algunos amigos, novias casuales, pero cuando conoció a Gabrielle todo esto cambio.

       La había conocido por casualidad, y por un momento Joan sonrió al pensar que el azar dominaba tanto las vidas de todos, fue en una clase de Filosofía, durante la noche. Gabrielle era bella, pero lo que le llamo más la atención fue como se complementaban, ahora que lo pensaba soñaba ingenuo, pero eran almas gemelas. Se conocieron, salieron varias veces, y eventualmente ella compartió su secreto, y Joan se volvió su ghoul.

       “No es amor” le aseguró aquel hombre sombrío, sentado en la plaza, “se llama vínculo de sangre, y todos lo hemos sufrido créeme”: El hombre era un indómito, o a si se llamaba, eran criados sin señores, seguidores sin un líder, y beatos sin fe, solo un impulso que los unía a todos. Y Joan les creyó.

       Pasaron algunos minutos mientras los indómitos llegaban para ayudarle, “el vínculo todavía es fuerte en ti, apresúrate y ponte las esposas que te di, aléjate de ella y asegúrate de que no puedas ayudarla” dijo la voz en el teléfono. Joan se encadenó al radiador, alejado de su domitor, todavía sentía remordimiento, pero él no iba a ser la marioneta de nadie.

       La puerta de la habitación se abrió, tres de ellos entraron, y mientras Joan gritaba la desangraron, y luego uno de ellos terminó con la vampiresa. En el instante que su domitor y amante se convertía en una pila de cenizas, Joan enmudeció.

       “Deja que el vínculo se vaya, eres libre mi amigo” dijo uno de los indómitos. Joan estuvo inmóvil por unos momentos, mientras todo su mundo se derrumbaba. “Has estado viviendo una mentira, pero no te sientas avergonzado, todos lo hicimos, y nos hemos liberado”.

       “Ella era lo único que tenía en mi vida, mi amor, mi felicidad, mi mundo…” murmuró Joan mientras comenzaba a sentarse en el suelo, con la cabeza gacha.

       “Lo sé, pero una vez que el vínculo desaparezca te darás cuenta que lo que sentías era falso. He vivido entre vampiros mucho tiempo, y la que te tenía bajo su hechizo era de una familia especializada en encantar a sus presas” le dijo el indómito, abriendo las esposas y ayudando a Joan a incorporarse, él había pasado por lo mismo hace ya 30 años, y sabía exactamente como se sentía.

       “No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, alguien tuvo que escuchar mis gritos” dijo Joan. “En eso tienes razón amigo mió, será mejor que dejemos la ciudad, ella tenía algunas conexiones importantes que podrían causarnos problemas”.

       Los indómitos salieron del edificio, algunos pensando en lo que perdieron, otros en lo que ganaron, y uno de ellos en lo que se convirtieron. Subieron a Joan al auto, y se alejaron del edificio, manejaron durante un rato hasta llegar cerca de la Universidad.

       “Por ahora estamos seguros, pero vamos a dejar la ciudad esta misma noche, ¿hay algo que debas hacer antes?” le pregunto uno a Joan, quien había permanecido en silencio todo el camino.

       “No” fue la respuesta de Joan, quien fallo en encontrar algo más en que pensar aparte de lo que había hecho. Por otro lado, el encanto de Gabrielle todavía no había dejado su sistema como los indómitos habían predicho.

       “Denle al chico algo de tiempo, vamos por Ernest y nos largamos definitivamente. Chicago no tiene nada más que ofrecernos”.

       Joan se quedo solo, sentado cerca de la Universidad. “Alguna noche iremos juntos a la Universidad, conocerás a un Antiguo muy importante de la ciudad. Es un aficionado a los debates, y creo que vas a caerle muy bien” le dijo Gabrielle una noche de luna menguante, en la que Joan le había preguntado por los demás vampiros.

       El recuerdo de lo que había hecho no se iba. Cada vez más Joan sentía el frió que recorría su espalda, ese frió de soledad, desesperanza y descontento que había conocido tan bien cuando recordaba que Gabrielle estaba muerta, y él vivo. Comenzó a pensar sobre sus nuevos amigos. Eran monstruos, todos ellos eran adictos sedientos por su nueva dosis, y no se detendrían. Debía escapar.

       “Si alguna vez me sucede algo ve con Mac, solo puedes confiar en él. El fue el que me convirtió. Habrá otros que intentarán hablar contigo, escapa de ellos. Son la autoridad mezquina, el puño de hierro y el policía corrupto de la sociedad nocturna, y solo querrán un chivo expiatorio para los pecados que cometen”.

       Solo quedaba huir, iría con Mac y luego se iría de la ciudad. No podría engañarlo por mucho. Ese fue el plan que se formó en la mente de la joven ghoul, y se fue en busca de un Taxi, y mientras caminaba recordó lo qué le dijo su domitor cuando tuvieron su primera pelea: “Los monstruos no merecen ser amados”, a lo que ella respondió “Nadie que ama puede ser un monstruo”. Que equivocada estaba…