Phillip Marlowe.

       La vida da muchas vueltas por lo que nunca sabes lo que te vas a encontrar a la vuelta de la esquina, además de todo esto, oculta más cosas de las que podemos ver, teniendo esta una oscura némesis, que no vemos, tal vez por voluntad propia, tal vez por simple miedo a conocer la verdad.

       Pero como en toda historia, que no cuente Quentin Tarantino, comencemos por el principio, creo que nací en Europa, o por lo menos eso dijo la escoria que me trajo al mundo, un jodido borracho y una ama de casa que se pasaba por la piedra a casi todo el barrio, desde el cartero hasta el fontanero, con este acogedor ambiente familiar, ahora me extraña que en mi juventud, terminara siendo un delincuente juvenil. Bueno creo que remover los trapos sucios de mi infancia tampoco es muy interesante, en definitiva me educaron en casi todos los reformatorios del estado.

       Fue más o menos a los veinte, cuando la agencia Pinkelton, por no sé qué extraños chanchullos contrató a una serie de delincuentes juveniles, para trabajar como aprendices de la agencia, fue entonces cuando comenzó lo que podría llamarse el periodo más interesante de mi vida.

       En tan sólo un año y medio, logré que me fuese concedida la licencia de detective privado, fue durante este año cuando me di cuenta de que tenía talento para un trabajo "legal", por lo que tras finalizar mi libertad condicional, y caducando mi contrato comencé a montar mi propio negocio, una oficina que parecía un estercolero, una secretaria que era insoportable, pero no podía echar a la calle (le debía demasiado dinero y si la echaba debería pargárselo), por no olvidarnos de el vecino, un tal Raimond Chandler, que a la larga fue quien más partido saco de el asunto.

       Como he dicho no fue nada fácil comenzar en el negocio, el primer año fue para llorar, aunque a pesar de todo no dejó de tener un lado bueno, gané tan poco que no tuve que pagar al fisco.

       Después el negocio comenzó a ir mejor, los casos comenzaron a ser cada vez más interesantes, además de llamar a mi puerta mucho más a menudo, durante todo este tiempo, fui haciéndome mas amigo del escritor de la oficina de enfrente, con quien comentaba casi todos mis casos, por lo que tampoco me sorprendió demasiado cuando comencé a ver como varios de mis casos, se transformaban en novelas de detectives, lo que más me molesto fue tal vez que no se molestara ni en cambiar mi nombre, por lo que sé, hoy en día soy su personaje más famoso, además de todo un ejemplo de como es un detective de novela negra.

       Durante este tiempo fue cuando comencé a ver la cara oscura de la vida, ese mundo que nos es vedado a todos normalmente, y recordando a mi querido amigo Raimond, creo que intentaré contarlo como lo hubiera hecho él.

       La noche era fría y lluviosa, tan oscura como un túnel sin tren expreso, todo daba a entender que mi supuesta cliente no se presentaría aquella noche, dándome la noche libre para hacer el amor con una botella de Jack Daniel, hasta lograr olvidar todo la basura en la que normalmente nadaban mis investigaciones.

       Como siempre la mujer se presentó en el momento más inadecuado, de todos modos tampoco tenía una botella allí y no me apetecía tener que nadar para encontrar una.

       Ella era extraña, alta, morena, con unos ojos demasiado penetrantes, tanto que hubiese jurado que intentaba leer mi mente, se acerco hasta mí, moviéndose con ligereza, dejando que me fijara bien en sus peligrosas curvas, como quien incita a un conductor borracho a pisar con más fuerza el acelerador.

       Apesar de tan tentadora imagen, sus actos se explicaban por sí solos, ninguna mujer con tan increíble tipo, llamaba a un detective a media noche sólo para seducirlo, por otra parte siempre he tenido muy claro que no soy un Adonis, por lo que sólo quedaba una opción, estaba desesperada y el caso se presentaba muy difícil, sino porqué tanto teatro.

       Cuando estuvo tan solo a unos escasos centímetros de mí se presentó.

       - Soy Annabelle Triabell y necesito sus servicios de investigador. Su voz tenía un ligero acento francés, como el de las prostitutas que buscan subir su tarifa ofreciendo un toque exótico, lo que contrastaba de pleno con el caro perfume que usaba, el cual invadía mi oficina como las hormigas una tarta en la merienda campestre, pero lo más llamativo fue el ver su piel, blanca, demasiado blanca, si no me hubiera estado hablando juraría que estaba muerta.

       - Creo que ya conoce mi tarifa y para sacarme de la cama a estas horas supongo que su problema será urgente, si se aparta un poco podré encender la luz.

       Al decir esto se sintió ofendida, pero no respondió nada, moviendo su perfecto cuerpo con la misma seducción que cuando se acercó, para después sentarse mientras permitía una agradable vista sobre su escote y sus piernas.

       Esto no era normal, debía de estar escondiendo algo muy fuerte, aunque yo tenía una manera de averiguar si el problema era demasiado serio, viendo hasta donde soportaba mis comentarios. Me acomode en mi mugriento sillón, para sacar una libreta y un lápiz. Dios, odiaba tomar nota, porqué no había podido venir a una hora en la que mi secretaria estuviera aquí.

       - Y bien, qué problema tiene una refinada dama de la alta sociedad como usted, acaso se ha extraviado su caniche o tal vez no recuerda donde dejó olvidado su abrigo favorito de visón. Como insulto había quedado en su punto justo, veríamos como de desesperada estaba.

       - Tiene un extraño sentido del humor con sus clientes - respondió mientras la expresión de su cara permanecía impasible. - Según me dijo la persona que le recomendó, es bastante bueno en su trabajo.

       Bien, de momento tenía un siete en mi escala de mujeres desesperadas, pero continuaba subiendo.

       - Ah comprendo, su marido la engaña con otra y quiere fotos para en el divorcio quedarse con todo.- Este ya era demasiado directo, como continuara sentada llegaría a un diez.

       - Como le decía. - Continuó impasible ante la adversidad - Me han informado que es uno de los mejores en su trabajo, además de que suele mantener la boca cerrada.

       Bingo, acababa de obtener un diez, me estaba metiendo en la boca del lobo y ya era demasiado tarde para poner la marcha atrás, tendría que hacer de tripas corazón y tragar lo que me pusieran, había jugado sus cartas mejor que yo, bueno al menos sabía que no era un simple cuerpo sin cerebro, todo sea dicho, un cuerpo precioso.

       - Bien le agradecería que fuese al grano y dejase los piropos para otro momento.

       Sí, ya estaba decidido, tenía que aceptar el caso.

       - Como le decía, necesito a alguien discreto. En las ultimas semanas me han estado amenazando de muerte por medio de estas cartas, yo creo que ha podido ser un antiguo amante.

       En ese momento dejó sobre mi mesa un montón de hojas de papel dobladas, mientras notaba unas delicadas manos, con las uñas pintadas de un rojo muy intenso.

       - Y bien por qué no lo denuncia a la policía, si ese es el caso no me necesita para nada.

       Había algo que comenzaba a oler como una pescadería después de vacaciones, ¿qué me estaba ocultando?.

       - Ya lo he hecho, pero no han podido hacer nada, además no confío demasiado en la policía, son todos unos incompetentes.

       Su voz ocultaba una mentira entre ese acento de prostituta exótica.

       - De acuerdo veré lo que puedo hacer por usted, pero no le prometo nada, mi tarifa es de ...- ella interrumpió rápidamente.

       - El dinero no me importa solo encuéntrelo, de acuerdo. Esta es mi dirección, - dijo mientras arrojaba en mi mesa una tarjeta de visita con letras de oro - si necesita algo llámeme, pero solo por la noche, espero que lo encuentre pronto.

       Tras decir ésto, se levantó y salió de mi oficina, con la misma elegancia que lo hizo al entrar, si no hubiera estado un Rolls Royce esperándola en la puerta, hubiera jurado que era una prostituta desesperada.

       Fue entonces cuando comprendí que me había metido en un caso del que prácticamente no sabía nada, sin contar que había demasiadas mentiras, ¿por dónde comenzar?.

       El primer paso era averiguar si había mentido en lo de la policía, no sería muy difícil, tan solo era cuestión de llamar a Lou e invitarle a un par de copas, después podría sacarle cualquier cosa, por lo que cogí el teléfono y le llamé.

       Una hora más tarde tenía lo que quería, no me había equivocado, hacía meses que nadie ponía una denuncia por amenazas de asesinato, ahora solo había que ver las notas, tenía la corazonada de que estas también serían falsas.

       Las cartas de amenaza eran simples folios en blanco con letras de periódico pegadas, una buena manera de ocultar la caligrafía de una persona, lo que más llamó mi atención fue el ver una pequeña y casi invisible marca de color rojo. Sí, esto olía muy mal.

       Miré el reloj, todavía no habrían recogido la basura de casa de Miss Triabell, podía confirmar mis sospechas si me daba prisa, una hora después encontré lo que buscaba, aunque no fue muy agradable, nunca me ha gustado demasiado hurgar en la basura de los demás, pero allí estaba, los periódicos del día con unas cuantas páginas recortadas, tan solo me restaba volver a mi oficina con una colección de periódicos, unos nuevos y otros usados para jugar a los puzzles.

       Creo que la sobreestimé, puede que al final ese precioso cuerpo tampoco tuviera una mente dentro, lo que me provocaba un ligero ataque de risa, bueno al menos ya tenía al presunto asesino.

       Como me indicó, aquella noche telefoneé a la señorita Triabell, para descubrir que era una señora y comunicarle que ya tenía a su asesino, pidiéndola amablemente (todavía continuaba siendo la persona que me había contratado), que se pasara por mi oficina, ella aceptó sin hacerse de rogar, decididamente me había subestimado.

       Tan sólo tardó cuarenta minutos en presentarse, con la misma elegancia de prostituta de lujo que el día anterior, este caso estaba a punto de provocarme un ataque de risa.

       - Como usted me dijo -comencé- estuve investigando su caso, y me alegra comunicarle que no tienen que preocuparse por nada, su presunto asesino es usted misma, le enviaré la factura por los gastos.

       En aquel momento su cara puso la misma expresión que la un niño al que acaban de sorprender robando galletas, estaba bastante confundida parecía que por primera vez iba a decir la verdad, pero no se terminaba de decidir. Fue entonces cuando me volvió a mirar con una cara de desesperación preciosa y comenzó a contarlo todo.

       - Muy bien señor Marlowe, usted gana pero le recomiendo que se siente para escuchar esta historia, porque creo que le va a resultar un poco increíble, - esta vez si tenía la impresión de que está diciendo la verdad- hace unas cuantas noches asistí a un concierto de Jazz que se daba en el club social de la agrupación local de música, donde le vi actuar. - Ah, creo que no lo he mencionado, pero soy un saxofonista fracasado - el concierto me pareció muy interesante, personalmente encuentro su estilo muy innovador, - creo que no entendía mucho de Jazz al decir eso de mi manera de tocar, pero como piropo resultaba muy agradable.

       - Figúrese mi sorpresa al saber que era usted detective privado, un trabajo apasionante - recuerdo una vez en Seattle una mujer me dijo eso de mi trabajo, fue la única, además creo que también fue la única mujer inteligente que he encontrado en mi vida, - por lo que después....

       En su historia me contó que en el año mil setecientos y algo, fue transformada en un vástago, y que pertenecía al clan Toreador, la historia comenzó a ser cada vez más increíble, pero en resumidas cuentas venía a ser algo así; hacía algunos años se enemistó con otro vástago, el cual quería matarla por lo que había contratado a un Assamita, una especie de clan de asesinos vampíricos, el cual tenía muy claro que la mataría si no hacía algo por encontrarlo y matarlo yo antes.

       Me dijo todo lo que sabía, que era de origen árabe, más o menos medía un metro setenta, moreno y delgado también me dijo como podría matarle en caso de que le encontrara.

       Verdaderamente debía estar desesperada, pues habría podido usar mis conocimientos para matarla a ella también, pero al fin y al cabo ella era quien me pagaba, y si había trabajado para una bonita colección de gansters, no comprendo qué me impedía trabajar para un vampiro. Esta vez me había metido en algo que creo que me venía un poco grande, estaba cazando a un vampiro para poder hacer que otro siguiera con vida, o mejor dicho con no-vida, después de esto buscaría un buen psicoanalista.

       Tenía que pensar rápido e iba a ser difícil encontrar a ese cabrón, por lo que me había contado Annabelle, tenía una marcada predilección por las dagas, al menos ya tenía una pista útil, suponiendo que no hubiera traído su propio arsenal, de todos modos tan sólo podría encontrar las armas que solía utilizar en tiendas de antigüedades, además un buen asesino sólo utiliza un arma una vez, y yo confiaba en que se basara en esta norma, de todas maneras tenía una gran ventaja sobre él, yo podía moverme de día.

       En cuanto pude recorrí las tiendas de antigüedades de la ciudad, tan sólo en dos de ellas tenían armas como las que solía usar, y las dos se hallaban en la misma calle, si el asesino había llegado la noche anterior, sería hoy cuando se acercaría a por su armamento, pues después de que anocheciera todavía le quedaban un par de horas antes de que ambas tiendas cerraran.

       Aparqué mi coche en la calle y esperé a que apareciera, mientras repasaba mentalmente todos los detalles, intentando no dejar nada al azar. Sí, como podía ser tan iluso, en la primera de las tiendas que visité el dependiente era árabe, y a pesar de que me dijo que no tenía lo que estaba buscando, tenía expuesta para la venta una serie de espadas y cuchillos medievales, en segundo lugar recordé que había visto una piedra de afilar todavía húmeda detrás del mostrador, para qué iba un anticuario a usar una piedra de afilar, por último afirmó cerrar aquella noche muy temprano, diciéndome para finalizar cuando me marchaba, que lo más seguro es que al día siguiente pudiera encontrar alguna, todas las pruebas apuntaban allí, decididamente tenía que dormir más y beber menos.

       Esperaba no llegar tarde era mi única oportunidad de identificarle, sino todo habría sido inútil, justo al llegar a la calle en la que se situaba la tienda de antigüedades, vi como un hombre de mediana edad entraba en ella, el cual encajaba sin ningun problema en la imagen del tipo que andaba buscando.

       Discretamente aparqué en la acera de enfrente, una hora después salió con aíre muy satisfecho, para tomar un taxi. Había cometido su primer error, tan rápido como pude apunté el nombre de la compañía de taxis y la matrícula, al menos ya tenía su dirección, como mucho la carrera duraría quince minutos, más otros diez para volver aquí, sólo me quedaba como mucho media hora para saber donde dormía. Busqué una cabina telefónica y pedí a la operadora que me pusiera en contacto con la compañía de taxis que había tomado, después pedí el mismo número de taxi que había tomado él, diciendo que la última vez que solicité sus servicios me trataron muy bien, no hubo ningún problema.

       Ocho minutos más tarde apareció ese mismo taxi, un par de billetes de cien hicieron el resto, el moro se refugiaba en una casa abandonada de las afueras, y con un tercer billete de cien logré borrar la memoria del taxista.

       Tras despedir al amable conductor, cogí mi propio coche para ir a comprobar la dirección que me había dado, si mentía siempre podría llamarle de nuevo y abrirle su fea cabeza.

       El taxista no había mentido la casa parecía abandonada, pero en el porche, sobre la suciedad acumulada había algunas marcas de zapatos lo que quería decir que estaba allí.

       Reconozco que no me besé por el mero hecho de que no podía, ya sólo tenía que encontrar la manera de matarle, cosa que obviamente haría por el día, en el que yo tenía mayor ventaja.

       Tras dormir un par de horas, fui hasta el edificio de registro de la propiedad, otro par de billetes un poco de coba a la secretaria y premio, tenía los planos de la casa en la que en estos momentos dormía el confiado asesino, ajeno a su suerte.

       Estudié los planos hasta lograr memorizarlos, tenía que hacerlo a medio día, además tan sólo tenía una oportunidad, recordé las películas de drácula para revisar el equipo que usaría, deseché las ideas de cruces, ajo, agua bendita y espejo, esta última porque ya sabía que era un vampiro, equipándome con una buena escopeta del doce, un par de estacas y martillo, un par de cócteles molotov y un buen hacha.

       Sorprendentemente para mi decepción no fue tan difícil como en principio esperaba, como supuse se encontraba en el sótano, al llegar abrí en silencio las dos ventanas que estaban cerradas para que la luz no entrara, después lo más rápido que pude empalé su corazón, quedando este inmóvil, el tercer paso fue usar el hacha que llevaba, media docena de hachazos después, su cabeza ya no estaba pegada a sus hombros, como toque final incineré los restos lo más rápido que pude. Esa noche volví a llamar a Annabelle, para comunicarle los resultados de la "operación", por el cheque que recibí dos días más tarde supuse que debería de estar muy agradecida, nadie da cien mil dólares por este trabajo, pero quien soy yo para discutir su generosidad.

       Lo peor fue cuando después de todo aquello pensé que nunca volvería a saber nada de aquel mundo, pero para mi desgracia no fue así, después hubo que buscar a quien mandó organizar todo aquello, pero creo que fue uno de esos asesinos vampíricos el que se encargo de matarle, pues desde entonces y viendo como mis clientes terminaron por ser casi todos vástagos, sílo me encargaba de investigar, las venganzas son cosa de asesinos y yo soy uno de estos.

       Y el tiempo pasó, y todo comenzó a perder la cabeza, vi toda la basura que se ocultaba, como detrás de las guerras de la mafia entre Chicago y Nueva York, estaban los vástagos de dos sectas distintas, como todo se hacía insostenible.

       Pero como siempre, al final terminas encontrando un más difícil todavía, y eso pasó durante la guerra, el momento en el cual la mierda superó mi labio inferior y comencé a comerla a grandes cucharas soperas, todo por que un tipejo se presentó, un vampiro con los cojones demasiado gordos para mi gusto, un Justicar.

       Por aquel momento ya sabía demasiado de aquel mundo para negarme a "colaborar", fue el momento en el cual lamenté hablar idiomas, ser ese tonto que un día aceptó un caso, y en su infancia aprendió a hablar todos los idiomas del barrio, el francés, el castellano, el italiano, el alemán, hasta una gran colección de insultos en ruso, gaélico y polaco.

       Me vi como un perro de nadie ladrando a las puertas del cielo, con un uniforme militar, dios como odiaba el ejército, todo para continuar buscado los secretos que se escondían detrás de la guerra que se libraba en Europa.

       En principio pensé que no volvería a verla, esta vez era yo quien se estaba equivocando, años más tarde se presentó en uno de mis conciertos, ya sin trabajo de por medio y viendo como me ofertaba ese increíble cuerpo, sucumbí a sus encantos.

       Tres meses más tarde sin yo llegar a enterarme, me abrazó, no sé si para bien o para mal, al principio tuvimos algunos problemas pero eso ya es otra historia.

       Cuando las cosas se calmaron, Annabelle y yo volvimos a ser amantes durante un par de años, después vinieron las diferentes guerras de los últimos años, la revuelta anarquista, la lucha por el principado, la guerra con los lupinos, etc.

       Como se suele decir; Plus ça change, plus c´est la même chose, cuanto más cambia algo, más igual permanece.

TREMERE