Muerte de un Malkavian.

      Ya son casi las cinco de la mañana y aun no puedo encontrar una razón para no enfrentar el crudo descanso.

       Mi nombre no importa, lo que sí importa es lo que he hecho y por lo que pagaré. Me encontraba caminando por las frías calles de la ciudad que algún día me vio nacer por segunda vez, en la interminable carrera hacia mi destino final intento recordar si alguna vez he hecho algo que de verdad me garantice que deba seguir oscureciendo los callejones y paredes de este lugar, pero no puedo, no porque no halla hecho algo, sino porque mi cabeza intenta estallar, salir de mi cuello y volar hacia la luna cada vez que intento crear un camino lógico entre dos ideas.

       Ya no puedo con esta maldición, mi creador me ordenó que dejara de pensar en el dios supremo y que comenzara a ser mi propio dios, haciendo lo que mi alma deseara, pero allí precisamente está el problema, ¡mi alma está condenada!

       La noche pasada (o hace dos años, ya ni me acuerdo) me encontraba en uno de mis múltiples ataques de “verdad” como le gustaba llamarle a mi creador, según él el ver todas estas imágenes y sentir que el piso se vuelve nubes y de pronto comienza a llover de abajo hacia arriba se trataba de una especie de visión de lo que hay más allá de la realidad, para mi es sólo que mi cerebro está bajo el estímulo de algún narcótico que aun no se como entró en mi sangre, y así caminando por la calle de pronto las visiones se detuvieron luego de un gran foco de luz blanca y un estruendo tremendo. Me desperté a la noche siguiente, supongo, en un lugar totalmente oscuro, intenté moverme pero me encontraba rodeado de algo blando y maloliente, levanté mi cabeza y golpee la tapa del basurero en el que me encontraba. Salí de él con un horrible dolor de cabeza, alcancé a notar que me encontraba en el final de un callejón sin salida y sin higiene, las cajas se amontonaban alrededor mío impidiéndome ver hacia la calle y entonces comprendí lo que había sucedido, recordé la noche anterior y como me atropelló ese autobús, seguramente el conductor para no cargar con el peso de la ley solo me escondió en ese basurero pensando que yo era un cadáver común y corriente y luego desordenó todo el lugar para que no pudieran hallarme. De pronto un torrente de imágenes me acosaron, mis ojos lloraban sangre y mi garganta casi explotaba por mis gritos de dolor, con las manos en los oídos, como para intentar silenciar las voces de todo el mundo, comencé a golpear mi cabeza contra el muro de ladrillos que estaba a un costado mío, hubiese deseado caer aturdido, pues lo que sucedió después fue mucho peor que solo perder el conocimiento.

       Cuando por fin me detuve, a través de mi cabello ensangrentado puede ver en la entrada del callejón a una pequeña niña observándome con miedo. En ese momento no se que fue lo que me sucedió, fue como si de pronto mi mente se desconectara de mi cuerpo y de este tomara posesión un animal, un horrendo animal sediento de sangre. Corrí hacia la niña y me arrojé sobre ella como un chacal sobre un cadáver en descomposición, solo con mi mandíbula clavada en su cuello la arrastré dentro y lo que pasó fue tan inhumano que me dio asco. Luego de estar con la pequeña, que aun rogaba por su vida, a solas, sus gritos comenzaron a desesperar a la bestia que me poseía y con indescriptible frialdad le retorcí la traquea con las manos hasta que sus gritos comenzaron a ahogarse, y mientras más difícil le era gritar, más se agrandaba mi sonrisa, hasta que por fin la chispa de su vida se agotó, luego no se si invadido por el hambre o por los deseos de terminar lo que comencé, mi boca se acercó a uno de sus pequeños pechos aun no totalmente desarrollados y desgarré su ropa con los colmillos que de pronto eran del doble de largo que lo normal, primero su ropa, luego su piel, luego sus músculos y al fin y luego de abrirme paso por toda su caja toráxico solo con mi boca, llegué a su tierno corazón, lo arranqué de su sitio y frente a mi horrible sonrisa este aún parecía querer latir.

       En ese momento recobré control sobre mi cuerpo y como podrán imaginar el horror me invadió, de mis ensangrentadas manos calló el pequeño corazón, me puse de pié y contemplé mi obra, no se si con orgullo o con asco. Allí me quedé un largo tiempo, como esperando que la niña se pusiera de pie y sin su corazón me dijera que me perdonaba por arrebatarle la vida, pero para tortura de mi alma, esto no sucedió.

       De este encuentro guardé un mechón de pelo de la niña para poder recordar lo que hice y no volver a repetirlo, pero creo que no fue suficiente cabello. Luego de unas semanas y de mucho reflexionar y autoflagelarme me sentía curado y listo para volver a ver las calles sin miedo a cometer otra de estas atrocidades, pero al momento de volver a pasear por la calle y sentir nuevamente el ruido, los olores, la brisa mezclada con smog las visiones volvieron, pero esta vez no solo eran destellos y formas, no, esta vez eran secuencias de imágenes y gritos que no me dejaban olvidar lo que había sucedido hacía poco tiempo. Cada vez se hacían más fuertes y nítidas, cada vez sentía más cerca el momento fatídico en que saqué ese primer corazón de ese primer pecho, hasta que de pronto noté que algo no andaba bien. Las visiones me mostraban imágenes de lo que recordaba, de esa pequeña niña, del callejón tapado por cajas, de cómo la maté con mis propias manos, pero mi cerebro, a raíz de mucho esfuerzo, recordó que el mechón de cabello era rubio, y que a diferencia de este las visiones me mostraban una niña de cabello castaño. El horror me invadió nuevamente, el mismo horror de la vez anterior pero aun más intenso, mis manos se detuvieron y dejaron caer el corazón de mis visiones, entonces el callejón tomo forma otra vez, la misma oscuridad, las mismas cajas, la misma pared frente a mi, pero al mirar abajo noté que el corazón que acababa de dejar caer no era el mismo de la niña rubia, sino otro un poco diferente y al levantar un poco la vista mi cuerpo comenzó a temblar, el mismo acto horrible, el mismo procedimiento, la misma bestia controlando mi cuerpo, pero esta vez otra victima. Pasé el resto de la noche mirando mi nueva obra, maravillado por el horror (u horrorizado por la maravilla) que había creado, volví a tomar un mechón de la joven de cabello castaño y lo uní al mechón rubio, esta vez no se volvería a repetir.

       Como podrán imaginar sí se repitió, y no una, ni dos veces…

       Sigo caminando por las calles de la ciudad, rogando porque las visiones no comiencen de nuevo. Abro mi chaqueta y de un bolsillo saco un puñado de pelo, intento contar cuantos colores distintos hay, pero es imposible, luego de años de estar guardados ya se han mezclado y es imposible contar cuantas personas han muerto a manos de un psicópata que ve visiones por culpa de una jodida supuesta maldición en la sangre de los hijos de Malkav. Al pensar en el supuesto fundador del clan vienen a mi mente imágenes de asesinatos, torturas, flagelaciones y demás desde los comienzos de la civilización, y me pregunto ¿Por qué nos tocó a nosotros cargar con la más terrible de las maldiciones de todos los condenados? y luego de mi mano viene la respuesta, pues somos los únicos que de verdad se cuestionan a sí mismos, si esta maldición hubiese caído sobre los necios del clan Brujah, estos se deleitarían compitiendo por quien ve la cosa más rara o quien se golpea más fuerte la cabeza contra la pared; o si hubiese caído sobre los altaneros de Tremere, estos la hubieran llamado bendición en lugar de maldición, la hubieran empaquetado y etiquetado y guardado en uno de sus museos o capillas. Nuestra maldición no sería una maldición si nosotros no apreciáramos de verdad lo que esta no arrebata, nuestra cordura y el control sobre nuestros actos.

       En fin, llegar a estas conclusiones tan radicales no me librarán de todos las atrocidades que he cometido, ni me quitarán de encima el peso de mis sentidos retorcidos y delirantes. De pronto comienzan nuevamente, los ruidos se distorsionan, las luces de los automóviles al pasar forman líneas, que luego forman dibujos, que luego cobran movimiento y me persiguen en busca de venganza por todo lo que he hecho. Las imágenes del callejón vuelven a aparecer, una nueva victima se aproxima, ¿Qué puedo hacer dios mío?, ¿qué puedo hacer? Lucho contra las visiones, pero ellas no son el enemigo, el enemigo esta parado justo donde estoy yo, pues soy yo mismo. Al comprender esto las visiones de pronto se paralizan, ¡es mi oportunidad!, aferro fuertemente el mechón de pelo en mi mano, ¿pero que? ¿De donde ha salido este cabello? es oscuro y esta cubierto de sangre, al tirarlo me doy cuenta que es mi propio cabello, las visiones se han ido y comprendo lo que debo hacer. Me pongo de pie y dejo ir a la que casi fue mi última victima, esta corre despavorida de vuelta a la calle y yo con un mechón de mi cabello la sigo hacia la libertad. Tanta euforia ha hecho que las visiones comiencen a aparecer nuevamente, pero si he podido vencerla una vez, en esta ocasión no me vencerán. Me aferro lo más fuerte que puedo al mechón del que sí será mi última victima. He corrido como el maniaco que soy hasta el muelle y en señal de que por fin venceré a las visiones, por fin venceré a la maldición que afecta a todos y cada uno de los que murieron y volvieron a nacer como hijos de la noche, estiro mi mano derecha y muestro al mar del oeste el cabello de mi última víctima, mi propio cabello.

       Una vez me dijeron que el sol era para todos y cada uno de nosotros, que el regalo de la vida era una bendición, que dios nos amaba a todos por igual, no importa si fuéramos buenos, malos, pobres o ricos, ¿pero entro yo en alguna de estas definiciones? y con la convicción de qué aun existe algo que no esté podrido dentro de mi me arrodillo y grito al cielo: “¡DIOS, SI ALGUNA VEZ AMASTE A ALGUNO DE TUS HIJOS, AMA A ESTE HIJO BASTARDO!. ¡DAME EL REGALO DEL SOL Y ENVIAME A TU REINO!”.

       En ese instante un torrente sangre con forma de lágrimas brota de mis ojos y siento que en unos segundos mi alma volará fuera de esta jaula de huesos y por fin podré descansar. Sale el sol en el horizonte y lo miro por primera vez en años, que lastima que sea la última, pienso mientras que de mi cuerpo brotan llamas y este se convierte en cenizas.

       Y ahora que está todo en silencio puedo pensar claramente…

      

Alguien… : comealmas@gmail.com.