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Como cada noche, pasa por delante de mi ventana, y como cada noche intenta escabullirse de mi atenta mirada. Tras de sí arrastra una profunda condena. Mi maldición no es nada comparada con la que arrastra él, mi peso es ligero comparado con su gran pesar, es el pesar del que es renegado de su propia raza, del maldito entre los malditos, así es el camino que recorren los que no tienen clan donde apoyarse en los malos momentos, los que conviven con la bestia en la sombría compañía de la Soledad.
Como cada noche, desaparece por los sucios callejones en busca del sustento que tanto ansía. Yo se bien que respeta la vida humana y quizás eso le libre de alguna manera de la depravación. A veces pienso que yo podría terminar en un estado parecido y me produce un escalofrío horrible, como un rayo partiendo un arbol seco. El ansia es muy grande y mi voluntad con los años comienza a flaquear. Hace ya mucho tiempo que el fuego de la humanidad que había en mi parado corazón comenzó a apagarse y siento que una sombra me ronda cada vez que vuelve ese ansia.
Como cada noche, la nieve cae acomodándose por la ciudad, dándole un
aspecto de más alimento si cabe. La mortecina luz del farol me revela la furtiva figura que cruza la calle, quizás sea mi misterioso amigo, pero esta vez sus movimientos son imprecisos, no muy común en él. Uno de los pocos rostros humanos me llama gritando, así mi curiosidad me hace bajar a la calle y seguir a la oscura figura que se mueve torpemente por las callejuelas, derribando cubos de basura y cajas. Le sigo sin mucha dificultad, hasta llegar a un callejón sin salida donde
hay una sombra agazapada en un rincón, en el cual se escuchan ligeros susurros y quejidos. Me acerco sigilosamente y veo un rostro tan familiar y a la vez tan extraño, un rostro demacrado con claros indicios de falta de alimento para soportar su débil cuerpo. En sus
manos reposa el cuerpo inerte de una frágil y pequeña paloma, el pobre desgraciado intenta darle calor, cuando su propia vida es ya casi como la del animal. De pronto se mira, en su ojos se refleja una petición y una súplica y por sus mejillas corren lágrimas carmesíes.
Ésto hace activar el detonante, la bestia que estaba encerrada en mi mente sale con la fuerza del que ansía la libertad, se extiende por todo mi ser hasta que con un rugido y unos rápidos movimeintos termino con el sufrimieno del condenado...
... El amanecer vendrá pronto borrando la huella de mi crimen, con su final también se fue mi voluntad por sobrevivir.
La noche es fría y la oscuridad está patente en todas partes, sólo la luz del farol rompe esta densa negrura creando grotescas figuras. Esta sea quizás mi última noche, la bestia brilla en mis ojos y pronto vendrán a por mí para extirpar el tumor de la sagrada ley de los condenados.
Yo espero paciente con mis última fuerzas pagar mi crimen, hoy seré libre.
Unas sombras se mueven frente a mi ventana, huelo en el aire el aroma de una muerte cercana, en la calle los perros ladran a la luna creando un réquiem de aullidos.
Cierro los ojos y espero mi fin, mi última pasión humana ha sido mi perdición, la piedad, el fin ha llegado, el fin es hoy, hoy, hoy...
Hoda.