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Avanza en la calurosa noche. Luces del neón de Tokio sobre cuero español. Con una sonrisa, dirige su mirada hacia el llamativo firmamento y se regocija al escuchar los lamentos en las calles. Los pequeños monos han hecho un magnífico trabajo copiando todo aquello vulgar y carente de gracia de Occidente.
Selecto lugar para alimentarse.
Los ojos de su mente danzan con la ligereza de un samurai, el Ventrue cruza la Calle Naka Meguro, pequeñas gentes en brillantes colores dejan paso al extraño. Ninguno representa una amenaza. Detrás de este hombre descansa el peso de siglos, la fuerza de un cainita y el poder de un clan.
Es tan sencillo.
Una silbante canción corta sus pensamientos. Y su cuello.
La acera se acerca para encontrarse con la mirada del cainita, entonces se desdibuja lo lejano y lo cercano, la calle y el cielo, hasta que consigue darse cuenta del panorama.
Desde la distancia, oye su cuerpo contraerse en espasmos y caer.
Un instante. Un chasquido detrás. El olor de la carne cocinándose. Siente una ardiente espada despedazándole.
Un último suspiro mientras el corazón muere. Cinco siglos mueren con él.
Nadie lo nota.
"Konnichi-wa, gaijin," dice la voz de un hombre joven. "Bienvenido a mi hogar".
Fragmento traducido de la Introducción del libro: Kindred of the East.