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La Mano Negra, o Manus Nigrum como lo conocen los miembros más antiguos de la orden fue creada hacia un siglo después de la creación del Sabbat, y sirve como un poderoso ejército en la Yihad de la secta contra la Camarilla, los anarquistas, el Inconnu y muchos otros enemigos. Sus miembros están marcados con una luna creciente negra en la palma de la mano derecha, para recordar siempre sus responsabilidades.
Fue la única parte del Sabbat que se mantuvo neutral en las dos guerras intestinas que sacudieron a la secta, por lo que conservó intacto su poder, además de ganarse enemistad por parte de los diferentes bandos al pensar que estaban ayudando al otro lado bajo ese escudo de neutralidad.
De forma muy parecida al Sabbat, la Mano (como se la conoce comúnmente) usa la retórica política, el milenarismo y el militarismo, y como la secta fue diseñada para la destrucción de sus enemigos. Es rica en leyendas, doctrinas y tradiciones, y tan reservada que los miembros del Sabbat saben muy poco de ella. De los miles de miembros del Sabbat que hay en el mundo, solo unos 300 pertenecen a la Mano, y de esos los de más bajo nivel saben lo justo.
Y son 4 los pilares que la sustentan y que la dirigen, 4 vampiros cuyo poder está por encima de algunos de los más antiguos miembros de la Camarilla o el Sabbat, aquí os dejo un pequeño estudio sobre las vidas y no-vidas de cada uno de ellos.
Jalan Aajav:
El terror tiene nombre. Cuando el Sabbat necesita destruir un oponente o aterrorizar a un aliado renuente, sus miembros invocan un nombre: Jalan Aajav. El más violento y monstruoso asesino en el arsenal del Sabbat.
Como Serafín, no responde ante nadie, ni siquiera a los que ocupan los más altos puestos dentro de la secta. Sólo consulta a los otros tres Serafines que dirigen el escuadron de la Mano Negra... y muchas veces los ignora.
Para la Camarilla encarna todo lo malvado, irresponsable y fuera de control de su secta rival.
Algunos cuentan que en vida, el tercer Serafín cabalgó junto a Genghis Khan. Ya desde su infancia, Jalan sufrió la brutalidad de la vida en la tundra: la competición constante por la posición y el sustento, duelos como gladiador, combates en un pozo contra perros salvajes por unos pedazos de carne, y toda una serie de otras crueldades. Sus compañeros de clan habían esperado quebrantar al joven con tales tormentos, pero sus esperanzas cayeron al ver como con cada prueba Jalan se iba haciendo más fuerte y más sabio, haciéndose todo un experto en el lenguaje del sufrimiento.
Al llegar a la edad adulta se ganó una posición como campeón y consejero del mismísimo Khan, ofreciéndole oportunidades que nunca había soñado, y su atención se volcó hacia la masacre de miles de personas. Bendecido con salud, mujeres y dos regimientos de jinetes mongoles, él y sus hombres saquearon miles de reinos y territorios sin dueños. Se desplazaron hacia el este, al interior de Asia, luego fueron al norte, hacia Rusia, creando devastación y caos por donde pasaban.
En una expedición dirigida por Jalan a una gruta embrujada donde el Khan creía que los rusos escondían sus tesoros, Jalan descubrió que sus hordas no eran los únicos monstruos que habitaban en esa región. Cuando los exploradores entraron en la cueva, una banda de enormes bestias les direron caza matándolos lenta y dolorosamente uno a uno.
Jalan conservó la serenidad y luchó valientemente contra aquellas horribles bestias que estaban devorando a sus hombres, pero no fue suficiente, sus enemigos le rodearon y él se derrumbo exhausto por el combate sólo pudiendo pensar en vengarse.
Al despertar ya no era un hombre, se había convertido en un vampiro del clan gangrel, pero su tormento no había hecho más que empezar. Los gangrel lo utilizaron para jugar a un juego llamado Tormento, lo hicieron ayunar durante tres días y luego lo soltaron dándole tres minutos de ventaja y diciéndole que si lo atrapaban lo despedazarían. Fue gracias al duro entrenamiento que Jalan había soportado en su vida como humano lo que le hizo sobrevivir y matar uno a uno a sus asombrados perseguidores, con la ayuda de una banda de anarquistas con los que se topó en su huida, que veían con pavor como su sangre corría por los colmillos del neonato.
Después de esto Jalan permaneció junto a sus nuevos compañeros y cuándo el Sabbat se formó, la manada de el mongoles fue una de las primeras en unirse a sus filas. Escalando posiciones en la jerarquía, cazando y matando a los enemigos del Sabbat se ganó el respeto y el reconocimiento que le hicieron entrar en las recién formadas filas de un subculto del Sabbat conocido como la Mano Negra, convirtiéndose pronto en un Serafín.
Su poder va aumentando a un ritmo tan acelerado que sus compañeros, incluso los demás Serafines han empezado a temerle y a poner bazas en el asunto para impedir que se haga demasiado fuerte.
El Serafín desprecia a la Camarilla y sobretodo a los gangrel, los cuales según dice no son más que conejos asustados que se esconden en sus madrigueras.
Jalan Aajav es un arma descontrolada, con una caracter sanguinario que es incapaz de controlar.Se enfada fácilmente y explota en cóleras asesinas por cualquier provocación. Sus enemigos creen que es un animal descerebrado pero después de todo eso es lo que él quiere que piensen.
Djuhah:
En el transcurso de los tumultos producidos por la rebelión de los turcos seleúcidas, la fortuna de los soldados individuales cayó con los gritos y la agonía de sus partidas de guerra. A Djuhah, joven patriota alistado en el levantamiento contra los opresores bizantinos, la muerte le llegó pronto, pero ésta no fue producida por el filo de una espada.
En el año 1042, los turcos seleúcidas se levantaron contra el Imperio Bizantino, que resistió durante algún tiempo, aunque alguns grupos desperdigados fueron reduciéndole lentamente a pedazos a lo largo de las décadas siguientes. Así pasó desapercibido un levantamiento, una batalla, la caída de un hombre de 17 años.
Cuando el flujo de la batalla se llevó lejos a la contienda, Djuhah se agarraba a la vida que se le escapaba poco a poco herido y lleno de cicatrices de cuchilladas, al llegar el ocaso del sol llegaron los carroñeros en busca de objetos de valor, pero el vencido guerrero los evitó ocultandose bajo una pila de cadaveres, cubriendo su cuerpo con los trozos y los despojos de sus compañeros caídos en batalla.
Djuhah puedo ver una figura de un hombre que le observaba atentamente, el hombre empezó a avanzar hacia él, muchas fueron las maldiciones que Djuhah echó sobre el anciano ordenándole que se marchara pero éste siguió avanzando lentamente hacia él, agarró sus muñecas y le ofreció unas pocas gotas de su sangre, premiando al valiente guerrero con una recuperación inmediata... y con su condena eterna.
Djuhah fue sometido a rigurosos entrenamientos, viendo como la poderosa vitae de su salvador le hacía muy superior a sus rivales, los cuales fueron cayendo por el filo de su espada o por el transcurso de los años.
Un aprendizaje de 14 años como ghoul de su nuevo amo hizo que Djuhah adquiriera el nivel necesario de destreza y habilidad para viajar a Alamut donde fue aceptado y abrazado por el clan de asesinos.
Una vez liberado de sus tareas como "avlia", Djuhah volvió a centrar su atención en la Guerra. Se dedicó a buscar áreas de conflicto, donde encontrar enemigos con los que enfrentarse cara a cara y saciar asi su sed de sangre.
No tenía rival, él mismo cazó y asesinó a muchos cainitas poderosos en menos de un siglo, pero esto no era suficiente para él, necesitaba una presa más estimulante así que dirigió su atención hacia un antiguo de su propio clan (Izhim ur-Baal) pero este acto sólo ocurrió una vez ya que fue derrotado por el antiguo recibiendo una soberana paliza. Pero el antiguo decidió que el potencial de su agresor era demasiado grande para acabar con su vida, así que se dedicó a enseñarle y a meterlo en cintura.
Cuando los brujos de la Camarilla ejecutaron su ritual, tanto Djuhah como su mentor volvieron la espalda a la secta, uniéndose a los anarquistas que más tarde formarían el Sabbat.
Acabó con la vida de varios taumaturgos gracias a las disciplinas y enseñanzas de Izhim ur-Baal. Con el paso del tiempo las luchas en el campo de batalla dejaron de interesarle, empezando a disfrutar de los placeres más intelectuales de la dirección de una estrategia ofensiva. Al final su habilidad en el liderazgo y sus multiples proezas lo llevaron a la cima de la Mano Negra, haciéndose con una posición entre los demás Serafines.
Pero actualmente Djuhah se enfrenta contra un enemigo que se oculta en las sombras habiéndole echado una maldición que hace que su piel se seque y se resquebraje cada noche teniendo cada vez más los musculos más contorsionados y rígidos. Ahora Djuhah tiene que enfrentarse contra un enemigo que no puede ver recuriendo más a los libros que a la espada, siendo este invisible enemigo el que pueda derrumbar al que otros muchos no consiguieron ni tocar.
Izhim ur-Baal:
Izhim fue hijo de un hechizero babilónico, príncipe de una fértil provincia en un tiempo en el que los imperios no tenían nombre ni fronteras. Los no-muertos aún caminaban entre los vivos, e Izhim fue educado para la divinidad desde su infancia por los Antiguos, mantenido vivo mucho más que cualquier otro mortal mediante infusiones nocturnas de divinidad. Lo tenía todo: riquezas, tutelaje sobre disciplinas místicas, soberanía sobre un pueblo que le veneraba como el heredero de un poder inimaginable, todas estas cosas y más contribuyeron al cumplimiento de los más nimios de los deseos de Izhim, el Tres veces Amado.
Pero toda esa vida de lujo y placer acabaron cuando hordas de bárbaros llegaron del norte una noche. Brutales y sedientos de sangre segaron vidas y quemaron campos dejando sólo cenizas. Arrojado desesperadamente a la eternidad (en el año 4800 a.C.) por uno de sus amos que tenía la esperanza de que una parte de su legado y sangre sobrevivieran con él. Así que Izhim huyó viendo como las llamas arrasaban su paraíso.
Ha vivido desde entoces las vidas de un profeta acadio, un poeta sufí, un dios de la sangre copto, un demonólogo persa y muchas más. Un vagabundo que viajó por todo el mundo y que cansado de hacerlo se dirigió con sus lejanos hermanos en la fortaleza de Almut, participando en miles de batallas y duelos.
En la actualidad, Izhim ur-Baal preside la Mano Negra como "shkari", primer Serafín. Pocas son las veces que expresa su opinión en voz alta pero cuando lo hace hasta el loco de Elimelech y el exaltado Aajav acallan sus palabras para oir lo que tiene que decir.
Hace poco Izhim ha ordenado a los contingentes de la Mano que actúen sin el consentimiento de los demás Serafines debido a la desconfianza general, ya que sospecha que uno de sus compañeros esta preparando una guerra civil.
Pero a pesar de eso Izhim abd´Azrael sonríe, un gesto sutil y lleno de colmillos se dejan ver tras su sonrisa.
Elimech,el Dos Veces Condenado:
Elimech de Judea, marido de Noemí, padre de dos hijos, nunca conoció a su sire. Después de levantarse y verle pálido, frío e inmóvil, Noemí enterró a su marido en una tumba poco profunda y sin marcar. Tres noches después él encontró la energía necesaria para levantarse, abriéndose paso a través de la espesa tierra con sus manos. Medio loco, y poseído por una insaciable sed de sangre, el de Judea buscó a su familia.
La búsqueda de Elimech llevó meses, pero al final encontró a los suyos, en la región de Moab, viendo como sus hijos habian tomado por esposas a dos idólatras convertidas, formando sus propias familias. Tal fue el trauma, que el neonato encontró a la noche siguiente a Mahlon y a Chilion, sus dos hijos, con las gargantas abiertas, siendo las víctimas inocentes del hambre no humana de su amado padre, dejando sus muertes una vez más sola a Noemí.
Lágrimas de sangre corrieron por sus mejillas al comtemplar la maligna cosecha que había recogido. Vió como su viuda recogía sus posesiones mundanas y también vió las confrontaciones con sus herederas hijas, Orphan se quedó atrás, pero Ruth acompañó a su hastiada madrastra a través del desierto.
Elimech las siguió atormentado por sus pecados y su nueva vida. Vio como su esposa se marchitaba con el paso de los años y el duro trabajo al que estaba atada para poder vivir.
Elimech estableció su residencia en una red de cavernas cerca del Mar Muerto alimentándose del ganado y vagabundos perdidos, a la vez que vigilaba de cerca a su familia para hacer por ellos lo que no pudo hacer por sus propios hijos, pero siempre con el temor de que volviese a caer presa de la locura repitiéndose otra vez la historia que puso fin a sus descendientes. Condenado a una eternidad de soledad aguardó a su sentencia.
Generaciones vinieron y se marcharon, como estaciones ante sus ojos. El de Judea tuvo noticias de Orpah, su hijastra extraviada, que por aquel entoces era ya una anciana, la cual había sido perseguida y torturada junto a sus hijas y nietas a manos de los moabitas. Vio a la enfermedad descender sobre Belén, a su nieto Obed morir por la plaga, y a su mujer e hijas volverse estériles. Muchos años después, las pocas tierras que aún le quedaban y sus escasos descendientes fueron convertidos en esclavos por los Filisteos mientras él dormía en horas diurnas.
Cansado del continuo tormento que Dios le estaba dando, huyó de sus abrasadas tierra y vagó sin rumbo por los nuevos reinos de aquel antiguo mundo en busca de destrucción, condenación, redención... quien sabe.
Pasó el tiempo y observó como el campeón Gath cayó ante la piedra arrojada por el niño-rey de Israel (David). Elimech encontró una respuesta, allí estaba el bisnieto de Ruth que acabó con la vida de Goliath, bisnieto de Orpah, dándose cuanta de que su condena nunca terminaría, de que estaba envuelto en una maldición de la que no podía escapar.
Esto bastó para cortar los estrechos lazos que el Antiguo mantenía con la realidad. Loco, Emilech fue en busca del santo o pecador que pudiese acabar con su vida, entregándose a la Bestia durante varios siglos, asesinando indiscriminadamente, sin la intención de separar al hombre del mnstruo. Viajó, viajó mucho enfrentándose una y otra vez a sus hermanos malditos pero Emilech siempre se levantó, burlando a la muerte definitiva, obligado a no reunirse nunca con su familia, atrapado entre el cielo y el infierno.
Finalmente los viajes de Emilech terminaron por aliarlo a la Mano Negra. Aunque es demasiado imprevisible para que el concilio de Serafines confíe plenamente en él, es demasiado viejo y poderoso (su generación puede estar entre la 2ª y la 5ª nadie sabe con certeza su verdadero poder) como para volverle la espalda. Ha recurrido el mundo palmo a palmo durante milenios siendo la manus nigrum un medio para alcanzar una meta.
Por el momento los serafines lo aceptan como su igual, escuchando su consejo cuando está en sus cabeles y enviándolo encadenado a su celda cuando no lo está. Negándose todos ellos a entrar en una habitación a solas con él, por razones que ninguno discute.
Por Hares the True.