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... Yo no soy malo, es que me han obligado a comportarme así...
Siempre me colgaron la etiqueta de niño violento o inadaptado. Mienten. Ellos negaban lo que yo sabía. Lo único que importa es vivir bien, los demás te ayudan o te estorban, no hay neutrales.
Mi historia comienza en las puertas de un orfanato, en las afueras de Londres. Siempre estuve saltando desde este orfanato a todos los demás y cuando tuve edad, de ellos a los correccionales de menores. Cualquier excusa era válida para encerrarme, que si no comía, que si empujé a no se quién por la escalera, que si rompí aquellas ventanas o tal brazo... Pasaba más tiempo en celdas de castigo que en cualquier otro sitio. A los 16 me escapé definitivamente del correccional y en lo único que pensaba era en vengarme, fueron demasiadas horas en la enfermería cuando los celadores consideraban que me tocaba mi "paliza semanal".
Tardé más de tres años en conseguir las direcciones de todas aquellos celadores, enfermeras y médicos que me habían maltratado en la multitud de instituciones en las que había estado ingresado. Por supuesto era un pago elevado, un miembro de primera línea consanguínea. Fue fácil, ellos tenían miedo y yo controlaba la situación. Mataba a sus hijos y jugaba con sus juguetes, era mi recuerdo, mi infancia robada.
No tuve miedo a que me cogieran, ya había terminado con mi propósito. La policía me encerró otra vez pero ya no me importaba. Pasé 15 días allí sin visitas, sin nadie que me escuchase. Me aburría tanto que tuve que sacarle los ojos a mi compañero de celda para que me hicieran caso.
Fue esa tarde cuando llegó mi abogado. No uno cualquiera, al parecer uno de los buenos, como los de "La Ley de L.A.". Me dijo que alguien le estaba pagando para defenderme, pero que no podia revelar su nombre.
El abogado era increible, hasta yo mismo me creí que había cometido los asesinatos por un "estado de locura provocado por la inadaptación social y la represión sufrida en todas las instituciones en las que estuvo recluido el acusado". El jurado me declaró culpable y el juez me sentenció a unas 20 cadenas perpétuas, pero en un hospital de salud mental. Las palabras exactas del juez fueron "es usted un individuo mentalmente desequilibrado".
¿Me estaba llamando loco?. ¡Yo no estoy loco!. Yo no trabajo durante 10 horas al día para obtener un sueldo que apenas me mantiene y que encima tengo que compartir con otras personas llamadas "familia".
Tuve algunos problemas con los internos, los juguetes y la televisión, pero las cosas no estaban tan mal. La medicación me atontaba y me hacía tener delirios y visiones. Si esta era su idea de salud mental... Un día vi a un tipo vestido como los celadores, pero con colmillos y garras. Esa mañana se descubrió el cadáver de uno de los guardias, estaba desangrado. Ese mismo visitante me regaló uno de mis juguetes favoritos, un osito de peluche. En ese momento no le puse nombre, todavía no nos conocíamos, el extraño habló un rato conmigo, pero apenas entendí nada de lo que decía. Al final de la noche, me mordió el cuello, y yo me deje dormir. Durante las noches siguientes me siguió visitando, y siempre me mordía. Me estaba poniendo pálido y ojeroso, y cada vez me costaba más levantarme.
La ultima noche que pasé en el manicomio fue la mejor de mi vida. Mi visitante me trajo una botella con un líquido rojizo. Bebí unos sorbos y obtuve las energías perdidas y algunas más, era portentoso. Juntos, el visitante, el osito y yo salimos del manicomio y nos escondimos en las alcantarillas. El visitante me atrajo hacia una zona de las alcantarillas que parecía estar habitada. Nos sentamos y me habló varias veces de la Maldición de Malkav, de que mi mente lo resistiría por que ya estaba familiarizada...
La ultima sensación en vida que tuve era la mirada muerta del osito de peluche, él era la maldición, era mi amigo, era Malkav, mi compañero.
Pase unos meses con Fernand, mi "padre", mientras me enseñaba a utilizar las nuevas habilidades. Me enseñó lo que era la Mascarada y cuáles eran las reglas a seguir. Esa parte no me gustó.
La primera vez que vi al Sabbat, me dejé llevar y me puse a estrellar coches con ellos, incluso me dejaron jugar a indios y vaqueros. Pasé los ritos de iniciación como los recién creados, pero me exigieron una prueba de lealtad, debía matar a mi sire. Acepté, pero no tenía intención de hacerlo. Busque al primer vampiro de la Camarilla que encontré y cometí Diablerie sobre él.
Resultó ser un Tremere. Fue una elección acertada, siempre que veo a uno de ellos se me eriza la piel, no sé, tienen algo raro, como un cartel que dice "mátame, soy mala persona". Son el blanco preferido para mis bromas y mis asesinatos. Todo el clan me odia, y yo les devuelvo el odio, sobre todo cuando mataron a dos miembros de mi primera manada. Fue ese el momento para que mis asesinos instintos, recluidos en un lejano rincón de mi fragmentada mente surgieron para la venganza. Maté a otro tremere, lo deje encadenado a la veleta de una iglesia en Nortfolk... Yo no le dije por qué lo hacía, ni siquiera le dirigí la palabra. Incendié varios locales de propiedad Tremere.
Los Sabbat me han aceptado como miembro de pleno derecho de la manada, pero ninguno sabe que soy invinculable, algo que seguro no les resultaría agradable. El Sabbat es mejor que la Camarilla, pero no es la solución definitiva, no creo que esté aquí permanentemente, por lo menos no con la misma manada. Ahora soy un aspirante a la Mano Negra, y espero hacer méritos en breve, no me gusta esperar...
Personalidad.
Se toma muy en serio sus bromas y la frase muerto de risa tiene un significado un tanto especial para él. Su estilo habitual es llevar a sus víctimas a la locura por los métodos más diversos, desde susurros en la oscuridad a risas en el ático, sangre en las camisas, cadáveres o trozos de ellos en el maletero y quizá el asesinato de varios de sus seres queridos (una vez asesinó la televisión de 45 pulgadas de una de sus presas). Si tras el tratamiento la víctima no se suicida o se vuelve loca, pone fin a sus sufrimientos con un asesinato lo más sangriento posible.
Aunque esto suele ser así, de forma imprevisible, su personalidad puede cambiar a un violento asesino, cuya idea de diversión es ver la cara de dolor y sufrimiento de cualquiera que le "toque los colmillos".
Suele mantener charlas con su oso de peluche, Malkav, que le susurra a veces una línea de comportamiento. Nunca se separa de él y reaccionara de forma violenta si alguien lo coge sin permiso. EL oso es una marioneta que esconde en su interior una navaja de afeitar, (marca Honner), muy afilada. El peluche esta "tuerto" y la espuma del relleno se le está saliendo, y su color está oscurecido por las manchas de sangre. Este no es el único juguete infantil que puede llevar encima, ya que en su mochila (Imita a un bote de Ketchup), puede llevar yo-yos, patitos de goma, pelotas de goma, mecheros, una pistola de balas de pintura (una réplica muy fidedigna) y un muñeco de acción de alien).
Suele decir que sí a todo lo que le dicen sus superiores, aunque puede hacer después lo que le de la gana. Opina que la diablerie es un acto de unión de dos espíritus incompletos que mediante este acto forman un ser más completo. Luchará con cualquiera que intente robar una presa a la que diablerizar, no respetará ninguna orden sobre esto; después de todo, el Sabbat surgió de un grupo de jóvenes que diablerizaron a sus antiguos, ¿quién es él para cuestionar a los fundadores de la secta?
Aspecto.
Va vestido con unos pantalones ajustados de licra, do color negro con líneas verticales blancas muy delgadas, están rotos por las rodillas. Usa botas militares, pero pintadas de violeta, con la suela amarilla. Se cubre el torso con camisetas con motivos infantiles (las roba en tiendas Disney, Warner...) y un chaleco corto de cuero con una bandera inglesa en la espalda. En las manos lleva mitones de cuero rojo claveteados. Usualmente puede adornar su cuello con un collar de castigo para perros, pero puesto al revés. Su pelo está de punta con los mechones en diferentes direcciones, cambia de color usando sprays de peluquería.