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LA FLECHA ADAMANTINA
Todas las Órdenes practican técnicas esenciales de defensa contra las artes ocultas, pero La Flecha Adamantina va aún más lejos interiorizando la metáfora de la Guerra. Es la postura política de la Órden y su praxis oculta. Para algunos es una senda dura y ascética que acaba con la cobardía, y favorece la acción sobre la contemplación. Otros ven la Órden como la plataforma perfecta para liderar las batallas secretas de los Despertados, vendiendo sus servicios al mejor postor, o incluso arrebatando los lugares de poder a los más débiles. Por encima de todo, la Flecha Adamantina actúa. No es dada al ocultamiento inútil, a meditar mirándose el ombligo o al débil pacifismo. Saben que los Despertados están en medio de una guerra esotérica y se necesita mano dura para inclinar la balanza del lado correcto.
Pero aquí está la cuestión. ¿Cuál lado es el correcto? Hubo un tiempo en que la Flecha protegía a Atlantis de cualquier amenaza, ya fuera de origen interno o externo. Era llamada Ungula Draconis, la Garra del Dragón. Nadie podía negar que era un trabajo noble, ya que mantenía viva la llama del poder humano en una época llena de monstruos conquistadores y de brujas renegadas. Cuando llegó a Atlantis no había dudas ni acuerdos, incluso aunque las tierras de los alrededores sufriesen ataques y fueran arrasadas para favorecer su gloria Despertada. Con el tiempo el ideal se convirtió en belicismo y afán de conquista. Un simple soldado en las fulgurantes calles de la ciudad podía convertirse en un dios en la espesura salvaje.
La arrogancia llevó a la Caída y la Caída al Exilio. Atlantis se fragmentó y la Flecha protegió sus pedazos. La Flecha siempre había asegurado estar por encima de la política, dedicada al deber puro de proteger los secretos mágicos de los profanos. Ahora en cambio, la duda y la oposición fragmentan a las antiguas órdenes. Cada vez que una Flecha escoge un bando, moldea la arena política. No es raro que esta clase de magos vayan impacientándose con su deber de guardianes y comiencen a amasar poder para sí mismos.
Una Flecha es en primer lugar un guerrero pero ésta es una definición demasiado estrecha. Por cada guerrero en primera línea que se enfrenta a los horrores del Abismo con las manos y el alma desnudas, hay un estratega que ve y manipula los patrones secretos del mundo. Los conflictos económicos, esotéricos y ecológicos son observados, dominados y moldeados del modo en el que la Flecha quiera. Los magos ven la realidad como algo con varias capas, llena de signos y movimientos invisibles para los no iniciados. El Arte de la Guerra Despertada sigue estos patrones utilizando infinidad de técnicas.
La Flecha Adamantina está segura de sus raíces atlantes, pero no reclama ningún suceso histórico como suyo. En vez de eso reclaman las virtudes comunes de guerreros de muchas culturas. Una Flecha puede afirmar que esas virtudes son la radiación espiritual del legado de la Órden antes del Exilio, una antorcha ardiente para guiar a los soldados de todas las épocas, lejos de la violencia mezquina hacia una ética común de justicia. Es cierto que esto supone una paradoja, ya que la Órden lleva en su interior la capacidad para la atrocidad, regir por la fuerza y una sed de violento y auto-justificado poder. Al igual que el Oculto Arte de la Guerra, este defecto puede manifestarse de infinitas formas, haciendo que sea difícil detectarlo y mantenerlo bajo control. La Flecha Adamantina reconoce el problema esencial pero no siempre está segura de si una acción particular le llevará a alcanzar sus ideales o a abrazar sus pecados.
Sólo el noble servicio le da significado a la vida de una Flecha. Después de la Caída, la Órden defendió a otros magos de los nuevos peligros del Mundo Caído y acordó pactos de lealtad. Hoy en día ésa es la labor primaria de la Flecha Adamantina. Sus magos defienden los Santuarios y las Cábalas mientras pertenezcan a los legítimos herederos de Atlantis. Algunas Flechas custodian cosas malvadas que no pueden (o a causa del cruel destino, no deben) ser expulsadas del mundo. |
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