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HISTORIA MÍTICA

El mar del tiempo se vuelve oscuro conforme uno se acerca al pasado distante. Ruinas, artefactos, pinturas rupestres... todas estas evidencias de historia narran un cuento incompleto. Incluso los Maestros de entre los Magos no pueden separar las cortinas del tiempo lo suficientemente lejos como para ver lo que ocurrió realmente. Las Órdenes M ágicas poseen una mitología acerca de sus comienzos, la leyenda de una civilización caída y una guerra por el trono de la realidad. Los nombres de esa civilización son muchos, la mayoría de ellos se perdieron con el transcurso de los años, pero incluso los Durmientes conocen uno de ellos y buscan pruebas de esa verdad: Atlantis.

En el pasado distante y lejano, los mortales sufrían bajo los caprichos de monstruos, cazados por espíritus y sirviendo de presas de no-muertos sedientos de sangre. Viéndose acosados por criaturas más fuertes que ellos y expulsados a la fuerza por bestias aulladoras cuandoquiera que migraban a territorios cuyas fronteras no podían percibir, los mortales encontraban casi imposible avanzar más allá de su necesidad de supervivencia como para vislumbrar formas de vivir fuera del terror.

Entonces llegaron los sueños de los dragones. Ciertos mortales, en tierras esparcidas por el mundo, comenzaron a soñar con una isla, una extensión de tierra solitaria proyectándose desde un mar batido por los vientos lejos de cualquier costa conocida. Una espiral se erguía en el centro de la isla, apuntando a la Estrella Polar; a los soñadores les daba la impresión de que aquel era el eje del mundo, la vara sobre la que la bóveda del cielo giraba. Y sobre esta vara, en su cima, anidaban los dragones.

En los sueños, aquellas grandes sierpes de leyenda se elevaban con los vientos, una a una, dando vueltas a la espiral batiendo sus alas membranosas, despegando hacia el horizonte infinito a lugares que los soñadores no podían imaginar. Ninguna otra criatura se movía en la isla ni ningún espíritu cazaba allí; ningún ser osaba entrar en la guarida de los dragones. Conforme los soñadores progresaban, llegaron a darse cuenta de que los dragones nunca regresaban. Cada noche, otro dragón se marchaba hacia el oeste para no ser visto de nuevo. Los soñadores seguían llegando, pero ahora la isla estaba vacía; nada se movía allí. Durante muchas noches los soñadores vieron la isla, abandonada y triste, y supieron que les esperaba. La isla los había llamado, apremiándolos, buscando nuevos habitantes.

Bajo la guía de los soñadores, pequeños grupos de mortales partieron hacia el mar desde diversos territorios, cada uno siguiendo la visión recibida en sueños. Buscaban la isla en la que, lejos de las tierras donde eran cazados, sabían que serían libres para forjar sus propios destinos, y no volver a temer la llegada de la noche.

Llegaron a la isla siguiendo la estrella polar, y vieron que era exactamente como se les había mostrado en sus en sueños. Mortales de muchas tierras, hablando muchos idiomas y practicando diferentes costumbres, se unieron, y silenciosamente acordaron asentarse en paz, sin conflictos, ya que habían viajado lejos precisamente para huir de los enfrentamientos.

Y siguieron soñando. La isla les enviaba nuevas visiones, y les mostraba cómo podían aprender a dominar las extrañas visiones que sus mentes durmientes habían tenido el privilegio de percibir. Comenzaron a practicar las técnicas de hesychia, la "quietud" o "incubación", mediante las cuales se retiraban a oscuras cavernas y sus cuerpos entraban en un profundo sueño mientras que sus mentes viajaban a lejanos reinos astrales más allá de la percepción del resto de los mortales.

Allí encontraron a los Otros, los daimones de sus propias almas, el gemelo oculto de cada alma viajera. Estos jueces los desafiaron a justificarles con qué derecho llegaban por caminos astrales a los Reinos Supremos, y los condujeron a una serie de pruebas. Muchos fallaron, siendo enviados de vuelta a sus cuerpos, llenos de tristeza, incapaces de viajar de nuevo en sueños. Pero algunos tuvieron éxito.

Unos pocos regresaron con sus almas brillando, iluminadas por un fuego celestial. Podían ver dentro de los Reinos Invisibles y percibir los mecanismos secretos de la Creación, los principios y substancias a partir de las cuales todo fue tallado. Con la simpatía que sus almas viajeras compartían con los Reinos Supremos y el conocimiento que consiguieron al estudiar los reinos visibles e invisibles, eran capaces de invocar los caminos del cielo, los principios superiores que regían sobre los reinos inferiores de la materia y el espíritu. Hicieron reales sus propios pensamientos, transformando la imaginación en carne y materia.

Habían descubierto la Magia.

La difusa confederación de inmigrantes llegada a la isla pronto se organizó en una ciudad-estado dirigida por los magos: Atlantis. Con el tiempo, los iluminados fundaron órdenes separadas para llevar a cabo los papeles del gobierno, desde una milicia mística a estudiosos o a un cuerpo de sacerdotes de los misterios para guiarlos a todos.

Pronto, el poder para torcer la misma piel de la creación desgarró la sabiduría de aquellos que lo portaban. La hubris de los magos se elevó sin control. Tras muchas generaciones después de la primera que se estableció en Atlantis, su legado se volvió amargo, Mago contra Mago, y así comenzó la primera guerra de los hechiceros.

Los vencedores reclamaron Atlantis como suya y expulsaron a los perdedores a los rincones más lejanos de la tierra. Entonces, combinando su poder, tejieron un gran conjuro y erigieron una escalera hacia los Reinos Supremos. Rechazaron las sendas astrales tradicionales por las que un hechicero podía acercarse a los reinos superiores a través de un viaje de almas, ya que perseguían caminar por las extensiones celestiales con sus propios cuerpos. Asaltaron las alturas y reclamaron los tronos de los dioses para sí mismos. Reinando desde las alturas, ya no ligados a la tierra, incluso sus dictados y deseos más leves se hicieron reales, puesto que se erguían sobre los reinos inferiores y los influían con sus propios pensamientos. Los sutiles velos fueron rasgados y los mundos inferiores se unieron -lo puro se mezcló con lo impuro y el universo tembló.

Estimulados por la inminente destrucción y corrupción del mundo, los magos exiliados se unireron y asaltaron Atlantis, subiendo la escalera de estrellas y luchando con los Magos celestiales en sus palacios de las alturas. Sus contiendas fueron terribles. Ambos bandos chocaron en un caos de reinos y los perdedores -hechiceros de ambos bandos- fueron arrojados de las alturas de vuelta al reino inferior.

La escalera se quebró, desintegrándose en polvo, dejando a los vencedores más allá del alcance de los magos terrestres. Donde una vez estuvo la escalera, la realidad se quebró y derrumbó sobre sí misma, creando una grieta entre los reinos inferiores y superiores, un terrible vacío que absorbía la vida y la energía hacia sí mismo. El Abismo dividía una vez más los reinos, manteniendo el reino elevado y puro lejos de la mancha del inferior. Pero éste no era un velo sutil, permeable a las almas que regresaran. Era un abismo de irrealidad, una aberración que jamás debió existir. Lo que una vez era un sólo mundo se convirtió en dos mundos -el Mundo Supremo y el Mundo Caído con un vasto Abismo entre ellos.