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LAS ATALAYAS
Con el Abismo entre ellos y el Mundo Supremo, la fuente de que surgía la Magia, el poder de los Magos comenzó a declinar. Cada vez se volvía más y más duro extraer las energías celestiales a través del vacío, y cuando lograban extraerlas, a veces, llegaban retorcidas y alteradas, con efectos no deseados por su invocador. En pocos años, todo contacto con el mundo superior desaparecería, y la humanidad dormiría para siempre. Entonces, una a una, aparecieron las Atalayas, cuyas llamas enviaban señales desde los Reinos Supremos, a través de la vasta noche, hasta las almas de los Despertados. Las leyendas hablan de cinco reyes atlantes, los Magos herederos de la Ciudad Despertada, los cuales lideraron el combate contra los Exarcas. Ellos subieron la escalera y combatieron dentro de sus palacios celestiales. Cuando la escalera se desmoronó, aún permanecían en el reino superior y continuaban resistiendo a los usurpadores de los tronos de los dioses.
Percibiendo el peligro que el Abismo suponía para el mundo inferior, estos Oráculos abandonaron su lucha y se dispersaron a través de los Reinos Supremos. Empleando conocimientos más allá de la capacidad de sus enemigos (pues eran herederos reales, poseedores de conocimiento mágicos permitidos sólo a los nobles), cada uno erigió mediante la Magia una torre en uno de los Reinos Supremos (5 torres distintas en 5 reinos distintos), construida a imagen y semejanza de la alta espiral que había guiado a los primeros poseedores de la Magia a Atlantis. Cinco torres de cinco reyes. Cada uno imbuyó su torre con las virtudes de su propia alma y con la suma de su conocimiento mágico, imbuyéndolo en las propias piedras de las estructuras. Las Atalayas enviaron visiones a través del Abismo a los Magos del Mundo Caído, llamándolos como en el pasado Atlantis llamó a sus ancestros.
Aquéllos que interpretaron las visiones adecuadamente y recordaron los viejos caminos, se retiraron a cavernas o a torres solitarias, escudándose en la oscuridad. Abandonaron sus cuerpos, y siguiendo las señales de las Atalayas, enviaron sus almas hacia caminos astrales no recorridos desde hacía largo tiempo.
A través de terribles viajes, algunos de ellos finalmente llegaron en sus formas astrales a una de las cinco Atalayas. Allí, grabaron sus nombres en los pilares y despertaron en sus cuerpos. Pero ya no estaban atados por la Maldición Durmiente, pues sus nombres habían sido escritos por sus propias almas. Una vez más obtuvieron la comprensión de los Reinos Supremos, aunque cada uno tan sólo en el reino en que permanecía su Atalaya.
Actualmente, los dioses pretendientes hace mucho que han sido olvidados. Si aún existen, permanecen ocultos. Si actúan sobre el mundo, lo hacen de un modo que puede ser interpretado como la labor de la naturaleza o los caprichos del destino. Nadie recuerda que los miembros de su raza, en su tiempo fueron dioses.
Nadie excepto, por supuesto, los Magos.
Cuando un Mago Despierta, su alma viaja fuera de su cuerpo a través de una grieta abierta en el Abismo hasta los Reinos Supremos. Es guiada a través del vacío por la luz de una de las Atalayas, aquélla con la que su alma comparte una mayor resonancia. La Atalaya y el Reino Celestial en la que se alza, determinan la Senda del Mago, y la Senda determina en qué tipo de Mago se convertirá.
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