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EL MUNDO CAÍDO

Con la guerra llegando a su fin, la escalera celestial se desmoronó, dejando a los vencedores más allá del alcance de los magos vinculados a la tierra. Donde había estado la escalera, la realidad se fracturó y se dobló sobre sí misma, creando una grieta entre el alto y el bajo reino, un terrible vacío que absorbía hacia su interior la vida y la energía. El Abismo, dividió los reinos una vez más, manteniendo el reino elevado puro, sin la mácula del reino inferior. Pero no era éste un velo sutil, permeable a las almas que retornaban. Era una sima de irrealidad, una aberración que nunca debió existir. Lo que antes era un solo mundo, se convirtió en dos: el Mundo Supremo y el Mundo Caído, con un vasto Abismo entre ambos.

El velo entre los mundos del espíritu y la materia se endureció, convirtiéndose en la temible Celosía, una barrera insalvable excepto mediante el uso de la magia. Sacudidos por las reverberaciones que produjo la destrucción de la escalera, los cimientos de Atlantis se colapsaron y la isla se hundió bajo las aguas. El lugar místico que había visto nacer a los Magos había desaparecido.

Una vez más, los iluminados escaparon a los más lejanos rincones de la Tierra y allí, comenzaron el largo y lento proceso de volver a aprender aquello que se había perdido. Cazados de nuevo por monstruos, el progreso era lento ya que la necesidad de sobrevivir tenía preferencia sobre el estudio de los Misterios. Es más, aquellas almas que aún no habían sido tocadas por los Reinos Supremos, crecieron nubladas, como fríos pedazos de carbón que ocultasen débiles velas en su interior. Muchos olvidaron su herencia mágica y sus almas entraron en un sopor tan profundo como nunca antes habían conocido.

Este gran declive fue conocido como la Quietud, la Maldición Durmiente. Expulsados de los reinos elevados, separados de su derecho de nacimiento por el Abismo, las almas no podían mantener su luminosidad, por lo que cayeron en el Sueño. Lo que es peor, la gravedad del Abismo les forzaba a cerrar el parpado de su ojo interior, impidiéndoles recibir cualquier visión del reino elevado. Los Magos, aquéllos que permanecían Despiertos, ya no podían emplear su Magia ante aquellos Durmientes sin invocar los poderes del Abismo. Sólo unos pocos permanecían Despiertos en cualquier lugar y tiempo, guardando la llama del Conocimiento Celestial, manteniendo viva la sabiduría mágica.