Seria difícil saber cuando llegaron a la certeza de que sus cuerpos se necesitaban mutuamente o cuando la divina locura los sumergió en el desenfreno.
Lo cierto es que cuando sus padres llegaron y subieron la escalera, el aroma del sexo y los sordos jadeos les hicieron abrir la puerta de la habitación.
La impresión y la sorpresa solo fueron para los padres.
Porque akagi se siguió moviendo suave y rítmicamente a golpes que estremecían las piernas de haruko. Y ella… miro a sus padres pero solo distinguió dos siluetas imprecisas que intentaban decir algo… y volvió a cerrar los ojos…
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