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Enano rojo. Hacia atrás

Advance Dreamers


Grupo Ajec nos manda el avance de la tercera entrega de la serie de novelas basadas en la famosa serie de la BBC

imagen de Enano rojo. Hacia atrás

SINOPSIS:

Después de “Enano Rojo: La Novela” y “Enano Rojo: Mejor que la Vida” llega la esperada tercera parte de las aventuras de los tripulantes de la nave espacial “Enano Rojo”.
Después de más de tres millones de años perdidos en el espacio, Dave Lister, el último humano vivo, ha conseguido volver a la Tierra. El único problema es que a la Tierra a la que ha regresado, el tiempo no corre en la dirección adecuada, y si no consigue salir pronto del planeta, tendrá que volver a pasar por la pubertad, la niñez… y la no-vida.Añadir Anotación
Pero la tripulación del Enano Rojo –Rimmer: un holograma, Kryten: un robot paranoide y Gato: un gato superevolucionado- ¿por fortuna? acuden en su rescate.
Escrita en solitario por la mitad del dúo Grant Naylor: Rob Grant, “Enano Rojo: Hacia Atrás” nos ofrece humor, ciencia ficción, aventura en la más profunda y reflexiva peripecia de los personajes creados en la famosa serie homónima de la BBC.


Ficha Técnica:

Título: Enano Rojo: Hacia Atrás
Autor: Rob Grant
Título Original: Red Dwarf: Backwards (1992)
Traductor: Teresa Ponce
Diseño de Portada: Juan Antonio Gonzálvez - Estudio Ajec.
Precio: 15,95 euros
Páginas: 274
ISBN: 978-84-96013-41-4



AVANCE EDITORIAL

OCHO

Lister se incorporó sobre la cubierta empujándose con las manos y se puso en cuclillas. El cerebro le estaba nadando dentro del cráneo y su visión era claramente engañosa. Ladeó la cabeza e intentó encontrarle un sentido a lo que estaba viendo.
Lo mirara como lo mirara, Kryten parecía estar atrancado boca abajo en el casco, con una viga de gran tamaño soldada en horizontal contra su pecho, como si fuera una rara parodia robótica de la crucifixión de San Pedro.
La cosa no mejoró cuando Kryten le sonrió y le preguntó que cómo estaba.
Justo cuando pensaba que ya no podía haber nada más raro, oyó una carretilla elevadora rodando por detrás de él y se dio la vuelta para ver a Rimmer vestido con un mono de piloto espacial hecho perfectamente a medida y una peluca de melena suelta mirándole desde arriba.
—¿Qué carajo está pasando aquí? —preguntó sin dirigirse a nadie en concreto.
El Rimmer de la peluca le contestó.
—Has tenido una pequeña caída, mi querido pastel de manzana. Te sentirás un poco amodorrado durante un rato. Toma... —se sacó una pequeña petaca de plata del bolsillo de atrás y se la tiró a Lister—. Un trago de esto te allanará el camino.
—Comandante —dijo un Kryten boca abajo—. Con el debido respeto, aunque cronológicamente el señor Lister está por encima del límite mínimo de edad para el consumo de alcohol, físicamente sólo tiene quince años.
Ace descargó una placa de metal de un metro cuadrado sobre la cubierta con la mano buena.
—No es alcohol, querido amigo, es ginseng con jalea real. El mejor reconstituyente del universo conocido.
Lister desenroscó el tapón y olió el líquido. Se echó un poco en la garganta y tembló con un escalofrío.
—No me cosco de nada, tíos —volvió a poner el tapón y le tiró la petaca de nuevo al «Pelucas»—. ¿Por qué está Kryten soldado a la pared? ¿Y por qué hay dos Rimmers?
Ace miró atrás por encima de su hombro. Rimmer estaba de pie detrás de él, con los brazos cruzados y una curiosa sonrisa de medio lado.
—Todo a su debido tiempo, Davey. Nuestra primera prioridad es aquí tu colega.
—Él es de otra dimensión, ¿no es así, comandante? —dijo Rimmer—. Ha llegado, de forma bastante oportuna, justo después de que algo se chocara contra el casco allí y casi nos partiera en dos.
—No ha habido nada de oportuno en eso, Arn, calabacín —Ace se agachó y rasgó de un tirón la tela de la pernera del Gato—. La colisión ha sido culpa mía.
La sonrisa de Rimmer se hundió.
—¿Entonces lo admites?
—Absolutamente. Mi trasto se materializó demasiado cerca del vuestro. Las malditas ondas de choque casi nos borran del mapa. Cuando pude controlar mis daños, pensé que sería mejor que me pasara por aquí, a ver si podía echar una mano —miró a Lister—. Davey, muchacho, voy a necesitarte para que hagas presión en el muslo de tu amigo.Añadir Anotación
Rimmer se quedó mirando con la boca abierta, incrédulo, mientras Lister pasó por encima del Gato y puso la mano sobre el muslo herido. Vaya una forma rastrera de escurrir el bulto. Haces algo mal, lo admites y ¡te quedas tan ancho!
—¿Y ya está? ¿Con eso tenemos que quedarnos?
Ace rodeó el talón del Gato con las manos.
—No te sigo, rabanito.
—¿Arremetes contra nuestra dimensión, casi nos matas a todos y ni siquiera crees que haya que disculparse?
—¿Preparado? —Ace miró a Lister, quien asintió con la cabeza, y luego tiró con fuerza del talón del Gato—. Con eso debería ser suficiente —le arrojó a Lister un par de tablas lisas de madera—. ¿Crees que podrás improvisar un entablillado rápido de combate? Solo tiene que aguantar hasta que le subamos al quirófano.Añadir Anotación
—Sin pega.
Mientras Lister se concentraba en su tarea, Ace se puso de pie y encaró a Rimmer.
—Mira, Arnie, no estoy seguro del todo de adónde quieres ir a parar. Todavía seguimos en un buen fregado, aquí. Tenemos a uno del equipo sin conocimiento y va a necesitar cirugía en seguida si ha de salir de esta, tenemos a otro soldado a la pared boca abajo con el culo colgando en el espacio profundo y un casco con muchas probabilidades de desplomarse como alguien le respire encima demasiado fuerte. Vamos a intentar todos apretarnos los machos y hacer lo que hay que hacer —se echó para atrás el perfecto flequillo y sonrió—. Luego puedes ponerme contra la mesa y darme una buena zurra en el trasero, ¿vale? —se dio la vuelta y se agachó junto a Kryten—. Este es el plan, chavalote. Voy a fijar estas placas al casco. Va a ser más fácil hacerlo desde el interior. Eso significa que te vamos a emparedar, en realidad. Luego, yo iré por el exterior, te liberaré cortando el casco y todos podremos estar en casa antes de Navidad. ¿Suena chachi?Añadir Anotación
Kryten le sonrió y asintió con la cabeza.
—Chachi piruli, comandante.
—Esa es la actitud —Ace se enderezó—. Vamos a construir una estructura alrededor de la abolladura para crear un falso casco con estas placas de metal. Obviamente, tiene que ser estanca y eso significa que habrá que remachar y soldar todas y cada una de las juntas y cubrirlas bien con un sellador. ¿Qué tal se te da soldar, David?Añadir Anotación
Lister levantó la vista del entablillado.
—Me las apaño.
Ace se echó a reír.
—No me cabe ninguna duda. En mi dimensión, eras el mejor de todos.
Lister arrugó la frente.
—¿Yo?
—A ninguno de los pilotos de Europa se les pasaría por la cabeza volar ni siquiera una condenada cometa si Spanners Lister no le había hecho antes una buena revisión.
—¿Spanners Lister? —una gran sonrisa involuntaria se extendió en el rostro de Lister—. ¿Trabaja en la base de pruebas de Europa?
—Ya te hablaré de él más tarde. Lo primero es lo primero, vamos a subir a nuestro amigo al quirófano y después lo mejor es que nos volquemos de lleno con la reparación del casco. Yo calculo que por lo menos hay que echarle unas cincuenta horas de trabajo.
Kryten sonrió con los labios pero sus ojos reflejaban pánico. El destrozo del casco debía haber reducido de manera salvaje sus reservas de oxígeno disponible.
Había muchas probabilidades de que cincuenta horas fuera más de lo que les quedaba.



NUEVE

M’Eidin inspeccionó la obra con su ojo recién implantado y sintió lo más próximo a satisfacción que podía sentir sin tener unas entrañas calientes y sangrientas tiradas a sus pies.
Se había tardado muchos meses en su construcción y había requerido la mayor cooperación de la raza agonoide que jamás habían sido capaces de conseguir. Era un logro magnífico, sin lugar a dudas. El primer y único ejemplo del diseño de interiores agonoide.
Lo llamaban la Rueda de la Muerte.
Fundamentalmente, consistía de una serie de corredores que partían de cada uno de los muelles de atraque del Enano Rojo y conducían a un punto central. Pero eso solo era la punta del iceberg.
Una vez que el humano con sonrisa de bobo y sus compañeros de tripulación aterrizaran a bordo, los sistemas automáticos empezarían a dejarles sin oxígeno. Se verían forzados a abandonar el muelle de atraque y a correr por los pasillos que formaban los radios de la Rueda de la Muerte. Las puertas se sellarían a su paso y entonces la temperatura comenzaría a ascender a niveles insoportables, obligándoles a dirigirse hacia el siguiente pasillo, el cual de nuevo sellaría su retirada. Allí, poco a poco se irían dando cuenta de que el techo se movía inexorablemente hacia abajo, amenazando con aplastarles como si fueran desperdicios dentro de un compresor de basura.Añadir Anotación
Con cada nuevo pasillo, los peligros se volverían más intolerables y cada vez dispondrían de menos tiempo para recorrerlos.
Al final, sin aliento y acobardados por el miedo y el pánico, entrarían tambaleándose en el Centro del Dolor.
El Centro del Dolor era el plato fuerte: una enorme sala abovedada, con un palco para espectadores que circunvalaba el techo. Las paredes estaban cubiertas con todos los tipos de armas cortantes y contundentes imaginables y todos los instrumentos de tortura jamás inventados por la extremadamente inventiva mente humana: mazas, picas, espadas y sables; navajas, dagas y herramientas de corte por láser; motosierras, sierras circulares, serruchos de costilla y sierras de metal, tornos de dentista, escalpelos y una gama completa de relucientes aparatos metálicos diseñados para la cirugía ginecológica; mazos cortos, mazos largos, martillos galponeros y martillos neumáticos; potros de tortura, doncellas de hierro, equipos de electrocución de gónadas; grilletes para testículos, suspensorios forrados con hojas de afeitar, bolsas de enema llenas de ácido y música ligera… todo lo que se te ocurriera, si causaba dolor, si los humanos le tenían miedo, allí estaba.Añadir Anotación
A M’Eidin se le caía la baba con la belleza de todo aquello.
Al humano quejumbroso y a sus amigos amantes de los humanos se les concedería algo de tiempo para hacerse a la idea del horror total que les aguardaba y luego se daría la señal.
La carrera daría comienzo.
La población agonoide entera se encerraría al acecho en cámaras individuales. Una vez se diera la señal, las puertas de esas cámaras se abrirían de golpe simultáneamente y los agonoides se abalanzarían cada uno por un pasillo. Estos estaban dispuestos en una serie de uves, de forma que dos pasillos contiguos se encontraban en el vértice de la uve con una sola salida. La puerta se sellaría después de permitir el paso a uno de los agonoides.Añadir Anotación
Un agonoide podía usar cualquier medio, legal o ilegal, para derrotar a su rival del pasillo adyacente, tras lo cual el proceso se repetiría una y otra vez, reduciendo en cada fase el número de combatientes por la mitad, hasta que solo quedaran dos contrincantes para luchar por el derecho a cruzar la puerta de entrada al Centro del Dolor.Añadir Anotación
Por el derecho a ser El Elegido.
Por descontado, sin duda se produciría una gran cantidad de muertes de agonoides a lo largo del recorrido, pero eso solo conseguía aumentar la naturaleza divertida del evento.
Luego los agonoides supervivientes subirían renqueando y echando maldiciones al palco de espectadores y daría comienzo la fiesta gore.
Con un planeamiento cuidadoso y una gran dosis de paciencia, el despreciable humano y su pandilla podían durar muchos meses sin morirse, posiblemente incluso años si el agonoide afortunado estaba lo suficientemente versado en anatomía humana.
La puerta del Centro del Dolor se abrió a sus espaldas y M’Eidin se dio media vuelta para ver a Sack O’Push que entraba cojeando.
Sack había sido el cerebro del diseño de la Rueda de la Muerte y la fuerza motriz que había llevado a su finalización. Ahora, sólo estaba añadiendo los toques finales, los pequeños aportes de sutileza que aumentarían de forma inconmensurable el placer de la ocasión. Colocó una funda pequeña de goma en la pared, justo al lado de los cascanueces de tornillo. Vio la interrogación en la mirada de M’Eidin.Añadir Anotación
—Es un condón embadurnado por dentro con vicks vaporub —dijo a modo de explicación—. Al parecer quema como un demonio.
M’Eidin sonrió y asintió con la cabeza. A pesar de que Sack era el más brillante y creativo de los agonoides de manera incuestionable, M’Eidin sentía lástima por él. Con el paso de los años, muchas de sus partes habían dejado de funcionar y se había vuelto peligrosamente débil, carente de la fuerza física necesaria para ganarse las piezas de repuesto en combate. La única razón por la que no había sido atacado y desmantelado era su capacidad para la invención y el diseño. Sus habilidades habían mantenido operativa a la flota agonoide todos estos años. Pero era solo cuestión de tiempo antes de que se le rompieran demasiadas partes para seguir funcionando de forma efectiva y ya no fuera más que un depósito de piezas de repuesto y un montón de fragmentos de metal.Añadir Anotación
En resumidas cuentas, era imposible que Sack llegara a ser El Elegido. Su mente había ideado la Rueda de la Muerte y aun así no sería más que un simple espectador cuando esta entrara en funcionamiento. Ni siquiera lograría cruzar la primera puerta.
Sack colocó una serie de cajas pequeñas en una estantería.
—Lentes de contacto hechas de estropajo… hilo dental de alambre de espino… cortapastas de tamaño pezón… —enumeró— tijeras para prepucios… sombrilla de cóctel metálica…
—¿Para qué es eso?
—Para lo que se quiera, en realidad, pero pensé que vendría bien tenerla a mano para destrozar el interior del tronco del pene.
M’Eidin asintió con aprobación.
Sack continuó adelante.
—Bandas de cera depilatoria... quitagrapas (pensé que sería útil para arrancar las costras y mantener las heridas siempre frescas y sangrantes)… termómetro rectal, revestido con papel de lija… sí, creo que eso es todo —dio un paso atrás y examinó con ojo crítico la parafernalia de tortura recién colocada—. ¡Ah sí! Casi se me olvida... —metió la mano en su riñonera y sacó una tarjeta—. Esto multiplicará seguro la diversión de la carnicería. —colocó la tarjeta en primera línea sobre la estantería de tortura.Añadir Anotación
—¿Qué es eso?
—Es una tarjeta cifrada. Un nuevo diseño. Impide perder los estribos, para que el Elegido pueda mantener la calma si el humano le incordia y no se deje llevar poniendo fin al espectáculo demasiado pronto. También elimina la fatiga, mejora el tiempo de reacción y amplifica los nodos de placer. Bueno —se frotó las manos—, no puedo quedarme aquí todo el día. Tengo que montar el cableado de un arrancauñas con batería —sonrió a M’Eidin y se dio la vuelta para irse.Añadir Anotación
—¿Estarás listo a tiempo? —preguntó M’Eidin.
La gran inauguración del Centro del Dolor estaba prevista que tuviera lugar dentro de menos de doce horas. La población agonoide en su totalidad se congregaría para inspeccionar los placeres de la cámara y familiarizarse con sus complejidades. Habría mucha alegría, un montón de tarjeteo cifrado y, por supuesto, una cantidad nada desdeñable de innecesaria violencia gratuita. Tales reuniones agonoides solo tenían lugar cada pocos siglos más o menos, mayormente porque la tasa de mortandad era muy alta. Era de esperar que la fiesta de esta tarde resultara en una reducción de la población de un veinticinco por ciento.Añadir Anotación
Sack O’Push asintió con la cabeza.
—Todo estará preparado, te lo aseguro —dijo, y se fue renqueando por la puerta.
M’Eidin cruzó hasta la estantería de tortura, cogió la tarjeta cifrada y le dio la vuelta sobre la mano.
—Mejora el tiempo de reacción... —dijo entre dientes para sí mismo.
Si de verdad esta tarjeta hacía eso, podría darle una buena ventaja para ganar «La carrera del humano». En última instancia, era una carrera, después de todo, y la velocidad era de suma importancia. No importaba la brutalidad con que te deshicieras de tu rival, si no llegabas a la puerta antes que el vencedor de la lucha del pasillo de al lado, él no tendría ningún obstáculo y tú te quedarías encerrado sin haber peleado.Añadir Anotación
Se introdujo la tarjeta en la ranura de la cabeza y esperó a que le hiciera efecto.
Pero no le hacía nada.
No sentía nada. Ninguna amplificación de los nodos de placer. Nada.
Indignado, se extrajo la tarjeta y la arrojó otra vez a la estantería.
Ganaría la carrera por sus propios méritos, se dijo para sí. Pero se equivocaba.
Para M’Eidin Tai-Uan no habría ninguna carrera.
El daño ya se había hecho.



DIEZ

El Gato dejó escapar un gemido y abrió los ojos. Oyó una voz extraña que decía: «Sujeta fuerte allí, muchachito», pero no se le ocurrió tratar de averiguar quién hablaba. Intentó moverse, pero tenía los brazos atados a los lados. Se notaba una sensación rara en la pierna derecha. Pensó en eso durante unos pocos segundos y decidió que era dolor. No le molestaba para nada, lo cual le resultó divertido, de alguna manera. Soltó una risita tonta.Añadir Anotación
Lister dijo:
—Está volviendo en sí.
—No te preocupes, Davey. Va hasta las cejas de gelatina líquida. Está más feliz que una panda de hippies en una cosecha de marihuana.
El Gato levantó la cabeza, se miró el cuerpo y vio el rasgón en su pantalón de pitillo de seda con estampado de cuadros escoceses en color melocotón La sangre de la herida de la pierna le había empapado el pantalón hasta abajo.
—¡Qué horror! —se lamentó—. ¡Qué mala pinta tiene eso!
—Yo de ti no me preocuparía, mi querido pudin de mermelada —dijo la voz detrás de él—. Habremos arreglado esa pierna antes de que sepas lo que está pasando.
—¿Pierna? ¿Quién está preocupado por la pierna? Es la combinación de colores lo que me alarma. ¿Rojo con melocotón? —el Gato dejó caer de golpe la cabeza sobre la almohada hinchable de la camilla—. ¡Estoy sangrando como un hortera!
Ace se agachó y cogió el extremo delantero de la camilla con su mano buena.
—Será mejor que lo subamos al quirófano. Está empezando a delirar.
—No tiene por qué —Lister se encorvó y agarró la parte de atrás—. Él es así siempre.
Cargaron la camilla a la altura de la cintura y la transportaron escaleras arriba. Ace se detuvo en el rellano y le pegó un grito a Kryten.
—Aguanta allí, colega. Prepáranos un arenque, volveremos para el desayuno —y se llevaron al Gato por la puerta.
Kryten les miró mientras se iban. Meneó la cabeza, sonriendo.
—¡Qué tío!
Rimmer miró a Kryten, la incredulidad le retorcía la cara en una sonrisa de solo un lado.
—Tú te lo has tragado, ¿verdad? Os lo habéis tragado todos.
—Me parece que no le sigo, señor.
—Os ha hecho creer a todos que es una combinación del Capitán Valiente, la Pimpinela Escarlata y el puñetero James Bond. ¿«Prepárame un arenque»? Venga ya, por favor. ¡Ace! ¡Menudo gilipollas!
—Señor, no lo entiendo. Parece que está resentido con el comandante Rimmer.
—No estoy resentido. Es que le he calado, así de simple. Todo es un papel, la bravuconería, la jerga arrogante de piloto espacial, la tranquilidad confiada ante el peligro. Debajo de ese disfraz, es un fracasado gallina muerto de miedo.
—Con el debido respeto, señor, no estoy de acuerdo.
—Tiene que serlo, él soy yo, ¿se te ha olvidado? Y te juro, Kryten, que si vuelve a referirse a mí una vez más con un nombre de fruta o de verdura, cogeré ese soplete y le meteré fuego a su asqueroso flequillo ahuecado.
—Bueno, no hay duda de que parece tener la situación bajo control.
—¿Bajo control? Kryten, enciende la radio y sintoniza Cordura FM. Por mucho que se pavonee por aquí como un mariquita, lo mejor que podemos esperar es que nos deje a todos en buen estado a tiempo para que el ejército reunido de agonoides psicópatas entre en acción y nos descuartice poco a poco hasta morir. Si eso es una situación bajo control, entonces prefiero mil veces el pánico desatado.Añadir Anotación
Se oyeron pasos en el rellano y Rimmer levantó la vista para ver a Lister corriendo escaleras abajo, rebosante de un entusiasmo que a Rimmer le pareció repugnante.
—Está operando la pierna del Gato.
—Bueno —sonrió Rimmer—, eso es lo último que sabremos de su pierna, entonces.
Lister corrió como una exhalación directo a por el equipo de soldar.
—No, al parecer la microcirugía de campo es una parte de la formación básica en el Servicio Especial de los Cuerpos Espaciales. ¡Qué tío!
—¿Te ha dicho que había estado en el SECE? ¿Y tú te lo has creído?
Lister se puso la careta de soldar a toda prisa.
—¿Por qué iba a ser mentira?
—Se está inventando un papel. Intenta haceros creer que es alguien que no es. Y estáis picando todos.
—Eso no tiene sentido, Rimmer. Está claro que es un piloto de pruebas, ¿no te parece? De lo contrario, no podría haber traspasado las dimensiones y su nave no estaría flotando ahí fuera.
—Bueno, sí, eso puede que sea verdad...
—Y a no ser que haya robado ese uniforme, es comandante.
—Es probable que sí.
—Y es simpático, inteligente, gracioso, tiene carisma de líder…
—Ya está bien, hombre —Rimmer levantó la mano en el aire—. ¿Os bastará con una oficina del Registro, o preferís una boda de iglesia en toda regla para vosotros dos?
Lister sacudió la cabeza y se puso las manoplas de soldar a toda prisa.
—No entiendo por qué te pones así, Rimmer. Él eres tú.
—Él no soy yo. Yo soy yo. Él es como un yo que tuvo todas las oportunidades, todos los ratos buenos, toda la suerte que yo nunca tuve.
La intromisión de Kryten no fue bien recibida.
—Si nos ceñimos a los hechos, señor, según el comandante, las diferencias entre ustedes dos se deben a un único episodio ocurrido en su infancia.
—Claro. Él probablemente consiguió ir a algún colegio de los mejores, mientras que a mí me tocó ir a Io House. Consiguió conocer a toda la gente adecuada, progresó en la red de ex-alumnos untando algunos bolsillos, se abrió camino en los Cuerpos Espaciales dando toallazos en los vestuarios, logró entrar en la Academia de Vuelo estrechando manos masónicas y ascendió en el escalafón a base de ponerse la lengua marrón.Añadir Anotación
Lister sostuvo en su posición el primer puntal que constituiría el marco para el nuevo falso casco.
—Eres lo peor, Rimmer. Deberías estar contento de que en algún lugar, en alguna otra dimensión, hay otro tú al que le van muy bien las cosas.
—¿Cómo te sentirías tú si apareciera un memo de otra realidad, otro Lister con un carisma como una catedral y un doctorado en el arte de ser guapo y maravilloso?
—Pero tío —Lister sonrió enseñando los dientes—, si yo soy ese Lister.
—Lo digo en serio. ¿Qué harías tú si hubiera otro Lister que tuviera todo lo que tú siempre has querido?
—Lo hay —Lister encendió el soplete—. Ace me ha estado hablando de él de camino al quirófano. Es ingeniero de vuelo en Europa. Está casado con Kristine Kochanski y tiene dos hijos gemelos, Jim y Bexley.
—¿Y eso no te da ni siquiera un pelín de envidia? ¿Él tiene todo eso gracias a una sola decisión en el pasado, en la que él tomó la opción correcta y tú la equivocada?
Lister sacudió la cabeza.
—Me parece fantástico. Me alegro por él —empezó a soldar el puntal en su sitio.
—Ya, pues créeme, si te encontraras con él, te amargaría el día. Siempre he pensado que nunca me dieron la oportunidad. Él es la prueba viviente de que tenía razón. Mira lo que podría haber conseguido si hubiera tenido la oportunidad que él tuvo.
Lister exhaló un suspiro, apagó el soplete y se levantó la careta.
—¿Te puedo hacer una sugerencia, Rimmer? —le sonrió con gesto amable—. ¿Puedes cerrar la puñetera boca? —volvió a encender el soplete y siguió con su tarea.
Rimmer mantuvo la mirada clavada en el pequeño mequetrefe nauseabundo, asintiendo con la cabeza para ganar tiempo mientras intentaba discurrir a toda prisa una réplica ingeniosa para dejar al mocoso tocapelotas en su sitio de una vez por todas. Como de costumbre, su mente se quedó sin aliento y empezó a parecerse a un perro de plástico en la luna trasera de un coche en una carretera plagada de badenes de tráfico. Giró sobre sus talones y se fue por las escaleras.Añadir Anotación
No había respeto, ese era el problema. Uno hubiera pensado, después de todo lo que habían pasado, que Lister y los demás debían haber aprendido a respetarle, aunque fuera un poco, pero no. Para ellos, Rimmer no era más que un chiste. Un blanco de humillaciones con mala leche. Sin embargo, el bueno del comandante aparecía como si tal cosa y en diecisiete segundos ya los tenía a todos comiendo de sus calzoncillos. Para vomitar.Añadir Anotación
Rimmer continuó subiendo por las escaleras camino al quirófano, esperando en parte que el comandante pudiera haber pifiado la operación de la pierna del Gato, lo cual disminuiría su autoestima, algo.
Ace estaba estudiando la imagen del Gato en el escáner médico, su cara cinematografiada por el resplandor blanco y azul de la pantalla. Hasta Rimmer tenía que admitir que era guapo. No tenía ningún sentido. ¿Por qué él no sufría de los problemas capilares que asediaban a su propia mata de pelo rebelde y estropajoso? ¿Acaso se lo alisaba o alguna cosa de chicas de ese estilo? ¿Y por qué no se le inflaban las aletas de la nariz de la misma forma? ¿Podía ser que él no hubiera conocido a Duncan Potson en la guardería, quien le había enseñado a Rimmer a sacarse los mocos con el pulgar? ¿Se habrían separado sus destinos antes de aquello?Añadir Anotación
Ace vio a Rimmer por el rabillo del ojo y le sonrió de un modo agradable.
—¡Arn! ¡Justo a quien quería ver! ¿Cómo va la cosa por ahí abajo?
—Va tirando —Rimmer se encogió de hombros.
Ace dio unos golpecitos en la pantalla.
—No estoy muy seguro de la anatomía de nuestro amigo. Parece como si no fuera muy humano.
—No. Evolucionó de los gatos.
—No te sigo, socio. ¿Cuándo evolucionó?
Rimmer puso los ojos en blanco, como si la evolución de un gato doméstico a un bípedo parlante fuera un acontecimiento tan común que ni el niño más lerdo de la escuela necesitaría que se lo explicaran. Suspiró y recapituló la historia del Gato lo más sucintamente que pudo.
Cuando hubo terminado, Rimmer vio para su deleite que Ace parecía más que un poco contrariado.
—¿Entonces lo que estás diciendo, mi querida begonia, es que he conseguido aparecer alrededor de tres millones de años después de mi propio tiempo?
Rimmer le sonrió.
—Sí, mi querido portarrollos de papel higiénico. Eso es precisamente lo que estoy diciendo.
—Bueno —Ace se sacó un puro de detrás de la oreja y lo mordió pensativamente—, eso permite extraer algunas conclusiones muy interesantes sobre la propulsión Wildfire.
—¿Como por ejemplo, mi querido cubo de vómitos?
—Como por ejemplo, con un poco de suerte, podríamos ser capaces de improvisar una versión que os pudiera llevar a todos de vuelta a donde empezasteis.Añadir Anotación

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DCFan, 27 de Marzo de 2008
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