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Black Cat History

Relatos Dreamers

Era una tranquila mañana otoñal, de esas que en las películas representan con un largo paseo lleno de árboles cuyo follaje mezcla de anaranjado y amarillento comienza a caer mientras una persona pasea. Bien, esa persona sería yo. Adoro pasear, es una de mis mayores aficiones, pasear sin rumbo, simplemente pensando en mis cosas o escuchando algo de música. Suelo elucubrar pequeñas historias conmigo mismo de protagonista mientras paseo, en una ocasión, estaba en un punto álgido de mi pequeña historia sobre fantasmas cuando comenzó a llover. Corrí a resguardarme en alguna de las tiendas que había a ambos lados de la calle. Cuando entré por la puerta el ruidito de una campanilla anunció mi entrada. "Realmente encantador", pensé mientras me adentraba en aquella extraña tienda en la que nunca antes había estado. Había varias estanterías repletas a más no poder de cientos y cientos de objetos extraños que parecían rescatados directamente de un desván de cuento. Muñecas de trapo, trenes de juguete, osos de peluche, libros viejos con cubierta de cuero de extraños títulos, un par de cuadros, incluso unos marcos antiguos con las fotos de los que en otro tiempo debieron ser sus dueños. Anduve por entre las estanterías absorto, contemplándolo todo hasta que algo llamó mi atención. Allí en un rincón oscuro había otra estantería, pero esta era distinta. Era de madera mientras que el resto de las de la tienda eran todas de algún metal, supongo que hierro o aluminio, y estaba llena de polvo. Pero no fue eso, sino su contenido lo que llamó mi atención. Pasé por delante del mostrador en el que un anciano, el dependiente y seguramente dueño, me observaba curioso. La estantería vista de cerca estaba algo más que llena de polvo, estaba realmente en muy mal estado, en muchos puntos la huella de las termitas era visible y algunas de sus baldas se encontraban combadas por el peso soportado a lo largo de los años, pero allí mirándome estaba aquella fina estatuilla.Añadir Anotación

Representaba a un félido, no se si un gato grande o directamente una pantera, la cuestión es que su superficie era totalmente negra y lisa. Los músculos del animal estaban tallados con verdadero realismo, de tal forma que parecía que de un momento a otro fuera a abandonar aquella pose sentada y altiva y comenzar a caminar por la balda en la que se hallaba. Pero no era eso lo que me hechizaba, eran los ojos, estaban hechos de otro material, no sabía cual pero parecían poder perforarte, poder leer en tu alma. Me incorporé un poco, apenas me había dado cuenta de que me había ido acercando y agachando para observarla más de cerca, y le pregunté al viejo:Añadir Anotación

- Disculpe, ¿de que material está hecha?

- Ónice el cuerpo y los ojos son de Jade.

- Jade…

- Sabe joven, esa tiene su propia historia.

- ¿Historia?

Me acerqué al mostrador y el viejo muy sonriente, comenzó a contarme la historia de aquella estatuilla:

Verás muchacho esa no es una figura normal y corriente, hay muchos rumores acerca de ella, comenzó el anciano. Con semejante comienzo no pude evitar echar una ojeada a la puerta para ver si había escampado y al ver que no era así plantearme lo raro de la situación en que me hallaba: Estaba sentado junto a un anciano desconocido dispuesto a escuchar lo que tenía toda la pinta de ser una de esas leyendas que nadie cree, eso o una “batallita”.Bueno, tampoco tenía nada mejor que hacer por lo que me acomodé en un butacón de la trastienda a la que habíamos ido y me dispuse a escuchar.Añadir Anotación

Ahí donde la ves esa estatuilla encarcela a una hechicera. Ella tenía unos preciosos ojos verdes, como el jade mismo que forman los de la figura, pero esos ojos eran la muerte. Meren, ese era su nombre, ella lo tenía todo. Era bella, según cuentan tenía una larga y sedosa cabellera negra que la llegaba casi hasta la cintura. Su cuerpo era delgado y flexible, esbelto y firme. Su piel era pálida, blanquecina en todo su cuerpo salvo en sus rosadas mejillas. Su rostro era dulce de forma ovalada con una adorable nariz respingona y aquellos insondables ojos verdes. Vestía siempre de negro, una falda larga con largas rajas a los lados y un corpiño ajustado eran lo más habitual de su vestuario. Pero no solo sus ropas eran negras, también lo era su alma y es que muchos la conocían como el ángel negro. Sin familia ni más amigos que su caballo, se había criado junto a un anciano que vivía algo aislado, al que ella misma había matado. Tras el asesinato había huido al bosque donde residía habitualmente, allí en lo más profundo donde nadie podía encontrarla se convirtió en una cautiva de su propia alma. Pasaron los años y se la dio por muerta.Añadir Anotación

Los viajeros se arriesgaron a entrar en aquel bosque cuyos senderos habían sido abandonados hacía años. Nada más de ellos se supo, hasta que un día uno de ellos, nativo del pueblo, regresó. Estaba aterrorizado, decía haber visto a una extraña mujer vestida enteramente de negro, de tez blanca y lustrosa melena negra allí en las entrañas del bosque. Sus compañeros y el mismo se habían acercado a ella y entonces en aquellos ojos lo había visto, su muerte. Un callejón oscuro, su cuerpo en una posición extraña, la mirada vacía perdida de toda vida ya y una cosa más un gato negro, de ojos verdes, sentado, contemplándolo. Los aldeanos reconocieron en la figura descrita la sombra de la hechicera, pero la historia del viajero les parecía tan ridícula que pensaron que el hombre se había vuelto loco y había unido las viejas historias sobre ella con sus propias elucubraciones. Un día mas tarde cuando encontraron el cadáver del viajero en un oscuro callejón, la mirada perdida recordaron la historia contada, intentando tranquilizarse los dos aldeanos que lo encontraron se dijeron, aquí no hay ningún gato, pero algo les heló la sangre en ese mismo instante, un maullido detrás de ellos y al darse la vuelta los temores confirmados un gato negro sentado en la nieve los observaba y sus penetrantes ojos verdes parecían atravesarlos. Los dos regresaron a la taberna muertos de miedo, ambos habían visto su muerte, y en ambos delirios aparecía el mismo gato negro. Los aldeanos tampoco tomaron en serio a estos dos, hasta que sus muertes se produjeron del mismo modo que las anteriores y varios vecinos oyeron el maullido de un gato por los alrededores. Entonces los asustados ciudadanos organizaron un grupo formado por cuatro hombres respetados y fuertes del pueblo que se adentraron en los bosques, iban armados con los aperos de labranza y buscaban la casa donde se creía vivía la hechicera. Al fin la encontraron, el fuego ardía en la chimenea iluminado las ventanas, los más valientes se situaron la puerta y la aporrearon. “¡Abre bruja!” gritaron. No hubo respuesta, entonces entraron por la fuerza, pero en el gran habitación, única pieza de la casa no había nada. La cama estaba hecha y el fuego chisporroteaba en la chimenea, todo estaba quieto y en calma. De improviso un ruido, en el sofá frente al fuego. Uno se acercó, la azada bien alta para golpear antes si era preciso. Giró el sofá, allí cómodamente instalado los observaba un precioso gato negro. Los ojos verdes los observaban, los traspasaban,y los valientes hombres huyeron despavoridos por los bosques.Añadir Anotación

Durante los cuatro días siguientes todos fueron apareciendo muertos, el primero en su huerto las huellas de un gato rodeaban su cuerpo, el segundo en la cocina fulminado como si un rayo lo hubiera atravesado. Así uno a uno hasta que solo quedaba uno. Los ciudadanos lo rodearon se instalaron todos juntos en la taberna dispuestos a no permitir que nada le pasara. Ya solo faltaban unos minutos para las doce, todos comenzaban a respirar tranquilos cuando de pronto oyeron un maullido. El hombre asustado se levantó, las luces se apagaron en ese mismo instante cuando unos segundos más tarde sonaron las campanadas las luces volvieron, junto a la puerta, el cadáver del viejo y sobre su espalda con mirada burlona el gato observaba una vez más. “Matadlo” gritó alguien y como si lo hubiera entendido el gato se escabulló, algunos lo siguieron y lo vieron adentrarse en el bosque.Añadir Anotación

En la taberna mientras tanto se fraguó una decisión, por la mañana irían al bosque, lo apresarían y lo matarían a si a nadie más podría hacer daño. Se internaron en el bosque y llegaron a la vieja casa, la chimenea no despedía humo, el fuego estaba apagado. Entraron en la casa un grupo de cinco hombres, los demás aguardaron fuera, rodeando la casa para que el gato negro no escapara. Al cabo de unos minutos los cinco hombres salieron de la casa, en la mano del más anciano un diario en la mano del más joven una estatuilla, la estatuilla de un gato negro con ojos de jade. “No hay rastro del gato ni de ella pero esto resulta interesante.” El anciano abrió el diario y comenzó a leer en voz alta: “10 de Diciembre, Morg me mandó a buscar algunas hiervas al bosque cuando regresé noté algo raro en el aire. Me aproxime con cautela a la casa al ver la puerta de la verja abierta, yo desde luego no la había dejado así. Al acercarme oí ruidos dentro de la casa, parecía una pelea. Me asomé a la ventana de la cocina, en la casa había siete hombres del pueblo. Registraban la casa, robaban, saqueaban. No podía ver a mi maestro, di la vuelta a la casa y miré por otra de las ventanas, entonces lo vi. Degollado en el suelo, ya muerto mi maestro, mi única familia. Los hombres salieron, ninguno me vio, reían. Morirán todos y cada uno, cuando yo me haya ido, ellos vendrán conmigo…” Un grito sobresaltó a todos los que escuchaban, corriendo desde la parte de atrás de la casa un muchacho se acercaba. “Venid, venid.” Gritaba “Huesos, he encontrado huesos”. Los vecinos rodearon la casa, allí cerca de lo que debía haber sido un huerto los huesos de una mujer reposaban, a su lado un gato negro los observaba. El anciano que llevaba la estatua la observó: “mirad es igual” todos se volvieron y observaron la figura pero cuando se giraron a ver al gato este ya no estaba, solo un último maullido heló sus corazones. Siete hombres muertos la venganza cumplida y la figurilla de un gato negro.Añadir Anotación

Me quedé helado, hacía ya tiempo que había dejado de llover pero la historia del anciano me había retenido, engatusado casi hipnotizado. Contemplé una vez más la estatuilla que parecía realmente observarme. Nervioso decidí marcharme, le agradecí la historia y haberme dejado guarecerme de la lluvia. El anciano muy sonriente dijo que había sido un placer y cuando ya me marchaba añadió: “¿No quiere llevársela? A él le gustaría” No le entendí no quise hacerlo, tan solo se que cuando salía junto con el ruido de la campanilla un único maullido me heló una vez más la sangre.Añadir Anotación

- Fin -Añadir Anotación


Xian®

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Mi blog, lugar donde se publicó el relato originalmente.
Xian_Pu, 29 de Diciembre de 2004
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