EL EXTRAÑO

© Abdul Alhazred


Al Dr. Henry Armitage

I

Felicidad tronchada, compungida, apelmazada
de miedo. Vasto arrecife
de noche amordazada:
bóveda verde,
maleza abigarrada, espesura
de rumor amortiguado.
Viento, bruma, trama vegetal.
Silencio. Reclusión vital
por generaciones de muerte.
Miedo.
Tiempo de miedo.
Miedo del tiempo enquistado.
Miedo enconado al tiempo varado del miedo.
Espacio de confines indecisos,
alfombrado por los vestigios óseos
de latidos de antaño.
Pensamientos mohosos
ilustran la tiniebla de mi noche infinita,
y dan formas grotescas
a la cegadora luz que me es vedada.


II

Miedo.
Voluntad y miedo. Voluntad de ensanchar
los barrotes pétreos de mi contingencia,
tras la luz que emborrona mi diccionario:
crepúsculo sin fin.
Peldaños infinitos en ascensión helicoidal
de verticalidad quebrantada:
vacío bajo los pies,
vacío en los ojos,
vacío en el alma,
vacío el eco de la temida precipitación
hacia la sima del vacío.
Miedo.
Tensión, tesón, temor;
tozuda recompensa estrellada
para la ancha ensoñación
de mi oscura persistencia:
luz vetada, luz nocturna, luz velada
para mis apagados ojos
de noche infinita.


III

Arena en la boca,
sed lumínica extrema
en la urdimbre de seda del alma,
sombra en la mochila de los ojos,
luz clausurada a los párpados opacos
de mi noche extensa.
Por el ventanal, me llama
una luz ojival de tonos bulliciosos,
entremezclados con ecos alegres
de evidente humanidad:
criaturas que aullan de pánico
a mi presencia, enloquecidos
en un baile frenético
de ensordecedora huida.


IV

En la cara anterior del azogue,
allí donde un río sólido proyecta las figuras,
encontré la gélida presencia
de un ser espeluznante,
(alarma de tanto fugitivo)
que provocó en mí un vómito
degollado de angustia.
Huir.
Huir de la bizarra garra;
mas al otro lado de mis extremidades
el roce espectral con mi propia esencia,
el incógnito desdoble en el arco lumínico,
donde se abre paso el inexplicable envés
de mi fragmentación ignorada:
el extraño exiliado en mí mismo.
Huir.
Huir de la luz ensoñada.
Huir hacia la calma del olvido.


 

 

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Lira H.P. Lovecraft