La Estancia del Tiempo

© Abdul Alhazred

 




MI RINCÓN

Un rincón, sólo un rincón de tu aposento
para perpetuarme
en tu palacio de amor;
para extender mi maltrecho cuerpo,
de caminar torpe,
-de momento-
a la orilla de tu labor diaria, y
junto a la mirada de miel
de quien nos dio el ser.
Aquí me quedo,
es mi rincón;
este es mi sitio para siempre,
donde hasta lo eterno
dispondrás de mi silente compañía.

AQUÍ SIGO

Sigo estando; pero he dejado de ser,
y aquí sigo,
acaso de prestado,
-¿en subarriendo?-
hasta quién sabe cuándo.
Dejé de caminar y, aunque pienso,
-esencialmente pienso-
no sabría explicar mi escuálida presencia
sin la escamoteada sombra de mi cuerpo lastimado.
Me siento a salvo de las
inclemencias; mas he perdido el horizonte
de cientos de amaneceres,
-todo es techumbre plana-
dejando de nacer
cuando apenas es el alba.
La aurora, cada día,
es fagocitada por la penumbra inmensa
de ese sol esquivo que me ha sido robado,
cuya luz pensada,
-de imágenes remotas-
me acerca al silente y pétreo
caminar inerte
de este mutismo dormido.
Sigo estando; pero he dejado de ser,
y aquí sigo,
acaso de prestado.

TE SIGO ESPERANDO

Aún queda en mis labios
el perfume de la liturgia
vivida, -no ensoñada-
en el pretérito inmediato.
En tus besos nace
el manantial que da sentido a mi vida
y lo desborda en oleadas de ímpetu
delimitadores de mi otro fragmento,
y me vivifico en la unidad
que nos ensambla:
el ímpetu de mi instante
no tiene razón, sino en pos de ti.
La aurora nace jovial, -si bien no definida-
mientras, haciendo por no rozarte,
yaces profundamente extenuada
junto a mí; y yo,
electrizado por tu éxtasis intenso
y, en tanto te reintegras,
quedo vigilante de tu tersa hermosura,
aguardando el momento de tu salutación callada,
-apenas una leve sonrisa-
que luego sellarás en mi boca
con un beso.
Aún queda en mis labios
el regusto de las horas
pasadas, y te sigo esperando.

TERCERA INMOLACIÓN

Estoy penitenciando las culpas
de un pecado no cometido,
varado en cama dura,
durante un largo encierro domiciliario
de permanente horizontalidad;
días muy, muy, muy uniformes,
-uniformemente desacelerados-
remansado en esta inquietante espera.
La verticalidad es casi un sueño
de realidad exigua
y caseros desplazamientos.
El alba y el ocaso juegan al corro
a la hora del Ángelus,
en un cerrado círculo constante
del tiempo que dormita.
Hubieron días de intensidades extremas,
de farmacopeas beligerantes
y desaliento generalizado;
mas, aunque sólo sé que estoy,
pienso, y la Existencia misericordiosa
se ocupará de mí
en la próxima y definitiva entrega.
El teléfono no suena y yo no dejo la vigilia
esperando la anunciación,
para someterme a la
tercera inmolación.

TE HE SOÑADO TANTO

Sólo eres desordenada en los estudios
y en los besos:
en aquellos inconstante
y en estos, -para mi fortuna-
despilfarradora a manos llenas.
Eres la niña que nunca tuve
y me llegó, -tras muchos atardeceres-
como un arrebato de ternura
dorado por un tímido sol
de madurez incipiente.
Te he soñado tanto, te he pensado tanto, te he deseado tanto,
que has sido concebida por mi razón
antes del alumbramiento
de tu vida a mi vida;
y ahora, tangible que eres,
me emborrizo con tu mirada de azúcar
mientras te crucificas al madero de mis brazos
sin lastimar mi herida.
Te he soñado tanto, te he pensado tanto, te he deseado tanto,
que tengo celos de la brisa que te aleja
de mi mirada,
y sólo con la frescura
de tu sonrisa inextinguible
dulcificas el dolor que me aqueja,
-a veces-
incrementado por tu ausencia.

ME DESPERTÉ SOLO Y FRÍO

Me desperté solo y frío
en medio de la terrible ausencia
que me has dejado. Yo te anuncié:
"Recuerda este deseo incandescente
cuando el estío";
pero habrás olvidado, -como siempre-
hacia la estación futura.
Y en la tempestad de roces descuidados,
el calor,
y la brasa próxima que incendia nuestros cuerpos,
sumergida en la ola de sudor que nos bañaba,
te alejas de mi mar
en busca de quién sabe qué brisa inexistente.
Me desperté solo y frío,
aterido por tu vacío,
frío y solo;
pero antes de que fuera el día
regresaste envuelta en la nebulosa
cálida de la noche, tersa tú,
irradiadora de apetitos incumplidos,
y me sacié en la fresca y ácida carnosidad
de tu boca de manzana
con sólo un beso,
preludio del ágape que, agazapado, duerme en mí,
mientras me recupero de la angustia
de tu ausencia
y con todo mi amor te contemplo.

NUNCA FUE EL JAZMÍN

Nunca fue el jazmín tan presente,
ni tan constante, ni tan intenso
como el que endulzaste para mí
en tus ancianas manos
embelleciendo mi dolor.
Me consta que has hurtado
en jardines vecinos,
pues en tu ventana de amor
sólo quedan aromas
de tus frituras de antaño.
Cada tarde,
tan inexpugnable y fiel como el crepúsculo,
el aroma a jazmín precedía a tus mullidos pasos,
para poner miel sobre mi herida.
María, aún perdura en mis anocheceres
tu beso florido que, por insistente,
se ha hecho biznaga indestructible en mí;
y cuando esté o cuando no en Ojén,
y cuando sea el estío,
y cuando sea el otoño,
y cuando haga frío,
y cuando tu no estés
seguirás morando para siempre en mi corazón,
-enredado a tu sonrisa de amor-
con la firmeza indeleble
del aroma con el que me has perfumado.

ENSÉÑAME A AMAR

Te has apagado, madre,
como una mariposa de luz tintineante
-modesta y pobre de aceite-
de tanto derroche y entrega a los desposeídos.
Dulce, arrugada y dulce
como una pasa moscatel de la Axarquía,
enferma de amor, -de tanto amor-
callada y generosamente derramado
entre los más míseros;
te has ido de puntillas, mullidamente,
sin alardes, humilde tú,
a tus ochenta y siete años de
santa pobreza,
dejando tras de ti la huella indeleble
de tu pequeña y corva figura
como imagen de generosidad,
iluminada por la expresión de amor
ilimitado de tus ojos.
Te calificabas, madre, como
"una gota de luz en el océano de la desesperación",
y ahora que tu desgastado cuerpo
descansa en la misma paz de tu alma,
eres el faro de esperanza
y luz para la humanidad,
no importa de qué credo.
Tú eres ciertamente "Candle in the Wind",
llama en el viento
que incendia de ternura y amor misericordioso
el corazón del hombre,
reflectado en tu eterna refulgente mirada.
Enséñame a amar, Madre Teresa;
contamíname de tu caridad sin límites
y de tu débil fortaleza,
que quiero conocer la paz del alma,
y trocar el abatimiento de mi cuerpo lastimado
por la aflicción del prójimo en mi espíritu.

ROSA DE INGLATERRA

Salvo tu mirada,
salvo tu tímida y azul mirada,
toda tu vida ha sido un estallido:
de belleza, de primeros planos,
de regia beligerancia,
de elegante y frágil inseguridad...
Acosada y perseguida hasta la violencia extrema
por los cazadores de imágenes;
adúltera por venganza,
virgen y mártir, -tras la partida-
has proyectado tu ambarina jovialidad,
con contundencia insospechada y traviesa,
contra el rompeolas de Buckingham Palace.
El estallido de tu sangre, aún en primavera,
huidiza e inocentemente derramada,
-Rosa de Inglaterra-
te perpetúa para las masas como
desestabilizadora de su graciosa majestad.
Salvo tu mirada,
salvo tu tímida y azul mirada,
toda tu vida ha sido un estallido:
incluso tu muerte.

AMOR

Amor,
posiblemente has perdido la línea
de ensoñación de otro tiempo:
ha palidecido el esmalte de tus mejillas,
ha perdido intensidad el frambuesa
de tus jugosos y ardientes labios;
tus hombros sienten la incomodidad
de la talla anterior;
tus pies acusan la huella de
millones de pisadas;
la tersura de tu cuello -mínimamente-
ha languidecido un tanto;
el brillo de tus acaramelados ojos
está matizado por pliegues incipientes
y vista cansada;
tus piernas han desacelerado su galanura,
como consecuencia de la amplitud
de tus caderas;
en tus manos, -en el dorso de tus finas manos-
el pasar de los días
está dejando posos de pigmentos alunarados;
y tu cintura, -en luna creciente-
ya no refleja la misma silueta
de antaño;
mas me abraso por abrazarme a la llama de tu pecho
y por tu boca ser devorado.

DESPIERTA

Despierta, amor mío.
¿Oyes ese silencio rotundo en torno mío?
¡Debe ser la hora!
Se ha apagado el verde fosforescente
del reloj de mi mesilla
y sólo adivino que es la madrugada.
Estoy sudando y tengo escalofríos.
Por la ventana llegan escuálidos ecos
en esta noche interminable.
¿Oyes cómo el viento acaricia
las hojas y ramas en la Alameda,
y los ayes lastimeros que parecen llamarme?
El tiempo es una inmensidad
-en esta orilla-
que intimida como un océano furioso
y, -calladamente- asusta;
posiblemente tenga miedo,
miedo de tanta espera
y de tanto tiempo en este inútil varadero
que lleva a ninguna parte.
¡Despierta, amor mío!
Despierta y rodéame en tus brazos;
teje con ellos una bufanda amorosa
sobre mi dolida espalda
y escóndeme en tu pecho,
-suave, terso, turgente... - Y seréname,
al menos, hasta que termine la tormenta que me asecha.

RENOVACIÓN

Así como el pacífico renueva
su encarnadura floral cada día,
y nace, y muere,
como hoja de calendario cromático;
así, cada aurora,
en la distancia
que alcanzo hasta que amaneces,
-en tanto me descubres-
brota de mis entrañas
un deseo irrefrenable
de renovado amor por ti.
He perdido la cuenta;
-¡es tan remota mi floración primera!-
pero mi ciclo es tan perenne, tan constante,
como profundas sus raíces;
y, cada día, los matices de mi nueva corola
son más intensos, aromáticos.
totalizadores.
Me nutro de la fertilidad de tus besos
y de la luz acaramelada de tus ojos,
cuando con pasión éstos me desean;
y sólo con la palpable cercanía de tu cuerpo
y el ritmo sosegado
de tu pecho junto a mi pecho,
en el claror del alba con su luz mortecina,
se incendia mi voracidad atemperada.
Cada jornada, al clarear, amor,
y antes de que llegues a tener conciencia
de que otra vez,
-como cada mañana-
el sol vuelve a iluminar
la sombra brumosa de nuestras formas,
la vecindad de tu tersa hermosura
hace que la clorofila de mi ser
renueve para ti un nuevo retoño,
un pálpito fresco de pasión
que se empeña en serte fiel y eterno.


A LA ESPERA DEL TIEMPO

A la espera del tiempo,
del desnudo paso del tiempo
que cae parsimonioso,
como grano de arena
del dilatado reloj que impaciente aguardo;
así es mi vigilia.
Tú estás cerca, pero ausente;
tu hálito me llega sosegado y profundo,
mientras contemplo tu silueta
al tenue resplandor del radio despertador,
-esa luciérnaga digital de destello verdoso
y tan apático caminar,
de minuto en minuto-
A esta hora, la radio
habla de otras soledades lacerantes
o repite los programas deportivos
de la media noche.
La sutil fosforescencia apenas me permite
adivinar tus formas: la cara,
una sombreada mancha sin facciones;
sobre la llanura de tu pecho
emergen dos pronunciadas colinas,
acabadas en encrestados vértices,
que suben y bajan, -cual placentero oleaje-
para resbalar hasta tus caderas;
pongo mis pies sobre tus tibios muslos
y me doy con tu pulso,
y me acompaso,
y caminamos juntos esa cadencia
por tiempo indefinido... Tengo sueño,
parece que tengo sueño... Y
aquí sigo;
a la espera del tiempo,
del yermo paso del tiempo
que está marchitando mi sosiego.

¿POR QUÉ?

No sé si quiero obtener la respuesta;
pero en tanto llega
el deslumbrante foco cegador
y me entrego al dulce
e inquietante sueño,
no dejo de preguntarme:
¿Por qué este confinamiento preventivo?
¿Por qué este arresto domiciliario?
¿Por qué este exilio condenatorio?
¿Por qué tanto aplazamiento injustificado?
¿Por qué tanto desamparo en la soledad hogareña
del dolor interno?
¿Por qué tanta demora desmoralizante?
¿Por qué esta dilación de días, de meses, de... ?
¿Por qué tanta expectación inoperante?
¿Por qué tan dilatada indolencia,
cuando el escalpelo tiene marcado
el surco lumbar
de cicatrices añejas?

ME HAN ROBADO LA MAR

Me han robado la mar;
después de décadas, este es mi primer
verano sin la mar. Y me
falta su extensión infinita
para expandir, dilatar y perder
la mirada, adivinando
imperceptibles velas en el horizonte.
Entorno los ojos; mas no consigo
colorear de azul intenso o verdoso
las paredes de mi alcoba,
-enjalbegadas de blanco-
y me percato del estuario de mármol
que me confina,
donde se reflejan los atardeceres soñados,
y esta calma chicha
de brisa exiliadora.
Sueño, revivo
pretéritos paseos por la arena,
-los pies descalzos-
tratando de borrar
las huellas de trípode de las gaviotas
y esquivar las medusas, -ácida agua adormecida-
El olor de la mar,
el penetrante aroma salobre
a yodo, a brea...
La goma con la que la ola
borra mis pisadas,
sobre la arena mojada,
me es escarbada bajo los pies
en su lánguida retirada.
En el malecón;
los pescadores, -enhiestas las cañas al viento-
aguardan la paciente recompensa.
La playa que ha quedado atrás
está concurrida de cuerpos
semidesnudos, epidermis untuosas y
desmayados senos quemados por el sol.
No busco nada;
pero a mi paso encuentro
innumerables restos de vidas anteriores,
las cuales selecciono sin criterio,
sólo por la forma caprichosa o nacarada.
Me han robado la mar;
pero en el rompeolas de mi frente
la pienso intensamente azul,
con incesantes crestas espumadas y,
repentinamente,
una ola impetuosa me salpica
y dulcifica mi canícula de espera.

ME QUEDA LA ESPERANZA


Me han hecho perder el tiempo
con plazos inagotables
que llevan a ninguna parte,
para pruebas innecesarias;
mas me queda la esperanza.

Me marearon de consulta en consulta,
recorriendo la rosa de los vientos
de toda la sanidad,
para tramitar inútil burocracia;
mas me queda la esperanza.

Quisieron que yo lanzara
viento contra el viento,
arena sobre la playa,
agua en la mar;
mas me queda la esperanza.

Me sembraron de dudas alarmantes
con hombros encogidos de ignorancia
y ornadas de medias palabras:
"Posiblemente..." "Tarde o temprano...";
mas me queda la esperanza.

Me están haciendo esperar meses y meses
con diagnóstico indiscutible,
-sin importarles mi estado depresivo-
para reparar mi dolida espalda;
mas me queda la esperanza.


POR LLEVAR

Por llevar, llevo:
en el pelo, un rizo;
en las manos, un saludo;
en los labios, un beso;
en los brazos, un abrazo;
en las cejas, un arqueo;
en las pestañas, un guiño;
en el corazón, un nido;
en el pecho, un consuelo;
en los oídos, tu eco;
en la mente, tu nombre;
en la boca, un te quiero.

EN ESTE TIEMPO LARGO

En este tiempo largo, estéril, inmisericorde,
desértico, tardío y seco,
se me han difuminado
multitud de amigos
como pececillos jabonosos de entre los dedos.
No me quejo de nada;
lo natural, -lo usual-
es que con las deficiencias
se te anegue el alma de sombras;
pero yo no me quejo:
tengo experiencia.
Decía el poeta: "nuestra vida son los ríos..."
Es cierto;
son los cauces, los rápidos, los remansos,
las orillas, las pozas, las cascadas,
los remolinos y los meandros; y allá,
a lo lejos,
la olvidadiza desembocadura:
"que van a dar a la mar..."
Es admirable la pericia del oso,
en las asalmonadas torrenteras,
dándose un festival a contracorriente;
en cambio a mí,
se me ha diluido legión de peces
de entre las manos,
como amigos escamados de mi adversidad.
Y así son los ríos;
detrás de un taimado recodo
aparece el infortunio, y
te quedas sólo solo.

ME HE CANSADO

Me he cansado del cansancio del tiempo:
del mortecino caminar de los días,
de no poder caminar,
de contestar "esperando",
de esperar a que me llamen,
de que pase como si nada estuviera pasando,
de pasarme de peso,
de pesarme a diario,
de despertarme con sueño,
de dormir con la radio,
de tomar analgésicos,
de inflarme de anti-inflamatorio,
de aplicarme calor, -estando sudando-
de disimular el dolor,
de que me duela el no simularlo,
de soñar despierto,
de despertar soñando,
del sofá y de la cama,
del pasillo tan largo,
de que no me pregunten,
de que me pregunten, "¿cuándo?"
de la lista de espera,
de desesperar esperando,
de escribir tonterías
y de tanto cansancio.

LA ESTANCIA DEL TIEMPO

Septiembre avanzado.
¡Qué barbaridad!
¡Cómo se ha poblado de otoño el calendario!
En este deambular de crepúsculo en crepúsculo
ensartados en círculo inconcluso, como
cuentas de desmesurado collar doloroso...
El tiempo es el maremoto que fagocita
mi frágil velero
en la neblina de mi estancia.
Aún no trabajé ni un solo día
de este agónico noventa y siete.
Se me ha adormecido el tiempo
de tan largo enquistamiento inoperante, y
mi espalda es un bloque amorfo
de quebradizo alabastro.
¿Dónde están los densos nubarrones del presupuesto,
la evolución de la cuenta de resultados,
el signo del crecimiento, el planning,
el cashflow, la nómina, los pagos... ?
Estoy en la evanescencia de los días, y
este tronco leñoso, denso, apelmazado,
frágil, endeble, blandengue y cristalino,
me mantiene un día más,
envarado en
la estancia del tiempo?

AMOR, TENGO EL PRESENTE

Amor, tengo el presente preñado de futuro,
-polinizado por tu constancia-
con malabares de vientos renovados
y caricias de difícil acceso,
de ilusión, de mucha espera ilusionada,
por regalarte cuanto soy, y
compartir contigo lo poco que poseo;
así pues, me tomo la libertad de
decirte que he vuelto a enamorarme de ti,
y que de ti sigo estando preso.
Aprésame en opulento beso
como ola caribeña
de tu incandescente boca, y
adorméceme en el valle de
tus dos cordilleras,
que tengo por labios dos dunas mortecinas
de arena sahariana
con insaciable sed de ti.

EL DÍA HA AMANECIDO

El día ha amanecido con color
enfermizo, -presión baja y descompensada-
como adormecido aún en su almohada leve
de la que se deshace con desgana.
Arrastra el cansancio
de tórridas jornadas, y
demacrado, apagado y triste,
se despeina dos mechones de lluvia
que deja en el ambiente un tono
nostálgico y de demora
a la mañana de luz agazapada.
El aire se impregna de un tufo irrespirable
de tanta suciedad del pavimento,
-macerada de intemperie-
y ahora fantasmagóricamente liberada.
El agua corretea por las calles
y brinca sobre los husillos atascados,
borrando tus pisadas de ayer;
pero una brizna del perfume de tu cuerpo
se me ha fijado en una pestaña, y
me hace un guiño cómplice, y
me confirma que me amas.

HOY HABITO EN EL OLVIDO

Hoy habito en el olvido cuasi generalizado
-anegado de vacíos-
y me aferro a la levedad
del instante. Desmadejado del ayer:
las miradas azules y escrutadoras de la mañana,
el murmullo de la hojarasca
vociferante del inmediato otoño,
el destello cegador de la estrella del norte,
la turbulencia jovial del río despeñado...
Me desprendo de tanta alharaca, de
todo lo subalterno, y
me enyugo a los brazos de mis hijos,
-uno a cada lado-
me miro en el espejo azabache
de sus ojos de amor, y
me pongo el mundo por montera.


MI FE


Mi fe tiene intrincadas raíces
en los cimientos sobre
los que me edifico, y
se enreda como las campanillas
por las paredes de mi tiempo.
La riego a diario. La invoco
a diario para que se nutra
de lo eterno, de lo intangible,
de lo imperecedero; y así,
trago a trago,
me impregno de ella y
me reafirmo ciegamente en su inmensidad
sin miedo a perderme.
Mi casa está construida
sobre una roca; pero mi cuerpo
está esculpido con arena mojada, y
me arredra el aire, y el sol,
y la lluvia, y el viento...
¿Qué será de mí?

MI CASA TIENE UN PATIO

Mi casa tiene un patio
donde tengo encarcelada la primavera,
sin estación, sin límites. No siempre
en flor; pero en todo momento verde,
jovial, lúcido y lucido.
No sé apenas de matices,
pero en mi patio viven todos los verdes
y su más plétora expresión:
gradaciones de intensidades múltiples,
desde el verdemar al manzana, pasando por
el verde cinabrio, glauco, oliva, prusia,
triana, bosque, savia, esmeralda...
Mi patio está cerrado por cuatro paredes
blancas, blancas, blancas, blancas,
con sus ventanas y balcones; -y sus rejas
por las que asomo mi secuestro-
está cubierto con una montera trasparente
que lo preserva de la lluvia y
del viento. Vive, vegeta,
-¡tiene tantas plantas!-
se mantiene y florece en la placidez
de un cerrado invernadero
recluido en la prisión de su belleza,
cuidado por la mano mimosa
de mi esposa, y supervisada
por el peritaje de mi hijo Javier,
-quien tanto esmero le dedica-
con sus podas y trasplantes oportunos...
Enjaezado por gran cantidad
de geranios, y gitanillas, hortensias,
pothos, pilistras, begonias, coleos,
pacíficos, azaleas, un
hermosísimo tronco de brasil...
Mi casa tiene un patio
que me cautiva,
donde tengo plantados muchos tiestos, y
por donde intenta evadirse
mi clausura.

YO NO ESCOGÍ ESTA LUZ

Yo no escogí esta luz opaca
que ensombrece mi espera;
ni contaba con la lánguida demora
del tiempo dilatado
que ensordece la punzada lastimera
del desaforado desaliento.
Fue por sorpresa, como un chasquido,
y como tal, visto y no visto:
una deslumbradora ráfaga de viento
me apartó del camino inequívoco
de mi pausada y segura avanzadilla.
Un apagón, un salto al vacío
de incógnita inquietante
dormido en la ingravidez
de la sumisión.
Y aquí estoy, en las tinieblas
de esta expectativa, a la espera
de que salga el sol,
me bañe en su luminoso resplandor, y
renacer con ímpetu a mi mañana.

ENSUEÑO

No siempre me gusta lo que sueño;
prefiero ensoñar conscientemente
y modular el barro con mis manos
hasta lograr la figura idónea
que me acomoda.
La madrugada, -cuando el alba
aún no es sino un proyecto-
se convierte en la génesis ilusoria
del sin fronteras, y
camino, y cabalgo, y galopo
desbocado en una fantasía, y
me transporto hasta el planeta
que ahora no alcanzo encender
en mi apagado firmamento.
Tú siempre estás ahí, no temas,
en la médula de todos mis paisajes,
como indisoluble esencia
de mi propio contenido.
Es una feria mayor la que acaricio
con miles de bombillas, y
guirnaldas de estrellas que se hilvanan
a la incendiada cola de un cometa:
yo a lomos del viento, y
tú a la grupa de un anhelo.
Ya no hay demoras, apenas
un leve desfase, un eclipse
que difumina la visión
del ahora. Duerme, amor,
tú sigue durmiendo plácidamente;
mientras tejo la urdimbre de estos hilos
que se empeñan en ser
ricos bordados,
con la que tú y yo nos cubriremos.

CONFIESO

Siempre es hora de hacer cuentas
y preparar la gran entrevista. Yo,
-a mi modesto entender-
tengo un balance con saldo positivo;
pero hay oscuras partidas del pasivo
que me arañan en lo más hondo,
en lo más insondable y húmedo de la sima,
al margen de la paciente pasividad inerte
que acecha a la codicia, y me coloca
a vivir de espaldas: yo conmigo mismo;
apenas algún sutil trazo, un leve esbozo
desdibujado, con luz incierta
y vagas sombras de la India.
Confieso que cuento con el regalo de la fe
y mi seguridad se apoya en la esperanza;
pero soy cicatero en la entrega.
Y cuando me pregunten por la sed
ajena o el hambre no saciada,
sólo podré encogerme de hombros,
contemplarme en el contaminado río
del no iba nada conmigo, y
llorar mi estética estática.
Tengo, -puedo decir bien firme-
la soberbia anegada de humildad;
-sabedor de que apenas soy nada-
la avaricia, -en todo caso- imperceptible;
la lujuria más o menos controlada;
la ira colmada de paciente espera;
la gula, -con la que me excedo-
la contrarresto con dieta de equilibrio;
la envidia, -por fortuna- es una desconocida
que nunca me dirige la palabra;
y mi pereza es siempre diligente,
aunque, -sólo en ocasiones- anárquica;
pero ¿dónde está la entrega que no he hecho,
el sin límites de amor, -como a mí mismo-
la caridad muy bien deletreada?
Sé que no basta con ser justo,
confieso que lo sé; pero
aún no he aprendido a darme al otro,
y temo presentarme a la gran entrevista
sin nada en los bolsillos
y un vacío estrepitoso en las entrañas.

HOY ME PROPONGO

Hoy me propongo ser feliz
desmenuzando tu recuerdo,
-ahora que te oxigenas
en Zahara de la Sierra-
y me emborrizo, y me amelazo, y me saturo
con sólo evocar tu nombre,
Carlos.
Me instalo en tu alcoba,
-para que tu aroma sea aún
más penetrante- y descubro
en tu evasión mis múltiples carencias.
No estás. Te has ido por unos días
y parece que mi frondosa copa
ha perdido el perenne follaje.
Se ha emplazado en mí
un cuchillo de hielo
que me atraviesa el pecho,
del que quiero y no puedo zafarme,
porque no me gustaría renunciar
al botín de tu exuberante erario.
Estás presente en todo:
en tu desordenado armario,
en las averías ocasionales,
en tus apuntes, en tus libros,
en tus músicas... -ahora estoy escuchando
a B.B. King en tu recuerdo-
mientras tu guitarra llora
notas de silencio.
Salgo de estampida hacia el baño,
por desembarazarme del acerado alfiler
de no tenerte cerca, y
quedo asido a ti por la empuñadura
con la que en la ducha me abrazas...
Hoy me propongo ser feliz, y
-a pesar de tu ausencia-
me resulta sumamente fácil,
porque tú jamás dejas de estar
sino inmutable en mi mente

¿QUÉ HABRÁ DESPUÉS?

¿Qué habrá después de esta densa calma
que todo lo invade, y
en donde nada ocurre
sino un ensordecedor silencio?
Otra vez el otoño viste
las calles de oceladas manchas de albero,
tras una vuelta completa al calendario,
y no sucede nada. La misma
quietud de entonces, el mismo
equilibrio inestable de una sola noche,
y esta horizontalidad de oscuro
y plano firmamento a ciegas
me exaspera hasta la saturación.
¿Dónde está la daga que ha de herirme?
He aquí mi lastimado cuerpo:
hágase en mí aquello que convenga
y déseme un billete de esperanza
para subir a la refulgente estrella
que expectante me mira,
desde donde cambiar de panorama.
¿Qué habrá después de esta lúgubre calma
que tan férreamente me tiene atado al lecho,
donde no acontece sino un eco silente?
He despilfarrado un año de mi vida
en el sabático, inútil, ulceroso
y amargo atiborrarme de fármacos,
y el diagnóstico se está quedando
histórico, arcaico e inmutable.
No sé cuál será el resultado;
mas la intervención, ¿cuándo?

EXPECTANTE

Me aduermo en la estancia de los días,
al compás silente de este vacío;
entorno los ojos palpando mis adentros y,
al abrirlos, hasta el sol se ha tapado
por cederle el paso al nacarado otoño
que por la espesura se adentra.
La floresta tapiza los soñados paseos
de copos de clorofila en su declive, aderezados
de sepia tostado a la tierra en amarillo dorado;
la mullida huella de la fragancia agostada
arropa los pies desnudos de la Alameda,
y se mece al ritmo sosegado de la brisa
que acaricia esta soñolencia imperfecta.
Llega hasta mí la luz quejumbrosa de este día,
filtrada por el visillo de tul de mis ojos
entornados, adobada con el mutismo patente
de la pasividad externa de este sábado:
otro día, otra enmudecida semana más,
-ya son cuarenta y cinco- y yo, expectante.

HE BEBIDO DE TI

He bebido de ti, madre impaciencia,
hasta quedar ahíto,
y ha sido tal la borrachera,
que me ha dejado esta monumental resaca
de la que a duras penas logro resarcirme.
Un trago de sobresalto,
otro de dolor;
una bocanada de calmantes,
otra de sopor;
un sorbo de incógnito mañana,
otro de aflicción;
un mordisco de reintervención imprescindible,
otro de temblor;
un vaso de angustiosa espera,
otro de escozor;
un bocado de atragantada desesperanza,
otro de desazón;
una copa de dormida inoperancia,
otra de clamor;
un cáliz que de mí no se aparta,
otro de sumisión.
He bebido de ti, madre impaciencia,
hasta quedar terriblemente ebrio;
mas ahora quiero entregarme dócilmente
en los flácidos brazos de la resignación.

HOY

Ayer, -obsesionado con el futuro-
me perdí en la bruma de los deseos
y acosé a la estrella de los presagios:
trataba de alcanzar un ramillete
de aromáticos anhelos y,
a pesar de la escala extensible,
cuasi infinita, me estuvo vedado.
Hoy, -nostálgico de mi pasado-
he vuelto la mirada atrás,
y me he perdido en la melancolía
de la buhardilla de los recuerdos:
el pretérito me mostró campos de mieses,
ahora surcados por autovías y
trenes de alta velocidad, cuando
trataba de evocar el perfume de mis fijaciones
y sólo hallé tufo a naftalina.
Para el ayer, es demasiado tarde;
para el mañana, es prematuro:
tendré que subir la escalera
peldaño a peldaño.

REHÚSO TU VISITA

Rehúso tu visita, tristeza,
mejor solo. Mejor aislado
del trémulo murmullo que barajas
-esclavizador del desconsuelo-
para entregarme en el blindaje
de amor que atesoro.
No niego que he bebido de tu cántaro
cientos de lunas; pero tú haces
por apagar mi sed con arena
y avivas el rescoldo de mi llaga.
Llegas a mí con algodones de pureza
y escondes en la mano
una esquirla de suplicio embrujado
con avieso deterioro.
Desprecio tu invitación, tristeza,
mejor solo.
Guárdate tu céfiro cegador,
que tengo la esperanza
por compañera.

LLUEVE DE NUEVO

Llueve de nuevo el otoño
su plúmbea capa ocre
como quien descorre los pasos
del abandono. Nuevas riadas
arrasan la ilusoria perspectiva
de futuras cosechas,
inunda hogares y enseres, y
parece como si la noria
no hubiera deshojado ni uno solo
de sus cangilones. Ya ha volteado
su mugriento engranaje de arcaduces
alrededor del cuarto movimiento,
-allegro, adagio molto, allegro-
y vuelta a empezar. La meta
es un accesible sueño pensado; pero
aún estoy -allegro, ma non troppo-
aguardando el pistoletazo de salida.
Llueve de nuevo el otoño
su grisácea monotonía,
abriendo surcos de desolación
sobre mi dolida espalda;
el recuerdo enquistado de todo
un lánguido año pesa sobre mis párpados
como un ácido embeleso
del que espero despertar, y
esperando desespero.

COMO SOMBRA INDELEBLE

Como sombra indeleble y deforme
de pino, zaherida por miles de
aceradas agujas vegetales que hacen
por mullir los pasos no caminados.
Como brisa plana de apagado susurro
que hace por abrirse paso
entre la bruma sosegada y misteriosa
del río, al tiempo que liba sus riberas.
Como hierático malecón que las olas
embadurnan con crestas de espuma,
unas tras otras, acompasadas
e indiferentemente monocordes;
así cae sobre mis hombros el hielo
sofocante y mustio de cada atardecer:
otra jornada, otro silencio.

ALLÁ, AFUERA

Allá, afuera, todo es un continuo frenesí
de aconteceres ilimitados,
una demencia de clausura inaccesible,
envoltorio de forzada preeminencia:
se despilfarran presupuestos y
se disputan migajas,
a fin de administrar la miseria
de los más míseros;
se hacen saltar por los aires los acuerdos
de desarme, y las minas contra personas
siguen enterrando a plazos
multitud de miembros desparramados;
el fundamentalismo es cada vez
más primitivo, y el exterminio
su consecuencia más inevitable;
la justicia adorna su premiosa lentitud
con adjetivos más descalificativos,
-posiblemente- en la superación
circense del más difícil todavía;
la hambruna africana se sacia de mar,
de estrecho, de nocturnidad a ciegas, y
se empatera con un Caronte sin escrúpulos
asido a la promesa de un edén,
aunque sólo encuentre persecución,
deportación o fagocitosis marítima;
la naturaleza alterna la sequía
con devastadoras catástrofes
de calamidad en calamidad;
la brisa desviste de floresta desmaquillada
y ojerosa la tibia pasarela del otoño,
al tiempo que tiñe de atardeceres grises
las ya recortadas tarde del estío;
y aquí, adentro, fatigado de descanso
y de silencio, fluyen por mi cuerpo
tempestuosas aguas estancadas
que dejan tras de mí una larga estela
de horas muertas, en
la estancia del tiempo.

HABITO

Habito encarcelado entre los barrotes
de mi lastimado esqueleto, y no me reconozco
a la espera de una fecha,
de un anhelado sobresalto.
Días más días suman meses, infinitos
como números enteros,
que fragmentan mi ánimo en estación dilatada.
Me he perdido en la relatividad del calendario,
en este mal vivido espacio de confinación
que lleva a ninguna parte,
aguardando aún el acontecer del día primero
para esperanzarme en un incierto desenlace.
Existo, -acaso también soy- en la expectación que tanto
se demora, mascullando un miedo inconmensurable
que me vincula al mañana, adherido
a un tintineante fulgor en mis tinieblas.

 

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Lira H.P. Lovecraft