EL ENGAÑO
- Pero... ¿ qué demonios ha pasado aquí? ¿Quién es usted? - dijo el hombre de traje y corbata con medio pie dentro de su piso. Su mueca era la de un rostro consternado y sorprendido. Su mano aún sujetaba el pomo de la puerta, y las llaves aún pendían de la cerradura, creando un leve tintineo metálico que rompía el silencio.
El policía que se encontraba en la habitación terminó de anotar en su libreta, y se volvió hacia el hombre trajeado.
- Eso es lo que pretendo averiguar. Vamos a ver, en mi reloj pone que son las... ¿tiene hora?
El hombre miró su reloj unos instantes y levantó al vista. Se quedó mirando al policía y al instante contestó.
- Si... son las doce y media pasadas, exactamente y treinta y cinco..., pero... , ¿me puede decir que demonios está haciendo en mi casa por el amor de Dios?
El policía continuó apuntando en su libreta y sin levantar la vista del papel señaló con el boli lo que parecía ser el cadáver de una persona.
- ¿Me puede decir su nombre? - continuó el policía.
- Si... Samuel.
- Bien, la llamada telefónica fue hecha aproximadamente hace media hora. Lo que quiere decir que la persona que llamó lo hizo alrededor de las doce de la noche.
- ¿Qué llamada? - preguntó Samuel desconcertado.En aquellos momentos su cabeza era un hervidero de consternación. Había salido de la oficina, entreteniéndose con unos compañeros de trabajo antes de llegar a casa y esperar que el fin de semana le asaltara como agua de mayo. Pero, cuando llegaron todas sus espectativas, comenzaron a irse abajo. Tenía un cadáver tumbado sobre el suelo de su propio piso y un policía que parecía de hielo, como si ver un cadáver tumbado fuera lo más normal del mundo, no hacía mas que hacer preguntas.
- Uno de los vecino llamó. Decía que había oido unos ruidos extraños.
Samuel miró en dirección al cadáver que ahora seguía tendido en el suelo junto a la mesa. Mientras, el policía seguía hablando refiriéndose a la llamada que habían recibido en la comisaría, Samuel se acercó al cuerpo que permanecía inmóvil y se agachó para observarlo. Pero de pronto, con un fuerte movimiento, el policía le hizo volverse y seguidamente levantarse.
- ¿Qué cree que está haciendo? - preguntó el policía con tono de enfado.
- Simplemente quería mirar quien era. Pero no he visto a esta persona en toda mi vida. ¿Qué hace aquí este cadáver?
- Por si no se ha dado cuenta, estoy aquí para averiguar eso mismo.
- Bueno, me parece perfecto. Pero si no se ha dado cuenta esta es mi casa.
- Vale, tranquilícese.Mientras Samuel miraba al policía, y sin darle tiempo a reaccionar, una de las ventanas del salón se abrió de improvisto, dejando entrar en la sala un viento gélido que arrastraba una extraña y siniestra voz: "Fhugtah uhghtagua yohsui"
- Por Dios, ¿ha oído eso?.
- No , no he oido nada. Relájese, yo cerraré la ventana - dijo el policía con un tono extrañamente amable.
- Aquí pasa algo raro, no me venga con pamplinas, quiero que se identifique, ¡ahora!
- Soy el sargento Ramírez del departamento de la Policía Nacional. Mire tranquilicese, cuanto antes me diga lo que necesito saber antes terminará todo. A ver... por donde íbamos, ah si. Continuemos, según me ha dicho no vio ni oyó nada relacionado con lo ocurrido, ¿no?
- Si, así es.
- Y su nombre completo es...
- Samuel Rodríguez Esteban...
- Necesito su DNI...
- Sí claro, aquí tiene.
- Muy bien, por lo que me dijo antes no conoce la persona que yace ahora en su piso.
- Por Dios, ¡no! Eso es lo que no entiendo, ¿quién diablos es esa persona y que hace en mi casa? Por favor llévese ese cadáver de aquí, me está poniendo enfermo. Antes he visto su rostro , y la mueca que se reflejaba era espantosa, era... como... si antes de morir hubiera visto algo espantoso ¿Tardará mucho en venir el forense?, si no, me iré a dormir a casa de mi hermana, no lo soporto más.
- El forense... si, sí, no tardará mucho, pero por favor no se vaya. - Al decir esto el policía esgrimió una extraña sonrisa.Al oir esta palabras y observar la mueca del policía, un escalofrío recorrió por completo su rostro. Aquel personaje vestido de oficial despedía unas extrañas vibraciones que inquietaban a Samuel. Sabía que algo iba mal. Volvió a mirar el cadáver que continuaba tendido obre el suelo. Al contemplarlo por segunda vez se dio cuenta de un detalle; su cuerpo estaba plagado por extraños moratones circulares, como si un extraño y enorme pulpo le hubiera dado un abrazo mortal.
El extraño policía continuó anotando en su libreta y pasados unos instantes, la cerró, guardó el boli en su bolsillo y se volvió hacia Samuel.
- Creo que con esto concluye... mi visita, querido amigo. - Dijo extendiéndole la mano a Samuel. Éste al estrechársela notó un extraño frío que le hizo sobresaltarse. Su mano estaba completamente congelada, como si fuese un cubo de hielo.El extraño personaje cruzó el umbral de la puerta y comenzó a bajar las escaleras. Cuando ya lo había perdido de vista, Samuel se volvió para recordar que el cadáver seguía allí. En ese preciso momento el ruido de unos zapatos que subían por las escaleras llegó hasta sus oídos, y a los pocos segundos dos policías más se presentaron junto a su puerta.
- ¿Dónde está el cadáver? ¡ No se mueva! Nosotros mismo lo inspeccionaremos. - Dijo uno de los agentes.
- Pero.... ¿de que diablos me está hablando?. Acaba de estar aquí uno de vuestros compañeros haciéndome toda clase de preguntas, incluso deben haberle visto bajar por las escaleras, ¿no se han topado con él?
- No, no nos hemos encontrado a nadie.- Dijo el otro mientras sacaba su arma y unas esposas.
- ¿Qué están insinuando? ¿Qué yo he matado a esta persona?. ¡Pero si no la he visto en mi vida!.
- De eso ya se encargará un juez .En ese momento Samuel quedó totalmente sorprendido, y lo único que pudo hacer es acercarse y asomarse por la ventana, antes de que uno de los policías se abalanzara sobre él. Para su sorpresa, lo que vio dio muchas respuestas y dejó abierta otras incógnitas , ya que afuera pudo ver una extraña forma humanoide, con tentáculos en vez de brazos, que se alejaba por la callejuela entre risotadas de satisfacción.
Al instante lo único que sintió fue el extraño frío del metal de las esposas.