PROYECTO AL CUHIR

SEGUN © EL INNOMINABLE HEE HOO

I

Las cosas se precipitaron luego de la famosa noche en donde presidí el extraño ritual nocturno, cerca de Saqqarah.

Sin perder más tiempo, nos dirigimos todos a un sitio en los bordes del Nilo, que Iranon nos había indicado para embarcarnos hacia la isla de Elefantina.
Cuando llegamos, el muelle estaba desierto y temí que hubiéramos llegado tarde y que por ende, Iranon y sus nuevos amigos hubieran seguido solos. Me paré en el borde del muelle y escruté el horizonte sin hacer caso de la muchedumbre que comenzaba a amontonarse cerca de nosotros. Veía a lo lejos la silueta de un ferry que se acercaba ¿Serían ellos? Fijaba más y más la vista a medida que se acercaba tratando de distinguir siluetas conocidas cuando el murmullo que se elevó detrás mío captó mi atención. La muchedumbre estaba absorta observando al Profesor Armitage y parecían hablar de él con una mezcla de admiración y temor. A Henry no parecía molestarle ser el centro de tanta atención repentina y hasta diría que encaraba la situación con cierto desdén. Su rostro reflejaba una leve sonrisa que tenía algo de pétreo y que me parecía haber visto ya en algún lado...

II

La sirena del barco me trajo de vuelta a la realidad y vi que ya estaba entrando al embarcadero. Distinguí sobre la borda la silueta familiar de Iranon. Apenas se acercó el barco, bajó Iranon y nos dimos un fuerte abrazo. ¡Es la primera vez que estoy realmente contento de verte! le dije bromeando. Intercambiamos tristes comentarios sobre la desaparición de Lady Margaret. De momento, no podíamos hacer nada más por ella. No recuerdo cuánto tiempo más le pusimos hasta nuestro destino final. Recuerdo la extraña euforia que provocaba el profesor Armitage en medio de las poblaciones que cruzábamos en nuestra ruta y sobre todo, aquella extraña noche previa a nuestra llegada a Elefantina, en donde todo un concierto de bestias aullaban, gruñían y emitían risotadas alrededor de nuestro campamento: hienas, chacales, leopardos, babuinos, áspides, hipopótamos, lechuzas, insectos de toda clase... muchos de estos animales desaparecieron de Egipto hace más de siglo y medio... como si hubieran subido del vecino Sudán para acudir a un evento sin precedentes...

III

A la madrugada siguiente, emprendimos una larga marcha y a media mañana estábamos ya en la isla de Elefantina. El espectáculo era realmente extraño: la viuda de Marchand vestida de sugestivas ropas de lino fino que me recordaban una sacerdotisa del viejo Egipto, el Profesor Armitage dando órdenes a los fellah con extraña calma y el recuerdo de las muchedumbre atropándose alrededor suyo, más el silencio mortal que reinaba en los alrededores. Fuimos hasta un sitio poco y nada frecuentado de la isla, donde se hallaban los restos de un antiguo edificio en el centro del cual yacía algo así como un enorme sarcófago decorado con un bajo relieve representando la ya famosa Rana Coronada. Los fellah retiraron la enorme plataforma de piedra que lo cubría bajo las órdenes cortas y precisas del profesor. Una vez abierto, el sarcófago reveló la oscuridad más completa. Por el aire fresco que de él salía deduje que debía dar con un abismo. Más de un día ha pasado ya desde que abrimos el sarcófago y ninguna acción se ha emprendido desde entonces. Nada se ha dicho sobre lo que ha de hacerse y nos da la impresión que cada uno está haciendo sus propios planes por su lado. Hemos decidido con Iranon que mañana al alba nos aventuraremos por nuestra propia cuenta en el negro abismo.

IV

Todo el campamento parecía dormir, aún cuando Iranon y yo descendimos por interminables escalinatas talladas en la roca hacia lo desconocido. Iranon abría la marcha mientras yo alumbraba su camino con una poderosa linterna alimentada con siete baterías voltaicas. Una cuerda nos sujetaba a la cintura en caso de resbalar. Me dio la impresión de haber bajado kilómetros y kilómetros y que en cualquier momento íbamos a dar con la discontinuidad de Mohorovicic.

Al término de nuestro descenso, topamos con un inmenso espacio abierto, cuya entrada encuadraban dos inmensas estatuas de La Rana Coronada. Apenas pusimos pie en la gigantesca sala, oímos sonidos que venían sin duda de una lejana procesión que se acercaba en dirección nuestra. Ocultos entre las cavidades de la rocosa pared, esperamos y observamos. Extraños personajes ataviados como egipcios de los tiempos faraónicos integraban el cortejo, encabezado por un ser de gran estatura y portador de una máscara de oro, a quien su séquito denominaba KRYSHUL. Detrás de él venían cuatro individuos cuyos rostros desconocía, pero que deduje que debían tratarse de Kryshul D’Naihotep y de sus acólitos, que tanto susto nos causaron en el avión hacía no mucho tiempo. Iranon y yo tuvimos que retener una exclamación de sorpresa cuando vimos en cola del cortejo rostros conocidos.

V

¡No, no puede ser! ¿Aquellos en quien confiábamos nos habían traicionado? ¿Habrían pasado del lado de las sombras súbitamente, o nos habrían mentido desde el principio? Puesto que el profesor Armitage, Joseph Curwen y Lavinia formaban parte de la procesión conduciendo con ellos a Iris Marchand a quien sin duda habían designado como víctima propiciatoria. Y el profesor Armitage con esa expresión que me resultaba familiar… ¡Ya sé dónde vi ese rostro antes! ¡El Amarna!¡Las famosas estatuas de Akhenaton en Tell-El-Amarna! ¡Las muchedumbres que aclamaban a Henry AKHENATON AKHENATON a su paso! ¿Pero como no hice la relación antes? ¡Qué imbécil! ¡Qué aficionado de poca monta, como me hubiera dicho Iranon! ¡El profesor Armitage fichaba la misma sonrisa calma de las famosas estatuas amarnianas de Akhenaton!

VI

De pronto fue la hecatombe. Armitage interrumpió la ceremonia hablando con una voz que no era la suya… recuerdo un rayo de sol filtrando desde una fisura allá arriba y lejos… el rostro de Kryshul D’Naihotep y de sus correligionarios deformados por una espantosa mueca de horror, el inmenso ser con máscara de Oro estallando en mil pedazos y las centenas de seguidores de Kryshul huyendo despavoridos por un sin número de galerías subterráneas. Iranon que me vocifera algo que no comprendía, Curwen y Lady Margaret, aparecida de no sé dónde, desatando a Iris Marchand… su marido, mi amigo Marchand, debo vengarlo… así pues me lancé a perseguir a Kryshul por la infinidad de grutas naturales que comunicaban con esa cavidad y me perdí. No se cuantos días erré por esas cuevas buscando el camino a la superficie, alimentándome de salamandras ciegas y albinas… hasta que no busqué más… porque mis andanzas subterráneas me condujeron a las cuevas secretas que yacen bajo la gran Esfinge y ahí… supe el secreto. El secreto de Khefren y de su esposa, la muerta Nitocris.

VII

A ellos y a su blasfema cohorte de seres híbridos me vendí ofreciéndoles a cambio el manuscrito AL-CUHIR que el profesor Armitage me confió hace tiempo. Con ellos está también Nefer Nefer Nefer, la hermosa sacerdotisa que traicionó a los suyos vendiendo el secreto de AL-CUHIR. A ella misma me han dado como esposa y para celebrar nuestra boda, nos aprestamos a ofrecer un sacrificio a la Gran Divinidad que mora muy por debajo de Gizeh. En una inmensa sala subterránea, yace una grieta que baja hasta profundidades insospechables, en ella echamos sendos cadáveres que las ratas nos han traído de lejanas necrópolis de la superficie… la DIVINIDAD va a salir de un momento a otro, puedo sentirlo y calculo el momento de su legada... diez, nueve, ocho... uno, cero
¿Qué, cómo, cuándo? Me despierto en un anfiteatro de la universidad, donde los profesores Iris y Henry conducen una experiencia de hipnosis colectiva, a la cual acepté participar por quince euros. Iris nos dice de anotar todo lo que vimos para el lunes. Genial, tarea para la casa. Ni que estuviéramos en la escuela primaria.
Llego de noche a mi departamento. Tras una ducha abro un cajón de mi cómoda y sorprendido veo algo que no sé de donde salió; una remera que reza, con letras rojas y negras:

I've been at the pit of sorrows and all I’ve got is this lousy T-Shirt.

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© 2004