PARTE DE GUERRA II

LA BATALLA DE SAQQARA

© DOGON

Una vez memorizado el encantamiento y el resto de los textos necesarios para enfrentar a la maligna horda de Nyarlathotep, me dirigí prestamente al aeropuerto y remonté vuelo hacia El Cairo en mi avión particular. Luego de horas de creciente tensión mientras viajaba, descendí en El-Mataryah, la antigua Heliópolis y actual aeropuerto de El Cairo, y de allí, tomando el automóvil que mi fiel sirviente Abdulla Al-Mamún ya tenía dispuesto por mi anticipado aviso telefónico, partí raudamente al desierto líbico, hacia Saqqara, en donde la Gran Batalla tendría lugar. Seguramente, allí ya se encontrarían el Dr. Armitage y los demás, y, en efecto, al llegar a la cima de una ondulada duna, desde la que se dominaba el terreno, contemplé al doctor realizando un arcaico y conocido rito, que sabía no sería suficiente para conseguir nuestros propósitos.

Descendiendo del vehículo, me arrojé sobre la arena, hincando una rodilla y levantando la otra, adoptando la postura henu, por la cual invocaba la asistencia de las "Almas de Pe y Nejen", los halcones y chacales divinos y solares, comenzando a recitar a viva voz el "Dicho para Unir las Dos Orillas", a través del que reuniría nuestro mundo con el del Más Allá, y permitiría a los ejércitos de Atón irrumpir en nuestra dimensión. Abdulla, como siempre, me asistía entrando en un estado extático, que facilitaría la apertura del Umbral de Osiris. Al cabo de unos momentos, plenos de dramatismo, cuando terminaba de impetrar su presencia, pude ver los efectos del recitado: las primeras avanzadas de nuestros paladines se hacía presente en toda su luminosa gloria, al grito de ¡Mut in.chen, mut in.chen, jeftyu, jeruy!¡Zeben, zeben, necheru nu Keket, necheret nit Gerej!, "¡Muerte a vosotros, muerte a vosotros, oh Oponentes, oh Caídos! ¡Desaparezcan, desaparezcan, Dioses de la Oscuridad, Diosas de la Noche!". Eran miles, y mi rostro se iluminó por la alegría, porque mis oraciones habían sido escuchadas.

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