PARTE DE GUERRA V

LA BATALLA DE SAQQARA

© DOGON

Los hermanos N’Dyahotep han enviado en mi contra a sus hordas de sombras nebulosas; intentan rodearme y envolverme en su manto de impenetrable oscuridad. Mis zarpazos son demoledores, deshacen nubes ennegrecidas como si fueran vahos incoherentes; mis dientes destrozan cabalgantes negruras como si nada; caen bajo mis pies y mis garras, y yo no siento siquiera que me rocen un pelo. La fuerza de la Vida que porto en mí como Señora de la Mansión de la Vida me vuelve invencible, invulnerable. Pero todo esto me retrasa, me demora en mi verdadera misión de detener, de una vez y para siempre, a los maléficos N’Dyahotep.

Y siguen viniendo más y más de sus repugnantes servidores. Necesito una mano extra para esta faena. Tendré que invocar la asistencia de mis pares. En medio de la refriega, al tiempo que rechazo una y otra vez los embates de las sombras, una parte de mí se concentra en llamar a Aker, el dios de la tierra que atrapa en su puño de hierro sin posibilidad de escape alguno a tan férrea destrucción; a Bes, el grotesco pigmeo para que con su rictus gorgónico paralice y petrifique a quien le mire, y lo despedace con sus puñales de increíble filo y mortal corte; a Edyo, la mortífera cobra que incinera con su llama a los enemigos del Sol; a Tutu, la esfinge leonina que hace estragos con sus garras y dientes; a todos y a todas las deidas que, como yo, son capaces de parar esto y revertir el resultado a nuestro favor. A favor de la Vida.

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