La ambigüedad de la dialéctica
(realidad-ficción )
en la narrativa lovecraftiana


Carlo Frabetti

Cabría decir que el tema central de la narrativa lovecraftiana - como el de la política tercer-mundista -es la inestabilidad de las fronteras.

Inestabilidad física de las fronteras que separan «nuestro» universo - aparentemente racional y ordenado - del maligno caos poblado de inefables horrores que acecha «al otro lado». Inestabilidad conceptual de la frontera que separa la realidad de la ficción, la vigilia del ensueño, la razón de la locura...

La primera inestabilidad, la del muro que separa nuestro mundo del «otro», suministra las líneas argumentales: temáticamente, se puede decir que los relatos de los Mitos de Cthulhu son otras tantas descripciones de las fisuras de dicho muro, por las que las indescriptibles y maléficas entidades del «exterior» intentan (y a menudo lo logran) abrirse paso hasta nosotros.

La segunda inestabilidad inspira las peculiaridades de estilo y enfoque, esa inquietante fluctuación entre lo onírico y lo vigil, lo racional y lo irracional, lo cierto y lo imaginario, que caracteriza a los autores del círculo de Lovecraft.

El deliberado juego del escondite en que realidad y ficción se acechan y persiguen mutuamente en la narrativa lovecraftiana, llega a ser desconcertante para el lector no familiarizado con el peculiar acuerdo tácito que liga a los «iniciados». Ciertos textos malditos, por ejemplo, se citan con tal rigor erudito y lujo de referencias verosímiles, que no hay que sorprenderse de que en bibliotecas perfectamente serias existan fichas del Necronomicón.

Pero todavía más desconcertante puede llegar a ser la forma en que algunos autores del círculo de Lovecraft aluden en sus relatos al maestro, haciéndole intervenir personalmente en la trama, citando sus obras reales junto a los textos imaginarios del culto cthulhiano, llegando incluso a insinuar que su prematura muerte como la de tantos protagonistas de sus relatos - pudiera estar relacionada con su conocimiento de lo secreto y lo prohibido.

Como en algunos grabados de Esther, distintos planos de realidad y ficción se cruzan o superponen en un mismo escenario narrativo, sugiriendo nuevas perspectivas e impugnando las familiares.

El núcleo de este segundo volumen de nuestra antología de relatos de los Mitos de Cthulhu, lo constituye, en este sentido, un auténtico tour de force a cargo del propio Lovecraft y de su aventajado discípulo Robert Bloch. En el alucinante tríptico compuesto por El vampiro estelar, El huésped de la negrura y La sombra que huyó del chapitel, ambos autores se convierten uno a otro en protagonistas de sus relatos y, con afectuosa ironía, se atribuyen mutuamente las muertes más espantosas, como inmolándose, en una magistral jugada de sutil humor negro, a sus propios dioses privados.

Y puesto que en el prólogo del primer volumen aludí a la solapada ambigüedad ideológica de la narrativa lovecraftiana, y en éste me he referido a su deliberada ambigüedad a nivel de fabulación, forzoso será hablar también de la ambigüedad de la escuela de Lovecraft como tal: de la inestabilidad de la frontera que separa los Mitos de otras temáticas fantásticas de la «legitimidad» de sus numerosos cultivadores...

Pero ése ya es otro prólogo.

CARLO FRABETTI

 

 

 

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