LA ANTIGUA SENDA

Traducido por José María Nebreda, La noche del océano y otros escritos inéditos. Editorial Edaf, Madrid, 1991

 

No hubo mano amiga que me ayudara
La noche que encontré la antigua senda
Sobre la colina, cuando creí descubrir
Los campos que embrujaban mi espíritu.
Ese árbol, aquel muro: los recordaba bien,
Y todos los tejados y bosquecillos
Eran familiares a mi mente,
como si los hubiera visto poco antes.
Adivné que sombras se moldearían
Cuando la perezosa luna ascendiera
Tras la colina de Zaman, y supe
Cómo se iluminaría el valle poco después.
Y cuando la senda subió, alta y agreste,
Y parecía perderse entre los cielos,
No temí lo que pudiera ocultarse
Tras aquellas laderas informes.
Caminaba decidido mientras la noche
Se tornaba pálida y fosforescente;
Los tejadillos de una casa lucían
Espectrales cerca del escarpado camino.
Allí estaba el conocido letrero:
"Dos millas a Dunwich", la visión
de los campanarios y tejadillos asomó
delante de mí diez pasos más arriba...
No hubo mano amiga que me ayudara
Cuando me topé con la antigua senda,
Cuando crucé la cima y descubrí
Aquel valle de ruina y desolación;
Tras al colina de Zaman surgía
La mole enorme de una maligna luna,
Alumbrando malezas y enredaderas
Sobre ruinosas paredes jamás vistas por mí.
Lucía tétrica en ciénagas y campos,
Y unas aguas invisibles vertían vapores
Ondulantes que me hacían dudar
De mi antiguo amor por este lugar.
Y desde aquella horrible región supe
Que mi pasado cariño nunca había sido
Y que me había alejado del sendero
Que baja a aquel valle de la muerte.
La nieble se escurría a mi alrededor,
Arriba, luminosa, brillaba la Vía Láctea...
No hubo mano amiga que me ayudara
La noche que descubrí la antigua senda.


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