La escuela de Lovecraft o la
dialéctica de la ambigüedad

© CARLO FABRETTI *


)> Prólogo 1 <(

La escuela de Lovecraft o
la dialéctica de la ambigüedad

Portada de H.P. Lovecraft y otros, Relatos de los Mitos de Cthulhu, 1
© Editorial Bruguera S.A., Barcelona, 1977


Ocurre a menudo con los autores malditos, relegados durante años (con frecuencia hasta bastante después de su muerte), que cuando de un modo u otro son "descubiertos" todo el mundo intenta apropiárselos.

Despreciado durante mucho tiempo por la crítica oficial como un mediocre discípulo de Poe, y hoy universalmente reconocido como uno de los maestros indiscutibles de la literatura fantástica, tanto los exégetas de la ciencia ficción como los pontífices del "realismo fantástico" y los oráculos de la cultura de la droga reclaman a Lovecraft como ilustre precursor; gnósticos, teósofos y ocultistas lo alinean en sus filas, y la escuela psicoanalítica jungiana ve en su narrativa la ilustración literaria de sus postulados. Y lo más curioso es que puede que todos tengan razón, al menos en parte. Incluso sus detractores, aunque no quienes le ignoraron o desestimaron la importancia de su obra.

Pues en la narrativa lovecraftiana hay un tal cúmulo de elementos heterogéneos, con frecuencia contradictorios, que, personalmente, dudo mucho que se pueda dar de ella una interpretación unívoca, como a menudo se ha intentado.
De los numerosos estudios sobre Lovecraft y su escuela - la mayoría superficiales, meramente descriptivos o divagatorios, y hasta tendenciosos - debo recomendar vivamente al lector interesado en profundizar en el tema (pese a lo antiestratégico que resulta hacer propaganda a la competencia) los extensos prólogos de Rafael Llopis a su Antología de los Mitos de Cthulhu y al Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter (ambos publicados por Alianza Editorial).

La alusión no es del todo desinteresada, ya que las conclusiones de Llopis me serviránde excelente pretexto para ilustrar mi tesis sobre la ambigüedad lovecraftiana.

A lo largo de sus análisis, Llopis compara acertadamente la típica estructura narrativa lovecraftiana con los ritos iniciáticos y las experiencias psicodélicas; sostiene que la lectura de Lovecraft comporta una liberación de la necesidad reprimida e vivir experiencias fantásticas, por lo que su efecto es psicológicamente saludable, y que gracias a su capacidad "evocadora de lo arquetípico", la obra de Lovecraft resulta básicamente progresiva. Afirma, además, que al manifestarse y liberarse a través del arte, se evita que esta reprimida tendencia hacia lo numinoso cristalice en mitos o en actitudes ideológicas irracionalistas, y que los cuentos de Lovecraft no comportan una evasión de la realidad puesto que no pretenden hacernos creer que lo que en ellos se narra es real.

Si bien en general estoy bastante de acuerdo con Llopis, opino que algunas de sus afirmaciones entrañan más de un equívoco, por lo que creo conveniente, si no refutarlas, al menos matizarlas:

La no pretensión de verosimilitud no es condición suficiente para determinar la índole no evasiva de una obra. Varias de las consideraciones de Llopis sobre la narrativa lovecraftiana podrán aplicarse, por ejemplo, a los tebeos de Supermán; tampoco en éstos se pretende convencernos de que exista un superhombre volador, y constituyen asimismo una forma "artística" de gratificar el ansia de experiencias fantásticas. Sin embargo, los tebeos de Supermán son básicamente evasivos, alienantes y reaccionarios, en función del esquema de valores que proponen y de su defensa implícita de la moral vigente.

Del mismo modo, en la narrativa lovecraftiana abundan los elementos reaccionarios, en la medida en que refleja y fomenta determinados prejuicios (los raciales y los clasistas, por ejemplo), en la medida en que propugna solapadamente una determinada concepción ético-estética ("Nulla estética sine ética") en función de su maniqueísmo subyacente. (Todo esto es especialmente cierto si por "narrativa lovecraftiana" entendemos no sólo la obra del propio Lovecraft, sino también la de sus seguidores.)

Es verdad que, tal como afirma Llopis, una lectura "distanciada" de Lovecraft puede resultar a la vez reveladora, liberatoria y revulsiva, y por ende beneficiosa. Pero también la visión "distanciada" de un spaghetti-western, un spot publicitario o el más tópico filme de terror puede ser revulsiva, sin que ello impida que dichos productos sean básicamente evasivos, y que de hecho, a gran escala, cumplan una función alienante.

En la medida en que la narrativa lovecraftiana revela alegóricamente una inestabilidad de las apresuradas racionalizaciones sobre las que se asienta nuestra civilización; en la medida en que nos recuerda que no hemos superado en absoluto lo irracional, sino que nos hemos limitado a darle la espalda (que por cierto es la mejor manera de quedar a su merced); en la medida en que invita al lector a asomarse a los pozos de su inconsciente... en esta medida la narrativa lovecraftiana es progresiva Pero en la medida en que fomenta ciertos prejuicios, en la medida en que invita a la evasión por el ensueño (Lovecraft era un onirómano contumaz, y he podido comprobar personalmente que muchos de sus lectores también los son); en la medida en que asume el maniqueísmo de una moral intransigente y regresiva... en esta medida es indudablemente reaccionaria, y su lectura acrítica, superficial, comporta una evasión de la realidad.

En mi opinión, pues, la narrativa lovecraftiana es intrínsecamente ambigua, por no decir contradictoria. Y en este sentido sigue siendo válido, hasta cierto punto, compararla con los alucinógenos, que pueden servir tanto para "ampliar el área de la consciencia" (Ginsberg) como para embotarla.

En cualquier caso, la ambigüedad, contradictoriedad y conflictividad de la obra de Lovecraft y su escuela son las de nuestro tiempo, y en cuanto a su casi multitudinario éxito actual, desgraciadamente no puedo estar de acuerdo con Jaques Bergier cuando dice: "Si finalmente Lovecraft encuentra la acogida que tanto había esperado, es debido a que entre muchos de nosotros la imaginación se ha despertado". Lo que se ha despertado en muchos de nosotros es más bien el miedo lovecraftiano ante un entorno cada vez más hostil, cada vez más aberrante tras su máscara de racionalismo. Lovecraft no sólo es el inspirador juglar del inconsciente colectivo, sino también, y principalmente, de la neurosis colectiva. Y de ahí, precisamente, su extraordinario interés, su rara fascinación y su indudable importancia cultural.

Tal vez convenga aclarar, para el lector no iniciado (y nunca mejor dicho lo de "iniciado", tratándose de la escuela de Lovecraft), que los Mitos de Cthulhu no sólo no constituyen el desarrollo sistemático de una mitología perfectamente configurada (como nos advierte el propio Derleth en su introducción), sino que ni siquiera forman un ciclo delimitado y elencable. Prácticamente toda la obra de Lovecraft está relacionada directa o indirectamente con los Mitos, y efectuar una lista completa de los relatos de otros autores que han continuado la tradición sería casi tan difícil como llevar a cabo la bibliografía exhaustiva de una determinada temática fantástica. Aun hoy día se escriben y publican relatos incluibles en los Mitos. Incluso en España hay aficionados que ocasionalmente publican en fanzines y revistas especializadas como Nueva Dimensión, pequeñas aportaciones a la mitología lovecraftiana.

Y es que, de hecho, los Mitos constituyen una temática (o subtemática, si se prefiere) más de la narrativa fantástica. Una temática abierta y susceptible de evolución, con sus "precursores" (equívoca palabra que sólo me atrevo a usar entre comillas), sus clásicos, sus subproductos y sus innovadores. De ahí que bajo el título Mitos de Cthulhu puedan publicarse, y de hecho se publiquen, antologías diferentes.

La recopilación llevada a cabo por August Derleth (que presentamos en tres tomos independientes de los que éste es el primero) no tiene, por tanto, la menor pretención totalizadora, ni siquiera paradigmática. Pero se trata, eso sí, de una exposición amplia y representativa de los Mitos, a cargo de la persona más indicada para esta tarea: el más directo colaborador de Lovecraft tanto en vida de éste como póstumamente, y el hombre que más ha contribuido a la difusión de su obra y la de sus seguidores.

La excelente versión de Francisco Torres Oliver, auténtico especialista en la materia, contribuye de forma inestimable a transmitir al lector hispano-parlante la peculiar fascinación del lenguaje lovecraftiano, y la introducción del propio Derleth sitúa de manera escueta pero precisa el fenómeno literario de los Mitos.

Sólo queda pedir disculpas a los completistas por la inevitable publicación de algunos relatos de los que ya existían versiones en castellano. Era la única forma de ofrecer íntegra a nuestros lectores la antología más autorizada y representativa sobre uno de los fenómenos culturales más sugestivos e inquietantes de nuestro tiempo.


)> Prólogo 2 <(

La ambigüedad de la dialéctica
(realidad-ficción)
en la narrativa lovecraftiana

Portada de H.P. Lovecraft y otros, Relatos de los Mitos de Cthulhu, 2
© Editorial Bruguera S.A., Barcelona, 1977

 

Cabría decir que el tema central de la narrativa lovecraftiana - como el de la política tercermundista - es la inestabilidad de las fronteras. Inestabilidad física de las fronteras que separan "nuestro" universo - aparentemente racional y ordenado - del maligno caos poblado de inefables horrores que acecha "al otro lado". Inestabilidad conceptual de la frontera que separa la realidad de la ficción, la vigilia del ensueño, la razón de la locura...

La primera inestabilidad, la del muro que separa nuetro mundo del "otro", suministra las líneas argumentales: temáticamente, se puede decir que los relatos de los Mitos de Cthulhu son otras tantas descripciones de las fisuras de dicho muro, por las que las indescriptibles y maléficas entidades del "exterior" intentan (y a menudo lo logran) abrirse paso hasta nosotros.

La segunda inestabilidad inspira las peculiaridades de estilo y enfoque, esa inquietante fluctuación entre lo onírico y lo vigil, lo racional y lo irracional, lo cierto y lo imaginario, que caracteriza a los autores del círculo de Lovecraft.

El deliberado juego del escondite en que realidad y ficción se acechan y persiguen mutuamente en la narrativa lovecraftiana, llega a ser desconcertante para el lector no familiarizado con el pecualiar acuerdo tácito que liga a los "iniciados". Ciertos textos malditos, por ejemplo, se citan con tal rigor erudito y lujo de referencias verosímiles, que no hay que sorprenderse de que en bibliotecas perfectamente serias existan fichas del Necronomicón.

Pero todavía más desconcertante puede llegar a ser la forma en que algunos autores del círculo de Lovecraft aluden en sus relatos al maestro, haciéndole intervenir personalmente en la trama, citando sus obras reales junto a los textos imaginarios del culto cthulhudiano, llegando incluso a insinuar que su prematura muerte - como la de tantos protagonistas de sus relatos - pudiera estar relacionada con su conocimiento de lo secreto y lo prohibido.

Como en algunos grabados de Escher, distintos planos de realidad y ficción se cruzan o superponen en un mismo escenario narrativo, sugiriendo nuevas perspectivas e impugnando las familiares.

El núcleo de este segundo volumen de nuestra antología de relatos de los Mitos de Cthulhu, lo constituye, en este sentido, un auténtico tour de force a cargo del propio Lovecraft y de su aventajado discípulo Robert Bloch. En el alucinante tríptico compuesto por El vampiro estelar, El huésped de la negrura y La sombra que huyó del chapitel, ambos autores se convierten uno a otro en protagonistas de sus relatos y, con afectuosa ironía, se atribuyen mutuamente las muertes más espantosas, como inmolándose, en una magistral jugada de sutil humor negro, a sus propios dioses privados.

Y puesto que en el prólogo del primer volumen aludí a la solapada ambigüedad ideológica de la narrativa lovecraftiana, y en éste me he referido a su deliberada ambigüedad a nivel de fabulación, forzoso será hablar también de la ambigüedad de la escuela de Lovecraft como tal: de la inestabilidad de la frontera que separa los Mitos de otras temáticas fantásticas, de la "legitimidad" de sus numerosos cultivadores...

Pero ése ya es otro prólogo.


)> Prólogo 3 <(

Un último tomo que no puede
ser el último

Portada de H.P. Lovecraft y otros, Relatos de los Mitos de Cthulhu, 3
© Editorial Bruguera S.A., Barcelona, 1977

Ambigüedad e inconcreción, a todos los niveles, parecen ser características básicas de la narrativa lovecraftiana, como ya he intentado poner de manifiesto en los prólogos de los dos primeros volúmenes de esta antología.

Nada menos extraño, bien mirado, puesto que lo ambiguo y lo inconcreto tienen un poder desazonador del que carecen los horrores tangibles y clasificables.

Y la ambigüedad e inconcreción internas de los Mitos de Cthulhu se corresponden, lógicamente, con análogas características a nivel externo, en el sentido de que resulta prácticamente imposible delimitar la narrativa lovecraftiana dentro de la literatura fantástica en general (incluso se puede decir que transciende el marco de lo puramente literario), así como llevar a cabo un elenco de todas las obras asociables a los Mitos o de los autores adictos a la temática.

El último relato de este tercer y último tomo ["El retorno de los lloigor"], adecuado colofón a nuestra antología, a cargo del erudito y versátil Colin Wilson, expresa con oportuna explicitud el carácter "abierto" de los Mitos, sus nexos con otras formas de narrativa (y de especulación), su deuda con determinados autores - como Poe y Machen -, y, en suma, su básica - y en gran medida deliberada - ambigüedad como fenómeno cultural.

Pues los Mitos de Cthulhu no constituyen sólo - ni siquiera principalmente - una temática más dentro de la narrativa fantástica, y la concreción que parecen conferirle tanto su denominación como sus autores más representativos es totalmente equívoca. Los Mitos expresan las contradicciones, temores e inquietudes de una sociedad que bajo su tosca máscara de racionalismo oculta un rostro tan absurdo y cruel como el de cualquier entidad lovecraftiana; y como expresión del irracionalismo reinante (o regente, si se prefiere), ligada a todo tipo de leyendas, religiones y oscurantismos, los Mitos carecen de una fisonomía definida y de unas fronteras claras: los relatos vinculables al ciclo se cuentan por cientos o por miles, con una gama de tipos y grados de vinculación tan amplias como se desee.

Por tanto, cualquier pretensión de publicar una antología completa o tan siquiera amplia de los Mitos está condenada a priori a la parcialidad, por lo que hemos tenido que contentarnos con ofrecer, dentro de una extensión razonable, una de las más representativas y autorizadas de todas las que han visto la luz hasta la fecha, con el propósito de complementarla, en un futuro próximo, con otras obras fundamentales para el conocimeinto y la comprensión de uno de los fenómenos culturales más inquietantes y significativos de nuestro tiempo.

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(*) Transcripto por Dogon, especialmente para la Nueva Logia del Tentáculo, 2003. Material didáctico y de estudio para l@s Logi@s y visitantes.

N.B.: La edición de Editorial Bruguera S.A. es la versión en español de A. Derleth (ed.), Tales of the Cthulhu Mythos, originalmente publicado por Arkham House en 1969.

 

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