Lavinia y Alahlah

© Henry Armitage | Joseph Curwen | J J


Lavinia y Alahlah © Harley Warren y Gala Lovecraft

Henry Armitage

Los juncos nos han ocultado a la vista de las alimañas humanas. No, no me han querido, sino que su extraño deseo era que languideciera en un sótano oscuro y húmedo. Te has acercado a mí y has intentado comprender el misterio de mis ojos, que irradiaban negrura como rojas lenguas de fuego, has intentado desentrañar el enigma de la nieve cálida y opaca de mi piel y mi pelo. Aunque he cocinado mis embrujos con cánticos y polvo de mandrágora, han quedado vírgenes rincones de tu voluntad, que quería estar conmigo y calentar mis dedos con tu aliento y arroparme con tus brazos bajo las estrellas del Gran Orión. Mi padre me enseñó la danza errática de las estrellas, sus destellos que hablaban un código de signos con sus parpadeos, con las travesuras de sus guiños. Ahora que te has deleitado con mi cuerpo, mi espíritu te llevará al Reino de Voor, donde luce la luz, cuando el sol se apaga y fluye el agua, cuando el sol la seca. Ya no seré Lavinia, sino Alahlah, la de los pies tentaculares.

A veces me siento cansada, como si algo denso y pesado arrastrase anudado en los bordes de mi falda. Apenas soy capaz de sonreir, cuando tus manos férreas me pasan por las rodillas y palpan la dureza arisca de mis huesos. Estoy segura de que estoy cambiando, que ya los ojos se me quiebran con la luz y la mirada se va hundiendo en un pozo de sombra sembrada de vacíos inmensos. Te abrazo, me aferro a lo que nunca podré llamar mío. Ya me rodean y cubren mi cuerpo unos hilos quebradizos que se tejen a mi alrededor como tela de araña. Mi brazos y piernas ya son crisálidas, las que mi pensamiento insano empiezan a absorber como brisas libres e independientes de lo que antes se llamaba Lavinia y ahora es Alahlah.

Te empeñas en arañar la tierra bajo mis pies, pero mis dedos han echado raices en el musgo gris de esta tierra baldía. El mar ha dejado sus ecos de brisas tierra adentro y ha labrado ventosas en las plantas de mis pies. Toma, bebe este bálsamo y te untaré este aceite de sésamo en los párpados, para que puedas volar conmigo y te dejaré en Valusia, la tierra de los hombres serpiente. Cierra los ojos y mira fijamente cómo mis manos trazan la Señal Voorish. Tápate los oidos con tus manos y escucha atentamente mis silencios y el bulto escuálido de mis palabras.

Radiante aureola de plata
ante el aura cola de rana
diente en ola de onda sana

Alahlah afila sus uñas y te concede un amago de espacios vitales encadenados. Las ondulantes palmeras nos ocultan de la curiosidad maligna de los dioses. Y, en un momento, la tierra desaparece, el cielo se oculta y suena una estridente canción de cuna. [*]

Joseph Curwen

Misteriosos y negros ojos, pálida tez, cabellos de nieve piel de espuma. Mandrágora y cantos evocadores convertidos en amorosas saetas. Cuerpo de Lavinia espíritu de Alahlah, la que habita en el Reino de Voor con tentaculares extremidades para nadar en las aguas claras y cristalinas de océanos de estrellas y lunas. Transformación mágica a través de sedosa crisálida que la llevará hacia lejanos mundos escondidos tras miles de constelaciones formadas por estrellas de anhelos, deseos y quimeras.

Pero el amor sigue presente en ambas representaciones femeninas que son, al fin y al cabo, la misma esencia. Amores intensos que no va a separar la fantástica transfiguración, sino que suaves bálsamos, dulces sones y asombrosas señales les llevarán a Valusia, tierra donde los hombres serpiente se arrastran entre doradas arenas de brillante cristal.

Ya nos hay tierra, ya no hay cielo, solamente el universo de éter los acogerá entre vapores y efluvios de saberes ancestrales.


Notas

[*] Lavinia y Alahlah nos introducen en un mundo inhóspito de bucólicas ninfas que moran en los más profundos parajes boscosos de la Literatura Fantástica. Muy interesante el tema de la transmutación de Lavinia en Alahlah, ese paso del peculiar cuerpo de alguien dotado de un halo de misterio y ancestrales conocimientos a su esencia espiritual capaz de penetrar en dimensiones y mundos de otras realidades universales. (Joseph Curwen)

 

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