Hay alguien en el corredor
© Dogon
La guerra fue cruel. Los verdes campos, los dorados trigales, las orgullosas viñas, las acogedoras villas y sus simples y hospitalarios habitantes; todo había sido destruido, quemado, asesinado o diezmado.
Y no hacía mucho de todo eso. Todavía quedaban heridas sin cicatrizar, restos carbonizados de otrora fértiles extensiones de campo, tocones de árboles incinerados por los explosivos, cadáveres desperdigados, desfigurados y sin identificar; los villorrios eran escombro sobre escombro, salpicados de objetos y seres descuartizados. Y lo más horrible: los cementerios, reducidos a moradas de reposo exhumadas a los bombazos, a ominosos huecos negros que han vomitado de la tierra cosas que hubiera sido mejor mantener enterradas por siempre, eternamente, que Dios fue sabio al separar el mundo de los Muertos de aquel de los vivos. Sé que en otras partes ocurrió lo mismo, no sólo aquí, en mi pueblo natal de Corralitos. Pero a mí me tocó acá, en mi propio terruño, en mi propio solar.
Nunca nadie prestaba atención a las antiguas enseñanzas de las civilizaciones desaparecidas, "patrañas primitivas, pensamiento prelógico, ilógico..." ; ya lo resume el dicho popular: "quien no conoce su pasado está condenado a repetir sus errores". ¡Bien lo supieron los hombres de antes! Y los de ahora, que con esta estúpida guerra que ha cubierto el planeta lo único que han ganado es quebrar la Ley de los Muertos, la Regla de Oro que sostenía el frágil equilibrio del Mundo... ¡Oh, Dios, si hubieran sabido que sus bombas atómicas no son nada comparadas con...! ¡Ooohh, esos horrores indescriptibles que han salido de las simas más profundas de la tierra!
Ahora están en todas partes y a todo momento, acechándonos como meras presas. ¡Somos sus esclavos, su diversión y su alimento! ¡Y el mundo entero, su coto de caza! Nunca hubiera podido imaginar el terror que se siente al ser perseguido como un animal por ... por, ¡oh, no puedo ni siquiera nombrarlos! ¡Estas abominaciones, estas existencias blasfemas que no pertenecen a la vida!
No tengo mucho tiempo y lo sé. Huelo su fétido hedor de muerte y descomposición, de podredumbre infame... ¡están cerca esos demonios! ¡Escucho sus gruñidos, sus... palabras, sus...! ¡Jesús, José y María! ¡Ya están aquí, me han encontrado! La puerta..., pero que idiota, cerrar la puerta no sirve de nada... En cuanto la toquen, la madera se pudrirá bajo sus temibles dedos putrefactos... ¡No soporto ser uno de ellos, no! Y no hay escape, porque ¿qué podría hacer? ¿suicidarme? ¡Ja, no hay escapatoria para nadie, ¿entendieron?, para nadie!
Los oigo subir. Sí, ya están en el rellano de la escalera, oigo el crujir de los peldaños bajo sus descarnados pies, el taconear de huesos inhumanos, el succionar de no quiero recordar qué miembros, que no son brazos ni piernas... Sí, hay alguien... o algo, en el corredor... ¡Están aquí! ¡Aaahh, la puerta...!... Padre nuestro que estás en ... ...