El Sirviente
©
Brown Jenkins, Noveno
en la línea sucesoria de
la
Baronía
de Oxxon de Darkestshire, Rama de Sarnath II
Portada
procedente de un libro editado en Finlandia
Wayne entró en la diminuta habitación donde lo habían citado. El hombre que lo citó, era un tal Mark Dufini. Al parecer era un pariente lejano de Wayne. Wayne había sido abandonado de pequeño. Al parecer sus padres lo habían dejado cuando era aún un niño, en el frío umbral de un orfanato. Cuando contaba con 8 años, fue adoptado por un joven matrimonio. Allí creció feliz y sin preocupaciones, aunque siempre llevaba un cierto desasosiego en su fuero interno. Había recibido la extraña carta de este supuesto pariente semanas atrás. Éste le comunicaba que deseaba conocerlo y establecer relaciones con él.
Trató de disimular con una sonrisa falsa, pero la habitación donde lo habían conducido no le agradaba para nada. Había algo en el ambiente... Era algo tenso e inexplicable. La habitación se encontraba un poco a oscuras. Las débiles luces de los candelabros daban un aspecto ritual a la habitación. Al principio, se vió obligado a acostumbrar su vista a esa semioscuridad. Wayne contempló todo con suma indiferencia. Dentro de su mente había algo que lo asediaba constantemente, como advirtiéndole que había algo en ese cuarto.
De repente, la puerta arqueada se abrió de golpe tras él. Wayne se volvió sorprendido. Frente a él se hallaba un hombre delgado y encorvado. Era un hombre de avanzada edad, más o menos de unos cincuenta años. Wayne no alcanzó a distinguir la mirada de aquel hombre.
- Usted debe ser Jack Wayne, de la rama de Providence, supongo - murmuró el hombre con voz chillona.
- Sí, sí... - Wayne no alcanzó a terminar su respuesta, cuando el hombre lanzó una insoportable risita cortada.
- Soy Mark Dufini, el de la carta, bueno, usted ya se habrá dado cuenta - Dufini volvió a reír con su molesta risita.
- Pero, por favor, siéntase como en casa - dijo Dufini señalando una maltratada mesa.
- Y dígame, ¿como se encuentran sus padres? - preguntó curioso.
- Nunca los conocí - respondió secamente Wayne, sin dejar de observar la extraña mirada de Dufini. Parecía como si este desconocido con el que se encontraba conversando, conociera de algún modo incierto sus pensamientos.
- Oh, no... ¿lo abandonaron? - preguntó desilusionado, de cierta manera.
- Así es. Me adoptaron de niño.
- ¿Y nunca los buscó?
- No, no. Pero aunque no los conozco, de alguna manera los recuerdo - comentó Wayne recostándose en la incómoda silla.
Dufini durante ese breve tiempo, se había quedado escuchando.
- Y dígame, eh . . . Dufini - Wayne vaciló por un instante, pero prosiguió:
- ¿Usted es mi pariente lejano?
- Al parecer, sí. Los Wayne son una rama muy antigua de Providence, ¿lo sabia, no? - preguntó, buscando una respuesta con su fría mirada.
- Se esparcieron mucho por otros pueblos, Arkham, Dunwich y otros - dijo Dufini - Allá por 1600, una tal Amanda Wayne contrajo matrimonio con uno de la rama Dufini. Era Diego Dufini. Él venía de Dunwich, era temido. Sabía cosas que solo unos pocos saben, ¡pero así terminó! - comentó Dufini algo inquieto.
- Al parecer practicaba magia negra. Sabía sobre ellos, los conocía y los servía.
- ¿A quienes? - preguntó atónito Wayne.
Dufini no respondió. Solo largó una de sus patéticas risitas.
- ¿A quienes? - insistió Wayne.
Dufini contempló con una extraña mirada diabólica. Se acercó a Wayne y
lentamente prosiguió:
- ¿Sabe por qué lo abandonaron?
- ¿A qué se refiere?
- Sus padres seguro vieron las marcas. Las antiguas marcas que usted lleva en el brazo derecho.
- ¿Qué me quiere decir? ¿ Qué significan?
La sarcástica sonrisa de Dufini desapareció. Su rostro se encontraba pálido. Bajó los párpados un momento y luego dijo:
- Esas son las marcas que llevaba Diego.
- Pero... no lo entiendo - murmuró Wayne.
Dufini suspiró y luego prosiguió:
- Ellos lo han elegido. ¿Sabe por qué Diego era tan temido? Él ya no era humano. Necesitaba sacrificios para complacerlos. Pero él fue demasiado lejos. Realizó un sacrificio especial para complacer a sus Amos. Sacrificio que más tarde se convertiría en una tradición.
- Y Digame, ¿qué complacería más a sus Amos, que el sacrificio del sirviente que ellos mismos eligieron?
Comentarios a esta Colaboración