Dejó caer sin importarle mucho, la pesada pala al suelo. La misma que le había servido de improvisada ganzúa para forzar la entrada. También hizo uso de ella como instrumento sacrílego, al profanar el reciente cadáver enterrado allí. Un pedido especial. Lanzó una sofocada risa al reflexionar sobre los oscuros propósitos que se habían planeado de antemano, y que él los había cumplido al pie de la letra.

Sabía que ganaría mucho con aquella singular misión que se le había encomendado. Lo sabía demasiado bien. Se volvió hacia la tosca ventana, situada a un lado de la puerta. Contempló a través del pulido cristal, los
anormales parajes que se pintaban ante sus ojos. Ojos que no solo buscaban el consentimiento de su Señor, sino también la gloria de ser uno más de ese maravilloso clan.

Una extraña mueca burlona se hizo visible en él. Sabía que su deber era esperarlos. Sabía que su visita al antiguo cementerio y a las sagradas piedras, se había prolongado mucho más de lo que el esperaba. Pero valió la
pena. Pronto todos despertarían del eterno sueño. Pronto el maldito hechizo se rompería y ellos se levantarían de sus oscuras moradas de espera. Y volverían para reclamar sus tierras. Levantarían de nuevo las ciclópeas
ciudades. Los inmensos pilares de gloria. Todos los que habían sido vencidos junto a su Señor regresarían.

Y nadie comprendería lo que habría estado sucediendo. Sólo unos pocos lo comprenderían. Algunos morirían con la horrenda verdad en los labios, y otros
serían recompensados. Se aproximó al deforme espejo, situado en un rincón
de la habitación. Observo su silueta en general. Sus facciones. Su rostro. Sus ojos. Entonces lanzó un grito, una mezcla de dolor y horror.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Era acaso una traición de parte de su Señor? Fue entonces cuando sonrió nuevamente. Si, era un último pedido de su Señor. Un último sacrificio. Se volvió hacia una pequeña mesa. Al contemplar la botella de whisky sintió una tremenda sed. Alargó su nuevo tentáculo y...

 

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